La iglesia de Santa Ana

Último retablo de la iglesia de Santa Ana

                                               Por Carmen Romero Paredes. RG año 1997

La sugestiva ubicación de la Iglesia de Santa Ana, sobre un promontorio al Noroeste de Guadalcanal, así como su aterrazamiento circundante, provocan en el visitante que contempla la ciudad desde ella una sensación de dominio del entorno casi militar. Parecería el lugar intramuros más adecuado para establecer una guarnición, ya que el paso hacia la meseta se localiza a sus espaldas y el valle, con el preciado agua a sus pies.

El estudio actual de la investigación histórica en la población está aún en una fase incipiente, y la tradición oral se mezcla con las breves noticias documentales, produciendo un marco en el que “casi todo lo imaginable cabe”. Se mezclan posibles trazados de la “posible muralla” junto a extraños vaivenes de la población entre el Monforte y el valle; se dan por hechas versiones como las que vinculan Santa Ana con una mezquita cristianizada hacia donde acudían los repobladores del sur de Extremadura para bautizar a su prole; se sobreentiende que bajo Santa María había un castillo “moro” y que la portada de herradura túmida de la sacristía es su “testigo evidente”, etc.

En fin, es la típica situación que caracteriza la mayoría de la historia o historias de los pueblos y ciudades de España. No obstante, y a pesar de las evidentes carencias, debemos resaltar la encomiable labor de estudiosos locales que sobre todo en nuestro siglo, arrancaron tiempo de sus obligaciones profesionales para desempolvar documentos y aportar lo posible a su ciudad.

La ausencia de investigaciones documentales sistemáticas, de estratigrafías arqueológicas, de estudios arqueológicos de edificios históricos, de estudios sobre el urbanismo histórico local o comarcal, etc., imponen una, en el fondo, atractiva limitación e incrementa nuestras dificultades a la hora de indagar en puntos concretos como la Iglesia de Santa Ana, sin embargo nos permite abrir una primera vía de trabajo con varios frentes que servirá para facilitar el paso a los estudiosos del futuro.

Esperemos que de ahora en adelante las investigaciones se multipliquen y los resultados crezcan proporcionalmente de modo que en pocos años el panorama de la historia “real” de la ciudad pase del actual inmovilismo y falta de interés social, a un adecuado y sistemático camino de estudio cartesiano donde no halla lugar para la leyenda (ósea intrascendencia), y sí para el análisis histórico frío (imprescindible socialmente en una sociedad civilizada).

Resumiremos a modo de conclusión los hitos fundamentales de la evolución constructiva de la Iglesia de Santa Ana:

En el año 1241 fue conquistada la población, pasando a pertenecer en señorío a la Orden de Santiago en 1258 gracias a Pelay Pérez Correa (el Cid extremeño) quien la hizo cabeza de encomienda en 1253. Por entonces se bendijo la antigua mezquita de Guadalcanal convirtiéndola en iglesia. Durante años dependió del Monasterio de Tentudía, siendo la única iglesia del entorno.

Creemos en la existencia de una mezquita anterior a la primera iglesia, sobre todo debido a la observación de la irregularidad de la primera operación constructiva cristiana. Sin embargo, todos los argumentos esgrimibles a favor de esa teoría pueden ser contestados arqueológicamente ya que ninguno es concluyente. La solución es difícil, por no decir imposible, debido a los procesos de sobreexcabación de los siglos XV y XVII y a la colmatación funeraria de los últimos seis siglos, que eliminaron cualquier hipotético vestigio subterráneo.

Existen claras pruebas de la construcción de un ambicioso templo en el cerro de Santa Ana, fechable en algún momento bajomediabal entre el siglo XIII y la primera mitad del XV. No se ha conservado en alzado prácticamente ninguna estructura de esta época, salvo los pies, en su cuerpo inferior y un leve arranque detectado en el extremo occidental del muro de la Epístola. El resto de paramentos y cotas han sido detectados mediante la excavación de los cortes II, III y IV.

La iglesia fue comenzada por el ábside con la intención de avanzar hacia el Oeste cuando fuere posible. Se trata de un ábside poligonal compuesto, de cinco lados de 2’75 mts, formado a base de potentes muros de más de un metro, localizados en el corte III y en II. A diferencia de los ábsides poligonales documentados en el entorno, en éste, no existen estribos en el exterior para soportar los empujes de las nervaduras de arista; por contra, en las esquinas exteriores se produce un ensanchamiento muy tosco que proporciona a la cabecera un aire arcaico. De hecho, es relativamente frecuente el uso de la cabecera semicircular, tanto en la Sierra Norte de Sevilla, en la de Aracena, como en el Sur de Extremadura. Bien pudiera ser éste un tipo intermedio entre esa ultimación (teóricamente más arcaica) y las definitivas cabeceras cuadradas o poligonales de finales del siglo XV.

En Santa Ana, el espacio resultante evidencia en nuestra opinión un  uso provisional cristiano de una nave ideada para otros fines. Quizá, y esto es lo más cómodo de pensar, simplemente se adosó el ábside a la nave del Liwan de la mezquita almohade, de manera que se pudo dar misa mientras se esperaban tiempos mejores para continuar su ampliación al Oeste. En la mente de los primeros constructores cristianos estaría la erección de un templo mucho mayor, en consonancia con la cabecera levantada. Pero el tiempo, los impulsos cada vez menos ambiciosos y las carencias económicas fueron transformando las trazas iniciales en algo paulatinamente más tosco, tanto en lo espacial, como en lo constructivo.

Dentro del ábside fueron encontradas varias tumbas excavadas en la roca de la cabecera y forradas de ladrillos, en sentido Este-Oeste; posiblemente se extendieran por toda la Capilla Mayor. Estaban reutilizadas hasta cuatro veces cada una y con toda seguridad albergaban a las familias de más abolengo y a los canónigos principales.

A finales del siglo XV se advierte un dinamismo comparable al original, capaz de plantear una reforma integral que exige no sólo derribos, sino levantamientos y nuevas cubiertas, que van más allá de las simples obras de reparación o ampliación de espacios; este dinamismo requiere cierto impulso económico nada desdeñable. Pero por otro lado, reflejan algo increíble, como la cesión de la idea original de ampliar la nave en contestación a un gran ábside gótico, hacia el Oeste. En su lugar, se derriba parte de éste y se transforman las capillas laterales con tal de no derribar el muro de los pies. En cualquier caso, existe una disminución de la calidad y un abandono del esquema mudéjar goticista.

El resultado final fue una iglesia de una única nave, de gran anchura, Con arcos transversales ojivales muy abiertos y con poco alzado (un metro desde el cimiento de los pilares a la imposta del arco), cubierta con un artesonado relativamente rico y rematada con un ábside amorfo y disminuido. En los laterales de las dos capillas originales pasaban a ostentar la categoría de semicruceros, ya que quedaban aisladas de la cabecera, y aunque con un eje distinto, estaban en función de la nave. A los pies, la torre comenzaba a erigirse tan lentamente que daba opción a cambios de estética incluso en las pequeñas troneras (la más baja conopial).

Poco después, en el tránsito entre el XV y el XVI se producirán algunas transformaciones sustanciales, en la galería meridional se procede a añadir la actual Capilla Bautismal a los pies del templo. Se trata de una estancia cuadrangular abierta hacia la nave mediante una única entrada abierta en el muro y labrada en ladrillo. Sin duda, la construcción de la capilla altera la galería exterior; sin embargo ésta sigue teniendo la misma ubicación en el extremo oriental, donde la Capilla del Carmen aún no ha sido ampliada. En el interior, a los pies de la nave se ultima el acceso a la torre, que ahora culmina mediante la terminación de sus tres cuerpos con campanario de arcos de medio punto con extradoses de las rocas moldurados y baquetoncillos apilastrados enmarcado en los vanos, así como el chapitel piramidal. En esos momentos en el extremo norte del Evangelio se produce una extraña alteración provocada por una traslación del acceso a la escalera de caracol de la torre. El resultado puede verse en nuestros días, y explica el porqué de esa ubicación desalineada con el muro de la nave.

En el exterior Norte, es ahora cuando se adosan las dos capillas hoy visibles, separadas entre si por un muro hoy perdido, abriéndose mediante dos puertas. Por un lado la Capilla de San Ignacio (arco de medio punto monumental), y por otro a la nave mediante una pequeña puerta situada en uno de los extremos junto a uno de los pilares ojivales transversales.

Con cierta seguridad, podemos adscribir a esos momentos la creación de un programa decorativo gótico a base de pinturas murales al temple y compuesta por escenas aisladas sobre un fondo general blanco. También ahora se retocan varios tramos de artesonado, que quizá se vinieran abajo durante las obras o por culpa de alguna catástrofe natural (no olvidemos el terremoto de 1504). El resultado será el que vemos en el tramo dos y tres, con armaduras de par y nudillo policromas pero con ladrillos sobre las alfarjías .

Ya avanzado el siglo XVI, y finalizada la época de las grandes obras, asistimos a un nuevo impulso, esta vez mucho más modesto, tras el cual se verá reformada la fachada meridional y se alterará igualmente el sistema de accesos a la nave y a las diferentes capillas. En esos momentos, se derriban los muros exteriores de la capilla del Carmen y se procede a erigirlos de nuevo, salvo el más oriental, un metro al Oeste. Como resultado de esta actuación, la galería contigua, levantada desde las primeras épocas, debió eliminarse, y en su lugar fue alzada una nueva galería, mucho más pequeña y apoyada en las dos estancias durante el siglo, es decir, la del Carmen y la Bautismal. Hoy día, el franco oriental de esa galería se encuentra cegado, pero en sus inicios, existía un gran arco de ingreso al Carmen del que queda una leve huella en la interfacie de contacto del cegamiento posterior. Mediante esta apertura, el tránsito independiente hacia la capilla estuvo garantizado, e incluso, después de su cegamiento, siempre se mantuvo una pequeña comunicación, cerrada definitivamente hace pocas décadas.

Por otro lado, en el extremo opuesto del templo, en las dos capillas recién levantadas junto a la de San Ignacio, en el lado del Evangelio, se realizaron obras de cierta importancia, tales son la apertura consecutiva de las dos puertas que hoy vemos hacia la nave provocando la sustitución de las dos escenas góticas (la de San Cristóbal y la del arco contiguo) por un encalado simple.

Hacia mediados-finales del XVII se podría decir que la Iglesia de Santa Ana, dentro de su tosca configuración, gozaba de cierta amplitud y elegancia ornamental. Sin embargo, y desde el mismo siglo XV, la decisión de ampliar la nave al Este en lugar de al Oeste, trajo consigo la consabida pérdida de unidad estética del ábside gótico, que perdió su tramo inicial. Por tanto, el aspecto general del templo debía estar al parecer muy descompensado ante una zona absidial tan irregular. Seguramente ya estuvo en la mente de los que realizaron el derribo del primer tramo, el sustituir el ábside.

Durante algunas décadas se ocupó de falsear la ornamentación mudéjar, dando paso a un programa pictórico más colorista y móvil, que se superpuso al anterior. Los pilares se decoraran con roleos y molduras vegetales de yeso, y las capillas de San Ignacio y el Carmen colocaron nuevas bóvedas y molduras.

Respecto al exterior, no hubo transformaciones en la nave salvo el forro de las dos portadas medievales mediante programas decorativos clasicistas. En la antigua puerta de acceso a la Capilla del Carmen se realizaron obras que sustituyeron el gran arco de ingreso desde el pórtico meridional por una pequeña portada adintelada pero ornamentada de manera similar a las otras dos puertas de la nave.

Pero todas estas remodelaciones, más estéticas que funcionales, no hicieron más que preceder la gran reforma tan esperada desde dos siglos antes; la sustitución de los restos absidiales góticos, por una nueva capilla Mayor cuadrangular, de grandes dimensiones y cubierta por una bóveda hemisférica. La masa de presbiterio, elimina la cabeza gótica y eleva su cúpula sobre cuatro grandes pilares moldurados y sobre otros tantos muros de gran anchura y aparejo de mampuesto con cadenas de ladrillo muy sobresaliente y espaciadas. En uno de esos muros, apareció embutida una de las claves góticas de la nervadura, hoy extraída.

A partir de entonces (ss.XVIII-XIX) ninguna reforma representa una especial novedad, salvo la intrusión de la tribuna y la consecuente subida de cotas y compartimentación en los pies de la nave. Gracias a la reforma de la tribuna asistimos a la creación de un nuevo acceso lateral a la torre, desde el forjado de la tribuna Norte, así como a la creación de un vano rebajado en el centro del muro de los pies, que aprovechando su anchura se permite el lujo incluso de abovedarse con el fin de albergar una imagen religiosa.

Muy importante, no obstante, es el largo proceso de enterramientos acaecidos desde la baja Edad Media en el interior de la nave. El resultado, al cabo de quinientos años de superposición funeraria en un breve espacio de 0’75 mts. de potencia, es la total remoción del terreno, con la consecuente hacinación de restos óseos de todas las fechas. Incluso la última tongada de ataúdes, aparecen destrozada por las obras de pavimentación más recientes.

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