Convento de Sta. Clara

El 10 de marzo de 1582, por testamento otorgado en la ciudad de La Plata (Perú) el hijo de la villa don Jerónimo González de Alanís, capitán, donó 30.000 pesos para fundar este convento, cosa que realizó Fray Antonio Delgado (Guardián del convento de San Francisco), Fray Diego de Espinosa (Padre Provincial) y doña Catalina López, hermana del fundador y mujer de don Cristóbal Muñoz, por escritura otorgada en Madrid el cuatro de mayo de 1591. Asignando para el Convento 408.000 maravedís.

El edificio de este convento está realizado[i] mediante muro de tapia, compuesto por machones de ladrillo macizo de tejar con aparejo inglés cada 5 y 10 metros como máximo. Este muro tapial estaría compuesto por hiladas de ladrillo cada metro aproximadamente (cajones de 0,84 m lo que equivaldría a una vara española) entre lo que se intercalaría verdugas de piedra y argamasa de mortero de cal o yeso. El grosor total de este tipo de muro es de 1,60 m.

Composición del claustro realizada por Alejandro Zújar Chaves

La cubierta estaría constituida por algún tipo de artesonado, desconocemos si tuviese algún motivo de lacería mudéjar o era simplemente funcional sin ninguna ornamentación, compuesto por estribos de madera (vigas de madera de gran escuadría sobre los muros exteriores) en los que se apoyarían los tirantes y a su vez sobre éste, los pares y nudillos del propio artesonado.

Las cubiertas del claustro, tendrían una menos ornamentación. Se resolverían mediante una viga durmiente sobre el paramento exterior, en la que sobre ella se colocarían las viguetas o rollizos, para finalmente superponer un tablazón y como terminación teja. El resto de forjados mantienen la misma composición que las cubiertas mediante durmientes en los muros exteriores y viguetas de rollizo, pero en cambio en los forjados del claustro se soluciona mediante una bóveda de arista.

Volumetría general del convento, realizada por Alejandro Zújar Chaves

Cabe destacar algunos elementos estructurales como los que se encuentran en el claustro. En él nos encontramos una rica combinación de elementos estructurales como son los arcos de medio punto sobre pilares de caliza, de un uso muy característico en esta zona. Como sustentación de los corredores del claustro se optó por una solución de bóveda de arista, una solución habitual en este tipo de espacios enriqueciendo el elemento claustral. Hemos de decir que la bóveda de arista no solo se realiza en los rincones del claustro, donde confluyen ambas bóvedas de cada corredor, sino en todo el corredor.

Vista de la galería oeste del claustro, realizada por Alejandro Zújar Chaves

En la solería cabe destacar la utilización de guijos o guijarros como pavimentación de espacios exteriores como corredores del claustro y zona central de este. Cabe destacar que esta solución de este tipo de pavimento, era el mismo que predominaba en toda la localidad, por tanto, este tipo de pavimentación otorgaba un carácter de calle o espacio “público” dentro del cenobio. En los espacios interiores se optó por un pavimento de losas de cerámica cocida.

La iglesia se distribuía en una nave longitudinal de una longitud de 29,65 m y una altura libre de 9,25 m. Estas dimensiones recogen entre sus cuatro paredes una gran versatilidad arquitectónica.

Junto a la iglesia, se observa la galería del claustro principal en la que se observa una continuidad de la cubierta de la nave de la iglesia con la del claustro. El claustro es un espacio de planta cuadrada, en la que mantiene su forma cuadrangular en la sección, por sus dos plantas que la conforman.

Vista de la galería norte del claustro, realizada por Alejandro Zújar Chaves

[i] Los datos constructivos, así como los dibujos del edificio, han sido extraídos del trabajo realizado por Alejandro Zújar Chaves “Ora et labora en el convento de Santa Clara de Guadalcanal” en su proyecto de Fin de Grado de la Universidad de Sevilla.

El 28 de abril de 1593 llegaron las primeras seis monjas procedentes del convento de Belvís (Cáceres): Isabel del Espíritu Santo, abadesa; Juana de la Cena, vicaria; María de la Columna; María de la Transfiguración; Dionisia de la Encarnación y María del Pesebre. En 1646 estaba compuesta la comunidad por veintisiete monjas y tres donadas (mujeres que, sin ser monjas, vivían retiradas en el convento), siendo abadesa la Madre Francisca de la Encarnación. En el censo de Floridablanca de 1757, aparece que integraban la comunidad del Convento de San José de la Penitencia, ese año 16 monjas.

Algunas religiosas ilustres: Madre San Ildefonso de Guadalcanal, Catalina de San José, Antonia de la Trinidad, Francisca de San Agustín, María del Corpus Christi, Constanza de San Gerónimo, María de San Diego, Juana de Santa Clara, María Evangelista, Isabel de la Encarnación, Isabel de San Buenaventura e Isabel Baptista. También la Madre Leonor de San Bernardo, de la cual se cuenta el hecho milagroso de que “en su tierna edad, yendo a la iglesia de Santa Clara, iba delante de ella Cristo Redentor Nuestro con una cruz en los hombros, lo cual vio con los ojos corporales, de donde nació el afecto para ser religiosa.

En el mes de abril y hasta el 15 de mayo del año 1773, la Virgen de Guaditoca permaneció en Guadalcanal porque había necesidad de agua. Al estar en mal estado la iglesia de Santa María, se quedó en la iglesia de este convento de San José de la Penitencia, de las monjas clarisas.

Este convento tenía la imagen de San José, interesantísima obra atribuida a Juan de Mesa y que a comienzos del siglo XX había pasado a la capilla de San Vicente, donde fue destruida en 1936.

El 11 de octubre de 1835 se decretó la desamortización de Mendizabal y todos los conventos que tuviera menos de 12 monjas fueron cerrados.

El 19 de febrero de 1836 se decretó la venta de todos los inmuebles de estos conventos.

En este edificio ha habido una fábrica de harina y panadería, también una de jabón y posteriormente una de gaseosas y taller mecánico.

En la actualidad, parte del edificio lo ocupa la residencia de mayores “Hna. Josefa María”.