El Convento de las Franciscanas Concepcionistas Ntra. Sra. de la Concepción de Guadalcanal

Fachada del convento de la Concepción

Fuentes.- Archivo General del Arzobispado de Sevilla y la Orden de la Inmaculada Concepción en los dominios de las órdenes militares de castilla entre los siglos XVI y XVII.

Datos facilitados por Rafael Espínola Rodríguez

La devoción a la Inmaculada comenzó en España, concretamente en la Castilla Barroca, no se puede precisar en el tiempo pero las primeras referencias que se tienen de este culto data a mediados del siglo XII, cuando los canónigos de Lyon fijaron ya la adoración a la Concepción de María el día ocho de diciembre, si bien desde este mismo siglo exigió la polémica entre partidarios (llamados inmaculistas) y detractores(conocidos como maculistas), apareció en el siglo XII y se mantuvo entre teólogos y partidarios hasta el siglo XV, mientras tanto, las fundaciones de cofradías marianas y congregaciones religiosas bajo la advocación y protección de la Inmaculada Concepción fueron un reflejo de la devoción religioso-popular, aunque el problema surgía cuando era necesario armonizar la generalidad del pecado original y la universalidad de la redención.

En Guadalcanal fue fundado el Convento de Concepcionistas en el año 1621 y ocupado por religiosas fundadoras procedentes del Convento de la Concepción de Mérida, el 14 de Agosto del citado año, patrocinado por el indiano Álvaro de Castilla y Ramos y su esposa María de Loia Meneses, según testamento de otorgamiento de 11 de Septiembre de 1614, en Guanajuato (México), que proporcionó diez mil ducados y su mujer se comprometió a aportar cuatro mil ducados más para la fundación y sostenimiento de la congregación.

En su fundación contaba con una comunidad de trece religiosas, tres primicias y dos donadas, era abadesa la madre María de San Juan Evangelista, siendo monjas de mérito y dote las hermanas Dña. Olalla de Santiago, Dña. Leonor del Espíritu, Dña. Juana Moreno (primera abadesa de la congregación), Dña. Catalina de Ramos y Dña. Inés de San Gregorio.

Hubo en principio algunos litigios que destacar, por una parte las religiosas reclamaron a los fundadores dos mil ducados de las ofrendas ofrecidas en principio, ya que estos no se podían hacer efectivos porque los censos se encontraban impuestos sobre propiedades mobiliarias improductivas, por otra en 1629, Sor Catalina de la Asunción, abadesa del convento de Guadalcanal, litigaba contra Cristóbal González de la Pava por la sucesión del patronazgo correspondía a la abadesa aunque no podía desempeñarlo porque después de su muerte no dejaría herederos directos ni tampoco podía administrar directamente las rentas del patronazgo por ser religiosa; mientras que Cristóbal tenía varios hijos legítimos para sucederle después de muerto sin necesidad de volver a pleitear de nuevo y estaba capacitado para gestionar directamente los beneficios económicos del patronazgo.

Todas las aspirantes a religiosas tenían que reunir la dote requerida el Capítulo General de la orden, si bien la mayoría de las familias tenían problemas para reunir estas dotes, teniendo que recurrir a ventas de propiedades, recurrir a contratos de censos y otros recursos muy heterogéneos y dispares. Por lo cual a menudo en las licencias del convento de Guadalcanal y de otros de la orden aparecen un porcentaje de plazas llamadas “sin dote”, que generalmente eran asignadas a las parientes cercanas al fundador o a los grandes sostenedores de la orden, la asignación de estas plazas provocaban conflictos a la hora de la elección de nuevas candidatas a monjas.

En el mes de Enero de 1639, fallecida María de San José en el convento de Guadalcanal, la abadesa tenía que seleccionar su sustituta entre varias candidatas dispuestas a ocupas la plaza vacante, la abadesa finalmente eligió a Ana de Jesús que contaba con tan solo ocho años de edad, para evitar las calamidades mundanas, ya que se encontraba desvalida, esto provocó el inmediato rechazo y fuertes críticas de las parientas fundador en el Concejo de las Órdenes, a pesar de este rechazo, no consiguieron anular la providencia tomada por la abadesa del convento.

Este convento tal vez fuese el mayor en extensión de Guadalcanal, ya que según los apuntes que me facilitó Leopoldo Tena, su parcela ocupaba un basto terreno que iba desde la Iglesia del mismo nombre hasta el Paseo de la Cruz, lindando con lo que en la actualidad es conocido como “El Huerto”, Leonardo Blanco (ya fallecido), me comentó un día en el Palacio que el conoció los últimos muros del convento en el que se asentaban el antiguo molino de aceite de D. Eugenio Pérez (hoy almacén de los Gálvez).

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