Guadalcanal año 1978

Cada vez que subo la cuesta de El Puerto, ya estoy nerviosita por ver las blancas casas que se divisan desde lo más alto y parece que esa imagen se repite una y mil veces desde que tengo uso de razón. Y es que, aún a día  de hoy, cuando subo  esa cuesta y veo el cartel de Guadalcanal me viene a la mente… “entre la sierra del Agua y la sierra del viento, por donde Extremadura se asoma a Andalucía se halla la histórica Villa de  Guadalcanal…”, unos versos que repetimos una y otra vez desde que alguien nos los enseñó ¡allá por los 90!

Puedo decir que he vivido miles de veces esa sensación, porque siempre mi vida ha estado ligada a Guadalcanal. De niña, porque mi padre era un “loco enamorado” de su pueblo y lo teníamos presente hasta en el salón de mi casa, ya que

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Guadalcanal año 1977

De lo que nos comentaba Andrés Mirón a principios del pasado año, vamos a tener confirmación en estos primeros día del nuevo año, ya que el periódico ABC da cuenta en su edición del 11 de enero, que ha aparecido publicado en el Boletín Oficial del Estado la noticia de una resolución de la Dirección General del Patrimonio Artístico y Cultural, por la que se acuerda tener incoado expediente de declaración de monumento histórico-artístico, con carácter nacional, a la iglesia de Santa Ana, en Guadalcanal.

El 15 de febrero el Ayuntamiento celebra su primer pleno del año y se trataron los siguientes temas: Según había solicitado el Ayuntamiento, el Gobierno Civil autoriza el cambio de uso de un total de 250.000 pesetas que estaba previsto para pavimentación, que se use para la nueva conducción de agua potable. El Alcalde informa que han quedado ultimados los trámites para que pongan teléfono

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Guadalcanal año 1976

Como decía en el preámbulo, en este periodo que estamos leyendo se han ido perdiendo ciento y pico de habitantes por mes, produciéndose una punta de 442 menos durante el año 1975.

Entre estos habitantes que se fueron en esta década me encuentro yo mismo, ya que a mediados de 1970 tuve que incorporarme al servicio militar, en mi caso la Armada Española. Voy a contarles –sobre todo para los jóvenes que no hicieron el servicio militar- lo que representaba en aquellos años el cumplimiento de ese deber. Si hubiera que valorar algo positivo, diría que esta incorporación nos obligaba a salir de Guadalcanal, que para muchos de nosotros lo más lejos que habíamos ido era a Sevilla para que nos viera el médico especialista.

El uno de julio nos teníamos que presentar en la Comandancia de Marina de Sevilla, así que cogiendo el tren que había a las seis

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Guadalcanal año 1975

Nací un lluvioso, o como decía mi padre “llovía a mares” Sábado Santo de 1975, justo a mediados de la década de la que trata este libro, y junto a mi hermano mayor Francisco José, somos los hijos del matrimonio que formaron mis padres, Manuel Chaparro Rivero (q.e.p.d.) y Manuela Díaz Rincón.

Los primeros recuerdos que tengo, son junto con mis padres y hermano, en el piso de la calle Dr. Antonio Porras, que mis padres alquilaron en 1972 cuando se casaron, y en el que vivimos hasta que nos cambiamos a la casa que actualmente seguimos manteniendo de la calle Concepción y que pertenecía a mi familia paterna, en septiembre de 1980, precisamente el último año del que vamos a hablar en el libro.

Mis primeros años de vida discurrieron, además de en mi casa, principalmente en el Convento de las Hermanas de la Doctrina Cristiana, en Edurama y

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Guadalcanal año 1974

Nací el 16 de febrero de 1975, del matrimonio formado por mis padres, Manuel López y María Álvarez. Los primeros recuerdos que me vienen a la cabeza, pasan inevitablemente, por donde cursé mis primeros estudios, allá en el Convento de las Hermanas de la Doctrina Cristiana.

Tenía unos tres o cuatro años, cuando la Hermana Josefa María nos dijo que íbamos a empezar a escribir: Coged el lápiz con la mano que cogéis la cuchara… Estupendo pensé… ¡¡si yo como con las dos manos!! Pues hice, lo que hace todo el mundo, fijarme en mis compañeros y de esa forma veo y copio con la mano que la cogen. A un lado estaba Salvador Chaparro Díaz, diestro, al otro lado Rosa Llano Nogales, zurda… vamos, que se me aclararon las ideas. Pensé que con el niño tendría más cosas en común, y desde entonces cogí el lápiz con la derecha…

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Guadalcanal año 1973

                                           LA  DÉCADA  PRODIGIOSA 

          Todo ser humano tiene un espacio de tiempo, una temporada más o menos larga, un período de algunos años, durante el cual tomamos las decisiones más importantes de nuestra vida, decisiones que nos marcan para siempre y que, una vez pasado el tiempo, nos arrepentimos o nos alegramos de haberlas tomado, según y cómo nos haya ido.

          Ignacio Gómez me ha pedido que le escriba algo de la década comprendida entre 1971 y 1980. Sin temor a equivocarme puedo afirmar que en esa década tomé varias resoluciones que han dejado una huella indeleble a lo largo de mi existencia y que debido a ellas, he llegado a ser la persona que soy en la actualidad. Si hubiese optado por otro tipo de disposiciones seguramente mi vida sería absolutamente distinta, ya que hubiera tomado por otros derroteros, no puedo saber si sería mejor o peor,

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Guadalcanal año 1972

Próxima parada Macarena, no se bajen hasta que no ponga la balita, cuidado con la cabeza al bajar”.

Ésta era la frase que repetía Carmelo, el del coche correo, al bajar de la estación con aquella camioneta matricula de Granada al llegar a la esquina del Coso con la calle Concepción, si allí se encontraba el Bar Macarena de Luis Galeote.

La balita era un protector rudimentario de fabricación casera que introducía en la cerradura de la puerta de bajada y subida de los viajeros, esa puerta que si no te agachabas te  podía hacer un bollo en la cabeza.

De las vacaciones de mi juventud en Guadalcanal, recuerdo especialmente aquellas calurosos días de Agosto del verano del 75. Nos reuníamos todas las noches un grupo de amigos en el bar Macarena de nuestro amigo Luis (QDC.) para hablar, recitar o cantar en aquella época de lo prohibido. Entre ellos

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Guadalcanal año 1970

José Romero Cote, Santi, nació el 21 de diciembre de 1922 en Guadalcanal, hijo de Santiago Romero, zapatero y músico (llegó a ser Director de la Banda de Música) y Amadora Cote. Era el pequeño de tres hermanos, Santiago, Amadora y José. En el año 1941 regresó a Guadalcanal procedente de Murcia, donde lo acogieron durante la Guerra Civil, junto con su madre y su hermana.

Enseguida empezó a trabajar en Correos, como cartero y como tenía las tardes libres, hizo de su afición su segunda profesión, la fotografía: Foto Santi. El primer estudio lo tuvo en una de las salas de la planta baja de nuestra casa. Por allí pasó todo el pueblo y en particular en carnavales, las fotografías de los niños el día de su primera comunión, bodas, de la romería de la Virgen de Guaditoca o en la feria, donde ponía un velador con su camarera,

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Guadalcanal año 1969

Año 1933 en el seno de una familia humilde, con una España revuelta donde la política marcaba un antes y un después, donde los trabajadores sufrieron los avatares del destino buscando encontrar una vida mejor, nace Antonio Yerga Álvarez, hijo de Maria Álvarez Romero Maria la del pan y Tomás Yerga Magro, natural  de Fuente de Cantos. Nació en el barrio conocido como el Paseo de la Cruz, barrio humilde lleno de gente trabajadora que vivía con un jornal mediocre que no le daba ni para mal vivir, sin ropa, zapatos, ni apenas un mendrugo de pan que llevarse a la boca y una techumbre que no aguantaba las inclemencias del tiempo.

Como cualquier niño todo su afán era jugar y correr detrás de una pequeña pelota hecha de jirones de trapos, donde los dedos de los pies siempre estaban llenos de heridas y las sandalias despegadas de los puntapiés

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Guadalcanal año 1968

Mirando hacia atrás e intentando recrear como era la vida cuando yo nací, me doy cuenta de que aunque seamos los mismos hemos cambiado muchísimo.

Era una niña de pueblo, en una gran familia pues soy la cuarta de seis hermanos, todos nacidos en la década de los sesenta. Mi padre era el boticario y claro nosotros siempre estábamos enredando por la farmacia y “ayudando”. Desde muy pequeña mi padre nos enseñaba a hacer cápsulas y papelillos. Por ejemplo, en el verano en casi todas las casas la gente sembraba huertas y con los tomates se hacían conservas para todo el año, y entonces nosotros envasábamos unos polvos conservantes en papelillos con la cantidad necesaria para un kilo de tomates, para cinco kilos…. Los pesábamos en la báscula de precisión y luego hacíamos el paquetito. Recuerdo que el polvo se nos metía por la nariz y por los ojos y

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