LA MUERTE DE JUAN DE OÑATE EN GUADALCANAL EN 1626

Juan de Oñate

Por Eric Beerman

(Traducción de José María Álvarez Blanco)

Prólogo

Los hispanistas serían como los españoles de fuera y honoríficos, pero sobre todo quienes con frecuencia nos proveen de lentes de aumento y correctoras de estrabismo por puro amor de España, y a nuestra cultura, que, como es nuestra, nosotros solemos maltratar bastante, o de la que solemos avergonzarnos incluso. 

(José Jiménez Lozano)

José Mª Álvarez Blanco

            La figura histórica de Juan de Oñate, de especial relevancia en el estado norteamericano de Nuevo México, donde transcurrió la mayor parte de su vida, presentaba un enigma importante que fue desvelado en 1979. Era sabido que Oñate abandonó México rumbo a España en 1621, pero permanecían en el ámbito del olvido dónde y en qué circunstancias murió. Curiosamente el esclarecimiento de este hecho histórico no iba a ser obra de investigadores españoles del grupo de los americanistas, que trabajan principalmente en los centros académicos, CSIC incluido, de Sevilla y Madrid. Por otra parte, parecía plausible que las fuentes documentales que aclararan este enigma se encontraran entre los fondos del Archivo General de Indias (AGI).

            En contra de dichas previsiones fue el hispanista norteamericano Eric Beerman (Stockom, California, 1930) a quien debemos hoy la certeza de que Juan de Oñate murió en Guadalcanal (Sevilla) según demostró en 1979 tras descubrir, en los fondos del Archivo Histórico Nacional (AHN), la abundante documentación que detalla en su ya clásico y citado trabajo titulado: ”The death of an old conquistador. New Light on Juan de Oñate” publicado en “New México Historical Review”, 54:4, 1979 pp. 305-319” en lengua inglesa. Este magnífico trabajo no sólo documenta la muerte de Oñate, con motivo de un viaje a Guadalcanal en su calidad de Adelantado de Minas, sino que a su vez dibuja con perfiles muy nítidos aspectos muy interesantes de la España de Felipe IV. Me refiero, entre otros, a la Inquisición, a la obsesión por la nobleza de sangre, la preocupación por el más allá en función del pensamiento religioso dominante, el interés de Felipe IV en hacer rentables las minas del Sur de España, etc., etc.

            Este texto llegó a mis manos, hacia finales de la década de los 80, gracias a una separata existente en la BN. Desde el primer momento pensé en traducirlo al castellano, lo que fui dejando de un día para otro, un mes y otro mes y un año y otro año, no sé si en espera de que esta labor la efectuara un historiador guadalcanalense, siempre más adecuado que un químico nacido en la misma población que dedica a estos menesteres eruditos su escaso tiempo libre. Finalmente, en el verano del 2000, una luminosa mañana de junio, tras buscar internéticamente a Mr. Beerman en Nuevo México, me reuní con él en la Plaza de Colón de Madrid, ciudad en la que reside desde finales de los años 60.

            Tengo la impresión de que Mr. Beerman hombre de una sencillez extrema, pese a su inmensa obra histórica, está como la gran mayoría de los hispanistas, falto del merecido reconocimiento que la sociedad española debe a su constante dedicación a la cultura hispánica.

            Solo añadiré que entre los múltiples temas de los que tratamos, Mr Beerman me habló de que había estado en Guadalcanal hace unos años, con su mujer y sus hijos, pues como buen norteamericano de su generación, tenía interés en conocer la patria chica de Pedro Ortega Valencia, descubridor de la isla de Guadalcanal, e incluso me entregó un texto inédito titulado “Pedro Ortega Valencia y la isla de Guadalcanal (1567)”. Semanas después me dio su conformidad a la versión castellana que hice de su interesante y documentado trabajo, que sigue al presente prólogo, que ligeramente modificado fue publicado como artículo original en la Revista de Feria de Guadalcanal de 2001.

José María Álvarez Blanco

Madrid agosto 2001

LA MUERTE DE UN VIEJO CONQUISTADOR, NUEVA LUZ SOBRE JUAN DE OÑATE

(Versión española de THE DEATH OF AN OLD CONQUISTADOR, NEW LIGHT ON JUAN DE OÑATE, New México Historical Review, 54:4, 1979 pp. 305-319)

Por ERIC BEERMAN

(Traducción de José Mª Álvarez Blanco)

Muchos valerosos conquistadores salieron de España y murieron en México. Las líneas que siguen relatan la vida de Juan de Oñate, desde que dejó su México natal hasta su muerte en España. Pretenden explicar el famoso dicho que circula en Nuevo México según el cual “los relatos de la muerte de Juan de Oñate en las ricas minas de plata de Panuco, cerca de Zacatecas, han sido enormemente exagerados”. Aunque Oñate murió cerca de grandes minas de plata, eran las que estaban en Guadalcanal (Sevilla). La carrera de Oñate en México y en Nuevo México durante la segunda mitad del S.XVI y los primeros años del S.XVII está bien documentada, pero casi nada se sabía de Oñate desde que salió de México. Ahora es evidente que al primer adelantado de Nuevo México la muerte le sobrevino en Guadalcanal en 16261.

Juan de Oñate y Salazar nació en Zacatecas alrededor de 1550, hijo de un minero rico y famoso.  Además de experto minero fue conquistador. Pronto comenzó su brillante carrera que culminó en la conquista de Nuevo México y sus posteriores servicios allí como gobernador. Después de más de una década en Nuevo México, Oñate dimitió en agosto de 1607, aunque las noticias de su dimisión no llegaron a la ciudad de México hasta febrero del año siguiente. Cuando volvió a la capital tuvo que afrontar acusaciones de abuso de autoridad. Siete años más tarde, después de prolongados procesos judiciales, Oñate fue condenado a destierro perpetuo de Nuevo México, a destierro de cuatro años a cinco leguas de la ciudad de México, a una multa por la considerable suma de 6.000 pesos, y a pena de la pérdida “por dos vidas” del título de adelantado de Nuevo México. En 1617 Oñate recurrió la sentencia y solicitó que se tuviera en cuenta su largo y fiel servicio en Nuevo México, mayoritariamente a su costa2. Dos años más tarde estaba todavía en su residencia en las minas de Panuco luchando por justificarse. Poco tiempo después murió, en su casa de Zacatecas, la que era esposa de Oñate desde hacía muchos años, Isabel de Tolosa y Cortés Moctezuma, nieta de Hernán Cortés y bisnieta del emperador azteca. Allí fue enterrada, dejando como familiares más cercanos, además de su marido, a su hija María de Oñate y Cortés Moctezuma3.

Desalentado por la muerte de su esposa Oñate salió de Zacatecas en 1621 y viajó a España para recurrir su condena ante Felipe IV4,el nuevo monarca que había sido coronado ese año. Llegó a Madrid en diciembre de ese año conociendo por primera vez la ciudad de la que tanto había oído hablar. Para evitar cualquier problema Oñate presentó su apelación al año siguiente ante el poderoso Consejo de Indias, solicitando que la pena le fuera anulada en su totalidad. Además, pidió que el título de adelantado “por dos vidas” de Nuevo México fuera perpetuo, señalando que le había sido concedido en 1602 a él y su hijo Cristóbal; pero con la muerte de este último en 1612, Oñate pretendía que este título pasara a su descendiente, comenzando con su nieto Juan Pérez de Naharriondo y del Castillo. Oñate insistió en que estos títulos le habían sido concedidos a perpetuidad y señaló como precedentes el título de Francisco Pacheco de Córdoba como adelantado perpetuo de Nueva Galicia en México y el de Miguel López de Legazpi de las islas de los Ladrones (Islas Marianas)5. Después de revisar el caso, el Consejo de Indias recomendó al Rey que Oñate fuera absuelto de toda culpa e indemnizado con 6000 pesos6.

Al siguiente año, 1623, Oñate escribió a Felipe IV pidiéndole que se restaurara su buen nombre, alegando sus años de valiosos servicios en Nuevo México y su edad, más de setenta y tres años7.  Por un Real Decreto del 11 de agosto de 1623 que, el 7 de septiembre de ese mismo año, rubricaron siete miembros del Consejo de Indias, se dio satisfacción parcial al conquistador de Nuevo México. Recibió una indemnización de 6.000 pesos, pero se mantuvo la pena de destierro perpetuo de Nuevo México; sin embargo, dada su avanzada edad, la condena fue más psicológica que física. Oñate retuvo el título de adelantado de Nuevo México, pero sólo “por dos vidas”. Por tanto, fue para él una grata noticia saber que después de su muerte, este título por el que tanto se había sacrificado pasaría al mayor de sus nietos que residía en Nuevo México8.

Oñate sentía un especial cariño por sus nietos huérfanos de los que se encontraba separado unos 9000 kilómetros, y era manifiesto que sentía profundamente la pérdida de su único hijo, Cristóbal de Naharriondo Pérez Oñate y Cortés Moctezuma, acaecida diez años antes. En 1622 Oñate pidió al eminente poeta Francisco Murcia de la Llana que escribiera un poema sobre la trágica muerte de su hijo. Dicho trabajo se publicó en Madrid el año siguiente con el título: “Canciones/Lúgubres y/ Tristes, La muerte de Don/Christoval de Oñate…”9

Mucha gente se hubiera dado por satisfecha con disfrutar de un bien merecido descanso después de tantos años de fatigas y luchas, pero este no era el caso de Oñate. Cuando estaba próximo el final de su larga vida, que se extendió unos tres cuartos de siglo, decidió no retirarse. Debido a la experiencia de Oñate en las minas de Panuco, que distan dos leguas de Zacatecas, Felipe IV le pidió en 1624 que aceptara por vida el cargo de “visitador general de minas y escoriales de España”. Las minas españolas de oro, plata y mercurio habían caído en un estado lamentable debido a los muchos años en que la Corona había estado dependiendo de las ricas minas de Indias. Queriendo aumentar la producción de las minas del interior, el nuevo Rey pidió a Oñate que realizara una visita de inspección y preparara un informe sobre el estado de las minas de España. Oñate aceptó de buena gana el encargo del Rey y al poco tiempo emprendió viajes de inspección a las diversas regiones mineras10

Con su nombramiento el año siguiente como caballero de la prestigiosa Orden Militar de Santiago parecía que volvían los buenos tiempos para Oñate. Los candidatos propuestos para la Orden tenían que probar carácter y linaje, lo que incluía la “limpieza de sangre”. Unos sesenta testigos fueron entrevistados en Granada, donde nació la madre de Oñate; en Burgos, lugar de nacimiento de su abuela materna; y en Madrid, donde muchos de los testigos habían prestado servicios a Oñate y, en Zacatecas y en Nuevo México a su padre. El voluminoso expediente recogió un detallado informe histórico y genealógico del linaje de los Oñate. El candidato debió pasar la prueba sin problemas, porque ingresó en la Orden el mismo año que comenzaron las vistas de su proceso de apelación, lo que fue un caso inusual ya que generalmente se requerían varios años11. Su yerno Vicente de Zaldívar y Mendoza, quien también era sobrino y primo segundo de Oñate, ingresó en la Orden al año siguiente mientras residía en Zacatecas12.

Oñate no se resignó a ser un simple funcionario que iba a pasar el resto de sus días sentado detrás de un escritorio. Siempre había sido un hombre activo, la mayor parte del tiempo en climas y sitios más hostiles que los de España, por lo que no encontró motivos para reducir su actividad después de su llegada a España. Oñate realizó varios viajes de inspección a minas españolas, incluyendo las de Cartagena, Burgos, Granada, y Guadalcanal. Uno de los testigos de la entrada de Oñate en la Orden de Santiago indicó el 1 de octubre de 1625 en Granada, que Oñate había estado allí ocho años antes,13 un testimonio confirmado por la mayoría de los 19 testigos que declararon en la histórica ciudad andaluza. Su madre Catalina Salazar y de la Cadena era una rica granadina, y mientras estuvo allí, Oñate hizo un pequeño negocio, administrando la hacienda Belicena, situada a una legua de la ciudad, que su sobrino Fernando de Oñate administraba para la familia. También oía misa en el Convento de San Francisco y allí vio por primera vez el escudo de armas de los Oñate en los muros de la capilla de la familia14.

Durante 1625 viajó por España visitando las diversas regiones mineras. Luego preparó un informe al Rey y como resultado de sus recomendaciones se publicó en Madrid, en septiembre de ese mismo año, un texto titulado: “Nuevas Leyes y Ordenanzas hechas para Su Majestad el Rey don Felipe nuestro señor, cerca de la forma que se hade tener en estos Reynos, en el descubrimiento, labor, y beneficio de las minas de oro, plata, açogue, y otros metales. Y con la parte que se ha de acudir a Su Majestad, y la que ha de aver los descubridores y beneficiarios dellas15. El primer folio del libro contenía la lista de los miembros de la Junta del Consejo Especial de la Minería que había creado Felipe IV, que estaba formado por personas influyentes. Francisco Murcia de la Llana autentificó con su firma la publicación señalando que estaba de acuerdo con el manuscrito original e indicando que tres años antes él había escrito un poema sobre la muerte del hijo de Oñate. El prólogo de Andrés de Carrasquilla, secretario de Oñate, presentaba elogiosamente al adelantado de Nuevo México, diciendo que tenía más de setenta años cuando dejó México y que era una de las personas más ricas de Indias, un abuelo cariñoso con sus nietos huérfanos, una persona muy respetada en Zacatecas y que pese a su avanzada edad disfrutaba de muy buena salud, señalando que dejó todo lo que le ataba a México y se vino a España “sin saber a que”16

A Felipe IV pareció impresionarle la pretensión de Oñate de que se desarrollaran las minas españolas, que existían desde los tiempos de los fenicios, cartagineses, y romanos, para completar el oro y la plata de las Indias. Después de entrevistarse con el Rey, Oñate planeó otro viaje de inspección a las minas del sur de España con una parada programada en Cartagena al borde del Mediterráneo. Luego iría a las minas de plata de Guadalcanal, desde donde podría hacer viajes más cortos a las minas de Aracena y Cazalla de la Sierra. En Guadalcanal, que era el centro de la región en la que se venían explotando minas sin interrupción desde tiempos de los romanos, una ordenanza sobre minas de 1559 indicaba que estaba prohibido explotar una mina dentro del radio de una legua desde la mina real17.

Aunque Oñate disfrutaba todavía de buena salud, en Madrid antes de emprender este viaje, su avanzada edad era suficiente para recordarle que debía dejar en orden sus asuntos personales, y redactó un Codicilio para su testamento el mes de agosto de 162518. Este documento indicaba que tenía una riqueza considerable Morán y Talavera, Tomás de Calayandía, Juan Camarena, y su secretario Carrasquilla20. En Cartagena, Oñate redactó otro Codicilio poniendo sus asuntos en orden. Después de concluir la visita a Cartagena, Oñate y su grupo comenzó el viaje a Guadalcanal, que estaba situada unos 375 km hacia el oeste. Durante el viaje Oñate cayó gravemente enfermo, pero su fuerte constitución le permitió llegar a Guadalcanal. Tan pronto como se recuperó algo, hizo su último testamento, que incorporaba todos los testamentos previos y documentos legales preparados en España e Indias en documento final, que presentó al escribano (notario público) de Guadalcanal, Juan Vázquez Tamayo, el 4 de octubre de 1625. El último testamento de Oñate también nombraba al Padre Chirino de Salazar como el principal albacea, con plena responsabilidad administrativa para llevar a cabo el cumplimiento de sus estipulaciones y cláusulas.21

Además de nombrar al  Padre Chirino de Salazar albacea principal, el testamento de Oñate redactado en Guadalcanal nombraba como albaceas secundarios a Carranza y Alvear, oficial de la Santa Inquisición, miembro de la comisión de  Oñate de visita a las minas que estaba presente en Guadalcanal; al licenciado  Cristóbal Freyre de Gálvez, sacerdote y escribano de Guadalcanal  y miembro de la Orden de Santiago; Juan Vicente Carrillo, sacerdote de Guadalcanal y comisario de la Santa Inquisición;  y Morán y Talavera, antiguo criado de Oñate y oficial en la comisión de visita a Guadalcanal. En esta fecha tenía poderes legalizados por el escribano de número Juan Vázquez Tamayo. Como testigos firmaron el Padre Cristóbal de Bonilla, Juan González Carranza, Francisco de Bastida, Luis de Igarra y Juan González Toledano, todos de Guadalcanal22. La salud de Oñate no mejoró, y dos semanas más tarde llamó a Vázquez Tamayo para que fuera a su casa y añadiera un Codicilio a su testamento reemplazando a Juan Vicente Carrillo por Juan de Rivera de Guadalcanal. El escribano hizo constar que Oñate estaba enfermo en cama y que estimaba su muerte en breve plazo, pero que conservaba sus facultades mentales23.

Entre esta modificación del testamento de 18 de octubre y la siguiente del 3 de junio de 1626, Oñate no pronunció una sola palabra. Debió haber estado muy enfermo en su casa de Guadalcanal, pero hubo una actividad considerable durante este tiempo, incluido su ingreso en la Orden de Santiago y el proceso de “limpieza de sangre” para la Inquisición que comenzó en 162624. Estos dos procesos estaban todavía en trámites para su yerno y sobrino Vicente de Zaldívar, e incluían muchos testimonios respecto a Oñate en los tiempos de su estancia en Guadalcanal como visitador de la mina real25.

El 3 de junio, o poco antes, Oñate murió en su casa de Guadalcanal. En esa fecha el Padre Carrillo y Carranza y Alvear miembros de la visita, acudieron al despacho de los alcaldes ordinarios, Diego de Sotomayor y el licenciado Antonio del Castillo López, e informaron a las autoridades locales de la muerte del adelantado de Nuevo México. Oñate murió en cama de muerte natural. Fue Carranza y Alvear, como albacea de la última voluntad y testamento de Oñate, quien exigió que el documento legal, expedido ocho meses antes en Guadalcanal, fuera abierto y leído, que fuera informado en Madrid el Padre Chirino de Salazar, y que las estipulaciones y cláusulas del testamento se llevaran a la práctica de conformidad con las leyes del reino26. Para comprobar la fecha de la muerte, un testigo que residía en Madrid en junio de 1628, indicó que Oñate había muerto en Guadalcanal poco más de dos años antes27.  Para verificar el año del nacimiento de Oñate, Fernando Martín Castro, un fraile dominico, nacido en Zaragoza, afirmó que cuando Oñate murió en 1626, tenía “76 años de edad más o menos” 28.

Los alcaldes de Guadalcanal declararon que todo estaba en orden, y el testamento fue abierto en Guadalcanal por el otro escribano de Guadalcanal, Freyre de Gálvez. Que Oñate murió de muerte natural en Guadalcanal también fue declarado por Francisco de Rojas Bastida, y su testimonio fue refrendado por Pedro de Andrada y Juan García de Paredes. El sacerdote de la villa de Guadalcanal, Francisco de Padilla Olmedo, y Alonso Sá declararon que estuvieron con Oñate en su casa cuando el testamento fue legalizado ante notario el día 4 de octubre anterior a su muerte. Comenzó la lectura del testamento y una de las primeras cláusulas detallaba la considerable riqueza que Oñate poseía en Cartagena y señalaba que tenía plata en la Habana y que se embarcaría en los galeones de la flota que ese año estaría bajo el control administrativo de Chirino de Salazar. Una copia del testamento fue enviada a Madrid, y el 16 de agosto de 1626, el Padre Luis de la Palma, superior de los Jesuitas de la Provincia de Toledo, llevó el testamento que donaba dinero al Colegio Imperial, al escribano de Madrid Francisco Carabaño. Un mes más tarde los días 16 y 18 de septiembre, Chirino de Salazar legalizó estas disposiciones ante otro escribano de Madrid, Juan de Béjar. El día 30 Chirino de Salazar recibió el permiso para la aprobación del testamento del Padre Luis de la Palma, que luego se lo dio al escribano Caramaño29.

Una parte considerable de la fortuna de Oñate fue donada al Colegio Imperial. Sin duda los Jesuitas estaban interesados en que los procesos legales se desarrollaran rápidamente y que los fondos especificados en el testamento de Oñate fueran recibidos tan pronto como fuera posible por el Colegio. Dado que estas disposiciones son importantes para la comprensión de la figura de Oñate, merecen un análisis detallado.

Un quinto de la riqueza total de Oñate, dentro y fuera de España fue donada al Colegio Imperial, y Oñate especificó que Vicente de Zaldívar fuera avisado de esta disposición de modo que estuviera disponible la riqueza que Oñate tenía en México. Oñate dejó 10.000 ducados para una capilla en la nueva iglesia que se estaba construyendo al lado del Colegio Imperial y estipuló que, cuando fuera posible, sus restos debían ser trasladados desde Guadalcanal y enterrados en dicha capilla que debería tener el escudo de armas de Oñate en la pared, y que esta capilla sería el panteón de sus herederos y descendientes. Para perpetuar su memoria y la de sus descendientes, Oñate dejó doscientos ducados para una capellanía, que sufragarían tres misas a la semana en la capilla de Oñate, a discreción de los Jesuitas del Colegio Imperial.

Cuatrocientos ducados fueron donados al “Colegio de Pasantes” de los Jesuitas, una donación a los estudiantes religiosos de los Conventos que acabaran sus estudios y ayudaran a profesores. Tendría que construirse uno o dos grandes estancias en el lugar que el director del Colegio pensara que era el mejor sitio para albergar cuarenta colegiales. Habría que mantener a cinco “colegiales religiosos” jesuitas. Estos hombres deberían ser personas capacitadas de modo que cuando sus pasantes completaran su formación deberían poder enseñar dentro y fuera de España.  Iban a venir diez pasantes de la provincia de Toledo, cinco de Castilla, cinco de Andalucía, y cinco de Aragón, y si se creara una nueva provincia las proporciones permanecerían iguales, teniendo Toledo siempre diez. Los candidatos deberían ser elegidos por el Padre Provincial de los Jesuitas después de consulta con la dirección del Colegio Imperial. Como era típico en la tradición jesuítica estos estudiantes recibirían manutención, ropa, libros, y viajes pagados. La duración de los estudios se fijó en cinco años, y tras concluir este periodo de formación los estudiantes deberían estar capacitados para mantener debates públicos sobre filosofía y teología.   

Sería obligatorio asistir a todas las funciones del colegio, y cada día todos deberían asistir a una misa por el alma de Oñate y sus descendientes, así como en sufragio de Vicente de Zaldívar, sus hijos y sus descendientes. Si el ingreso de las minas era mayor que el que había previsto Oñate entonces especificó que se le deberían dar 4000 ducados a un “Colegio de Estudiantes Seglares” para estudiantes religiosos que no vivieran en el convento. Se compraría un local cercano al Colegio Imperial para treinta “colegiales seglares”.  Doce de estos serían elegidos mediante examen por el Director, y tenían que tener los siguientes requisitos: haber concluido sus estudios en humanidades y teología, y aportar referencias de una Universidad o colegio jesuita de España.  El curriculum de los seglares sería similar al de los pasantes. Los dieciocho estudiantes restantes deberían tener buenas voces y serían examinados por los maestros de la Capilla Real, del convento de las Descalzas Reales y del convento de la Encarnación, con la aprobación final del director del Colegio Imperial. Además de asistir a clase estos dieciocho estudiantes tendrían que asistir a misa los Domingos, las Fiestas, y los días que hubiera sermón en la iglesia del Colegio Imperial. También ayudarían a misa y a misa mayor la víspera de una fiesta. En total deberían completar diez años de colegio, repartidos de la forma siguiente: tres de gramática, tres de humanidades y cuatro de teología.

También son interesantes otras características del colegio para seglares. Por ejemplo, este colegio veneraría especialmente a la Virgen María, y en su puerta principal estaría el escudo de armas de los Oñate. Los trajes de todos los colegiales serían una túnica de color violeta oscuro. Los descendientes de Oñate y Zaldívar y los hijos de este último tendrían preferencia en el examen de ingreso. Cada tarde después de terminadas las clases los dieciocho “colegiales músicos” entonarían una “salve cantada” seguida por unaplegaria por Oñate, y en las fiestas y sus vísperas se debería celebrar una misa mayor. También se debería decir una misa mayor por el alma de Oñate al día siguiente a la fiesta de la Inmaculada Concepción (9 de diciembre) a la que deberían asistir todos los colegiales, así como los Jesuitas del Colegio Imperial30.

Cuando el Padre Chirino de Salazar, –el principal albacea, tuvo legalizadas ante notario todas las disposiciones del testamento de Oñate el 18 de septiembre de 1626, ante el escribano Juan de Béjar, siendo testigos Fernando de Abarca, y los hermanos Ángelo, Eduardo y Cristóbal de Santiago, — hizo constar una serie de observaciones respecto a sus responsabilidades administrativas. Si el quinto de la fortuna de Oñate aumentara a más de lo previsto, entonces los 4000 ducados destinados a para cada uno del “Colegio de Pasantes” y del “Colegio de Seglares” aumentarían a 5000 ducados, Chirino de Salazar también insistió en que se encargaría de llevar a la práctica las disposiciones y cláusulas del testamento.31

El testamento de Oñate dejó una gran fortuna a sus herederos, así como el quinto al Colegio Imperial.  Sus herederos tenían derecho a ser enterrados en la iglesia del Colegio Imperial y prioridad para acceder a los colegios que éste fundara. Por tanto, era importante conocer los descendientes de Juan de Oñate y de su esposa Isabel de Tolosa y Cortés Moctezuma. El matrimonio tuvo al menos dos hijos: Cristóbal de Naharriondo Pérez Oñate y Cortés Moctezuma, que nació en México hacia 1500, casó con María Gutiérrez del Castillo y que murió a la edad de veintidós años;32y María de Oñate y Cortés Moctezuma, nacida en Zacatecas poco antes de concluir el siglo XVI y casada con su pariente Vicente de Zaldívar, que ocupa un lugar destacado en la vida de Oñate33. El hijo de Oñate y su mujer tuvieron un hijo Juan Pérez de Naharriondo y del Castillo—casado con Petrona Hinojosa—que, tras la muerte de Oñate en 1626, heredó de su abuelo el título de adelantado de Nuevo México. esta pareja tuvo a su vez un hijo, Bartolomé Pérez Toqueno, quien casó con María de Medrano Pardo de Lago y Altamirano. Su hijo, Antonio Pérez Toqueno, fue el bisnieto de Juan de Oñate, nacido hacia mediados del siglo XVII y casado con Joaquina Fernández Márquez y Amarillas34.

*    *    *    *    *

Sin embargo, el significado de Oñate rebasa el ámbito de su linaje familiar. El análisis histórico tradicional sobre Oñate ha puesto especial énfasis en su notable papel como fundador de Nuevo México, pero ahora sabemos que en España, gracias a las generosas estipulaciones de su testamento, estableció una importante institución educativa35. En lengua vasca la palabra Oñate significa “en el pie de una montaña”. Juan de Oñate nació al pie de la montaña de plata llamada La Bufa en Zacatecas; su padre y antepasados nacieron al pie del pico de Aloña en la villa guipuzcoana de Oñate, España. Nada más apropiado que el primer adelantado de Nuevo México muriera al pie de la montaña de la mina de plata de Guadalcanal.

Notas del Traductor

* La importancia de J. de Oñate como fundador del estado norteamericano de Nuevo México la puede comprobar el lector consultando en cualquier buscador de Internet el nombre de Juan de Oñate, donde podrá ver la gran cantidad de textos, tanto en inglés como en español, referentes a este polémico personaje que cobró nueva actualidad en 1998 con motivo del 400 aniversario de la fundación de Nuevo México. La polémica incluyó desde actos vandálicos y pintadas contra estatuas de Oñate hasta ser llamado “Padre de Nuevo México”, “El George Washington de Nuevo México” etc. De dicho 400 aniversario se hizo eco el diario barcelonés La Vanguardia, que en su número de 26 de abril de 1998, página 71, insertaba una crónica de su corresponsal en EE.UU. titulada “Nuevo México: el Imperio que no fue” que incluía una foto de la senadora americana Kay Bailey y del Vicepresidente del Gobierno español F. Alvarez Cascos, rodeados por guardias de honor vestidos a la usanza de los Conquistadores. Dicha crónica se adjunta a este texto.

La principal mina de plata de Guadalcanal fue descubierta, a mediados del S. XVI, por los vecinos de Guadalcanal, los hermanos Martín y Diego Delgado y se llama genéricamente Mina de Pozo Rico o del Molinillo. La fuente más exhaustiva sobre las actividades de esta mina es la obra de Tomás González, reorganizador del Archivo de Simancas, titulada: “NOTICIA HISTORICA DOCUMENTADA DE LAS MINAS DE GUADALCANAL, DESDE SU DESCUBRIMIENTO EN EL AÑO 1555, HASTA QUE DEJARON DE LABRARSE POR CUENTA DE LA REAL HACIENDA” (Madrid, Imprenta de Don Miguel de Burgos, 1831). El primer tomo comprende desde 1555 a 1558 y el segundo desde 1559 a 1700, siendo el único texto referente a Juan de Oñate el que se encuentra en el 2º tomo páginas 650-652 y que se transcribe como apéndice a esta traducción. Este yacimiento argentífero ha seguido mereciendo la atención de los historiadores, buena muestra de ello son los dos trabajos siguientes:

(i) Sánchez Gómez, Julio “DE MINERÍA METALÚRGICA Y COMERCIO DE METALES:  LA MINERÍA NO FÉRRICA EN EL REINO DE CASTILLA, 1450 – 1610. Ediciones Universidad de Salamanca e Instituto geológico y Minero de España,.1989, 2 volúmenes. 1ª ed. Se trata de una excelente y completísima obra en la que que el autor, basándose en una apabullante cantidad de fuentes, da una descripción exhaustiva de la minería no férrea en España en el periodo estudiado. Es digno de resaltar que de sus 755 páginas, dedica 275 a la Mina de Pozo Rico de Guadalcanal, o sea el 36,42%. El hecho de que el período estudiado finalice en 1610, explica la ausencia de referencia a Juan de Oñate. 

(ii) “COMIENZO DEL MAQUINISMO EN LA MINERÍA ESPAÑOLA. PRACTICA EMPRESARIAL Y TÉCNICA MINERA INGLESAS EN SIERRA MORENA:”THE GUADALCANAL SILVER MINING ASSOCIATION” (1847-1850) de José Cabo Hernández. Revista de Estudios Extremeños, 1995. Tomo LI, Nº III Septiembre-Noviembre. pp.745-773. Badajoz. Departamento de Publicaciones de la Diputación Provincial.

Apéndices

  • Páginas 650-652 del Tomo II de la obra de Tomás González
  •  Artículo de La Vanguardia de 26 de Abril de 1998, página 71.

APÉNDICE

Comision á don Luis Chirino de Salazar, para que pasase á la villa de Guadalcanal á reconocer el testamento, cobdicilos y demas papeles que dejó á su fallecimiento el adelantado don Juan de Oñate.

Contadurías generales. núm 85a

19 de agosto de 1626

EL REY:- Por cuanto, por algunas cláusulas del testamento y Codicilios, debajo de cuya disposición falleció el adelantado don Juan de Oñate, dejó dispuesto lo que se habia de hacer en cuanto a proseguir la labor y beneficio de la mina de Guadalcanal y otras de estos reinos en que habia fabricado ingenios, aplicando para ello cierta cantidad de su hacienda, y es de mi servicio y beneficio comun de mis vasallos que lo que dispuso en esta parte se cumpla con el conocimiento de causa necesario á la materia y circunstancias della, confiando de vos don Luis Chirino de Salazar, mi visitador general de las minas de estos reinos, que acudireis á esto con el cuidado, entereza y justificación que conviene, os encargo y mando que, luego que esta mi cédula os sea mostrada, vais á la dicha villa de Guadalcanal y á las demás partes donde fuere necesario, y veais y reconozcais el testamento y Codicilios del dicho adelantado, del inventario de bienes y embargo dello que de todo hizo Francisco de Rojas, veedor administrador de las minas de  aquella villa y su partido, y las deudas que dejó, y proveais lo necesario para que se cumpla y ejecute su voluntad,  y se dé satisfaccion á sus acreedores, oyendo, actuando, y sentenciando las causas de ellos y las demas que se ofrecieren y resultaren de los testamentos y Codicilios que dejó; de manera que, sin agravio de nadie, se cumple y ejecute lo que conforme á  derecho se debiere ejecutar , inventariando, tasando, y vendiendo todo lo demas que en justicia, gobierno y buena administracion fuere conveniente: que por todo lo sobredicho  y lo dello dependiente en cualquier manera os doy poder y comision bastante la que de derecho es necesaria, con inhibicion de mis consejos, audiencias, é chancillerías y otros tribunales y justicias ordinarias, asi de la dicha villa de Guadalcanal, como de otras partes de estos mis reinos, á los cuales inhibo y he por inhibidos del conocimiento de las dichas causas,  y de todo lo que en virtud de esta mi cédula, y el orden al cumplimiento de ella, y á lo que por parte de los herederos  del adelantado fuere deducido, y si alguna persona tuviere que decir algo sobre ello ó apelare de lo que hiciéredes, otorgareis las apelaciones  para la dicha mi junta de mina, y no para otro tribunal alguno, donde se les oirá guardará justicia; y de lo que fuereis haciendo y se os ofreciere, me ireis dando aviso en la dicha junta; y mando que tome la razon de esta mi cédula Francisco de Salazar, mi contador de rentas, á cuyo cargo estan los libros de minas de estos reinos, y que al traslado de ella signado de escribano, sacado con autoridad de justicia, se dé tanta fé como el original.-Fecha en Madrid á diez y nueve de agosto de mil seiscientos veinte y seis años.- YO EL REY.- Por mandado del Rey nuestro señor– Andrés de Rozas–Tomé razón–Francisco de Salazar.               

(Tomás González op. cit. tomo II, pp. 650-652)

LA VANGUARDIA. 26 DE ABRIL DE 1998. PAGINA 71

Nuevo México: el imperio que no fue

El vicepresidente Cascos conmemora en Santa Fe el inicio de la presencia española en lo que ahora es EE.UU.

XAVIER MAS DE XAXÁS Santa Fe. Enviado especial

Una cruz de cemento en lo alto de una colina y a su lado, sobre un pedestal de ladrillos, una placa que dice que allí, en 1598, el conquistador español Juan de Oñate fundó la primera colonia española en el oeste norteamericano y la llamó San Juan de los Caballeros. El terreno está pelado, sucio, lleno de botellas vacías de tequila y cerveza, matojos quemados y polvo.

Hace 400 años que los españoles trajeron su cultura –arte, religión, costumbres y organización político- militar– a lo que hoy es Estados Unidos. Fueron los primeros europeos que lo hicieron. El vicepresidente del Gobierno, Francisco Álvarez-Cascos, encabeza –hasta el martes– una delegación político-cultural que rememora la gesta en varios actos: entrega ayer de la bandera española a la ciudad de El Paso y cena con el gobernador de Texas, George Bush júnior; encuentro hoy con los pueblos indios y mañana entrega de la bandera española a Santa Fe y homenaje a la figura de don Juan de Oñate. Este es un año de aniversarios para los Estados Unidos hispanos: 400 años del viaje de Oñate, 150 años del tratado de Guadalupe-Hidalgo y 100 años de la guerra de Cuba. Tres aniversarios de los que, sin embargo, muy poca gente se ha enterado fuera de los círculos intelectuales. “Es muy normal después de tantos años arrodillándonos ante el altar de la América inglesa”, opina Patricia Limerick, de la Universidad de Colorado.

La ignorancia no es sólo norteamericana. En España también es amplia. La figura de Oñate, un aristócrata español nacido en México y casado con una nieta de Hernán Cortés y bisnieta de Moctezuma, no está al mismo nivel que los otros conquistadores españoles. La bestialidad que empleó, no sólo con los indios, sino también con su tropa, los colonos y los misioneros franciscanos, le supuso que un tribunal español le desterrara de Nuevo México y de Ciudad de México. Aunque posteriormente el Consejo de Indias le perdonó casi todos los delitos cometidos, nunca fue autorizado a regresar a las tierras que había colonizado.

Oñate murió en Guadalcanal (España) en 1626, pero nadie sabe dónde está enterrado. “Oñate no sólo está olvidado en España –afirma el historiador Enrique Lamadrid, de la Universidad de Nuevo México–, sino también en México. Era un hombre que castigaba a su propia gente. A los desertores les cortaba la cabeza, mientras que a los 24 indios ácomas que hizo prisioneros ‘sólo’ les cortó un pie.” Marc Simmons, historiador de la Universidad de Oklahoma y autor de una obra sobre Oñate, considera que el olvido es injusto, porque “en lo que hoy es el oeste de Estados Unidos fundó la industria ganadera, la minería y abrió la primera carretera, el Camino Real. Trajo a esta parte del mundo el cristianismo y la cultura occidental”.

Frontera del imperio

 El Camino Real de Tierra Adentro, como lo llamó Oñate, era en realidad una ruta que utilizaban los indios aztecas para comerciar con sal y turquesas desde el siglo XIV. Nace cerca de Ciudad de México y muere en Santa Fe. Dos mil setecientos kilómetros de viaje peligroso. “Los astronautas del Apolo XI estuvieron más cerca de su civilización que los aventureros españoles del Camino Real”, opina el historiador Robert Hughes. El medio millar de pioneros españoles –incluidos 129 soldados, cinco padres franciscanos, dos hermanos legos y 7.000 cabezas de ganado– no podían estar más aislados en esta frontera del imperio que Felipe II dirigía desde El Escorial.

Dos motivaciones movían a los pioneros, según Thomas Chávez, director del Museo de Nuevo México. Una era la evangelización de las nuevas tierras. La segunda era el descubrimiento de un paso al Pacífico.

 Los franciscanos nunca se cuestionaron que los indígenas no tuvieran alma, como sí hicieron los protestantes anglosajones, cómplices del genocidio de las tribus de Norteamérica. Esta concepción salvó a los indios pueblo de Nuevo México, que aún hoy viven en sus lugares ancestrales y conservan su soberanía. Este aspecto clave de la colonización, sin embargo, no ha servido para que se borre la leyenda negra española. “La culpa –asegura Chávez– es que la historia la escribieron los protestantes en tiempos de la reforma, cuando lo que les interesaba era atacar a la España católica.” William DeBuys, intelectual nuevomexicano, considera que “la leyenda negra es injusta en muchos aspectos” y que “hay que reescribir la historia para que todo el mundo sepa, por ejemplo, que la literatura norteamericana empieza con el relato de los naufragios de Cabeza de Vaca”.
En enero, unos “amigos del pueblo ácoma” le cortaron el pie a una estatua ecuestre de Oñate en Alcalde, un pueblo al norte de Española. La mutilación fue reparada, mientras los agresores enviaban a la prensa una Polaroid del pie serrado. DeBuys cree que hubiera sido mejor no ponerle un nuevo pie al conquistador: “Podemos respetar a nuestros padres espirituales, pero no venerarlos”.

 Cronología de la presencia española en parte de lo que ahora es EE.UU. particularmente en Nuevo México

1499.- Los barcos españoles avistan las costas de Florida.

1536.- Naufragio de Alvar Núñez Cabeza de Vaca es el primer europeo que cruza el continente. Los manuales de historia de EE.UU. conceden este hito a Lewis y Clark 250 años después.

1565.- España funda San Agustín en la costa de Florida, el primer asentamiento europeo en lo que hoy es Estados Unidos.

1598.- Juan de Oñate cruza el río Grande en El Paso en busca de almas que convertir al catolicismo y de un paso al Pacífico. Abre el Camino Real, primera vía de comunicación en los EE.UU. actuales, y funda San Juan de los Caballeros, primera capital de España en lo que hoy es Nuevo México.

1599.- Oñate conquista el pueblo ácoma, última tribu india que se resistía a rendir pleitesía a España. Los ácomas habitaban la zona desde el siglo VII. Oñate corta el pié a 24 prisioneros ácomas.

1607.- España traslada la capital a Santa Fe. Este mismo año se funda Jamestown, que para los estadounidenses no hispanos es la primera colonia europea en su país.

1620.- Los peregrinos puritanos ingleses desembarcan en Plymouth. Este es el punto de partida de la historia anglosajona de EE.UU., puesto que Jamestown no prosperó.

1680.- Revuelta de los 16.000 indios de Nuevo México, que matan a 400 de los 2.500 colonos españoles. Los supervivientes regresan a México. España pierde el control del territorio.

1776.- Independencia de EE.UU.

1821.- Independencia de México.

1846.- Guerra de EE.UU. contra México en busca de una salida Pacífico. México pierde en el tratado de Guadalupe-Hidalgo la mitad de su territorio y EE.UU. gana California, UTA, Colorado, Nuevo México, Nevada, Arizona y parte de Texas.

1912.- Nuevo México se convierte en estado de la Unión. Hasta entonces se le había negado la anexión porque tenía otra lengua y otra cultura.

*  *  *



1  George P. Hammond y Agapito Rey, en su monumental obra en dos tomos, sobre Oñate, “Don Juan de Oñate, Colonizer of New Mexico, 1595-1628 (Alburquerque; University of New Mexico Press, 1953), son de los pocos universitarios que correctamente indican que Oñate dejó México cuando tenía edad avanzada y se vino a España.  Aunque no sabían la fecha de su viaje ni el lugar de su muerte, confiaban en que llegaría el día en que el Archivo General de Indias de Sevilla revelaría este secreto. Sin embargo, la información sobre la muerte de Oñate en Guadalcanal en 1626, quedó finalmente sin publicar en las disposiciones de su testamento encontrado en el Archivo Histórico Nacional (AHN) de Madrid.

2 Juan de Oñate al Rey (Felipe IV), Madrid 7 de septiembre de 1623, Colección de Pellicer, Ms XXII, ff. 192-93, Real Academia de la Historia (RAH), Madrid; Francisco Murcia de la Llana, Canciones,/ Lúgubres /Tristes, La Muerte de / Don Christoval de Oñate / Teniente de Gouernador y Capitán  Ge-/neral de las conquistadas del nue-/ uo Mexico, /compuestos  por Francisco/ Murcia de la Llana, professor de letras humanas. /Dirigida a Don Juan de / Oñate, Adelantado, y Conquistador / del Nuevo Mexico (Madrid: Viuda de Fernando Correo, 1622), p. 21. El prólogo a una edición facsímil impresa en Valencia en 1953 es  de Agapito Rey y José Blecua;  una copia original de esta obra se encuentra en la Biblioteca John Carter Brown, de la Universidad de Brown.

 3 Testimonio de Fray Baltasar de Tebes; Madrid, 5 de noviembre de 1626, de Antonio López Ortega, 23 de diciembre de 1626, legajo de la Inquisición 1367 nº 5, AHN (Limpieza de sangre de Zaldívar). Este dossier es la “limpieza de sangre” para la hija de Oñate y su marido, fue preparado entre 1625 y 1628 por la Inquisición y contiene muchos datos históricos y genealógicos sobre Oñate, y los clanes Zaldívar, Tolosa, Moctezuma, Salazar, Díaz de Mendoza, Cortés y de la Cadena. Se titula: “Información de la genealogía y limpieza de Doña María de Oñate y Cortés Moctezuma mujer de Vicente Zaldívar, maestre de campo. Echa por mandado de los señores inquisiadores apostólicos de la ciudad y reyno desto. Comisario Licenciado Alonso García de Allande y notario Luis de Briones, Madrid, 1627.” Para un estudio de estas familias, véase Donald Chipman, “The Oñate-Moctezuma Families of Northern New Spain”. New México Historical Review 52 (October, 1977): 297-310. y José Ignacio Dávila Garibi, “La sociedad de Zacatecas en los albores del régimen colonial “(México, 1939). 

 4  Oñate al Rey, Madrid, 7 de septiembre de 1623, Pellicer, Ms. XXII, f. 192, RAH; Murcia de la Llana a Oñate, Madrid, 4 de diciembre de 1621, Jesuitas, leg. 553, fol, 32, AHN. La carta de Murcia de la Llana indica que en esa fecha Oñate estaba en Madrid, y el 6 de mayo de 1621, estaba todavía en Zacatecas.

5  Oñate al Rey, Madrid, 7 de septiembre de 1623, Pellicer, Ms. XXII, ff. 192-93, RAH; Rey y Blecua, prólogo, Canciones/Lúgubres, p, 21.

 6   Rey y Blecua, prólogo, Los autores afirman erróneamente que el destierro de Oñate de México fue perpetuo, pero eso fue así sólo para Nuevo México. Su destierro de la ciudad de México, que comenzó en 1614 fue sólo por cuatro años.

7  Oñate al Rey, Madrid, 7 de septiembre de 1623, Pellicer, Ms. XXII, ff. 192-93, RAH; Delmiro de la Válgoma, “Juan de Oñate, hacia 1550–hacia 1625,” en “Los descubridores célebres” (Barcelona: Editores Gustavo Gili, 1965), pp.116-17.

8  Oñate al Rey, Madrid, 7 de septiembre de 1623, Pellicer, Ms. XXII, ff-192-93, RAH. Hay disponible más información en Juan de Oñate (Madrid: Ediciones España, n.d.).

 9  Durante la primera parte del siglo XVII el Licenciado Francisco Murcia de la Llana publicó muchas obras en España. Véase la nota nº 2 para el título completo para la obra de Murcia de la Llana.

10 Testimonio del Hernando Chirino de Salazar, Madrid 30 de septiembre de 1626. Jesuitas, leg. 766, nº 1. AHN.  Este testimonio es parte de un detallado expediente que incluye fragmentos del testamento hecho por Oñate en Guadalcanal el 4 de octubre de 1625, que pertenecen a los fondos del Colegio Imperial de Madrid. El expediente se titula “Escritura que otorgó, el dn. Hernando Chirino de Salazar de la compañía de Jesús, predicador de su majestad, consultor de el Santo Oficio,cerca de declarar las disposiciones pías, y fundación de colegios que el señor Maestre Campo Don Juan de Oñate…” (Escritura de Oñate); Nuevas Leyes y Ordenanzas, Hechas por Su Magestad del Rey Don Felipe nuestro Señor, cerca de la forma que se hade tener en estos Reynos, en el descubrimiento, labor, y beneficio de las minas de oro, plata, açogue, y otros metales. Y con la parte que se ha de acudir a Su Magestad, a la que ha de aver los descubridores y beneficiadores dellas.  Que Con Orden y Mandato De La Real Junta de Minas destos Reynos, y a espensas de Don Juan de Oñate, Adelantado de Nuevo México, hizo imprimir Andrés de Carrasquilla, secretario del dicho Adelantado (Madrid, 1625), introducción (Ordenanzas de Oñate), encontradas en Osuna, Leg. 2252, AHN y Caja 157-22, Biblioteca Nacional, Madrid.

11 Ordenanzas de Oñate. El ingreso de Oñate en la Orden Militar de Santiago está recogido en un amplio expediente existente en el AHN, Orden Militar de Santiago, expediente 5925 (Expediente de Santiago-Oñate). Estos documentos contienen mucha información histórica y genealógica sobre Oñate. Dichos documentos indican que Oñate volvió a España en 1621 después de la muerte de su mujer en Zacatecas, y mencionan su trabajo como visitador general de las minas de España. 

12  El miembro de esta misma Orden Zaldívar está registrado en su voluminoso expediente en el AHN. Orden Militar de Santiago, esp. 9070 (Expediente de Santiago-Zaldívar y testimonio en relación con el regreso de Oñate a España. La aprobación de la entrada de Zaldívar en la Orden de Santiago se produjo poco antes de la muerte de Oñate, un suceso que no es mencionado en el expediente de Zaldívar.

 13 Ordenanzas de Oñate; testimonio de Rodrigo Tapia de Vargas, Granada, 1 de octubre de 1625. Expediente de Santiago-Oñate.

 14 Testimonio de Rodrigo Tapia de Vargas. Expediente de Santiago-Oñate; testimonio de Fernando de Oñate (hermano de Juan), Puebla (de los Angeles), México, 15 de enero de 1583, Expediente de Santiago-Oñate. Esta información está incluida en “Memoria de los sucesores que ha habido en la hacienda de Don Fernando de Oñate y sus hermanos”. Hay varios escudos de armas de los Uñates, y uno de Cristóbal de Oñate, en el Archivo Nacional, México, vínculo 261, reproducido en el texto de María Lourdes Díaz-Trechuelo, Navegantes y conquistadores vascos (Madrid, 1965), p. 165, y citado por Alberto y Arturo García Carraffa, Enciclopedia heráldica y genealógica hispanoamericana, 88 volúmenes. (Madrid, 1919-1963), 61:22, está formado por cinco bandas doradas que se alternan con cinco bandas rojas, con una luna en cuarto creciente plateada en el fondo en posición transversal.

15  Ordenanzas de Oñate.

16 Ordenanzas de Oñate. Murcia de la Llana. Canciones/ Lúgubres

17  Ordenanzas de Oñate. La isla de la famosa batalla de II Guerra Mundial en el Archipiélago de las Salomón en el Océano Pacífico debe su nombre a este centro minero de Andalucía. Las Salomón fueron exploradas primeramente por los europeos durante una expedición española mandada por Álvaro de Mendaña quien partió del puerto peruano del Callao en 1567, cuando Oñate era un jovencito en México. El maestre de campo, hombre de confianza de Mendaña, fue Pedro Ortega Valencia, quien partió desde una base española en la isla de Santa Isabel en la parte oriental de las Salomón y exploró una isla situada hacia el sudoeste a la que denominó Guadalcanal en recuerdo de su villa natal en España. De nuevo en el Perú en 1569, los esforzados supervivientes de esta expedición, para conseguir el apoyo del Virrey para otro viaje, empezaron a hacer circular relatos de la gran riqueza encontrada en estas islas, de modo que los limeños pronto empezaron a referirse a ellos como “tan ricos como las minas del Rey Salomón”. Años más tarde, otra figura también familiar en Nuevo México, el Virrey de Nueva España, el Duque de Alburquerque, mantuvo la encomienda de Guadalcanal en la Orden de Santiago. Encomienda de Guadalcanal, Orden Militar de Santiago, legajos 132, 3919, 4500, 4887, 5823, AHN. Para un estudio de Guadalcanal, véase el manuscrito de Conchita Burman y Eric Beerman “Guadalcanal, Solomon Islands and how they got their names” (Guadalcanal, y las Islas Salomón y cómo obtuvieron sus nombres), presentado al Marine Corps Gazette.

18 “Codicilio”, Madrid agosto 1625. Escritura de Oñate.

19 Codicilio”, Madrid.

20 Codicilio”, Madrid.

21  “Codicilio”, Cartagena, agosto 1625, y última voluntad y testamento de Oñate, Guadalcanal, 4 de octubre de 1625. Escritura de Oñate.

22 Última voluntad y testamento de Oñate. Escritura de Oñate.

23  “Codicilio,”. Guadalcanal, 18 de octubre de 1625, Escritura de Oñate. Para más información sobre las actividades de Oñate en España ese año, véase una copia de una interesante carta de Antonio Rodríguez al Virrey de Nápoles (Antonio Álvarez de Toledo, Duque de Alba), Madrid, 12 de enero de 1625, “Donde se declaran los herederos hechos de don Juan de Oñate, Adelantado de Nuevo México; su venida a España a descubrir las minas de oro y plata que en ella ay; todo a su costa. Dase cuenta de un funcionario presente que dio a su Majestad, y otras cosas dignas de ser leídas,” José Toribio Medina, Biblioteca hispano-americana, 7 volúmenes. (Santiago de Chile, 1898-1907), 2:240.El documento original se encuentra en la Biblioteca de la Universidad de Sevilla.

24 Escritura de Oñate; Expediente de Santiago-Oñate; “Limpieza de sangre de Juan de Oñate,” Inquisición, leg. 408, nº 1, AHN. Este examen de pureza de sangre para Oñate fue comenzado en 1626 y finalmente se cerró en 1628, dos años después de su muerte. La fecha del documento puede ayudar a explicar por qué George P. Hammond y Agapito Rey supusieron que Oñate estaba vivo en España en 1628. Varios factores pudieron haber complicado este proceso y prolongarlo durante dos años: a saber, que Oñate dejó una fortuna considerable, que su hija, su yerno y su nieto tenían ciertos privilegios de enterramiento en la Iglesia del Colegio Imperial de Madrid; las disposiciones para la escolarización en los colegios estipuladas en el testamento de Oñate; y la importancia de establecer la “limpieza de sangre” para los herederos de Oñate. Este expediente de Oñate contiene mucha documentación sobre su familia y los testimonios de muchos testigos acerca de la vida de Oñate en Zacatecas, Nuevo México, Ciudad de México, Granada, Madrid, y sobre su muerte en Guadalcanal en 1626.

25 (Expediente de Santiago-Zaldívar; Limpieza de sangre de Zaldívar.

26  Testimonio de Juan Vicente Carrillo y Juan de Carranza y Alvear. Guadalcanal 3 de junio de 1626, Escritura de Oñate.

27 Testimonio del Fray Baltasar de Tebes, Madrid 15 de junio de 1628, Limpieza de sangre de Oñate.

28 Testimonio de 20 de julio de 1628, Limpieza de sangre de Oñate.

29  Licencia del Padre Luis de la Palma, Madrid 30 de septiembre de 1626. Escritura de Oñate.

30  (30) Última voluntad y testamento de Oñate. Escritura de Oñate.

31 Testimonio de Chirino de Salazar, Madrid 18 de septiembre de 1626, Escritura de Oñate.

32 Escritura de Oñate; Limpieza de sangre de Zaldívar; García Carraffa; Enciclopedia, 61;20.

33  Expediente de Santiago-Zaldívar; Expediente de Santiago-Oñate: Limpieza de sangre de Zaldívar.

34 García Carraffa, Enciclopedia, 61;21.

35 Árboles genealógicos, Limpieza de sangre de Oñate, y Expediente de Santiago-Oñate; Pascual Madoz, Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar, 16 vol. (Madrid 1845-1850), 12; 286-88.

Deja un comentario