El Cristo de las Claras

                       Por Miguel Grillo Martín. RG año 1993

El personaje que guarda relación con mí articulo es el Primer Almirante de Castilla D. ALONSO ENRÍQUEZ, nacido en Guadalcanal en 1354 y fallecido en Guadalupe (Cáceres) en 1429 y que fue bisabuelo del Rey Fernando el Católico.

            Podría aportar más datos biográficos sobre D. Alonso Enríquez, pero ya lo han hecho anteriormente nuestros paisanos, Dr. Antonio Gordón Bernabé (1987) y José María Álvarez Blanco (1991) en dos interesantes artículos.

En la ciudad de Palencia, se encuentra el Monasterio de Santa Clara y aquí en dicho Monasterio se encuentran enterrado el Almirante D. Alonso Enríquez y su esposa Doña Juana de Mendoza (insigne bienhechora del Monasterio).

Comenzaron la fundación del Monasterio Enrique II de Castilla y su mujer la Reina Juana Manuela, pero fallecidos prematuramente, dejando la obra en sus comienzos, pasó el Patronato del mismo a su sobrino D. Alonso Enríquez y a la esposa de éste Doña Juana de Mendoza (La Rica Hembra), quienes hacia 1395 iniciaron la construcción de la actual Iglesia, siendo proyectada para ser Panteón de los Almirantes de Castilla.

Entrando en la Iglesia de Santa Clara por la fachada principal y a sus pies, comunicando con el Coro se encuentra la Capilla del Santísimo Cristo. Aquí se venera, depositado en una antigua urna de cristal, un Cristo Yacente, de escaso valor artístico, talla probablemente de madera, que mide 1,40 m.; juego de cabeza y brazos por hombros y codos, con dos argollas y dos cadenas en la espalda, lo que nos inclina a creer que durante algún tiempo se utilizó en las funciones del descendimiento. Tiene, además, cabello natural y uñas que imitan las naturales con tal realismo que han hecho creer al pueblo sencillo que le crecen.

La historia de este patético Cristo, de gran devoción en Palencia y su comarca, es la siguiente:

Navegaban las naves de Don Alonso  Enríquez (nacido en Guadalcanal), Almirante de Castilla, en sus  correrías por el Mediterráneo los años 1407-10, en la guerra contra los moros, cuando el vigía divisó a lo lejos un bulto que emitía un resplandor extraño. Ordenado el abordaje, pudo comprobarse que se trataba de la Imagen de un Cristo Yacente encerrado en una urna de cristal. Sorprendido el Almirante por semejante hallazgo en lugar tan insólito, dispone que dicha Imagen Sagrada, sea llevada a Palenzuela, al objeto de darle allí culto. Una vez la nave llegó a puerto, fue escoltada por caballeros y soldados para ser conducida a Palenzuela, pero al llegar a Reinoso, frente al Castillo que había servido de Monasterio a las Clarisas, se detuvo el animal que portaba el Cristo sin que hubiera forma de hacerle seguir adelante. En vista de novedad tan extraña, dedujeron los presentes ser voluntad divina que la Imagen recibiera culto en el Monasterio de Santa Clara, de Palencia, lo que quedó confirmado al comprobar que el animal, dejado a su arbitrio, se dirigió pacíficamente con su carga a dicho Monasterio, donde desde entonces es venerado por toda la ciudad de Palencia.

Se cuenta que debido a su dramática expresión, hizo exclamar al Rey Felipe II cuando el año de 1592 visitó Palencia lo siguiente: “Si no tuviera fe, creyera que este era el mismo cuerpo de Cristo que había padecido al arbitrio de la malicia; pero sé y creo que resucitó y esta es su Imagen; pero tan parecida que estando difunto le retrata al vivo».

A lo largo de los cinco siglos, que lleva el Cristo en el Monasterio de las Claras, se cuentan infinidad de hechos milagrosos sobre personas que se curaron, epidemias, sequías catástrofes y plagas en Castilla.  Este es el Cristo de las Claras, a quien Miguel de Unamuno dedicó una poesía fría y racionalista; el mismo Cristo que el pueblo sencillo castellano acude a Él, en demanda de solución y ayuda a sus necesidades espirituales y materiales

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