El romancero de Guadalcanal. Un siglo de tradición: de Micrófilo a hoy

Pedro M. Piñero

Virtudes Atero

Año 1989

Hace ya algunos años, comenzadas nuestras investigaciones romancísticas por tierras andaluzas, propusimos a Juan Collantes que realizara la encuesta de Gua­dalcanal y que comparara los textos de la tradición actual con los que en su día había recolectado Micrófilo. Guadalcanal fue reposo poético y refugio familiar para Juan Collantes durante muchos años, y él conocía mejor que nadie sus tra­diciones. Su fina sensibilidad poética y sus conocimientos en este campo nos hu­bieran deparado un estudio, sin duda, inestimable de esta tradición romancística, pero por unas razones u otras no llevó a cabo esta investigación. Nosotros ahora, en su memoria, publicamos estas notas que creemos pueden servir de introduc­ción a un estudio más reposado del romancero de Guadalcanal y de su entorno.

En pleno auge de las investigaciones de los folkloristas de las últimas déca­das del siglo pasado, don Juan Antonio Torres Salvador, Micrófilo, constituyó, el 4 de mayo de 1884, la Sociedad El Folk-lore de Guadalcanal. Micrófilo perte­necía al grupo de folkloristas que don Antonio Machado y Álvarez, Demófilo, pre­sidía. Con Guichot y Sierra, Rodríguez Marín, Hernández de Soto y otros cola­boraba en las tareas que llevaron a cabo en estas tierras meridionales, muchos de cuyos trabajos fueron apareciendo en El Folk-lore Andaluz, El Folk-lore Frex-r­nenense y Bético-Extremeño y en otras revistas y publicaciones que, por aquellos años, fueron los órganos de difusión de estos pioneros del folklore peninsular.

Años después de la aparición de estas revistas, Micrófilo dio a la estampa Un capítulo del Folk-lore Guadalcanalense[1]. En sus páginas daba cuenta de diversos aspectos de la cultura popular de este enclave, situado al norte de la pro­vincia de Sevilla, en la raya extremeña. Allí publicó una serie de romances con­servados, por aquellas fechas, por los guadalcanalenses. A nuestro modo de ver, y según diversas indicaciones del editor a las que más abajo nos referimos, estos textos son transcripciones fieles de lo que realmente permanecía en la tradición del pueblo.

Eran años, estos de las últimas décadas del Ochocientos, en que empezaba a tomar cuerpo la investigación del romancero de la tradición oral moderna, y a nadie se le oculta la importante labor que en este dominio hicieron aquellos pri­meros y entusiastas folkloristas, aunque sus métodos de investigación y análisis los consideremos hoy más que superados. De cualquier forma, sus trabajos fue­ron decisivos en la recuperación de esta tradición poética, de modo especial por estas tierras del Sur.

EI corpus de romances de Micrófilo está compuesto por ocho textos, de los cuales cuatro pertenecen al romancero tradicional: Blancaflor y Filomena, Albaniña, Delgadina y Gerineldo más La Condesita; y los otros cuatro, aunque más modernos, también están tradicionalizados: La infanticida, Polonia, El corregi­dor y la Molinera, y La adúltera del cebollero.

Sin pretender, en modo alguno, ser exhaustivos en el análisis de los textos que nos dejó, sí podemos indicar, en un primer acercamiento, ciertos rasgos que nos den el perfil de este romancero conservado en Guadalcanal en las últimas dé­cadas del siglo pasado.

Hay que destacar, en primer lugar, que en los ocho casos se trata siempre de versiones muy completas, y por lo tanto largas y circunstanciadas en algunas secuencias de la intriga, quizá con la excepción de La adúltera del cebollero, que es una versión que resulta algo comprimida en relación con las conservadas hoy en otros enclaves andaluces. No tenemos datos para pensar que sean versiones facticias compuestas por el mismo Micrófilo; de ser así, desde luego nos parece evidente que esos textos publicados en 1891 serían entonces el resultado de poemas elaborados a partir de fragmentos o retazos tomados realmente de la tradi­ción guadalcanalense. En contra de esta posible suposición, de muy poco funda­mento, hay que decir que los folkloristas de esta época publicaban, en la mayoría de los casos, sus textos sin adulterarlos. En muchos lugares expresan su disconformidad con el método de los románticos que, como sabemos, sí modificaban los textos recogidos[2]. Por otro lado, en favor de la fiabilidad de estos romances dados a la luz por Micrófilo parece que habla el hecho de que nuestro folklorista conservara rasgos fonéticos y léxicos peculiares del habla de la zona. Estas dudas o reticencias podían asaltar al estudioso de hoy porque en este repertorio no se encuentra ningún texto fragmentado, lo que parece extraño en cualquier encuesta romancística. Por los datos que tenemos, los folkloristas de esta época sólo publicaban textos completos, y éste debió de ser el caso de Micrófilo. De cualquier forma, no es este el único repertorio que nuestro hombre tenía, porque él mismo expresó que poseía varias versiones de esos temas que «sólo varían en levísimas particularidades»[3]. Pero el romancero conocido por Micrófilo no fue, sin duda, mucho más amplio, pues las pocas veces en que se ocupó del género repite estas mismas versiones, y cuando habla de otras de distintos temas, siempre casos muy raros, cita versiones recogidas por otros folkloristas contemporáneos.

Como ocurre siempre en tos trabajos dados a conocer por estos estudiosos, no hay referencias concretas a los informantes que les facilitaron los textos.

Todos los romances guadalcanalenses publicados por él son habituales en los repertorios andaluces de hoy, con la excepción quizá de EI Corregidor y la Molinera, del que solo hallamos, por lo general, fragmentos sueltos. También podía destacarse que en algunos casos la actualización de la fábula no se realiza conforme es usual en la tradición andaluza contemporánea. Nos referimos al desenlace de Blancaflor y Filomena, que cuenta con una secuencia extrañamente circuns­tanciada de la muerte del violador de Filomena, Tarquino en esta versión, que culmina con una sentencia ejemplarizante:

Se levantó Blancaflor,

Como una leona fiera.

Le ha dado de puñaladas,

Le ha sacado la lengua,

La ha puesto por las esquinas

Para que escarmiento sea,

Para que ningún atrevido

Desgonsare á una donseya.

En Delgadina es la madre la que finalmente decide auxiliarla, lo que tampo­co es frecuente en la tradición meridional actual del romance, en la que, como se sabe, es el padre el que al final le levanta el castigo, unas veces porque ella accede a sus requerimientos sin fuerzas para continuar en su situación extrema, otras, movido por la piedad. De todas formas, tanto en la versión de Micrófilo de 1891 como en las actuales, el auxilio llega tarde, y Delgadina muere.

Por último, en el caso de Gerineldo, que recogió continuado por La Condesita, según viene siendo normal en Andalucía, lo que ha ocurrido es que el final de Gerineldo, con la referencia al juramento que el paje hace a la Virgen de la Estrella de no casarse con ninguna mujer a la que antes hubiese conocido, se ha desplazado al desenlace de La Condesita, con lo que la historia cambia radicalmente de sentido; mientras que en toda la tradición moderna los amantes termi­nan unidos, aquí después del reencuentro, Gerineldo -el conde Sol de otras versiones- rechaza a la princesa. Este desplazamiento del motivo provoca un fi­nal diferente al del Gerineldo meridional -nos referimos al romance de Gerinel­do autónomo, antes de ser continuado por La Condesita-, ya que el texto de Micrófilo termina con una de las fórmulas típicas del noroeste peninsular con la que el paje humildemente reconoce su osadía y pide al rey un castigo: <-Dame la muerte, güen rey/ que bien me la he merecido». Así, mientras que en las ver­siones norteñas que emplean esta fórmula para el desenlace se sigue la decisión del rey de casar a los amantes, en el texto guadalcanalense el rey vuelve a repetir lo ya dicho en su soliloquio al descubrir a los amantes dormido,: <- No te mato Gerineldo,/ que te crié desde niño ..», ya que no puede darse el matrimonio de la princesa con el paje en este momento, pues entonces la historia no tendría sen­tido con la continuación que se hace en La Condesita, en donde, como ya hemos dicho, el paje, al final, se niega a casarse con la mujer de la que ya ha gozado.

El repertorio se completa con unas notas del propio Micrófilo muy dentro de la línea menos crítica de los estudiosos del XIX, en un lenguaje marcadamente retórico. Relaciona a veces sus textos con los de Rodríguez Marín; en otros casos, siguiendo a Menéndez Pelayo, señala conocidas fuentes de los temas; o destaca, como otros estudiosos, correspondencias de algunos de los romances con cuentos tradicionales. De todas formas, su crítica es sumamente superficial y en modo alguno original, glosando sin necesidad la fábula de algunos romances o hacien­do valoraciones de carácter moral[4].

Con estos datos previos programamos la encuesta de Guadalcanal, que lle­vamos a cabo en los días 4 y 5 de marzo de 1988. Nos interesaba no solo el traba­jo de campo como otras tantas veces para continuar completando los enclaves sevillanos, sino también verificar hasta qué punto y de qué manera la tradición actual conserva temas y versiones recogidas cien años antes. Era un buen ejerci­cio para ver en qué situación se encuentra el romancero por estas zonas. De modo que comenzamos siempre nuestra indagación con los distintos informantes que nos atendieron preguntándoles por los temas que Micrófilo había publicado. No tuvimos mucha suerte al principio.  A la crudeza de un tiempo extremadamente frío en la primavera incipiente de la sierra norte, se unía la soledad de las calles de este bello pueblo y la ignorancia alarmante del romancero de las primeras per­sonas a las que nos dirigimos. Era como para desistir, pero no lo hicimos. Estas primeras horas de nuestro trabajo presagiaba    lo que después sucedió y vamos a exponer aquí: el olvido en que se encuentra en la actualidad el romancero gua­dalcanalense. Después de mediodía, todo el mundo en el pueblo sabía de nuestra presencia y a lo que íbamos, y así fueron apareciendo las primeras informantes que recordaban algo.

Desde el punto de vista sociológico, conviene señalar que los transmisores de Guadalcanal pueden estar agrupados según dos niveles socioeconómicos y cul­turales. Un primer grupo está formado por María Romero Bernabé, de 72 años, casada con Rafael Parrón Calderón, que regentan la posada del pueblo, y María Cumbre Carmona, de 70 años, ambas incluidas en un nivel medio-bajo y de una cultura básica que le habían dado unos años de escuela, si bien la mayor parte de la niñez y la juventud la habían pasado en el campo. De ambas conseguimos lo mejor y más rico del romancero de este pueblo, de modo muy especial de Ma­ría Cumbre, cuyo cancionero es mucho más interesante que el de cualquier otra persona de las encuestadas allí, no sólo por sus temas más inusuales en Andalu­cía, sino también por sus más completas versiones y la variedad de su repertorio.

El segundo grupo de informantes está compuesto por Dolores Calderón, de 59 años, Benigno Riaño, de 70, esposo de la anterior, Josefa Blández, de 68, En­carnación Parrón, de 64, Beatriz Nogales, de 70, Amalia López, de 48, y sus hijas Amalia y Carmen Rivero López, de 22 y 8 años respectivamente. Todos estos forman parte de lo que pudiéramos llamar la clase media acomodada y con un nivel cultural aceptable. El romancero que nos cantaron en diferentes sesiones de tra­bajo puede servir muy bien de exponente de lo que realmente se conserva y, lo que nos parece más importante, del modo cómo ha operado la tradición a lo lar­go de este siglo en el repertorio romancístico de Guadalcanal. Con el material re­cogido de ambos grupos creemos que estamos en disposición de ofrecer un pri­mer análisis de: romancero guadalcanalense actual.

Hay, que resaltar, en primer lugar, que todos cantaban un reducido grupo de romances que se ha conservado en el último estadio de tradicionalización del género, esto es, el romance reducido a canción de corro. Por lo general, estos textos presentan la fábula del modo más esquemático posible y su melodía, casi siempre apoyada con estribillo, es la apropiada para la canción infantil y prevale­ce sobre la letra. Todas las informantes recuerdan que han utilizado para sus en­tretenimientos estas cancioncillas, y las niñas nos reafirmaron que todavía hoy las cantan en el corro o en el juego de la comba. No es frecuente, según los datos que poseemos hasta ahora, que no son pocos, que el romance conserve todavía su vitalidad y fluya de modo espontáneo en los juegos infantiles, y esta rareza podemos destacarla como un rasgo peculiar de la tradición romancística de este enclave, aunque en general su romancero resulte hoy tan pobre. Estos son los te­mas que todavía cantan las niñas: Las señas del esposo, ¿Dónde vas, Alfonso XII?, Don Gato, La viudita del Conde Laurel, Mambrú, Las hijas de Merino, La don­cella guerrera (en su versión corta), Los tres alpinos y Las tres cautivas. Como se ve, estos temas son los que comúnmente se encuentran por toda Andalucía, y por toda España, en su modalidad de canción infantil. Pero como queda dicho, la peculiaridad de Guadalcanal es la persistencia de su arraigo a lo largo de distin­tas generaciones, ya que no sólo los cantan las niñas hoy, sino que las más viejas del lugar los recuerdan en su misma función lúdica. De esta manera, este grupo de romances constituye lo que podemos considerar el núcleo más vivo de la tradi­ción del género mejor asentada en el pueblo,

En segundo lugar, hay que referirse a la serie de temas comunes en Andalucía, que aquí se hallan en su mayoría muy fragmentados. De este grupo sólo gra­bamos dos versiones completas y distintas de Don Bueso, una de ellas cantada precisamente por el único informante varón, y Madre, a la puerta hay un niño, recordada por casi todos en su manifestación navideña. Los fragmentos recogidos pertenecen a Santa Elena, Casada de lejas tierras, Tamar (unido a Delgadi­na), Lux Aleterna, La Virgen y el ciego, San Antonio y los pajaritos, La mala sue­gra y El curita enfermo. A este grupo de romances fragmentados habría que aña­dir que muchas de las informantes recordaban haber oído en su juventud otros temas, pero que ahora no podían poner en pie. Por ejemplo: Los primos romeros, Maríana Pineda, Delgadina y La Bastarda y en segador. Este conjunto de romances, tan desgastados ya y en franco retroceso, nos habla sin embargo de modo claro de una tradición mucho más floreciente en Guadalcanal, aunque estos temas, frente a los primeros citados -los que se mantienen todavía vivos en la tradición en su forma de canción infantil- debieron de gozar de mucha menor difusión.

Creemos, en tercer lugar, que hay, que destacar el repertorio cantado por María Cumbre. Esta informante no sólo recordaba los temas más habituales del pueblo -los pertenecientes a los dos grupos anteriores-, sino que también nos facilitó otros romances que deben citarse por su rareza en el enclave, o por su mejor esta­do de conservación. Es cierto que una buena parte de este romancero lo había aprendido de su abuela, natural de Zalamea la Serena, por lo que algunas de sus versiones son extremeñas. Esto no debe extrañar ya que Guadalcanal en el pasa­do dividía su término municipal e incluso su casco urbano entre Sevilla y Bada­joz. De lo que nos cantó sobresale, por razones distintas, el Bernal Francés y La loba parda. El primero, por tratarse de una versión más larga y narrativa en com­paración con las que de este tema hemos reunido de otros enclaves andaluces, que nunca han sido muchas. La loba es un romance muy extraño en latradición meridional, y ella misma aclaró que lo había oído recitar a su abuela. Las pocas versiones de este tema encontradas en Andalucía llaman la atención de los estu­diosos, pues este es un romance difundido sobre todo en tierras extremeñas. Más habituales en Andalucía son El Quintado, La doncella guerrera en su versión no vulgata, El piojo y la pulga y La dovota de San Antonio, que si los citamos aquí es por su buen estado de conservación y porque sólo ella nos los cantó en el pue­blo.

A la vista de todo esto, podemos concluir que nuestra encuesta ha perfilado mejor el panorama romancístico de Guadalcanal, aun teniendo en cuenta el esta­do lamentable en que se encuentran las más de las versiones grabadas allí, según hemos señalado. Llama la atención el hecho de que ninguno de los temas publica­dos por Micrófilo, que, como decíamos, eran versiones completas, permanezca hoy en la tradición del pueblo, pues sólo María Cumbre, con una memoria sor­prendente para su edad, recordaba haber oído Albaniña, Polonia y Gerineldo. Quiere esto decir, desde nuestro punto de vista, que la tradición olvidado, pa­rece que definitivamente, estos temas tan bien conservados hace un siglo. Pero nos queda la duda de si Micrófilo desechó, o no consideró como romances, los que se encuentran todavía con gran vitalidad como canciones de corro. Desde luego no incluyó ninguno de ellos entre sus Rimas infantiles, con ser estas abundantes en su publicación. Es de todo punto extraño y singular que justamente los temas más recordados hoy y por lo tanto más enraizados en una tradición mejor asegu­rada, no existieran a finales del siglo XIX, y más si se tiene en cuenta que estas informantes guadalcanalenses cantaban cuando niñas -esto es: por los años veinte muchas de ellas- este romancero infantil, a poca distancia de la fecha en la que Micrófilo publicó su repertorio.

La investigación completa de la Sierra Norte sevillana está todavía en fase de realización, Cuando se Ileve a cabo dispondremos, sin duda, de otros datos complementarios para analizar el romancero de Guadalcanal dentro de su contexto zonal más amplio, y sabremos mejor qué significa en sus rasgos más pecu­liares, si es que existen, en relación con su región natural.

APÉNDICE

  1. ROMANCES EN SU ESTADO ACTUAL DE CANCIÓN INFANTIL

        Las señas del esposo

– Soldadito, soldadito,    

¿de dónde ha venido usted?

– De la guerra de Melilla.

¿qué se le ha perdido a usted?

– ¿Ha visto usté a mi marido    

por la guerra alguna vez?

– No, señora, no lo he visto,     

ni tampoco sé quién es.

– Mi marido es alto, rubio,         

alto, rubio, coronel,

y en la cinta del sombrero         

lleva un pañuelo francés,

se lo bordé cuando chica,        

cuando chica lo bordé,

y otro que le estoy bordando   

y otro que le bordaré.

– Por las señas que usté ha dado,     

su marido muerto es,

se lo llevan para Francia           

a casa de un coronel.

– Siete años le he esperado     

y otros siete esperaré,

si a los catorce no viene,            

de luto me vestiré

– Calla, calla, Isabelita,          

calla, calla, Isabel,

yo soy tu, querido esposo,     

tú, mi querida mujer.

(Dolores Calderón, Josefa Blández Romero,

Encarnación Parrón Díaz y Beatriz Nogales Yánez).

Don Gato

Estando un señor don Gato

sentadito en su tejado

Ha recibido una carta 

que si quiere ser casado

con una gatita blanca,           

sobrina de un gato pardo.

Por ir a ver a la novia

se ha caído del tejado;

se ha roto cuatro costillas,

el espinazo y el rabo.

Ya lo llevan a enterrar           

por las calles del pescado.

Al olor de las sardinas           

el gato ha resucitado,

por eso dice la gente:  

<Siete vidas tiene un gato>

(Amalia López Fontán, Amalia Rivero López

 y Carmen Rivero López.

¿Dónde vas, Alfonso XII?

– ¿Dónde vas, Alfonso XII? 

¿dónde vas triste de tí?

– Voy en busca de Mercedes 

que ayer tarde no la vi.

– Si Mercedes ya se ha muerto       

muerta está que yo la vi.

cuatro duques la llevaban      

por la calle de Madrid.

Su carita era de seda  

y sus labios de marfil,

y el velo que la cubría 

era puro carmesí.

Los zapatos que llevaba         

eran de puro charol,

regalo de don Alfonso       

el día que se casó.

Los faroles de palacio 

ya no quieren alumbrar

porque se ha muerto Mercedes        

y luto quieren guardar.

(Amalia y Carmen Rivero López).

Las hijas de Merino

Mi abuela tenía un peral

cargado de peras finas,

en la cogolla más alta

cantaba una golondrina.

Por el pico echaba sangre

y por las alas decía:

– Contigo me he de casar

aunque me cueste la vida-­.

A la hora de cenar

se perdió la más pequeña;

su padre la fue a buscar

calle arriba, calle abajo.

¿Dónde la vino a encontrar?

En un portalito oscuro

hablando con su galán.

Y el galán que le decía:

-Contigo me he de casar

aunque me cueste la vida-.

(María Romero Bernabé).

La doncella Guerrera

Un capitán sevillano         

siete hijos le dio Dios

y tuvo la mala suerte        

que ninguno fue varón.

Un día la más pequeña

le pilló la salvación:

– Padre, me voy a la guerra        

vestidita de varón.

– Hija, no vaya(s) a la guerra      

que te pueden conocer

con ese pelo tan largo      

y tu cara de mujer-.

Pasaron siete años           

y nadie la conoció,

sólo el hijo del rey 

que con ella se casó.

(Lourdes Crespo de la Hera).

La viudita del Conde Laurel

– Yo soy la viudita

del Conde Laurel

que quiero casarme       

y no encuentro con quién.

– Pues siendo tan bella        

y no encuentra con quién

Le digo, señora,                 

que aquí tiene usted.

(Dolores Calderón, Josefa Blández Romero,

                     Encarnación Parrón Díaz y Beatriz Nogales Yánez).

Mambrú

Mambrú se fue a la guerra,

mire usted, mire usted que pena,

Mambrú se fue a la guerra

no sé cuándo vendrá,

do re mi, do re fa,

no se cuándo vendrá.

Si vendrá por la Pascua,

mire usted, mire usted qué guasa,

o por la Trinidad,

do re mi, do re fa,

o por la Trinidad.

La Trinidad se pasa,

mire usted, mire usted que guasa,

la Trinidad se pasa,

Mambrú no viene ya,

do re mi, do re fa,

Mambrú no viene va.

Por allí viene un paje,

mire usted, mire usted que traje,

por allí viene un paje,

¿qué noticias traerá?

do re mi, do re fa,

¿qué noticias traerá?

Las noticias que traigo,

mire usted, mire usted que traigo,

las noticias que traigo

dan ganas de llorar,

do re mi, do re fa,

dan ganas de llorar.

Que Mambrú ya se ha muerto,

mire usted, mire usted qué tuerto,

que Mambrú ya se ha muerto,

lo llevan a enterrar,

do re mi, do re fa,

lo llevan a enterrar.

Con caja de terciopelo,

mire usted, mire usted qué duelo,

con caja de terciopelo,

con tapa de cristal,

do re mi, do re fa,

con tapa de cristal.

Y encima de la tapa,

mire usted, mire usted qué tapa,

tres pajaritos van,

do re mi, do re fa,

tres pajaritos van.

Cantando el pío-pío,

mire usted, mire usted qué tío,

cantando pío-pío,

cantando pío-pio,

do re mi, do re fa,

cantando el pío-pa

 (Amalia Rivero López)

II. ROMANCERO NO INFANTIL

a) Versiones completas.

Don Bueso

– Apártate, mora bella, 

apártate, mora linda,

deja beber mi caballo  

agua fresca v cristalina.

– No me diga usté a mí mora 

que soy de España nacida;

me cautivaron los moros      

noche de Pascua florida.

– ¿Si quieres volver a España        

en mi caballo subida?

– Y la ropa que yo lavo

¿dónde la dejo metida?

– La de hilo y la de holanda  

en mi maleta metida,

y la que no valga nada

el río abajo se tira.

– Y mi honra, caballero,        

¿cuándo la recobraría?

– Yo te juro por mi espada:   

por mi pecho pasaría-.

Al pasar por unos montes    

la mora se echó a llorar:

– ¿Por qué lloras mora bella?

¿por qué lloras, mora linda?

– Porque aquí mis padres     

a cazar siempre venían,

y mi hermano Moralejo

a cazar siempre venía.

– Permita Dios del cielo,            

Virgen sagrada Maria,

que por traerme una mora,

me traje una hermana mía.

(María Romero Bernabé)

b) Versiones fragmentadas.

Santa Elena

Estando tres niñas       

bordando corbatas

pasó un caballero

pidiendo posada.

– Si mi madre quiere,    

de muy buena gana-.

Le puso la mesa 

en medio la sala:

cuchillos de oro, 

manteles de plata.

Le puso la cama 

en medio la sala.

//…………………… /

……………………..//

                                         (Benigno Riaño Rivero)

Casada de lejas tierras

– Maridito mío,  

si tú me quisieras,

a la tuya madre   

a llamarla fueras-

– Levántate, madre,      

del dulce dormir

que la bella Aurora       

ya quiere parir.

– Si pare, que para,      

que para un león,

que se le vuelva sangre

hasta el corazón.

– Mujercita mía,        

 ………………………..

(mi madre no puede venir porque está malita.

Coge la jaca y ve a llamar a mi madre que te

estará esperando. La madre vivía en otro pueblo).

– Levántate, suegra,     

del dulce dormir

que la bella Aurora       

ya quiere parir.

– Espérate, yerno,

espera en la puerta,

espera que coja  

la ropa v la cesta-.

//…………………… /     

 …………………….//

(María Romero Bernabé)

La mala suegra

Carmela se paseaba         

por una salita alante

con un dolor de cabeza     

que el corazón se le parte.

/……………………………   /

 ……………………………./

– Si a la noche viene Pedro

yo !e pondré de cenar,

y si quiere ropa limpia       

yo también se la sé dar-

Por la noche vino Pedro:   

– Mi Carmela, ¿dónde está? –

Tu Carmela es una tuna,   

no tiene perdón de Dios

//  ……………………/

……………………….//

                  (Encarnación Parrón Díaz)

  1. ROMANCERO DE MARÍA CUMBRE CARMONA

              La loba parda

Estando en la mía choza        

pintando mis alpargatas

vi venir siete lobos        

por lo alto Sierra Nevada;

venían echando suertes

a ve(r) a quién le tocaba;

le tocó a una loba chica,   

patituerta y jorobada.

Le dio una vuelta a la red       

y no pudo sacar nada,

le dio otra medía vuelta,

saco una ovejita blanca,

sobrinita de la negra.

Traía siete cachorros    

y una perra trujillana.

– Andar, perrillos, ahí,   

andar, perrillos, de fama,

si me traéis la borrega  

la cena tenéis ganada:

un caldero de calostros,   

otro de leche migada.

– No le temo a tus cachorros,   

ni a la perra trujillana,

que tengo yo mis dientes        

como puntas de navaja-.

Anduvieron siete leguas,

todas ellas barbechadas,

al pasar el arroyuelo     

la loba se vio cansada.

– Tome usted su borrega,       

viva y sana como estaba.

-Yo no quiero mi borrega        

que la traes maltratada.

Lo que quiero son las orejas  

pa un abanico que se abanique el ama;

lo que quiero son las patas    

pa un banco pa hacer la matanza;

y la piel                                  

pa el pastor una zamarra.

                                            Bernall Francés

Tras, tras, que a la puerta llaman

………………………………….,.„

– Abrir que soy don Francisco       

a quien tú sueles abrir-.

Bajando por la escalera       

se le apagó el candil,

la ha cogido de la mano       

y se la llevó al jardín.

La lavó sus blancas piernas

con agua de toronjil.

Le secó sus blancas piernas

con toallas de marfil.

La ha cogido de la mano      

y se lo llevó a dormir.

A esto de la media noche    

se le ha ocurrido decir:

– ¿Qué tiene usted, don Francisco,        

que no se vuelve hacia mí?

¿Le teme usted a la justicia 

o le teme al aguacil?

No le tema a la justicia,        

ni le tema al aguacil,

ni le tema a mi marido

que se fue a tierra de Madrid.

                            El Quintado

– El día que me casé             

me llevaron a la guerra,

y he dejado a mi mujer         

ni casada ni soltera

-Tan guapa es tu mujer        

que tanto te acuerdas de ella?-

 Del bolsillo que llevaba      

sacó una foto de ella

¡Mira si sería guapa,            

mira si sería bella

que hasta el mismo capitán  

se ha enamorado de ella!

– Toma la licencia y vete     

y cuida de esa doncella,

que por un soldado menos  

no se va a perder la guerra-

– Ábreme la puerta, sol, –     

ábreme la puerta, estrella,

– La puerta yo no la abro,    

mi marido está en la guerra-

– Ábreme la puerta, sol,       

ábreme la puerta, estrella

que por tu cara bonita

me he librado de la guerra-

Allí fueron los abrazos                  

y allí fueron los delirios,

y allí fueron encontrados     

los dos esposo perdidos.

  La doncella guerrera

– Malhaya la suerte mía

de las siete hijas que tengo   

y ningún hijo varón-.

Y le dice la pequeña     

– No eche usted esa maldición;

deme usted espada y caballo

y a la guerra me voy yo.

– Tienes la cara de rosa

para ser hombre varón.

– Eso no importa, padre,         

y a la guerra me voy yo.

– Tienes el cabello largo

para ser hombre varón.

– Eso no importa, padre,         

eso melo corto yo.

– Tiene(s) el pecho mu abultado     

para ser hombre varón.

-Eso no importa, padre,

eso me lo oculto yo-.

Siete año(s) estuvo sirviendo

y nadie se lo notó,

y una tarde paseando     

con los reyes de Borbón

se le ha caído la espada,

por decir: – Dios que pequé:

dijo: – Pecadora yo­

– Madrecita, la mía reina,

que ya me muero de amor

que el caballero don Marcos    

es hembra que no es varón.

– Convídalo tú, hijo mio,           

a correr contigo un día

que si ella fuera mujer      

nunca se cansaría.

– Los tres caballeros, madre.    

enseguida se cansaron

y el caballero don Marcos

ha corrido más que un galgo.

– Madrecita, la mía reina,

que yo me muero de amor

que el caballero don Marcos    

es hembra que no es varón.

– Convídala tú, hijo mío,  

a coger peras un día

que si ella fuera mujer    

en la falda se la(s) echaría.

– Los tres caballeros, madre,    

las mangas se las llenaron

y el caballero don Marcos

…………………………….

– Convídalo tu hijo mío,            

a nada(r) contigo un dia

que si ella fuera mujer    

nunca se desnudaría.

– Los tres caballeros, madre,    

se echaron a desnudar

Y el caballero don Marcos        

se ha sentado a llorar.

– ¿Por que llora usted, don Marcos?  

– Porque tengo que llorar,

porque mi pena es muy grande

y no la puedo ocultar-,

La ha cogido de la mano 

con contento y alegría,

le dijo a su madre reina:      

– Ya logré lo quería


[1] Un capítulo del Folk-lore guadalcanalense por Micrófilo, Sevilla. Francisco Leal y Cª. Editores, 1891. XVIII + 151 págs. El libro contiene tres capítulos o partes con sus correspondientes notas: “Rimas infantiles”, págs. 19-56. “Botifora”, págs. 57-68, y romances, págs. 69-151

[2]  Cfr. Sólo lo que Demófilo opinaba sobre la adulteración o “arreglo” de la literatura oral por parte de los románticos. Escribe a este respecto el prof. López Álvarez: «Sin entrar en esta cuestión, decidido con más o menos convencimiento… por las nuevas corrientes científicas, lo vemos incorporar el nuevo métido a sus trabajos, aparecidos en La Enciclopedia a partir de 1879, trabajos de los cuales, y según propia confesión: «ya era distinto el concepto que tenía de la literatura del pueblo», pues «no era el valor ideológico desentrañar el sentido oculto de sus producciones, ino únicamente probar la importancia de recogerlas fiel y exactamente para ulteriores fines científicos, lo que me preocupaba» («Cartas inéditas de Demófilo a Joaquín Costa», El Folk-lore andaluz, 2ª época, 2, 1998, pág. 40. Y el mismo Micrófilo se expresaba así: «Lo que causa verdadera lástima es ver una producción popular corregida por literatos, gente, por lo común, indocta y cursi en grado superlativo, y que semejan cuando tales empresas acometen, al sastre que pretendiera acomodar a las exigencias de sus figurines los indóciles miembros de un jayán. Y así les resulta ello. Los salvajes de la Polinesia, vestidos con un sombrero de copa, una faja de general europeo y una estera en los riñones, son Apolos de Belveder al lado de las producciones populares arregladas por literaros». (Un capítulo del Folk-lore guadalcanalense, ob. cit., pág.128)

[3] ob. cit., pág.128

[4] Cfr. Por ejemplo, Ibídem, págs. 110-111.

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