Minas de Plata

El vecino de Guadalcanal, Martín Delgado, teniente de alcalde de la villa, descubrió una mina de plata en la zona de El Molinillo. Después de unos primeros laboreos por el descubridor y vista la riqueza de las mismas, fueron incautadas por el rey que envió a Agustín de Zárate para su administración, junto con unos súbditos alemanes. Los pozos se concentraban en el llamado Cerro Rico de la Mina y en el Molinillo.

El rendimiento de la mina fue bueno y a fines de 1556, a la vista de los numerosos registros mineros surgidos en torno a la población, se nombra lnspector General a Francisco de Mendoza. Con él se variaron los procesos de tratamiento, se instalaron molinos de caballerías y se empezaron a usar esclavos, sobre todo en las operaciones de desagüe. Poco después la mina empezó a decaer por los problemas de inundación y se comenzaron a aplicar procesos de amalgamación para la recuperación de la plata descubiertos por el sevillano Bartolomé de Medina.

Sólo tres años después, San Francisco de Borja decía a la princesa gobernadora Doña Juana de Austria, hija de nuestro emperador Carlos V: “Señora, la mina de Guadalcanal, en Sierra Morena, da cada día a vuestra alteza más de 3.000 ducados de plata.”

De todas formas, para Guadalcanal poco beneficio presentó, ya que no dejaban ni tener platerías en la villa, me supongo para evitarles tentaciones a los que trabajan allí.

En 1564 se inicia una nueva fase a cargo del minero Francisco Blanco, y en 1570 se descubre una nueva de mineralización, encomendándose de nuevo a Zárate la dirección de los trabajos, que por aquel entonces llegaban a 130 m de profundidad. Sin embargo, los derrumbamientos e inundaciones acaban con la actividad en 1576. No volvió a haber actividad importante hasta 1632 en que se hicieron cargo de las minas los banqueros alemanes Fuggers (castellanizado a Fúcares), pero la explotación duró sólo dos años. A fines del siglo XVII encontramos al Estado laborando las minas por su cuenta.

En 1725, el súbdito sueco Liberto Wolters Vonsiohielm obtuvo licencia para explotar las minas de Guadalcanal, junto con las de Cazalla, Riotinto,Aracena y Galaroza, durante treinta años. Para ello proyectó la formación de una compañía explotadora que interesó especialmente a la clase alta de la Corte, levantando una gran polémica. Con el informe favorable sobre los criaderos debido al alemán Roberto Shee, se constituyó la Compañía de Minas que pronto se dividió en dos: una para Guadalcanal y la otra para Riotinto. La Compañía de Guadalcanal verificó el desagüe de las labores y, tras un sin fin de pleitos, se extinguió a los dos años. Tras varias tentativas de reactivación, en 1768 una compañía francesa volvió a intentar el beneficio de estas minas, construyendo a tal efecto edificios e instalaciones. La falta de resultados favorables, tras una inversión estimada en ochenta mil ducados, obligó a la compañía a contratar en 1775 al perito sajón Juan Martín Hoppensak, quien, tras reconocer la mina, organizó el desagüe e investigó el cruce de los filones, anunciando además la proximidad de la falla en las labores más profundas del sur. A pesar de los esfuerzos, las dificultades del desagüe hicieron fracasar la empresa en 1778. Pero en 1796 Hoppensak tomaba las minas por su cuenta, junto con las de Cazalla.

Las minas de Guadalcanal fueron visitadas por el físico y naturalista Guillermo Bowles, venido de Alemania en l 752 por encargo de Carlos III, y en su “Introducción a la Historia Natural y a la Geografía Física de España” (1775), da cuenta del reconocimiento practicado en el Pozo Rico y en el Campanilla. Además, hace una reseña histórica de las minas y refiere la existencia de dos planos antiguos, uno con diez pozos y otro con once, entre 80 y 120 pies de profundidad.

De nuevo, en 1830 se encarga al presbítero Tomás González el reconocimiento de la bibliografía concerniente a las minas. En la década de 1840 una compañía inglesa reanuda las labores, que fueron abandonadas en breve a pesar del informe favorable que dio el capitán John Rule, como resultado de su visita personal.

        Mucho más tarde, en 1.911, se vuelve a reanudar el desagüe por parte de un grupo de mineros particulares, mediante la instalación de un grupo de bombas eléctricas alimentadas por una central a boca de mina; se perforaron 100 m de pozo llegándose a los 200 m de profundidad, a la que se encontraban las labores antiguas. Se proyectó un aumento de los equipos de desagüe que no se llevó a cabo al sobrevenir la IGuerra Mundial. En 1919 y sin que hubiera actividad minera, el yacimiento estaba cubierto por concesiones a cargo de la Compañía del Pozo Rico, la Cuprífera Española y Rodolfo Goetz Phillipi.

En relación con Guadalcanal, se estima que tuvo escasa repercusión en nuestra villa. Para ello nos basamos en dos circunstancias: la escasa mano de obra que absorbió de Guadalcanal y la jurisdicción especial que regía en las minas y su poblado y las incorporaciones de esclavos a las minas. Por otra parte, el monopolio de las explotaciones mineras correspondía a la Corona, imponiéndose en la zona de minas una jurisdicción especial, con los funcionarios reales correspondientes y con independencia de las peculiaridades que imperaban en la villa. Así se refleja en la visita de los santiaguistas en 1575, cuando, a requerimiento de los visitadores, se personó el administrador de las minas, indicándoles que allí poco tenían que visitar, pues la jurisdicción en la explotación minera, el poblado que se construyó para tal efecto y su iglesia no correspondía a la Orden de Santiago. De las pocas cosas que consiguió Guadalcanal, podemos decir que existe un apunte en la contabilidad de las minas, que entregaron un dinero para la construcción o reparación del campanario de Santa María.

De la importancia que tuvieron estas minas, lo pueden comprobar en toda la información que van a encontrar en las distintas publicaciones que aparecen en este apartado de nueva Web.