
(Transcripción de las Crónicas publicadas por FRAY ANDRES DE GUADALUPE en su Historia de la Santa Provincia de los Angeles, Madrid 1662)
Por José Mª Álvarez Blanco
(Transcripción de las Crónicas publicadas por FRAY ANDRES DE GUADALUPE en su Historia de la Santa Provincia de los Angeles, Madrid 1662)
CARRERA DE SAN FRANCISCO
Los árboles amenos
ensombran el tapial. Pasan los hijos
de San Francisco en descalcez silente
De la cúpula ardida del cenobio
a la muralla mundanal, que senda
para hundirse en su fronda y olvidarse.
Ni el frescor del maizal cala en el hueso,
ni a la oración estorba la mazurca
de la hermana libébula
ni agosto en llamas pétalos
aturde. ¿Pobrecillos
y el mendrugo de paz de cada día
les basta en su retiro para el tránsito?
Andrés Mirón (Libro de las estatuas de los héroes).
PROLOGO DEL EDITOR
Para muchos guadalcanalenses el Cementerio y la calle Santa Clara (sitios donde estuvieron los conventos franciscanos) tienen un indudable carácter emblemático. Para quienes toda su vida transcurre en el pueblo, el primero de los lugares citados será el pedazo de tierra concreta al que volverán, tras su paso por este valle formado por la Sierra del Viento y la del Agua. La calle Santa Clara, hasta la popularización del automóvil, era el lugar donde se tomaba el Coche Correo camino de la Estación, o sea el inicio de la primera salida hacia la emigración, y de otras partidas hacia la residencia definitiva, y a fin de cuentas, hacia el desgarramiento de ser y no ser de aquí.
En estos dos lugares, como podrá comprobar el lector que se adentre en las páginas que siguen, tuvo lugar una intensa vida religiosa durante los S.XVI-XVII, bien diferente por cierto, de los eventos que caracterizan la actual. Independientemente de las causas sociológicas e históricas que motivaron la desaparición de los conventos, parece lógico, por razones que son obvias, que dichos cenobios no hayan perdurado hasta nuestros días. Cualquiera que sea la actitud que cada cual tenga ante el fenómeno religioso, estará de acuerdo en que los valores franciscanos de pobreza y humildad casan mal con los que son el norte de la sociedad de consumo en la que estamos inmersos.
El hecho de que estos textos sólo sean conocidos por los historiadores franciscanos, y no forme parte de nuestra tradición, siquiera oral, dice mucho de nuestras carencias y desidias, de las de quienes nos precedieron, y de las de los curas y maestros que por aquí recalaron, y a todos, individual y colectivamente, nos debería mover a la reflexión. Lo menos que podemos legar a las generaciones futuras es que conozcan sus raíces. Contribuir a esta tarea, rescatando del olvido un capítulo de la Historia de Guadalcanal, es lo que me ha movido a llevar a cabo la presente edición.
Sólo añadiré que he respetado el texto en su léxico y sintaxis, aunque lo he adaptado a la ortografía actual. Unas notas finales, comentan algún vocablo concreto y algunas circunstancias históricas.
DATOS BIOGRAFICOS DEL AUTOR
Fray Andrés de Guadalupe, fue el nombre religioso de quien se llamó en el siglo Andrés Sánchez de Quirós y Salamanca, nacido en 1602, de padres acomodados, en la monástica villa cacereña. Estudió Humanidades en el Colegio de Infantes, que la Orden Jerónima había fundado en Guadalupe en 1510, y que llegó a tener reconocido prestigio. En 1621 ingresó en el Convento de Santo Domingo de Jarandilla, en la Provincia (franciscana) de los Angeles. Tras cursar Teología en Belalcázar, llegó a ser Profesor de Filosofía y Teología Mística en la Casa de Estudios de San Antonio de Sevilla.
A lo largo de su vida religiosa obtuvo los oficios y dignidades siguientes: Lector jubilado, Confesor de las Descalzas Reales de Madrid, Confesor de las Infantas de España, hijas de Felipe IV, Teresa -años más tardes reina de Francia- y Margarita, posteriormente Emperatriz de Alemania, Vicario de la Provincia Franciscana de los Ángeles (1651-1653 y 1655-1658), Vicecomisario General de la Observancia Ultramontana y Comisario General de Indias desde 1658 a 1668, año en que murió en Madrid. Tres años antes, siendo consecuente con la humildad franciscana, había renunciado al Obispado de Plasencia que el rey Felipe IV le había ofrecido como premio a sus méritos.
Destacó como hombre de excelentes dotes de gobierno e intelectual, pudiéndose decir que con la figura de F. Andrés de Guadalupe, Extremadura se incorpora a la mística española del S. XVII. Hasta entonces había tenido preponderancia lo que se puede denominar una mística de la experiencia, caracterizada por vivencias y contemplaciones de los misterios cristianos, que a veces llegaban a traducirse en signos extraordinarios como raptos, arrobamientos, profecías y milagros. En cambio, el S. XVII es la época de la teoría, se pasa a una mística sistemática, que se plasma en Tratados y Cursos de Teología Espiritual, siendo en esta modalidad donde descuella nuestro personaje, creador de la Cátedra de Teología Mística de Sevilla en 1642.
Escribió varias obras de tema místico siendo la principal “Mystica Supernaturalis”, texto latino de 292 páginas, impreso en Madrid en 1655. En la Historiografía franciscana, ocupa un lugar destacado su monumental obra HISTORIA DE LA SANTA PROVINCIA DE LOS ANGELES DE LA REGULAR OBSERVANCIA, Y ORDEN DE NUESTRO SERAFICO PADRE SAN FRANCISCO, que se publicó en Madrid en 1662, y cuyas páginas 146-148 y 612-621, que contienen las crónicas de los Conventos de Guadalcanal, se recogen en la esta edición.
CRONICAS DEL CONVENTO DE NTRA SRA DE LA PIEDAD, QUE ESTUVO SITUADO EN DONDE SE ENCUENTRA EL ACTUAL CEMENTERIO (PAGINAS 146-148)
LIBRO QUINTO, CAPITULO VI
Funda el venerable Padre Fray Juan de la Puebla el convento de Nuestra Señora de la Piedad de Guadalcanal.
Es Guadalcanal ilustre villa del Maeztrazgo de Santiago, fundada en lo selecto de la Provincia, antiguamente llamada Turdulana, o Baitouria1 según el cómputo de las historias fue casi 16002 años antes del nacimiento de Cristo. Ha tenido varias fortunas, y señores en tantas edades, y naciones, que han dominado a España: por ser abundante de minerales de oro, plata, ha sido codiciada por todos. Es fecunda en viñas, arboledas, y acequias de aguas; cría generosos vinos, y de singular regalo. Ganola por fuerza de armas a los Moros el año de 1241 Don Rodrigo Yñiguez, Maestre de Santiago; por lo cual hizo merced de ella a la orden de Santiago el Rey Don Fernando: El primero sitio de su fundación primera fue distante una legua, donde hoy está en un cerro, que se dice Monforte.
Andaba con los fervores de las fundaciones de su Custodia3 el siervo de Dios Fray Juan de la Puebla en ocasión, que era Comendador mayor de León Don Enrique Enríquez, hermano de Doña Juana Enríquez, Reina de Aragón, y Navarra, mujer de D. Juan II Rey de Aragón. Asistió en todas las conquistas en compañía del Católico Rey Don Fernando, su sobrino, de quien recibió grandes honras en premio de sus servicios. Tenía este caballero ilustre, y su mujer Doña María de Luna, hija de los señores de Fuentidueña, cordial devoción a la orden de nuestro Seráfico Padre San Francisco, fundando algún convento de su sagrada Religión para descanso de ellos.
Llegó a Guadalcanal en un viaje que hacía; pareciole acomodado a sus intentos, agradole el sitio, donde había nacido, y criadose su abuelo el Almirante Don Alonso Enríquez4.Trató el caso con el venerable Padre de cuya santa vida, y virtudes tenían llena de satisfacción los Reyes Católicos, y él, aumentada con especial amistad suya, reforzada con el parentesco de su sobrina Doña Teresa Enríquez, Condesa de Belalcázar, hija de su hermano Don Alonso Enríquez, alcanzó el beneplácito del siervo de Dios. Gozoso el Comendador de haber hallado el sitio en sus inflamados deseos, informó al Pontífice Inocencio VIII de la necesidad de la fundación por el interés espiritual de los fieles en la doctrina, y ejemplar vida de los Frailes de la Custodia de los Angeles; visto con evidencia en las demás fundaciones; pidiendo a su Santidad diese su bendición, y letras Apostólicas, concediolas con benignidad de Padre.
Recibiolas Don Enrique: dilatose su ejecución por andar ocupado con los Reyes en la conquista de Granada. El Padre Fray Juan de la Puebla pasaba este tiempo en los retiros, y soledad de sus conventos, que tanto llenaba su espíritu, y fervores: por obviar escrúpulos, originados del valor suyo; porque en ella no se hacía mención expresa de otra expedida por Bonifacio VIII, en que prohibía las fundaciones de nuevos conventos sin dispensación Apostólica, y porque no señalaban lugar, ni Titular para el convento, con otras cosas que parecían necesarias, recurrió el Comendador el siguiente año por nueva facultad al Pontífice Alejandro VI5, español de nación de la ilustre casa de Gandía.
Diola Su Santidad, concediendo de nuevo, que para abreviar la fundación, pudiese Fray Juan de la Puebla traer veinte Frailes Observantes de cualquiera Provincia de ambas familias de la orden, sin necesitar de licencia de los Superiores. Sujetole a la Custodia de los Angeles en todo, y por todo, concediendo a los Confesores, que viviesen en dicho convento en todo tiempo facultad para oír de confesión a todos los fieles, que a ellos llegasen, sin nueva licencia de los Ordinarios del Priorato; y que pudiesen absolverlos de los casos reservados al Ordinario por derecho, o por costumbre.
En virtud de esta segunda Bula se pidió licencia al Maestre de Santiago, Don Alonso de Cárdenas, con la cual se dio principio al convento en una ermita antigua de grande devoción, llamada Ntra Sra de la Piedad, cerca de la villa: visitábanla devotos los vecinos de Guadalcanal con frecuencia. Es salida de buena recreación, por estar en la ladera de un pequeño monte, cercada de huertas, y arboledas, deleitable a la vista, y al oído por la suavidad de cantos de diversas especies de sonoras aves. Acabose la fábrica de la Iglesia, y demás vivienda suficiente a los Religiosos en la estrechez, que acostumbran.
Hallábase el siervo de Dios Fray Juan de la Puebla ocupado en Belalcázar; envió por esta causa a Fray Diego de Carabajal con otros Religiosos, para que públicamente se tomase posesión del convento en nombre de la silla Apostólica. Hízose el día de San Felipe y Santiago solemnísima procesión desde la Parroquia de Santa María de Guadalcanal al convento con grande concurso; y en este mismo día, año de 1495, se tomó la posesión por el Guardián Fray Diego de Carabajal, ajustándose a nuestro estado en la forma referida. De todo dio fe, e instrumento auténtico Diego de Simancas, Notario Apostólico.
Quedó la Iglesia, y convento según el espíritu del siervo de Dios Fray Juan de la Puebla, y de aquellos primeros discípulos, que lo vivieron tan de cerca, y con el mismo celo de pobreza. Extendiase a más la libertad de Don Enrique, y su mujer, sus fundadores; disgustaron de lo estrecho, y pobres edificios: desdijo mucho de lo magnánimo, y grandeza de su ánimo: por esta razón no hicieron allí su entierro6 como lo tenían determinado. ¡Oh si así sucediese en nuestros edificios, y conventos!. Este fue el espíritu de nuestro seráfico Padre San Francisco, aun en las fundaciones, que hacen para nosotros los fieles; ¿qué será en las que hacemos nosotros?. Salió la Iglesia según la idea de la pobreza con discreción, muy fuerte de bóveda, y paredes; no funda la pobreza hoy, lo que mañana se ha de caer. En la entrada de la puerta están entre otros escudos las armas reales; a los lados las del Comendador Mayor, y su mujer; dentro en el portal de la Iglesia sobre un arco se ve la imagen antigua de Ntra Sra de la Piedad.
La huerta del convento es capaz de grande recreación de árboles frutales, y parras; es acomodado el solar para todo. Tiene una bella fuente, muy copiosa de aguas claras; está en una gran arboleda de robles altos, y hermosos, que compró el Comendador. Da madera con abundancia para edificios, y tablas para reparos del convento. Diola con esta intención el fundador, y para que sirviese de adorno y, hermosura, y recreación religiosa de los Frailes. En el medio de esta alameda permanece una ermita, en la que se hacían ejercicios, como en los demás conventos, ya fundados en la custodia de los Angeles.
CRONICAS DEL CONVENTO DE SAN JOSE, SITUADO EN EL SOLAR QUE DA A LAS ACTUALES CALLES SANTA CLARA Y PASEO DE LA CRUZ (PAGINAS 612-621)
LIBRO DUODECIMO
CAPITULO XXV
Fundación del Convento de San José de la villa de Guadalcanal
En la antigua, y famosa villa de Guadalcanal se fundó el último convento de Monjas de la Provincia de los Angeles en la forma siguiente: Jerónimo González de Alanís, Capitán, y natural de Guadalcanal pasó a las Indias por los años 1538. Después, año 1584 hizo testamento debajo del cual murió en la ciudad de la Plata, Provincia de Charcas, a 19 de Abril del mismo año; ordenó por última voluntad, que de su hacienda se tomasen 30.000 pesos de plata corriente, se pusiesen en renta, y se fundase un convento de Monjas de Santa Clara, sujetas a la Provincia de los Angeles, en dicha villa de Guadalcanal su patria, y se fundase también una Capellanía, y un pósito7 para pobres.
Llegó esta cantidad de plata a manos de la hermana del testador, patrona y fundadora de toda esta obra; púsose en renta sobre las alcabalas8 de Guadalcanal, Llerena y Azuaga; tomó el censo por su Majestad con comisión suya, e hizo escritura Agustín de Binaldo, día del glorioso San José, 19 de Enero de 1589. Hízose después la escritura de fundación con las condiciones que de ella constan: una de ellas es que se funde una Capellanía de 400 pesos de principal, y que las Misas se digan en el dicho Convento de Santa Clara por el Clérigo, pariente más cercano del instituidor; a falta de pariente sea por el sacerdote secular, que el Guardián nombrare, siendo examinado de ciencia, y loables costumbres9; asimismo, que al patrono se le den 100 pesos por modo de salario cada un año con obligación de dar al Convento de San Francisco 300 reales para ornamentos, y necesidades de los Religiosos; pasó la escritura ante Fernando de Arana, escribano, en 4 de Noviembre, año 1589.
Por los años adelante de 1591, a 4 de marzo se alcanzó licencia del Consejo de Órdenes para la fundación; notificose al Cabildo de la Villa, Curas de las Parroquias y, a Fray Diego de Espínola, Provincial de esta Provincia; el cual con dicha Catalina López de Alanís, primera patrona, y Fray Antonio Delgado, Guardián de San Francisco, acompañados de otros Religiosos, mucha gente principal de la villa, fueron a tomar posesión del nuevo convento10. El Provincial que lo hacía en nombre de la Provincia, llevaba en las manos una cruz de madera con tres clavos de la misma materia, y tocando una campanilla llegaron a las casas de Cristóbal Muñoz, y de Hernando Rodríguez que habían comprado; cavaron en una parte, y pusieron la cruz, señalando el sitio del convento; tomaron la posesión con título del glorioso Patriarca San José; pidieron testimonio de todo; diole Juan González Hidalgo, Alcalde ordinario.
En este tiempo era Fray Juan del Hierro11 Provincial, envió a Fray Alonso Aspariegos al convento de San Juan de la Penitencia de Belvis por fundadoras; vinieron seis, Isabel del Espíritu Santo, Abadesa nombrada, Juana de la Cena, Vicaria, María de la Columna, María de la Transfiguración, Dionisia de la Encarnación, y María del Pesebre. Llegadas a Guadalcanal, el Licenciado Fernando Sánchez Durán con comisión del Provisor de Llerena aprobó la fundación; llevó el santísimo Sacramento del altar en solemne procesión, y colocole en el lugar, que estaba diputado, y preparado, y entraron las seis fundadoras en la clausura 28 de abril por los años de 1593. Este convento es muy observante de la Regla de Santa Clara, y de Santas costumbres, y ceremonias de mortificación; no se repiten en singular, por quedar escritas en la fundación del convento de San Juan de la Penitencia de Belvis, de cuyo espíritu y celo es hijo, y discípulo este con mucha religión, y ejemplo.
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LIBRO DUODECIMO
CAPITULO XXVI
Vida, y muerte de la sierva de Dios María de San Ildefonso, y otras Religiosas del convento de San José de Guadalcanal.
Nada puede el hombre sin la gracia; pero con ella puede mucho bueno, sino la deja ociosa; es poderoso a caminar largo viaje en breve tiempo por los caminos de la eternidad; en la parábola de la viña caminaron los últimos tanto como los primero, recibiendo igual premio de vida eterna para su trabajo. El último convento de Religiosas de esta Provincia de los Angeles es este del glorioso San José; pero no lo ha sido en la Religión, y observancia; ha trabajado esta viña el Señor, dando muchos y sazonados frutos de bendición con fervor; ha dado al cielo muchas vírgenes adornadas de virtudes y, santa vida.
Una de las principales fue la sierva de Dios María de San Ildefonso, hija de nobles padres, natural de la villa de Guadalcanal; después que recibió el hábito, se olvidó del mundo de suerte, que dió muestras claras de haberle olvidado de corazón entero. Retirose en la clausura, y convento a vivir con sólo Dios; aunque tenía hermanos y parientes principales, ni los veía, ni trataba; así se abstrajo su ánimo de las criaturas; decía, que para eso las había dejado, que se llevan el tiempo, y sus conversaciones no ayudan al espíritu, antes le distraen, y le detienen en lo bueno, sino le pierden en lo malo; huyolas como contagio, presto, y lejos de ellas.
Entregose a la observancia de su regla cuidadosa; seguía la comunidad la primera; todas las semanas del año ayunaba tres días; guardó esta virtuosa abstinencia hasta morir; por castigar la carne y, mortificar sus desordenados apetitos la atormentó con cilicio duro, y penitente en todos tiempos, y con prolijas disciplinas; temíale como enemigo doméstico, y como tal le trató, quitándole las fuerzas. Todos los Viernes, y otros días de la semana andaba las estaciones con una cruz pesada sobre sus hombros, y algunas veces las rodillas desnudas sobre la tierra por más penitencia; en estas estaciones iba con la consideración en Cristo nuestro Redentor, cuando llevó la cruz por las calles de Jerusalén, dando alma a la exterior obra con la interior del espíritu, y buenos afectos.
Erale fácil, porque desde los primeros pasos en la Religión se ejercitó en la oración mental; siendo Novicia, cuando la comunidad dormía, se levantaba al coro para orar más, y con más quietud; y como aquí se aprenden humildad, caridad de próximos, y silencio; habiendo cumplido con las horas determinadas, se iba a la cocina, fregaba la loza; hacía lumbre a las cocineras y barría, y aseaba esta humilde oficina: en amaneciendo el día barría también el convento. Extendiose su caridad piadosa hasta las criaturas, que carecen de razón; cuidaba de dar de comer a los animalillos del convento, regaba las hierbas silvestres; y preguntándola una Religiosa, porque trabajaba no siendo de provecho, respondió: porque son criaturas de Dios y en su modo le alaban. Observó en todos tiempos silencio; hízole gran provecho al espíritu; asistía a su Creador con pureza de ánimo con continuación; no fue poderoso el Demonio para impedirle este ejercicio interior, aunque le aparecía en figura de un fiero negro, o de otros animales; por el mismo caso que conocía las argucias diabólicas, tenía más oración, y más atenta, sin hacer reparo en las figuras, ni en bramidos, ni voces, que daba.
Con ansias de amar a Dios con desnudez de espíritu, sin afecto a cosa terrestre, y con entero corazón la hacía cuidado un poco de divertimiento humano lícito, que tenía: pidió a Dios que, si no era de su agrado, la diese a entender su santa voluntad. Estando orando en esta petición se, se vio a si misma transparente como cristal, y que dentro de su pecho estaba Cristo nuestro Redentor en forma de Nazareno, y que arrancándola el corazón de su lugar se lo enseñó diciendo: Hija, si me quieres agradar, has de estar tan desasida de todas las criaturas, como está este corazón fuera de su lugar; desde entonces se halló libre de su cuidado, dejando lo lícito por lo que tenía de natural, y propio, con la desnudez de lo criado, que deseaba; dieronla a conocer, como en la perfección embaraza un pelo, que sea contra la perfección.
Oyendo Misa un día contemplaba en el misterio devota vio, que después de las palabras de la consagración estaba en el cáliz la sangre de Cristo, en quien se habían convertido el vino, y agua: adoró tan precioso tesoro de nuestra redención con suma reverencia de su alma con otros sentimientos afectuosos; oyó también una música de Angeles, asistentes a Dios sacramentado, hasta que el sacerdote consumió ambas especies; no hallaba comparación para explicar la dulzura de la música; era del cielo, y no la hallaba en la tierra; porque no la hay.
Visitola el Señor amorosamente antes de morir con una grave enfermedad algo prolija; fue obra de su amor, porque la dió paciencia, y purgó con ella las virtudes, dándolas nuevos realces: llegando ya a lo último de su vida, la favoreció el Señor con suaves consolaciones de espíritu, y con visiones de coros de Angeles, según ella lo reveló a persona confidente suya. Recibidos los sacramentos, pidió con instancia a las Religiosas, la dijesen la protestación de la fe, que ella tenía hecha; hízola con ellas, y pidiendo la encomendasen a Dios, entregó su espíritu año de 1631, de su edad cincuenta y cuatro, y de Religión, treinta y cinco.
Parece, que después de muerta quiso el Señor acreditar su vida ejemplar; una pobre mujer, llamada Isabel González, se hallaba agravada con una recia calentura, y peligrosa disípula12 en la cabeza; diéronla una mantellina13 del uso de la sierva de Dios; púsosela con fe sobre la cabeza , y sanó perfectamente de sus accidentes. María de Soto hija de esta mujer tenía tercianas, que la afligían demasiadamente, encoméndose a la venerable Madre, pidiéndola con lágrimas alcanzase de Dios la librase de su enfermedad; fue eficaz la oración, porque luego se halló sana.
Nació en la villa de Guadalcanal María del Corpus Christi, hermana de la venerable Madre Leonor de San Bernardo (de quien se tratara presto): fue la sierva de Dios María del Corpus Christi observantísima de su instituto, y regla; dotola su Majestad de claro ingenio, de don de consejo con caridad a los próximos. Asistía a los afligidos, y desconsolados con tanto amor, y razones de consolación, que salían alegres, y aliviados de sus aflicciones, y pesares; de estas obras de misericordia hizo muchas; con la observancia regular, y oración creció su espíritu en virtudes; fundose bien; ya bien fundada, hizo prueba el Señor de las mayores en su sierva.
Diola una enfermedad, que duró catorce años, gravísima en si, y en las circunstancias, hallose tullida de la cintura hasta los pies, llagose con llagas encanceradas, padeciendo terribles dolores; ya por estar muy sensibles; ya por las curas, cortándole pedazos de carne, hasta los dedos de los pies enteros. Terrible era este tormento para la carne, más terrible el de su recato, y honestidad, porque llegó a lo mayor, que en esta materia puede suceder una virgen pura, honesta; aquí padecía el alma con la virtud de la pudicia; fue rara su paciencia, constante en tan penosa cruz; gozaba el alma una quieta paz con igualdad de ánimo siempre, agradecida a Dios, que así la ejercitaba.
Superior el espíritu a todo padecer, no se le oyó quejar jamás, por no dar alivio a la naturaleza, y dar este quilate más a la paciencia; decía a Dios inflamada la mente: Señor mío, y amoroso Padre, si sois servido, vengan más trabajo a vuestra esclava; todavía tengo manos, y brazos que podais tullir, ojos, cara, y otras partes que llagar; todo es vuestro, nada mío, sino solo para daros lo con resignación entera; todo lo toleraré por el amor que os tengo, si me asistis con el auxilio de vuestra divina clemencia. ¡Oh fuerte espíritu, libre de pasiones, oh admirable paciencia, que pide más materia para su ejercicio, teniendo tanta!
Ni los dolores, ni las demás penalidades de tan larga enfermedad la impedían para la oración mental; vacaba14 a ella todo lo demás del día, y de la noche: decía, que con aquella sustancia vivía su alma, y que con la fortaleza de tal sustancia llevaba su padecer resignada, y que por más necesitada la buscaba cuidadosa. En este continuo ejercicio interior buscaba con recato el silencio exterior; no se le oía palabra ociosa; por guardarle con más perfección, y no molestar las enfermeras, no manifestó muchas veces algunas necesidades que padecía.
Atendía Dios misericordioso el celo de su silencio en semejantes aprietos; inspiraba interiormente a las enfermeras (y muchas veces las despertó) para que socorriesen las necesidades, que la enferma no decía: tenía premio el silencio con guardarle, y socorría la divina providencia lo que necesitaba la humildad. Tenía también ratos destinados todos los días para comulgar espiritualmente: hacíalo con actos fervorosos de fe, y caridad, siendo materia de oración profunda; por oración vocal rezaba el Rosario entero de Nuestra Señora con otras devociones. En tan noble empleo ocupada, llena de virtudes, acrisoladas con tan singular paciencia en tantas tribulaciones pasó de esta mortal vida a la eterna por los años de 1631.
En este religioso convento vivió también la sierva de Dios Constanza de San Jerónimo; fundó su virtud en el fundamento sólido de la observancia rigurosa de su regla, y en sequela15 entera de la comunidad; atendía a lo principal, y primero de la vida religiosa: las virtudes más sobresalientes, que añadió, fueron la oración con perseverancia todos los días sin dispensación, por ocupaciones que ocurriesen. Creció su alma en ella; de aquí sacaba calor, y enseñanza, para andar en presencia de Dios con tal silencio, que apenas hablaba lo necesario, así conservó el espíritu, sin desperdiciarse por la lengua. Amó la tanta pobreza, contenta con padecer necesidades, y dejándolas padecer a la naturaleza; porque supiese, que era pobreza; corta es la que no las padece; murió víspera de Nuestra Señora de la Asunción, de quien era especial devota, año 1614.
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CAPITULO XXVII
Vida y obra de otras siervas de Dios del convento de San José de Guadalcanal.
La venerable Madre María de San Diego fue natural de la villa de Guadalcanal; prevínola la divina gracia desde su niñez, criándola el Señor para su casa con propiedades acomodadas a sus ocultos secretos: era inclinada al recogimiento interior, teníale sin entenderlo algunas horas del día. Aplicose a las cosas de Religión, llamada con fuerza oculta al estado de Monja, con deseos fuertes de ejecutarlo: con esta mira vestía honestamente, renunciando las galas decentes a su estado; con el santo desengaño conoció las vanidades del mundo, y tratábale como desengañada; dilatábase la fundación de este convento; afligíala la dilación, padeciendo su afecto, y la esperanza en lo que tan vivamente deseaba.
Estando un día en su oratorio, donde hacía sus ejercicios virtuosos, pidiendo ansiosa a Dios, cumpliese los deseos, que por su piedad le había dado, oyó esta voz clara: Ten confianza, Fray Juan lo hará: quedó confortada, aguardando el cumplimiento de la promesa. A pocos tiempos vino a Guadalcanal Fray Juan del Hierro, que era Provincial, en cuyo tiempo se hizo la fundación del convento: reparó atenta a la voz, que la había hablado, y conociendo el misterio, tomó el hábito día de San Diego por los años 1593.
Como había sido la vocación temprana, y verdadera, creció en virtudes religiosas; porque no la dejó resfriar, ni perdió tiempo en la Religión, viviendo en ella veinte y siete años en observancia pura de la regla, en obediencia pronta a los Prelados, en ayunos, y abstinencias. Ayunó las Cuaresmas, los Advientos mayores, y el de los benditos con un poco de pan, y hierbas cocidas; gran amadora de la pobreza; vestía el hábito más pobre, lo mismo hacía en las cosas de su uso; era el afecto igual a esta virtud tan necesaria en una Religiosa. Tenía una limosna anual, gastábala en cosas de culto divino, y en socorrer necesidades de sus prójimos, y todo el trabajo de sus manos; guardaba la estrecha pobreza, y ejercitaba la virtud de religión, y de la caridad con mortificación de la carne.
No fue menor en la humildad de ánimo, y conocimiento propio; sentía de si bajísimamente, diligenciaba las acciones más humildes del convento, hacíalas con tanta reverencia, y devoción, que causaba, en quien la miraba, lágrimas devotas; obraba con estimación de la virtud, y con espíritu en ella, tenía por corto tiempo, el que gastaba en la oración del día, quedábase después de maitines en el coro hasta prima orando. Fue fervorosa, y encendida en este ejercicio, y en él mereció ser muy favorecida de Dios: un día sintió nuevos fervores, y devoción, y vio en visión imaginaria a la imagen de Cristo Nazareno, que entrando en un jardín ameno de hermosas flores, cortó una, y se la llevó consigo, y desapareció la visión: entendió, que su muerte estaba cercana; por lo que se dispuso con especial cuidado para ella, no desperdiciando el aviso piadoso, fue a pocos días por los años de 1620.
Floreció en estrecha observancia de su regla la sierva de Dios Juana de Santa Clara, fervorosa en ella, y en las santas leyes, y ceremonias de la Religión; dada a la oración con especial empeño, y constancia: aprendió en esta escuela muchas virtudes, y las ejerció; pasó la enseñanza a la obra; guardó el silencio cuidadosa, y con el silencio pureza de corazón; temerosa de no quebrantarle traía en la boca una piedra para despertador de la razón, y freno de la naturaleza, tan fácil a hablar sin necesidad. El recato, y honestidad fueron admirables; en veintisiete años, que vivió en la Religión, no la vio hombre su rostro; decía, que tocaba esto a esposa de Cristo, a quien se había consagrado toda entera; y que aún en esto quería serle fiel; es muy delicada la flor de la castidad, suele peligrar por la vista, y marchitarse, sino se pierde.
Amó también la virtud de la pobreza, como único patrimonio de una Religiosa; vestía pobre hábito, y remendado, al mismo paso eran las cosas de su uso; era uniforme en la virtud, porque era entera la pobreza; la limosna anual, que la daban con lo que adquiría de sus manos, gastaba en corporales, palias16 y ornamentos de altar por culto a Dios Sacramentado, y por quedar más pobre. Castigó la carne con abstinencia, y penitencia; los ayunos de Cuaresmas, y Advientos hacía a pan, y agua; no conoció cama después de maitines; vacaba a la oración, y hacía ásperas disciplinas hasta prima.
En tiempos de mayores fríos se desabrigaba para padecerlos más; en los tres días de la semana, que hace en tiempos de Cuaresma la comunidad las estaciones, desnudas las espaldas se azotaba con cordeles hasta verter sangre a imitación de Cristo nuestro Redentor, y por su amor, causando en el ánimo de todas diversos afectos devotos; en vida tan regular, y virtuosa murió en el Señor, año de 1614. Hallábase a la sazón orando en el coro una Religiosa de aprobada virtud, y vio pasar por la Iglesia un globo de hermosas luces; persuadiose había expirado, fue al punto a la enfermería, y hallola difunta. A esta sierva de Dios siguió en la virtud, y santa vida la venerable Madre María Evangelina, fue hermana en la secuela de espíritu, como lo fue en la sangre, uniéronse uniformes con igualdad en todo; por lo cual no se repiten sus vidas, y virtudes quedan dichas en lo referido bastantemente, siendo las mismas en vida, y en muerte.
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CAPITULO XXVIII
Prosigue la vida y muerte de otras siervas de Dios del convento de San José de Guadalcanal.
Es admirable Dios en sus consejos; fuelo con su sierva Isabel de la Encarnación, natural de la villa de Guadalcanal; llamose en el siglo Doña Isabel de Tamayo, y Pineda: desengañada lo dejó con libertad santa, superior a sus comodidades17: tomó el hábito siendo de las primeras, que le vistieron en este religioso convento; fue también la primera en el camino de la virtud, ayudando con su ejemplo a vencer muchas dificultades, que se oponen en los principios de obras grandes. Tuvo fuerte resolución en lo bueno, siendo más loable, cuanto más difícil: dió norma de observancia perfecta en el estado, y santas leyes, y en la vida interior del espíritu; concibieron todas grandes esperanzas de su virtud, y Religión, según los principios tan fervorosos, y bien fundados; pero la divina sabiduría por sus secretos fines la dió tan breve vida en la Religión, que sólo vivió en ella dos años, habiendo caminado mucho en servicio de Dios.
La venerable Madre Isabel de Buenaventura fue una de las Religiosas perfectas, que crió esta santa comunidad: resplandeció en singular paciencia, humildad, y pobreza estrecha: a los primeros pasos de la Religión si-guió el camino de mortificación dura a la naturaleza, y amor propio; dejábase culpar, aunque inocente de culpa; no se defendía, ni excusaba; sentía la humanidad el quebranto, tanto mayor, cuanto se conocía la injusticia en los cargos; hacía la razón su oficio castigándola con el cilicio; lo mismo hacía en los agravios atando la irascible en la venganza; no contenta con esto se iba al coro, y con caridad fervorosa pedía bienes eternos para sus ofensores; consiguió la mortificación, y amor fraternal con sus prójimos.
Por lo encendido de la oración, y perseverancia en ella recibió del Señor favores celestiales; estando en el coro un día embebida en este trato interior con su Majestad vio la sepultura abierta, y su entierro, como había de suceder; el día siguiente le sobrevino una calentura, y última enfermedad, contestando con ella la visión; conociose moría; recibió los santos sacramentos con tiernos, y amorosos sentimientos de su alma. Habíala ordenado la Abadesa, que por cada hora del oficio divino dijese una vez Jesús; llamó a las Religiosas, para que le ayudasen a rezar vísperas, completas, y maitines; prosiguiose con el rezo, y habiendo rezado con ellas los maitines, dijo; quédese aquí, porque fiada en la misericordia de Dios tengo de rezar las laudes en el cielo; sin más dilación expiró año de 1627; corridos veinte, y cuatro años después de difunta se hallaron los miembros de su venerable cuerpo tan tratables, como lo estaban vivos.
Recibió el hábito humilde de Santa Clara en este convento la sierva de Dios Antonia de la Trinidad, natural de la villa de Guadalcanal, hija de padres principales, fue la segunda Monja de la fundación; en la sequela de las comunidades era singular, con especialidad en el oficio divino en el coro, no la relajó jamás, sólo la enfermedad de cama la impidió. Aplicose mucho a la oración mental, seguíala con igualdad todos los días; aprovechó en ella por atenta, y perseverante; acompañó esta virtud con la penitencia: todos los días se daba una disciplina penosa, por purgar las faltas que hubiere cometido en las obligaciones de cristiana, y Religiosa; si por enfermedad grave no podía hacer este ejercicio, después con la salud le duplicaba, hasta que supliese los días, que había estado enferma: no tomaba en cuenta la legítima excusa de enferma, por no perder la cuenta de la penitencia, y por no dejar descansar la carne enemiga del espíritu, y tener libre, y señor al espíritu contra la carne. En las estaciones ordinarias, que hacía la comunidad era singular en las penitencias, llevando una cruz pesada sobre sus hombros, tanto que excedía a las fuerzas naturales, más no a lo fervoroso de su amor a la penitencia; diole Dios el mérito de la obediencia, siendo dos veces Abadesa contra su voluntad. Fue grande el sacrificio, como lo es un ánimo desengañado, y desnudo de temporalidades: con fidelidad, equidad, justicia, y ejemplo llenó su ministerio; y murió en santo fin por los años de 1621.
Descansa en paz en este monasterio el venerable cuerpo de la sierva de Dios María de la Cruz, cuya patria fue Guadalcanal, hija de padres principales en aquella república: aunque podía tener estado con decencia, y comodidades en el siglo, se negó a todo por Dios, eligiendo vida regular, y religiosa, sujetándose de buena voluntad a seguir a Cristo en ella; su vida dió testimonio claro de su vocación verdadera, y sencillo fin de la verdad. Aprobó con ejemplo en observancia de su profesión, y penitencia, con cilicios, y disciplinas; los ayunos de Cuaresma, y Adviento eran de pan, y agua, y todos los Viernes, y Sábados del año; tenía especial devoción en el oficio divino, porque le pagaba en el coro, y fuera de él con atención interior a Dios, con quien hablaba;no faltó a esta obligación aun en tiempo de enfermedad: murió loablemente año de 1614.
Nació en Guadalcanal de padres principales la venerable Madre Isabel Bautista: fue Religiosa observantísima de la Regla; y muy celosa de la Religión, y santas leyes; con la oración, y tan sólido fundamento, en que se había fundado su alma alcanzó gran odio de si misma, mortificándose, como se aborrecía, con vida penitente; consiguió vivo desprecio de todo lo caduco de este mundo con ansias de ver a Dios, pedíaselo repetidas veces, si era su santa voluntad. Estando un día orando delante de una santa Verónica, pidiéndolo con fervor de espíritu; la reveló el Señor el día de su muerte; recibió su alma sumo gozo, con él se lo dijo a la Abadesa, dispúsose fervorosa. Diole la enfermedad última, y llegando cercana a la muerte, pidió a las Religiosas le ayudasen a cantar el Te Deum laudamus, en acción18 de gracias de que se acercaba la hora de ver a Dios cara a cara, como lo esperaba por su bondad; cantole con la comunidad rebosando la alegría de su alma en la exterior de su rostro, con la cual expiró felizmente, el día que señaló la revelación.
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CAPITULO XXIX
Vida, y muerte de la sierva de Dios Leonor de San Bernardo
Esta venerable Madre, y sierva de Dios tuvo por patria la villa de Guadalcanal, sus padres fueron Pedro de Bonilla Ramírez, y Doña Beatriz de Carraco, de lo principal de la república; nació día primero de marzo, año 1581. Cuidaron de su crianza, para cumplir con las obligaciones, en que los había puesto el Señor, entregándoles un alma criada a su imagen, y semejanza, para gozarle en la gloria; ilustraron su entendimiento en los misterios de la fe, aplicaron su voluntad a la virtud, dando reglas para el ejercicio, y ejemplo con su obrar, porque eran buenos Cristianos y virtuosos.
Grabose la doctrina en el ánimo sencillo de la niña, y copió de modo la virtud, que miraba en sus padres, y maestros, que excedía en el entender, y obrar a la edad tierna; son fuertes las primeras impresiones en las almas inocentes de los niños; quedó poseída la suya en lo bueno; obró también Dios con sus auxilios al amanecer de la razón. Procedía la niña con tanta madurez, y peso, que ya parecía maestra en la virtud; a los doce años de su edad comenzó a tener oración mental, la materia ordinaria de la meditación era la pasión de Cristo nuestro Redentor: halló tanto jugo su espíritu en ella, y sentía tan tiernos afectos, que alcanzó don de lágrimas continuo con abundancia, no sólo en la oración, sino siempre, que la reducía la memoria; encendíase el fuego interior fácilmente, porque estaba la memoria dispuesta; los mismos efectos, y lágrimas tenía las veces, que recibía a Dios sacramentado, o se ponía en su presencia.
La continuación de orar fue notable, tenía todos los días ocho horas de oración con perseverancia; de esta fuente sacaba luz para las virtudes, y calor para ejercitarlas; no era estéril su oración porque por devota, y prolija mereció fecundar con ella el espíritu; en esta forma de vida, más divina, que humana, llegó a edad de veinte, y cuatro años con grandes mortificaciones, ayunos, y disciplinas con otras obras buenas. Reconocía las mercedes, que Dios la hacía, hacían peso en su corazón agradecido para la correspondencia de su parte; consagró a su Majestad su pureza, y alma, haciendo voto de castidad, y de hacer lo que conociese ser de su santo servicio. Hallose llamada con secreta fuerza a la Religión; puso los medios posibles con sus padres para la ejecución; no lo consiguió con ellos; fue la mortificación sensible, obedeciolos mortificada por Dios, dejose gobernar por su providencia, rendida a su determinación.
Deseosa de vivir vida Religiosa en lo posible, dio la obediencia a su Confesor, y Maestro espiritual; nada hacía sin su orden, y nada dejaba que hacer que la ordenase; como era la obediencia de voluntad, no conocía la voluntad detención, ni faltas en la obediencia. Conociendo su pureza, y frutos de su alma en la sagrada comunión; mandó comulgase todos los días, medíase con el espíritu de la discípula el Maestro, y hacía, que caminase con frutos celestiales hacía las comuniones obediente con sentimientos tiernos inflamados de su alma, acompañados de copiosas, y suaves lágrimas de los ojos hasta la tierra, y hallándose indigna de tan singular beneficio, se conocía humilde: refería a su Criador la obra, y con amorosos afectos le rendía gracias, pidiéndole su divina luz para hacerlas con todo acierto.
Entregose a la penitencia, y abstinencia; desde la edad de veinte, y cuatro años, no vistió lienzo; castigó la carne con cilicios, y disciplinas; no comía carne, los ayunos de Cuaresma, y Adviento, y vigilias hacía comiendo un poco de pan, y unas hierbas; hízose raro ejemplo de santidad al pueblo. Muchas doncellas principales le comunicaban sus ejercicios interiores, y seguían sus consejos de vida: con las experiencias propias las inducía a la oración mental con reglas acertadas a la sagrada comunión, y penitencia; cogió copiosos frutos para el cielo su doctrina, y ejemplo, ocho de ellas alcanzaron el desengaño del mundo, y volviéndoles las espaldas se consagraron a Dios vírgenes en la Religión; ¡que admirable es Dios con los justos!. !Y cuanto vale un justo en una república¡. Son instrumentos eficaces para sus altos fines.
Andaba ordinariamente des- calza, penitencia penosa, por ser aquella región muy fría; con culto religioso veneraba a los Sacerdotes, por ministros de Dios con potestad para consagrar la hostia sagrada, y darla a los fieles: tenía a su cuidado el adorno de altares, e Iglesias lavaba, y aseaba los corporales, albas, y manteles, y amitos por sus manos. Dió testimonio claro de discípula de Cristo en el amor de los prójimos; amolos como a si misma: andaba en su amor, como Cristo anduvo en el nuestro; no se le sigue a tal Maestro de otra manera.
Vencía las dificultades de ser doncella principal, y dejar el encierro honesto de su casa, por asistir, y visitar los enfermos pobres, llevábalos regalos, curaba sus llagas, hacíales las camas con otras acciones caritativas, que aliviaban sus trabajos, y socorrían sus necesidades, con tal fervor,y palabras de con- suelo, que hacía devoción a todos. Entrando en la Iglesia un día, vio que estaba un pobre descalzo, lastimados los pies, haciendo oración; llegose cerca, y con recato de que nadie la viera, hincada de rodilla se los besó, bañada en lágrimas devotas, considerando en él a Cristo pobre, y necesitado. Otro día en la misma Iglesia una mujer muy pobre, y desnuda, tomándola de la mano la entró en una capilla retirada, y la dió, como otro san Martín, parte de sus vestidos, con que cubriese su desnudez. Todos los Jueves Santos juntaba en su casa las mujeres pobres, que podía, de rodillas en tierra les lavaba los pies con mucha ternura de ánimo, porque lo hacía con meditación de lo que hizo Cristo la noche de la Cena con sus discípulos; después les socorría con limosnas. En estas obras de caridad discurría continuamente buscándolas, para ejercitarlas con corazón fervoroso, y pacífico: amó a sus hermanos con orden recto, y bien ordenado, y así gozaba los efectos de caridad, que por perfecta permaneció hasta la muerte, era por Dios, y tuvo permanencia, como amistad verdadera.
Abominaba el ocio contrario al espíritu, y raíz de graves daños; por esta razón, y por humildad el tiempo que quedaba de oración, y ejercicios gastaba en las acciones humildes de la casa, aunque había criadas, para ello diputadas. Pusose una noche a hacer el amasijo ordinario para la familia, por tener tiempo para sus santos ejercicios, no le dió bastante para sazonarse la masa, y encender el horno; entrose en su oratorio, salió a breve rato, y llegando a ver el pan, le sacaron cocido, y sazonado.
Aunque en vida tan ejemplar ocupada, vivía en su corazón ardiente el deseo de ser Religiosa; puso calor, no halló dificultades, porque había llegado el tiempo destinado de la divina providencia, habiéndole diferido para provecho espiritual de muchos en el siglo; recibió el hábito de este Santo Convento de San José de Guadalcanal con altos júbilos de su alma, viéndose en la posesión del tesoro de tantos años deseado; corría el año del noviciado perseverando en sus ejercicios, dándoles nuevos quilates en la ejecución y obediencia regular, y loables, y santas obras de la Religión. Llegando el tiempo de la profesión padeció gravísimas sugestiones del Demonio, persuadiéndola a que dejase el hábito, con pretexto de hacer las buenas obras en el siglo, que en la Religión no podía; afligiola este ejercicio interior notablemente, poniendo dudas en la resolución; venció al enemigo, profesando con especial aprecio estado tan alto, y devoción de corazón.
Comenzó a seguir a Cristo, como si entonces diera principio a la virtud; ansiaba guardar la primera Regla de santa Clara; con licencia del venerable Padre Fray Juan de la Palma, Provincial a la sazón, usaba sandalias con los pies descubiertos; traía el rostro cubierto con el velo a todas horas. Con ardiente espíritu multiplicaba penitencias: hallándose sola en el dormitorio se crucificaba en una grande Cruz, que tenía a la cabecera de la cama, por largas horas; dormía abrazada con otra más pequeña; era la Cruz en el padecer, y en la compañía su descanso, porque amaba padeciendo y contemplando en ella. Traía ceñidos en diversas partes del cuerpo tres ásperos cilicios, hacía todos los días una áspera disciplina de sangre, aunque la comunidad tenía las ordinarias; casi todo el año ayunó comiendo poco pan, y agua muchos días; consiguió el espíritu gran paz interior de potencias, porque con la penitencia tenía sujeta la carne, y sus pasiones a la razón, no le hacía guerra, antes era compañera para la virtud.
Con tan áspera penitencia traía robado el color del rostro, y macilento el sujeto; siempre que comulgaba (era todos los días) se inflamaba tanto el alma con los tiernos sentimientos de la presencia real de Cristo sacramentado, que saliendo el fuego a lo exterior, aparecía en ambas mejillas una rosa colorada, tan encendida que parecía brotar la sangre viva por ellas; duraba todo el tiempo, que daba gracias.
Asistía en la oración de rodillas muchas horas; sucedió un Jueves Santo estar en esta forma desde prima noche en el Coro hasta las tres de la mañana; luego se dió larga disciplina, y volviose al puesto, donde oraba, perseverando de rodillas, hasta que se acabaron los oficios divinos, y procesión de aquel día.
Mereció de la divina misericordia tal pureza de alma, que en toda su vida no perdió la gracia del bautismo; testificolo su confesor Fray Francisco de Pedroche; hizo aprecio de tan gran tesoro, participación de la divina naturaleza, y vestido de los desposorios eternos de la gloria; guardole cuidadosa, y aumentole con continuación de virtudes. ¡Que dicha de la criatura, que quiere bien a su Criador, no ofenderle en cosa grave, ni perder su amistad, y servirle, desde el uso de razón con heroicas virtudes hasta la muerte! !Y que favor tan singular del Criador con su criatura¡.
Otros bienes, y misericordias recibió de su mano liberal; faltó un día el Confesor, por haber ido a negocios del convento; viendo, que no había orden de comulgar, se fue al Coro a orar; estando en la oración, haciendo comunión espiritual amorosamente, ya que no podía otra cosa, vio que de un Crucifijo, que allí estaba salió una luz en forma de estrella resplandeciente, y se puso sobre sus labios; pasó al corazón su luz, y ardor, ilustrándose con la visión el entendimiento con noticias de profundos misterios, y penetrando la voluntad con amor de Dio, de modo, que en muchos días andaba como enajenada, embebida en lo mismo. Traía la causa la eficacia que su Majestad le había dado, y permanecían de espacio sus admirables efectos; tuvo también don de profecía, como se vio en algunos casos; estando en el Coro un día en oración llamó a otra Religiosa, que se hallaba en él, y la dijo: hermana encomendemos a Dios un tío mío, porque está en gravísima necesidad, no habiendo sabido antes más de que estaba enfermo; ejercitaron la caridad ambas pidiendo al Señor el socorro; enviaron luego a saber como estaba, y le hallaron agonizando en los brazos de la muerte.
Estando otro día en el Coro ta, y junto a ella una Monja amortajada, Vicaria del convento a la sazón; consultó la visión con su confesor, pidiendo consejo de lo que había de hacer: díjola, que la avisase con discreción para bien suyo; hízolo así; recibió el aviso como persona desengañada, que no tenía raíces en la tierra; aprovechose de él, disponiéndose más cuidadosa para la cuenta, y murió a pocos días. Había sucedido antes de esta otra muerte de una Religiosa; afligiéronse las demás, haciéndolas temor: hablando con su confesor la venerable Madre, le dijo: Mucho se admiran las siervas de mi Señor de dos muertes; pues en este verano han de morir cinco: Sucedió, como lo profetizó; murieron cuatro, y después le dió a ella la última enfermedad: fue singular el gozo de su alma; viendo se llegaba la hora de ver a Dios cara a cara en los cielos, donde en esta vida tenía su conversación continua; recogiose en lo interior; recibió devotísima los santos sacramentos con júbilos, y regalos celestiales, y divinos. Cantando el Credo con la comunidad con actos vivos de fe, esperanza, y caridad entregó a su Criador el espíritu puro, y lleno de virtudes, año 1628, día de las once mil vírgenes, para recibir la corona de la justicia, preparada por Dios para los justos, que le aman de corazón entero, y corren con fidelidad la carrera en su servicio con tal perseverancia final. Sea glorificado en sus obras con sus siervos, y amigos; a quien como fuente de todo bien, sólo sea la honra, y gloria por todos los siglos de los siglos. Amen.
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TEXTOS DE LAS BULAS PONTIFICIAS DE LAS FUNDACIONES DE LOS CONVENTOS
TRADUCCIÓN DEL PROFESOR ALBERTO DE LA HERA DE LA UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE LAS BULAS PAPALES AUTORIZANDO LA FUNDACIÓN DE LOS CONVENTOS FRANCISCANOS DE GUADALCANAL
Inocencio Octavo, Papa, al querido hijo salud y bendición apostólica:
Puesto que nos has hecho notificar que tú, llevado por el fervor de tu piedad, te propones hacer que, a base de tus propios bienes, se construya y edifique en la localidad de Guadalcanal, diócesis nullius, una casa de Frailes Menores de la Regular Observancia (de la rama) de los Reformados desde hace poco tiempo establecidos en los reinos de Castilla y León, Nos, recomendamos vivamente ante el Señor este piadoso y loable proyecto, deseosos de acceder en este punto a tus súplicas, en virtud de la autoridad apostólica por el tenor de las presentes te damos licencia para que hagas construir y edificar dicha casa para perpetuo uso y habitación de dichos frailes que pertenezcan a la Custodia de los Ángeles, juntamente con la Iglesia, campanario, campanilla, cementerio, claustro, refectorio, dormitorio, huertos y demás oficinas necesarias, así como para que dichos frailes las puedan recibir y habitar a perpetuidad.
Asimismo, en virtud de esa misma autoridad apostólica y como una gracia especial, concedemos que los frailes que ene su momento habiten dicha casa libre y lícitamente decidan, puedan y deban en lo sucesivo usar, disponer y gozar de todas y cada una de las gracias, privilegios, indultos, indulgencias, exenciones e inmunidades que la Santa Sede haya concedido de una manera general o conceda en el futuro a las otras casas y frailes de la misma Orden y el juramento de (permanecer en) la Observancia de dichos frailes aunque gocen de la conformidad apostólica o estén ratificados por cualquier otro documento, sean cualesquiera las disposiciones en contrario.
Dado en Roma, en San Pedro, con el anillo del Pescador el día 20 de marzo de 1491, año 7 de nuestro Pontificado.
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Alejandro Sexto, Papa, al querido hijo salud y bendición apostólica.
Tal y como nos has hecho saber, el Papa Inocencio Octavo, predecesor nuestro, te concedió hace algún tiempo licencia para edificar en la localidad de Guadalcanal, diócesis nullius, cierta ca-sa de la Orden de Frailes Menores, llamados de la Observancia, que estuviera sujeta a la Custodia de los Ángeles de dicha orden, establecida en los Reinos deCastilla y León, según más ampliamente consta en la en ciertas Letras oportunamente expedidas en forma de Breve.
Ahora bien (como tu misma exposición añadía) , en dichas Letras no se hace mención de la Constitución de Bonifacio Octavo, de pía memoria, también predecesor nuestro, la cual prohibe que nadie de las Órdenes de Frailes Mendicantes se atreva a recibir nuevos lugares sin especial licencia de la Sede Apostólica en la que se derogue expresamente esta prohibición, como tampoco se dice expresamente, cuál sera la advocación de esa casa.
Nos, deseosos de subsanar lo anterior y de atender a tu petición, queremos, y en virtud de la autoridad apostólica concedemos, que desde la fecha de las presentes las antedichas Letras valgan y obtengan plena fuerza y validez y que tu las puedas utilizar en todo y para todo como si se hubiera derogado dicha Constitución.
Además, decretamos que se denominen del propio San Francisco esa casa de San Francisco y de la Madre de Dios, así como la nave de la iglesia de esa misma casa en la que estará el coro de Santa María de la Piedad y en la que permanecerán los seglares que asistan a los divinos oficios.
Asimismo, te autorizamos a llevar a ella veinte frailes de dicha Orden que libremente estén dispuestos a ir desde cualesquiera Provincia, Custodia o casa de dicha Orden, a los cuales frailes damos licencia para que se puedan trasladar a dicha casa con los libros y cosas que sus superiores les hayan entregado, sin necesidad para ellos de ninguna autorización ni de sus superiores ni de ningún otro.
Esos mismos frailes podrán mudarse a otras casas de esa Custodia si así les placiere al Custodio de turno, pero sin la licencia de este último no podrán pasar a otra Provincia, Custodia, casa o eremitorio.
Durante su permanencia en dicha casa, esos mismos frailes podrán confesar a todos los fieles que acudan a ellos sin necesitar para eso la autorización del diocesano del lugar o del Prior en ese momento del Priorato de San Marcos de la Orden Militar de Santiago de Spata (¿). Asimismo, los facultamos paraque libre y lícitamente puedan absolverlos en todos los casos en los que por derecho o por costumbre lo pueden hacer los ordinarios del lugar o dicho Prior. Ordenamos a los frailes que en su momento vivan en dicha casa que todos los días hagan una oración especial por ti.
Todo lo anterior, no obstante, las constituciones u ordenaciones apostólicas, los estatutos y costumbres de la Orden o el juramento de los antedichos (frailes de mantenerse en la) Observancia, fortalecidos por la confirmación apostólica o cualquiera otra disposición, así como todas aquellas cosas que el sobredicho Inocencio, nuestro predecesor, dijo en sus Letras que no lo obstaculizaran o cualquier otro impedimento de la clase que sea.
Dado en Roma, en San Pedro, con el anillo del Pescador, el día 24 de Octubre del año 1493, año 2 de nuestro Pontificado.
1 Denominación alternativa a Beturia Túrdula, nombre prerromano del área geográfica comprendida entre los ríos Guadalquivir y Guadiana, cuya mayor parte lo forma el territorio de la actual provincia de Badajoz. Esta zona fue intensa y rápidamente romanizada, siendo dividida entre la Lusitania y la Bética.
2 Esta fecha fundacional (1600 a. de C) discrepa de 1690 a. de C. que aparece en el manuscrito titulado “Guadalcanal en la antigüedad” que se halló en la Biblioteca de Bartolomé José Gallardo, cuyo autor fue un fraile franciscano del S. XVII llamado Manuel González. La discrepancia es mayor con la fecha 580 a. de C. que menciona el manuscrito conservado en el Monasterio de Guadalupe titulado “Partidos triunfantes en la Beturia Túrdula”, 1789 cuyo autor es Fray Juan Mateos Reyes Ortiz de Tovar. Esta fuente documental afirma que la fundación se debe a los celtas, que la denominaron TERESES, nombre reemplazado posteriormente por CANANI/CANACA, que contiene dos sílabas que van a figurar en el nombre actual que adquirió al ser conquistada por los árabes.
3 En la Orden Franciscana, Custodia designa al conjunto de varios conventos que no bastan para formar Provincia, pero que se encuentran sometidos a la jurisdicción de un superior común. Fue precisamente bajo el generalato de Fray Juan del Hierro, guadalcanalense según unos, alanicense según otros, cuando la Custodia de los Angeles se transformó en Provincia, cuya historia recoge la obra de Fray A. de Guadalupe, donde se encuentran estas crónicas.
4 El Almirante y su esposa, Juana de Mendoza, fueron grandes protectores de fransciscanos y clarisas. Véase mi reseña biográfica del Almirante, en Revista de Feria (1991). En la Iglesia del Monasterio de las Claras de Palencia, en la parte interior del muro lateral izquierdo, se recuerda dicha vinculación con la siguiente inscripción: “Don Alfonso Enriquez, Almirante que fue de Castilla, hijo del muy ínclito maestre D. Fadrique, hermano de los reies D. Pedro y D. Henrique, el segundo, hijos todos del rey D. Alfonso, dotó y fundó magnificamente de sus bienes e hazienda, este monasterio convento e yglesia, dexando por patrono perpetuo e irevocable a los Almirantes, sus descendientes, duques de Medina de Rioseco. Murió año de 1429 e yace enterrado en esta yglesia con su muger Dª Juana de Mendoza. Mandó renovar esta memoria Dª Vitoria Colona, Duquesa de Medina, muger del Almirante D. Luis 3, en 1604.” El lector interesado en la estrecha vinculación de los Enríquez con la Orden Franciscana puede consultar la obra de Manuel de Castro OFM, ” El Real Monasterio de Santa Clara de Palencia y los Enríquez, Almirantes de Castilla” 2 vol. Institución “Tello Téllez de.Meneses”. Diputación Proviancial de Palencia,Palencia, 1982.
5 Como es bien sabido se trata del Papa Rodrigo Borgia, nacido en Játiva en 1431, y muerto en Roma en 1503. Su vida fue bastante poco cumplidora del voto de castidad, como lo demuestra que de sus relaciones con Vannoza Catanei nacieron varios hijos entres ellos Cesar y Lucrecia Borgia. A él se debe la organización del Papado como un estado absoluto.
6 Quien quiera conocer los gustos suntuarios del Comendador Mayor de León, Enrique Enríquez, que por vanidad rechazó enterrarse en Guadalcanal, puede hacerlo visitando el espléndido edificio que ocupa el actual Parador Nacional de Zamora (Palacio de los Condes de Alba y Aliste), en cuya entrada a la izquierda puede leerse la siguiente leyenda:
“Este es el Palacio de los Condes de Alba y Aliste, que se levantó a finales de la Edad Media en el solar de la antigua Alcazaba por D. Enrique Enríquez de Mendoza, conde de este Título, y tío del Rey D. Fernando II de Aragón y V de Catilla.Se reedificó a principio del S. XVI por el IV conde D. Enrique Enríquez de Guzmán, albergó a los Reyes Católicos, y D. Felipe III y a Dª Margarita de Austria”.
7 Pósito tiene aquí el significado de asociación de carácter caritativo o benéfico. En su significado más usual era una institución municipal, que tenía como finalidad almacenar cereales, generalmente trigo, que prestaba a los vecinos en condiciones módicas en épocas de escasez. Asimismo era el edificio donde se guardaba el grano.
8 La alcabala era un impuesto indirecto castellano, que por lo general ascendía al 10% del valor de lo que se vendía o permutaba. Apareció en un tiempo indeterminado de la Edad Media, aunque su generalización como simple tributo local se produjo hacia 1342, en tiempos de Alfonso XI, con carácter temporal, limitado al 5%. Su establecimiento con carácter definitivo y su elevación al 10%, data de los tiempos de los Trastamaras. Así pues, parece que era algo similar al actual IVA.
9 No vendría mal que la Santa Madre Iglesia hubiera mantenido en vigor estas atinadas recomendaciones. Así se hubieran evitado episodios esperpénticos, como el producido en la Semana Santa de 1982. A ráiz del cual Monseñor Amigo Vallejo, puso en práctica algo más que su paciencia franciscana Curiosamente el arzobispo hispalense es natural de Medina de Rioseco, ciudad de los Almirantes de Castilla.
10 Como es bien sabido el sitio no es otro que el amplio solar con fachada a la calle Santa Clara y el Paseo de la Cruz. Algunas dependencias de este recinto han sido, en esta segunda mitad del S.XX, cochera, fábrica de gaseosas y hielo, vivienda, y si no recuerdo mal, tienda de repuestos de automóviles. Las fotografías que acompañan al texto fueron tomadas por el autor de esta edición una tarde del mes de Noviembre de 1992. Ignoro cuando entrara en funcionamiento la Residencia de Ancianos que se está construyendo.
11 A este franciscano, que llegó a ser General de la Orden, le atribuí condición de Guadalcanalense, en mi trabajo “Personajes Guadalcanalenses (I)” (Revista de Feria (1991). Para ello me basaba en D. Vicente Barrantes y en D. Nicolás Díaz Pérez. Sin embargo, Fray Andrés de Guadalupe, en otro pasaje de esta obra, dice que era natural de Alanís.
12 Disípula es voz antigua, sinónima de erisipula y erisipela, esto es, una inflamación de la dermis, acompañada de color rojo, y frecuentemente de fiebre.
13 Mantellina es sinónimo de mantilla. (J. Casares, Diccionario Ideólogico de la Lengua Española).
14 El verbo “vacar” parece que debe tomarse aquí en la tercera acepción que le da J. Casares, esto es, “Dedicarse o entregarse enteramente a una ocupación”.
15 Según el Diccionario de Autoridades, sequela, es término latino que se empleaba comúnmente. Significa “El acto de seguir a alguno en partido o doctrina”. Equivale a seguimiento.
16 Palia.- Lienzo sobre el que se extienden los corporales para decir la misa.// Cortina o pantalla que se pone delante del sagrario del altar.// Hijuela (para cubrir el cáliz). (J. Casares: ”Diccionario ideológico de la Lengua Española).
17 En el original “comodides”.
18 En el original “acimiento”.