
Jesús Rubio. RG año 1997
Entre 1640 y 1642, se desconoce la fecha exacta, el artista francés Nicolás Poussin pintó un cuadro titulado “Los pastores de Arcadia” (1). La obra, de inspiración mitológica y carácter bucólico, representa a cuatro pastores junto a una tumba, en la cual aparece una inscripción; “Et in Arcadia ego” (Y en la Arcadia yo…) Este lema según el libro “El enigma sagrado” de los investigadores ingleses Michael Baigent, Richard Leigh y Hemy Lincoln (Martinez Roca Editores. Barcelona, 1984) es, en realidad un anagrama, un acertijo. Según los autores de dicha obra, lo primero que llama la atención de la inscripción es que no aparece el verbo por ninguna parte. La solución parece estar en que las letras de la frase, latina, ordenadas de otra manera dicen lo siguiente; “I tego arcana Dei” (¡Fuera!) ¡Yo oculto los secretos de Dios! Inquietante desde luego. Pero, ¿qué secretos son y por qué se ocultan?. Los autores, en un relato de 400 páginas -documentado de forma exhaustiva y citando cientos de fuentes, unas de prestigio otras apócrifas- llegan a la siguiente y espectacular conclusión; Cristo no sólo no murió en la Cruz, sino que se casó con María Magdalena, tuvo descendencia -apuntan, incluso que uno de sus hijos era, nada menos, que Barrabás- y que, ésta se vio obligada a emigrar al sur de Francia, donde emparentó con nobles franceses. De dicho emparentamiento surgió la dinastía merovingia, la cual como se sabe, ciñó durante años la corona francesa.
En el relato hay cientos de historias paralelas. No voy a meterme en ella. Sería tedioso y nos desviaríamos del tema. Sólo diré que, mediante documentos secretos, la investigación deviene en el descubrimiento de una orden secreta; El Priorato de Sión, verdadero poder en la sombra, que manejaba la orden del Temple, cuyo fin fue tan dramático como oscuro. El Priorato, antes llamado Orden de Sión, se separó de los Templarios en 1188, tras la caída de Jerusalén. La orden cambia de nombre y se llama Priorato de Sión. Se hace más hermética y su primer Gran Maestre es un noble, Jean de Gisors. La ruptura entre el Temple y la Orden, se realizó mediante la tala simbólica de un gran olmo a la afueras del pueblo de Gisors. Cerca de esa villa, en 1597, nacería Nicolás Poussin. Curioso, ciertamente.
Al parecer, según los autores del “Enigma Sagrado”, el Priorato sigue existiendo, y posee todavía la “prueba irrefutable” de que la historia del Cristo antes citada es rigurosamente cierta. Al parecer, los Cátaros, también la conocían, y por ello fueron aniquilados. El caso es que según los documentos secretos manejados por Baigeant, Leihg y Lincoln, y tras una historia que abarca nada menos que ocho siglos y medio, aparecen nombres famosos como grandes Maestres del priorato de Sión: Leonardo da Vinci, Claude Debussy, lsaac Newton, Charles Nodier, Jean Cocteau…y Victor Hugo. Del autor de “Los miserables” y “El Jorobado de Notre Dame” está demostrado que fue un masón que alcanzó grados altos en algunas logias. También es un hecho “su anticlericalismo feroz”. Aparte de la revelación anterior es menos conocido un relato breve nacido de su pluma: “CRISTO EN EL VATICANO”(2). En él se narran las tribulaciones de Cristo que vuelve a la tierra para hacer saber al Papa que el Cristianismo se había desviado un tanto de su esencia primigenia. ¿Casualidad? ¿O el cuento es también un acertijo, una clave, un guiño para iniciados? ¿Qué quería decir? ¿Qué Cristo podía bajar a la Tierra para “llamar al orden” a su Vicario, o que alguno de sus descendientes, en realidad iba hacerlo? No lo sabemos. No lo sabremos nunca. Pero en los documentos manejados por los investigadores ingleses el nombre de Víctor Hugo aparece con asiduidad.
¿Y qué tiene esto que ver con Guadalcanal? Nada. O quizás mucho. Juan Antonio Torres Salvador, alias Micrófilo (Guadalcanal, 1859 – Guadalcanal, 1902), de quién se ha tenido referencia en estas mismas páginas gracias a la incansable labor de José María Álvarez, tradujo en verso “Cristo en el Vaticano”. El tesón y buen hacer de Pepe Álvarez han permitido encontrar una copia -extraída, al parecer de una antología de autores masones- de dicha obrita. Micrófilo también alcanzó grados altos en algunas logias masónicas españolas. En el “Enigma sagrado” se hace ver que el Priorato de Sión fue impulsor de los Rosacruces y de los Francmasones.
Quiere esto decir: ¿Participaba nuestro Micrófilo de un secreto que, de demostrarse, socavaría los cimientos de la religión cristiana? ¿O también se dejó llevar por la ola de anticlericalismo que invadió Europa a finales del S. XIX y principios del XX? Tampoco lo sabemos, pero no me negarán que no resulta atractivo pensar que un paisano nuestro fue partícipe, o al menos conocedor, de una de las conspiraciones de silencio más inquietantes que imaginarse pueda. Dos salvedades. Una: la historia relatada según reconocen los propios autores, no es más que una hipótesis plausible, no un hecho histórico “objetivo”, por lo que nadie debe entender que se ataca a ninguna creencia religiosa. Dos: La introducción a la presente transcripción de un documento tan valioso -por único- como este “Cristo en el Vaticano” no existiría si no fuera por la constancia de Pepe Álvarez. Él es quién debe llevarse los honores, yo, sólo las críticas por tratar de adornar a un paisano de una leyenda, no sé, si merecida o no, pero por lo menos, fascinante, ya que en su pueblo se le ha olvidado, desconozco si de manera consciente o inconsciente, que menos que rodearle con este aura.
BIBLIOGRAFÍA
(1) El cuadro en cuestión, es un óleo sobre lienzo que mide 85 x 121 cm. Perteneció a Luis XIV y actualmente es uno de los millares que contiene el gigantesco Museo del Louvre.
(2) En la B.N. de Madrid se encuentra un ejemplar del texto original en prosa “LE CHRIST AU VATICAN”. Londres, 1862.
Breve réplica por alusiones y noticias del hallazgo José M.ª Álvarez Blanco – Revista 1997
El autor ha tenido la deferencia de pasarme el texto que antecede antes de su publicación. Cuando le conocí en Noviembre de 1994, estaba muy lejos de suponer que antes de que se cumplieran tres años me iba a elogiar tres veces en un mismo trabajo… En cualquier caso quiero señalar que:
1.- Su relato introductorio al tan buscado texto de Micrófilo me parece escrito con gran agilidad, amenidad y, si me apuran, hasta con un poquito de intriga. Cuando uno se va hacer la pregunta, bueno ¿y qué tiene que ver esto con Guadalcanal?, justo en ese momento es cuando él formula la pregunta y la responde. A Micrófilo le gustaba definirse como “Folklorista, poeta y periodista”. Jesús Rubio que bordea los 30 años (que envidia) tiene también querencias poéticas, y una muestra de ello se ofrece en estás páginas. Que yo sepa hay al menos otro, en este caso otra, periodista guadalcanalense. Me refiero a Puri Arcos, de la que tuve noticias por su madre Ángeles, en un viaje en el que coincidimos desde Sevilla.
2.- El hallazgo de esta obra de Micrófilo no fue posible hasta hace unos meses, cuando la prensa se hizo eco del problema suscitado en Salamanca, cuando la Generalidad de Cataluña, reclamó los fondos conservados en el Archivo Histórico Nacional (Sección Guerra Civil). Al enterarme que allí estaban conservados documentos escritos por masones, se me ocurrió escribir al Director de dicho centro, quien me contestó que allí estaba “Cristo en el Vaticano”. Lo demás fueron facilidades sin tener que desplazarme a la bella ciudad del Tormes. Espero que la suerte me sea igualmente propicia para encontrar la otra obra de Micrófilo aún pendiente, titulada “Latas Poéticas”.
3.- En cuanto al contenido de “Cristo en el Vaticano” creo que, tras su lectura, los que sean agnósticos lo van a seguir siendo, y a los creyentes no les va a plantear dudas de fe. En cualquier caso soy de los que piensan que lo que nos hace realmente humanos es la libertad, por lo que abogo que de una vez por todas no se repitan en el futuro secuestros de libros, censuras, etc. etc. Contigo curioso lector la versión española en verso de “LE CHRIST AU VATICAN” de V. Hugo, realizada por Micrófilo.
Cristo en el Vaticano
(Traducción en verso)
Pese a todo el respeto que sentía
por su Padre Jesús, en cierto día
sin descanso en el cielo bostezaba:
la beatitud eterna le aburría,
la celestial mansión le fastidiaba.
Al cielo ver subir le desespera
siempre antigua oración, nunca sincera,
ni a él dirigida, y que el glotón casulla
no le rece la misa, que farfulla
si un buen almuerzo al terminar le espera.
Ni el Padre ni el Espíritu por eso
libran mejor.-¿Qué es esto?- preguntaba
Jesús: -¿acaso el hombre no ha entendido,
o ha olvidado mi culto? Su esperanza
en vírgenes y santos, sólo prueba
que, al revés entendiendo mis palabras,
el ídolo conserva y cambia el nombre.
Cual otras veces multitud pagana,
corre hoy la muchedumbre a prosternarse
ante lo que ella misma fabricara,
ídolos de oro, mármol o madera.
Otro es mi culto, si; mas ¿cómo pasa
esto, cuando hay en Roma un Santo Padre,
mi vice Dios dijera, á creer la fama?
Quien debe sostener entre los pueblos
mi prestigio, ¿traidor será á mi causa?
¿Habrá absorbido el paganismo torpe
la vieja y pura religión cristiana?
Bueno será saberlo; sin demora
es menester que para Roma parta
y examine lo que hace el tal Vicario:
si cuida mis negocios, ó si guarda
para él solo tal vez el noble culto
que á mi la fe piadosa destinara.
Dejaré la divina, que es preciso,
y tomaré naturaleza humana,
y el traje humilde de que llevé en Judea,
cuando un gobernador, con mano airada
me detuvo; que al verme en otra guisa
nadie que soy Jesús adivinara.
Y dicho y hecho: el Divino
Maestro emprende la marcha;
llega a Roma y en la puerta
del Vaticano se para.
Pregunta allí dónde vive
el Padre Santo, y me “engañan”,
piensa, cuando “aquí”, le dicen,
señalando al regio alcázar.
-¡Ah-murmura,- en el establo
en que nací, no soñara
que á lograr llegase Pedro
tan opulenta morada!
Va á entrar á pesar de ello; más cruza los umbrales,
y al punto le detiene con ásperos modales
un guardia, el arma al brazo, vestido de oro y seda.
-¡Alto! Mostrad el pase. ¿Imagináis que pueda
sin él entrar ninguno? Los duques de alto porte,
que humildemente llegan al Papa á hacer la corte,
permiso necesitan, bien de él ó el camarero.
¿Y piensas que un pobrete, que no tendrá dinero,
según de tu calaña pudiera colegirse,
en este sacro alcázar lograra introducirse?
¡Bah, bah!, servum servorum no quiere tu homenaje;
palurdos no recibe de tu infeliz pelaje.
Atónito Jesús, no alcanza la razón
de aquel recibimiento tan franco y tan cordial,
y piensa que sin duda habrá entendido mal,
ó que se inicia un tiempo de gran persecución;
que un César enemigo castiga a los cristianos
y vuelve los altares á levantar paganos.
Así Jesús se explica tan singular misterio:
“El Padre Santo gime en duro cautiverio,
y apuestos arrogantes soldados de aire esquivo
serán los carceleros del mísero cautivo.”
¡Qué cándido corazón!
Sólo Jesús dar podría
cegado por su hidalguía
tan errónea explicación.
-Jesús soy, hijo mío,-le dice al mercenario,-
y vengo desde el cielo á ver a mi Vicario,
á quién sin duda un César, que á Júpiter defiende,
en calabozo oscuro martirizar pretende,
cual otro hizo al primero regar con su sangre y llanto
prisiones que debieran causar rubor y espanto.-
El suizo repetía,
por si ó por no, un padrenuestro,
aunque honra tanta creía
que no se merecía
la pobreza del Maestro.
-Os engañáis, Jesús, el Papa es César;
su morada ordinaria este palacio;
á él tan sólo guardamos los suizos,
y á nadie en las prisiones encerramos
si no al que manda el vice-Dios, alguno
de herética maldad contaminado;
mas es para bien de ellos solamente,
aunque el culto á la vez se honre cristiano.
Se ahorcan algunos, sí…Mas yo soy bueno,
y, ya lo veis, señor, pienso ayudaros.
Aquella es la escalera del servicio;
conduce al aposento del criado
que anuncia las audiencias; si agradarle
conseguís, hablaréis al Padre Santo.-
A casa de Caifás piensa de nuevo
subir Jesús.-¡Pardiez! En un palacio
de plata y oro vive; yo no tuve
do reclinar la frente en más de un paso:
aquí el pobre es la nota discordante;
pobreza y caridad yo predicando.
jamás tuve otros guardias que los guardias
que mi túnica rota se jugaron.
Este manda al patíbulo a los reos;
yo fuí reo al patíbulo arrastrado;
y si es verdad que así me representa
con su pompa triunfal este… fulano,
preciso es convenir por vida mía,
en que no estoy muy bien representado.-
y mientras así murmuraba,
va subiendo la escalera
y da al fin en una rica,
vasta y brillante meseta,
á do se abre de gran sala
alta y anchura puerta.
Cree Jesús que en un mercado
é inmenso bazar penetra
de innumerables objetos
de hermosura fraudulenta,
y donde, al comprar alguno,
salir engañado es fuerza.
Vénse huesos carcomidos,
y vénsen medallas nuevas,
unos que el olfato ofenden,
otras que la vista alegran.
Dependientes numerosos,
despabilados horteras,
con la vista en todas partes,
hacen paquetes que entregan
al parroquiano, y reciben
en cambio muchas monedas.
No cabe duda es la sala
el mostrador de una tienda.
El principal empleado,
que desde pies á cabeza
viste color de escarlata,
cuando ve que Jesús entra,
al verle tan miserable,
ruge airado, con voz hueca.
-Qué es esto? ¿Cómo ha osado un pobre vagabundo
atropellar la casa del gran Señor del mundo?
Cómo entrantes? ¿Qué quieres? ¿Tal vez de algún pecado
que al vice- Dios por grave se tenga reservado
perdón á implorar vienes, fiando en su clemencia,
y es tu aire de mendigo disfraz de penitencia?
Vamos: ¿es esto? ¿Qué dices?
Respóndeme: ¿qué te falta?
¿Asesinastes á alguno,
y, del peligro la cara
esquivando tu puñal
le clavastes por la espalda?
¿Empuñaste arma homicida,
y á tu padre con airada mano
le diste la muerte,
ó á tu madre? ¿Es que á tu hermana
violastes, hombre astuto,
ó á la hija de tus entrañas?
¿Traes muchos cuartos? Espera
entonces con fe sincera;
la romana autoridad
te absolverá de cualquiera
humana debilidad.
¿Quieres agnus, cirios, cruces?
¿Algún rosario bendito,
aun mejor que si lo hubiera
consagrado Jesucristo?
¿Comer de carne en Cuaresma?
¿De santos del Paraíso
auténticas y preciadas
reliquias? Pues, pronto, dilo;
abre la repleta bolsa;
verás que ni por el mismo
emperador de Austria hacemos
más que por ti, si eres rico.
Si no puedes pagar, vete ligero.
porque una bula de papal clemencia,
nos prohibe dar nada sin dinero:
á Nos el rico; al diablo la indulgencia.
-He aquí buenos oficios, dignos empleos
Jesús dijo; de cierto, por vida mía,
que hubieron más vergüenza los fariseos.
Aquí no son cristianos. iMienten! Sería
su desvergüenza infame, si aqueste inmundo
tráfico con que roban á todo el mundo,
con mi nombre encubrieran.
Pero veamos
hasta el fin las maldades que tropezamos
recorriendo las cuevas de este escondrijo.
«Como sólo dispongo de horas contadas
al papa ver quisiera pronto», le dijo
al cardenal que vende preciosos…nadas.
-¿Hablar al papa? ¡Cielos! ¿Se burla esteperdido?
¿Piensas que su babucha, á inmundos granujillas
de tu infeliz aspecto, les fuera permitido besarla de rodillas?
¿Oíste que se calza los pies el Padre Santo para ti?
Te engañaron lo mismo que a un pobrete.
Si un calabozo oscuro no quieres con tu llanto
regar muy pronto, vete.
-Mira, sacerdote, quiero
librarte de un necio error;
mi traje de pordiosero
esconde á tu amo y Señor
Yo soy Jesús; ¿podré, di,
á tu Padre Santo ver,
cuando tan sólo por mí
tiene todo su poder?
-¿Tú, Jesús?- interrumpe el sandio cura.-
Me gusta la salida, y que me ría
deja buen hombre, en paz, de tu locura.
Pues qué, el Dios de los cielos, ¿vestiría
tus mugrientos andrajos? ¿Tu piadoso
aspecto melancólico tendría,
y tu pobre conjunto, sino odioso
de una miseria, en Roma condenada
al Transtevere? .Hablarás cuidadoso
verdad, como hombre honrado, y denegada
fuera tu pretensión; vano tu anhelo.
¡Hablar al Padre Santo! ¡Pues no es nada!…
Negocios solicitan hoy su celo
en los que hay que pensar con más urgencia
que en Cristo, en el breviario y en el cielo.
Rumania se agita; á la violencia
del viento de infernales rebeliones,
que las baten sin tregua ni clemencia,
abandonadas ve las Legaciones;
el poder temporal huye ligero:
¿halláis más importantes atenciones?
El cuidar de este bien, ¿no es lo primero?
y si fuéseis Jesús, de haber llevado
tal desaire, culpáos, si sois sincero.
¿Por qué no aparecísteis rodeado
de todo el esplendor de vuestra gloria?
¡Entonces! ay, entonces con qué agrado
os hubiéramos visto! ¿Qué victoria
ganada contra el bárbaro enemigo
que nuestra fe moteja de ilusoria!
iMas cómo aparecéis! .De cierto os digo
que fuérais Dios, y nadie os conociéra
aquí con esa facha de mendigo.
Pues hasta el Papa, al ver de tal manera
vuestra pobre persona perjeñada,
vergüenza del tal Dios sintiera;
ved, pues, si os cierro con razón la entrada.-
Aún hablaba el cardenal,
y ya Jesús, trasformado
como en el Tabor, austero
Lanza de sus ojos rayos;
rayos de cólera santa,
de aquella que sintió airado
cuando á viles mercaderes
hostigaba a latigazos,
arrojándolos del templo.
Si al pronto lo publicanos
le miraban atrevidos,
de infame insolencia hinchados,
ahora, en cobarde silencio,
esperan que surja el rayo
de la tempestad que ruge
de Dios en el pecho santo,
y que estalla con terrible, trémulo acento, de airado:
¡Ay de vosotros -grita,-la raza de reptiles!
iAy de vosotros -dice,-los sacerdotes viles!
iAy de aquellos que explotan la fe de sus hermanos;
fariseos que usurpan el nombre de cristianos,
y con engaños velan las santas leyes mías
y manchan mis altares con mil idolatría!
¿Habrá que recordaros lo que mi ley ordena?
¡Ciegos, guías de ciegos, huid de mi con pena!
¿Habrá que recordaros que yo pasé la vida,
el amor, la modestia, la paz, siempre querida,
y perdón predicando, á más de la esperanza
en Dios, eterna fuente de eterna bienandanza,
y todas las virtudes que echásteis en olvido?
Decid, falsos cristianos, decid: ¿cuándo he sufrido,
En mi humilde existencia, que alguno, reverente,
Me aplicase los nombres de grande ó eminente
con que os hincháis? ¿ Vestíme de púrpura ó de oro?
¿Con el sudor del pobre aumenté mi tesoro?
Subido en una burra -pensarlo os avergüenza-
Jerusalén miréme, y hoy ven, sin que los venza
El rubor, conducido su jefe los cristianos
En andas de oro y seda que llevan sus hermanos… l
Y me sorprende cómo, de orgullo al verle lleno,
Aún les consiente libres andar de silla y freno.
¡Ved como siguen mis leyes!
¡Ved cómo toman mi ejemplo!
¿Quién de vosotros, humilde,
llegó a cumplir mis deseos
dando la capa al que roba
la túnica? No por ellos,
por los tesoros mundanos,
diérais mil veces el cielo.
Altar es de la codicia
vuestro corazón dispuesto,
como vuestras manos viles,
á moverse por dinero,
y en tanto del desvalido
jamás os conmueve el ruego.
Sacerdotes comerciantes,
no pastores, carniceros
que sin leche, carne y lana
dejáis el rebaño vuestro;
la Iglesia para vosotros
es un dominio terreno;
la salvación ó la muerte,
el purgatorio ó el cielo,
nada os importan, pues sólo
os interesa el dinero.
Vuestra máxima es “iel oro,
venga el oro a poder nuestro!”
Ser pobre, es el sólo crimen
que se os alcanza. Mintiendo
vais con ojos y con labios;
palabras de miel en éstos
lleváis, dulzura en el rostro
y de hiel henchido el pecho.
Rígidos sois, si se trata
de culpa ó pecado ajeno;
en cambio sois indulgentes
para juzgar de los vuestros;
jamás perdonáis ofensas…
os gusta ser los primeros;
el mayor de entre vosotros
se llama, de humildad lleno,
siervo de mis servos…Miente
como una bula; ¿en qué tiempo
se besaron las sandalias
de los siervos de los siervos?.
Y cuando algún desdichado
piensa, y es su pensamiento
del que tenéis diferente,
ó quiere romper los hierros
con que oprimís, al verdugo
llamáis al punto, coléricos,
é invocando la justicia,
se lo entregáis como reo.
Yo dije: “Misericordia,
no sacrificios cruentos.”
Y yo os di para que diéseis,
no para vender al pueblo
el bautismo cuando nace,
y cuando muere el entierro;
á los pecados la inútil
indulgencia, y el derecho
de unirse á los que se aman,
y al moribundo los rezos,
y a los difuntos la misa,
aniversario y sepelio,
y rosarios y oraciones,
comunión, cruces, incienso,
bendiciones…Pero ¿hay algo
libre de vuestro comercio?.
Nada para vosotros es sagrado;
en vuestra iglesia entrar, sabe cualquiera
que es imposible sin haber pagado.
Mesa hacéis el altar, do se venera
el papado y los míseros doblones
que va adquiriendo á cambio de humo y cera.
¡Es un gran usurero!… De oraciones
mansión debiera ser, y convertido
miro al templo en guarida de ladrones.
De tal modo le habéis prostituido,
que allí compran villanos mercaderes
favores de la Virgen, que háis vendido,
lo mismo que compraran los placeres
en lupanar inmundo, encenagados
en el liviano amor de otras mujeres.
Sois. malditos, sepulcros blanqueados.
Escrita la fealdad de vuestras almas
en el rostro lleváis, y se refleja
en todo vuestro ser la raza infame
de escribas que formó vuestra ascendencia;
pero, aun siendo tan vil la que ha pasado,
eclipsaréis su fama de perversa.
Buitres, cuervos, cernícalos… cantores
los propios sois de fósiles iglesias.
Validos de actas falsas y de robos,
de astucias de los Borgias, de violencias,
vuestras quintas, decís, son de San Pedro
el patrimonio. Siempre, donde imperan
vuestras máximas, debe el ciudadano
en fraile convertirse. ¡Ay de él si piensa!
Delito es el pensar, que vuestras leyes
adustas y tiránicas execran.
Vano orgullo é hidrópica avaricia
entre vosotros, despiadados, reinan;
y fingiendo el hipócrita bondades,
con la justicia y la honradez comercia;
el único deber aquí consiste
en arrastrase á vuestros pies y hueca,
esa turba de esclavos, que os escucha,
el poder temporal llama á tal mengua.
¡Ah, nunca soñó mi pobre Pedro!
Para remar sin trabas en la tierra
sólo invocáis al cielo; mas cambiando
los tiempos van, y el centro de la Iglesia,
ya caduco, muy pronto han de romperle
Estados, que, aún ilusos les respetan.
Auras de libertad en Rumanía
saludables sonrisas doquier llevan;
ya rebeldes se agitan los romanos,
y si Francia, impolítica, no hubiera
restablecido sus tiranos, antes
la raza clerical, la chusma negra,
del mando despojada entre silbidos,
dejará libre la Ciudad Eterna.
Sacerdotes del Papa, raza inmunda
de reptiles, temblad, gentes protervas;
porque el Hijo concluye la obra santa
que, valiente y honrado, el Padre empieza.”
Aun consternados temblaban
los dependientes, de miedo,
y ya Jesús en la gloria
está ocupando su puesto
que en un sólo instante cruza
el infinito de un vuelo.
-Por mi vida juro-dice-
que es un loco ó es un necio
quien pretenda eso que llaman
poder temporal, hacerlo
que dure siempre: tiránico
ningún poder es eterno.
Es á más el de la Iglesia
católica, osado, necio,
ridículo, y de tal modo
execrable su gobierno,
que antes debe el hombre honrado
que prestarse á sus deseos,
en su oración fervorosa
rogar, cual yo mismo ruego:
“¡Si he de pasar por la Iglesia,
libradme, Señor, del cielo!”