Guadalcanal año 1953

Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla…

que dijo Antonio Machado.

Los míos, son el de una Plaza maravillosa, la Plaza de España, vulgo de los Naranjos, en un precioso pueblo, en las estribaciones de Sierra Morena, que imagino, que todos ustedes saben al que me refiero.

Nací en el seno de una familia de clase media, viviendo con mis abuelos maternos, ¡Que digo Abuelos!, con PAPÁ ÁNGEL Y MAMÁ NENE, que es como ellos querían que los llamásemos. Pasamos una infancia muy feliz, gracias al trabajo de mi padre y Papá Ángel. Soy el mayor de tres hermanos, el que esto escribe, Mariano y Rafael, al que casi todos ustedes llaman Casto, en recuerdo de nuestro padre.

Mis primeras vivencias son en el colegio de Dª. Paquita, la escuela de los cagones que es como se llamaba a los párvulos, donde aprendí mis primeras letras.

Los juegos en la Plaza en invierno y en El Palacio en verano. En invierno jugábamos a los bolis, en el que eran verdaderos especialistas, el Espinilla, [José Mª Chaves Cortés] que hoy regenta el puesto de los jeringos, y el Guardina, [Juan Durán] apodado así por ser el hijo de Diego, el guarda de la Plaza de Abastos. La billarda, a piola en sus diferentes modalidades, entera y media, la bombilla, etc., a barruta, que era una modalidad “de al coger”, con cuatro garitas situadas en los bancos que había en las entradas de la Plaza que daban al Casino y la otra que daba al lado contrario. A policías y ladrones; al pinche, que se trataba de hacer una especie de circuito que se señalaba en el suelo, esto en tiempos en que la plaza era terriza. En El Palacio jugábamos a piola seguía, dando la vuelta alrededor de los pollos que lo circundan; al pañolito, que consistía en dos equipos, que se elegían previamente echando pié, otro niño se situaba en medio de los dos equipos con el pañuelo en la mano y a la orden de éste salían un jugador de cada equipo al objeto de coger el pañuelo y regresar a su sitio antes de ser alcanzado por el contrario, en ese caso quedaba eliminado. Otros juegos eran a los zorros y las gallinas, que consistía en unos agujeros grabados en los poyetes que estaban a la altura del Matadero, hoy Biblioteca Municipal, no recuerdo bien pero creo que eran 24 gallinas, representadas por piedras pequeñas y dos grandes que eran los zorros, como imaginarán, el juego era matar a las gallinas, o éstas encerrar a los zorros, también se jugaba al Trincarro (tres en raya), de los juegos reunidos.

En el centro de El Palacio había el Tablao, denominado así, pero en realidad era una plataforma de como un metro y algo de altura, hecha de fábrica, no de madera como sugiere su nombre, donde por las noches del verano, la Banda Municipal amenizaba con pasodobles, dirigidos por el Niño Sebastián. Se ponían casetas de bebidas, El Galgo y El Chato a los lados de la poza, la de Bartolo en la entrada que da a la calle de la Iglesia, y la de los helados de las Marujas, al lado contrario junto a lo que entonces se llamaba Trespalacios y también tenían la dulcería que estaba justo donde en la actualidad hay una tienda de chucherías y materiales diversos (esquina calle San Sebastián y Santiago).

En invierno se acostumbraba pasear dando vueltas a los Mesones, se compraban pipas y avellanas a Jesús el Manco que pregonaba con su canasto pipas y avellanas de la huerta de mi hermana y pipas y caramelos de la huerta de mi abuelo, después de su muerte fue sustituido por El Mudo.

En la Plaza, a la espalda de la fuente, mirando al bar España, se ponían tres puestos de chucherías, el de Manuela, madre de Juan Berza del que hablaré más adelante, el de Joaquina y el de Beatriz, tres cariñosas viejecitas que nos ofrecían a los niños, las golosinas de antes: pipas, avellanas, altramuces, tubitos de canela, que era un tubito de cartón envuelto en papeles de colores.

Los niños de entonces solíamos ir al cine de invierno en la calle Luenga, cine regentado por Manuel Rivero Fernández y Rafael Rodríguez Márquez Electrovira, ya desaparecidos. Solíamos ir los domingos a las seis de la tarde, que era la función infantil, en la que veíamos películas del oeste como Kit Carson, el Llanero Solitario, y de aventuras como Tarzán, de espadachines y como no, de romanos. En el descanso rifaban un juguete con la numeración de la entrada, y tanto al principio como en los descansos y al final a la salida, eran amenizadas por pasodobles y coplas de la época entre ellas, las que recuerdo con más nostalgia: El preso número nueve, que me impactó por el tema que trata, el Sucu Sucu, de un entonces recién llegado Alberto Cortez, y el pasodoble en Er mundo, que ponían siempre a la salida.

Quiero hacer un pequeño homenaje en este relato, a los personajes populares de aquella época: Pípole, [José Mª Álvarez Bernal] el Jefe de los municipales, del que corríamos los chiquillos después de hacer alguna travesura; Rajamantas, [Rafael Caballero Ruiz] el inefable pregonero, con su gorra de plato dando los bandos de la alcaldía y los precios de la Plaza de Abastos, y también percusionista de la Banda de Música Municipal; Carmelo, el chofer del coche Correos [Carmelo Valverde Gómez], siempre con la valija colgada al hombro y las sacas de correo en las manos; con las paradas que él bautizó: La Cruz del Campo en el Paseo de la Cruz; La Macarena en el entonces bar Bartola; en la confluencia de la calle Concepción con la Avda. de la Constitución; El Coso, y la estación de autobuses que él decía a la llegada al bar de la Puntilla de esta forma: “Ea, y ahora la estación de autobuses”. También recuerdo, a Juan Berza, [Juan Ceballos Cortés] fotógrafo, vendedor de mariscos, siempre con su chaqueta impecablemente blanca pregonando, ¡cangrejos frescos!, vendedor de lotería y finalmente terminó siendo conserje, siempre con su portentoso bigote, del casino Nuevo Circulo, popularmente conocido como el Casino de la Plaza para distinguirlo con el del Cebollino; el Sano [Rafael Palacios Gil], barbero a domicilio y retratista; Jesús Pérez Pelito, blanqueador inefable y pundonoroso jugador del Guadalcanal C. D.; Trini la churrera y su marido el Calé, que además de elegante camarero, le ayudaba en el puesto de los jeringos.

Quiero hacer un hueco especial en mis recuerdos, a la Semana Santa de entonces. El Viernes de Dolores, por ser la onomástica de mi madre se empezaba a hacer en mi casa, bueno en la de Papá Ángel, un lebrillo grande de esos que se usaban en las matanzas, lleno de gañotes, flores y bartolillos, que luego se enmelaban unos y otros se enharinaban de azúcar y canela a medida que se consumían durante la Semana Santa.

El lunes Santo se pedía por las calles para los necesitados del pueblo y comenzaban a montar los pasos en la Parroquia. Se ensamblaban El Amarrao, Ntro. Padre Jesús y el Sto. Entierro, los Blancos tenían su sede entonces en la Iglesia de la Concepción, hasta que fue declarada en ruina. ¡Dios mío, como se pudo consentir!

La Iglesia de Sta. María se acotaba la entrada con unos bancos por parte de Pepe el sacristán y vigilada por los monaguillos, capitaneados por Pepito Sanani, al objeto de que no entraran nada más que las personas imprescindibles para el montaje de los pasos debido a la gran aglomeración de chiquillos que se congregaban alrededor para curiosear.

Donde hoy se encuentra la capilla del Cristo de las Aguas, estaba el cuarto de los reclinatorios, que era un objeto a modo de una silla del cual se levantaba el asiento y disponía de una tabla generalmente acolchada para arrodillarse, en la parte superior que servía para apoyar los brazos en el momento de la genuflexión, solía estar grabada con la iniciales de la dueña. Las señoras, cuando llegaban a la iglesia, se dirigían unas al cuarto antes citado y otras solicitaban el mismo, a un monaguillo a cambio de una propina.

La Semana Santa de mi niñez era para mí maravillosa, sin tantos medios como ahora pero con un encanto especial. Paso a relatarla:

El Jueves Santo por la mañana salía la procesión que se le llamaba la del Prendimiento, que era El “Amarrao” sólo en el paso con su túnica Roja bordada, sin la Virgen y sin nazarenos. Iba a Santana, al regreso bajaba por la calle Milagros donde se encontraba la “cárcel”, una vez en ella, encaraban el paso, el Hermano Mayor llamaba con la base del báculo, y al abrir la puerta aparecía de rodillas y en actitud suplicante pidiendo perdón, un personaje de aquella época, el Jabonero, mientras la banda tocaba Christus Factum Est. Esta representación rememoraba la liberación de Barrabás, a la que yo asistía en una posición privilegiada gracias a Papá Ángel que me llevaba de la mano y fue tantos años Hermano Mayor de la Hermandad, junto con sus hermanos y sobrinos.

Por la tarde salía la procesión de penitencia con el Cristo sin túnica y con la magnifica columna de plata, con los judíos y la Virgen de la Cruz. A ésta se le llamaba la procesión de la sangre, por las laceraciones que tiene en su espalda por los azotes.

Cuando se recogía el Amarrao, salía desde la Iglesia de la Concepción el Señor Sentado en la Peña con la Virgen de los Dolores, de la Hermandad de las Tres Horas.

En la Madrugá del Viernes Santo, Ntro. Padre Jesús, entre un gran recogimiento, con la Virgen de la Amargura como en la actualidad, pero con la Centuria de Alabarderos que daba gran vistosidad al cortejo.

A las doce del mediodía salía el Crucificado con la Virgen de los Dolores y con la centuria de romanos al mando del capitán el “Lazo”, aunque también salieron otros centuriones, como Miguel Chaves o Pedro Rivero.

En la tarde del Viernes Santo salía el Santo Entierro con Ntra. Sra. de la Soledad, la hermandad de mi padre, también con su centuria, con sus mantolines y plumeros negros.

Cómo veis, era todo un maratón, una espiral que comenzaba el Jueves por la mañana y terminaba el Viernes muy entrada la noche.

Los alabarderos solían hacer un pasacalles a paso ligero, previo a las salidas de las procesiones por casi todo el pueblo. Todos los chiquillos íbamos detrás al son de las trompetas y tambores. Eran obsequiados en algunas casas con un tentempié a base de gañotes y aguardiente siendo uno de los principales, en casa de la “Chisma” en la calle Sevilla.

El que esto narra, guarda un recuerdo especial de aquella Semana Santa, fue a finales de los sesenta, no recuerdo el año con exactitud, tuve el privilegio de vestirme junto con mis amigos, de lancero en Ntro. Padre Jesús. Éramos si mal no recuerdo: Esteban Blandez, Antonio García Chaves el Chego, Agustín Martínez Díaz Agu y Miguel A. Rivero Milans (q.e.p.d.) que por llevar entonces una poblada barba lo pusieron de capitán. A Papá Ángel cuando salió para ver a Padre Jesús, la Hermandad de mi abuela, le dijeron: Angelito, tu nieto el mayor va vestido de lancero en la procesión. Él no daba crédito, pues sabía de mi timidez, pero al verme cuando subíamos por la calle Santiago, ya que coincidíamos en la misma acera, me echó esa sonrisita de aprobación que él solía echar cuando le gustaban las cosas, lo cual me hizo entender que había sido de su agrado.

También recuerdo aquella Romería, con la Virgen en su toldo de Madera, las emocionantes y multitudinarias despedidas y llegadas de la misma en el Puerto, mientras los niños cogíamos hinojos, esa romería de mantas en el suelo y tortillas de papas en latas de pescado en conserva como fiambreras. Su “Camino” sin tocar, tal cual lo tenía la madre naturaleza, montado en burros de Fidel el arriero con su trote cansino. En fin, nada que ver con la de ahora pero que también tenía su encanto.

El verano lo pasábamos bañándonos en las diferentes albercas previo permiso a su dueño, jugando al fútbol en El Coso, en el campo chico, pues el otro, donde hoy está la piscina, era para el equipo del Guadalcanal C. D. Por las noches paseábamos por El Palacio e íbamos al cine de verano que comenzaba a las 10:30 de la noche, siempre con una rebeca en el brazo, pues solía refrescar bastante, ¡que bonito era ese cine!, con sus plantas alrededor, sus pasillos de baldosas rojas, sus bancos de madera en la entrada general, separado por una baranda de las sillas de enea.

La Feria, era igualmente preciosa, se inauguraba el tres de septiembre, para ello salía del Ayuntamiento la Banda junto a la Corporación Municipal para darle mayor realce al llegar la comitiva a El Coso, se encendía el alumbrado y se daba por terminado el acto.

También había un trofeo de fútbol con equipos de la comarca, como Alanís, nuestro eterno rival, Cazalla y algún equipo de Sevilla. Recuerdo un año que vino el Betis Feria, de esta calle de Sevilla, que traía de delantero centro un negro, cosa que causó gran extrañeza en ese tiempo, que no había extranjeros en los equipos.

El tercer día, que era el más “grande”, salía la Patrona para visitar la feria, como hace ahora. Al llegar la Virgen cesaban todas las atracciones, ignoro si en la actualidad se sigue haciendo así. El cuarto día finalizaba con fuegos artificiales y la ¡Gran Traca Final!, como rezaba en el programa.

Durante los días de feria, que eran cuatro, había diversas actividades, carreras de cintas en bicicleta, carreras de ollas y como no, las granadas japonesas con el inolvidable Rajamantas vestido de chino mandarín. ¡Qué entrañable personaje! Las granadas japonesas consistían en unos artefactos que al explotar soltaban juguetes y golosinas para los niños a modo de una piñata. Igualmente había feria de ganado donde ahora se encuentra la piscina.

El otoño llegaba pronto, caían las hojas de los árboles de El Palacio, los niños quemábamos los montones que los guardas acumulaban al barrer a pesar de las reprimendas de los mismos; nos poníamos la ropa de invierno, comprábamos los libros del colegio. No había tantos como ahora, pero creo que recibimos una buena preparación y educación, prueba de ello es el número de universitarios que salió de aquella hornada.

Llegaba la Navidad y salían coros de campanilleros por las calles vestidos con camisa blanca, chaleco de pellica y boina negra, capitaneados por el Sano [Rafael Palacios Gil]. En las barberías, pintaban en esos espejos con el marco tan bonito que había entonces, “Feliz Navidad”, con letra inglesa con un pincel y tiza diluida.

Igualmente en los bares, pero sobre todo en el Casino y Cebollino, los Botones hacían una cajita forrada de papeles de colores que igualmente deseaban Felices Fiestas, que al depositar una moneda de propina, se encendía una lucecita.

Eran unas Navidades entrañables, se celebraban mucho más familiares que ahora, o por lo menos eso me parecía a mí, las familias eran más numerosas, no había tanta abundancia y regalos, pero lo que había se disfrutaba enormemente.

En fin llego al final de mi relato, espero que haya servido a los más jóvenes de conocimiento de la vida en Guadalcanal entonces y de recuerdo a los que peinan canas, esto es lo que pasa cuando el tiempo nos alcanza.

                                                                    Ángel Luis Perelló Rius

Ángel Luis Perelló, nos ha explicado en sus recuerdos, cómo éramos y qué hacíamos durante el año en Guadalcanal, los diferentes juegos, la Semana Santa, la Romería, la Feria, el fútbol, los incomparables personajes que conocimos durante nuestra niñez y juventud. Gracias.

En la primera sesión del Consistorio celebrada el 19 de enero, se aprueba Presupuesto Municipal para el año 1953, por un importe de 1.000.719 pesetas.

Se estudia presupuesto de la Compañía Sevillana de Electricidad, para dotar de alumbrado público la barriada de las Erillas.

También se da cuenta del Decreto del Alcalde Francisco Gómez del Valle, por el que dispone el cese como Primer Teniente de Alcalde de Francisco Rincón Pérez, nombrando a Manuel Rivero Sanz, para el mismo cargo.

El periódico ABC nos ofrece en su edición del 21 de marzo de 1953 la siguiente noticia: En la iglesia parroquial de Santa María de la Asunción, de Guadalcanal, se celebró el matrimonial enlace de la bellísima señorita Julia Urbano Alvarado con don Miguel Mensaque Romera. Actuaron de padrinos don Miguel Mensaque y Mensaque, padre del novio, y doña Narcisa Alvarado de Urbano, madre de la novia. Actuaron de testigos, por parte de la novia, don Marcos Alvarado Moreno, don Luis y don Manuel Castelló, don José Luis Urbano Castelló y don José Alcaraz. Por el novio firmaron don José Costas Mensaque, don Manuel y don Antonio Fernández Lissén, don Gabriel Fernández Mensaque y don Alejandro Recio. Los invitados fueron espléndidamente agasajados. La feliz pareja salió en viaje de novios para Madrid, Barcelona y Palma de Mallorca.

En la Semana Santa de este año de 1953, la Hermandad de las Tres Horas, estrena los tres Sayones (en la fotografía) que acompañaban al Cristo de la Humildad y Paciencia. La Hermandad de Jesús Despojado de Sevilla, los había cedido por mediación de su Mayordomo, José Laborde. Estuvieron procesionando desde este año hasta el año 1973 que la citada Hermandad retiró las referidas imágenes.

Por el Acta de la Hermandad de Ntro. Padre Jesús del 6 de Abril, sabemos que se acordó que se pase el oro de la túnica del Señor que posee en cantidad amplia y cuyo terciopelo está bastante deteriorado, al nuevo palio de la Virgen, “para darle mas realce, valor y presentación y aprovechar de tal manera y más permanente el oro de la referida túnica”. Se decide comprar una imagen de San Juan Evangelista y se culmina con éxito la reforma de la capilla, donde se construyen las escalinatas para “permitir en la forma deseada, establecer el paso de los fieles y devotos, para besar el pie al Señor”. Y también se compró la nueva túnica de terciopelo morado del Nazareno.

El 24 de julio se lee escrito del Gobernador Civil, por el que queda visada la Plantilla de Funcionarios del Ayuntamiento. Se aprueba la provisión de una plaza de Guardia Municipal, un Barrendero y un Guarda del Paseo de El Coso.

También se aprueba Proyecto Técnico de obras en las calles Guaditoca, 19 agosto y Camino del Cementerio.

Se lee escrito del Gobernador Civil del 7 de julio sobre la solicitud por algunos vecinos de la realización de obras en algunos lugares de la localidad, para evitar las inundaciones de sus casas, donde informa que se ha aprobado una aportación de 79.750 pesetas, supeditadas a la cantidad que aporte el Ayuntamiento. Se aprueba contribuir con la cantidad de 20.000 pesetas del fondo del paro obrero.

En el Pleno del 10 de agosto, quedan aprobadas las liquidaciones de las cuentas de los Presupuestos Municipales de los años 1946 a 1952, ambos inclusive.

También en este Pleno acuerdan rotular una calle con el nombre de República de Colombia [que no consta que se llevara a cabo] y otra con el nombre de María Ramos, en el barrio de Las Erillas.

Hace sólo un año que se terminó el Mercado y de nuevo lo vemos en obras, ya que se aprueba el Proyecto de adaptación de la Plaza de Abastos, realizado por los arquitectos Antonio Delgado Roig y Alberto Balbontín de Ortas, para dotar a la misma con un mayor número de puestos y consolidar el muro lateral izquierdo, por un importe de 58.759 pesetas. Las primeras obras fueron adjudicadas al constructor Luis Rius Palacios, el 20 de octubre de 1947. En las declaraciones que hizo el Alcalde a la Revista de Ferias de 1947, dijo que constará de un total de 36 puestos, servicio de agua corriente, cuartos de aseo y vivienda para el Conserje.

Se recibe escrito del Gobernador Civil, concediendo 48.363 pesetas para paliar el paro obrero.

            Rafael García Delgado Palote, fue entre otras cosas un poeta aficionado. En nuestro libro anterior nos hacíamos eco de algunas letras que escribió para celebrar los carnavales en la década de 1930. Hoy, gracias a la labor de Pedro Porras Ibáñez, que lo guardaba todo, les ofrecemos estas poesías que escribió para la Virgen de Guaditoca.

  Poesía dedicada a Ntra. Sra. de Guaditoca  Patrona de Guadalcanal                    Por Rafael García Delgado Palote  – año 1953  
Cuando la aurora rayaba anunciaba el nuevo día las campanas repicaban y un ángel a mi me decía:   Hoy sacan en romería vuestra Madre incomparable y la visten de Pastora y va iluminando los valles.   El pueblo va engalanado con nuestra Virgen bendita le cantan por el camino hasta llegar a la ermita.   Oímos la Santa Misa que nuestro Padre nos dice y allí la Virgen Bendita Ella a todos nos bendice.   Todos estamos muy orgullosos lo mismo pobres que ricos en ver que Dios nos mandó esta Virgen tan bonita.   Los pueblos que nos rodean acuden con alegría a ayudarnos a celebrar la típica romería .   Dando los vivas a la Virgen estos pueblos soberanos con lágrimas en los ojos se despiden hasta otro año.  Las flores cubren los campos y el sol en el tordo restalla desde el Puerto la divisan y allí esperan su llegada.   Y en la Santa Cruz le cantan esa Salve tan bonita y al terminar le dan vivas a la Patrona bonita.   Caminamos paso a paso cumpliendo nuestras promesas y en el Espíritu Santo allí el pueblo se embelesa.   Al ver a nuestra Patrona ente salvas y alegría y al mismo tiempo la pujan y acaba la Romería-   Qué noche más silenciosa y qué bonitos silencios cuando rezan el Rosario las Hermanas del Convento.   Al otro día por la tarde la sacan en procesión y sale vestida de Reina porque es la Madre de Dios.   Al llegar a Santa María al ver a todos sus hijos se despide de nosotros y nosotros le decimos:  
                                   Madre de todas las madres                                    Madre en el templo tu quieres                                    ampararnos con tu manto                                    en el Cielo y en la Tierra.

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