Economía y sociedad en Guadalcanal durante el antiguo régimen

                            Autor: Manuel Maldonado Fernández. RG año 2003

I.- INTRODUCCIÓN.

En la Revista de Feria y Fiestas de los dos últimos años tuve la oportunidad de escribir sobre las peculiaridades del concejo guadalcanalense y de su término. En esta ocasión nos interesamos por los aspectos sociales y económicos, desglosando el texto en tres apartados: los sectores productivos, la carga fiscal y la vecindad.

Aún quedan otros importantes asuntos que abordar para globalizar la historia de esta villa santiaguista. Uno de ellos es el de su encomienda, que sucintamente relatamos en esta introducción para integrar mejor el aspecto fiscal.

Las encomiendas eran las unidades administrativas y tributarias del señorío de la Orden de Santiago. Al frente de cada una de ellas, beneficiándose total o parcialmente de los tributos de vasallaje, se situaba el comendador de turno, cuyo nombramiento correspondía al maestre y más tarde al rey, una vez que a partir de 1493 la Orden quedó bajo la administración directa de los Reyes Católicos y sus sucesores. Por tanto, el oficio o encargo de comendador representaba un honor y  privilegio sólo reservado para los caballeros santiaguistas más destacados, con cuyo nombramiento se perseguía premiar o ganar la amistad y fidelidad de los personajes más importantes e influyentes de la época.

La encomienda de Guadalcanal, como las de Azuaga y Usagre, surgen tras disgregarse la primitiva encomienda de Reina (constituida en 1246 y donada por Fernando III en esta misma fecha a la Orden de Santiago) en un momento no precisado, pero  intuimos que debió ser a finales del siglo XIII o principio del XIV. Sus rentas y derechos de vasallaje (diezmos, pedido de maestre, portazgo, etc.) se repartían entre el comendador de turno (la mayor parte de ellos) y el maestre, si bien, en 1540 Carlos I vendió la mitad de las rentas de la encomienda y la totalidad de las que les correspondían a la Mesa Maestral al Hospital de las Cinco Llagas de la ciudad de Sevilla, una obra pía de Catalina de Rivera, madre de Don Fadrique Enríquez, comendador de Guadalcanal desde finales del XV hasta 1539, fecha en la que falleció.

II.- LAS ACTIVIDADES PRODUCTIVAS.

La economía en la España del Antiguo Régimen se apoyaba básicamente en la producción agropecuaria, representando este sector primario sobre el 80% del producto nacional. En nuestra villa, aparte las actividades agrícolas y ganaderas, también se desarrollaban otras ocupaciones, como las artesanales y preindustriales (sector secundario) o las mercaderías y arriería (sector terciario).

Independientemente de la ocupación y hacienda de cada individuo, el vecindario de Guadalcanal respondía a los tres estamentos sociales propios del Antiguo Régimen: nobiliario, religioso y pueblo llano. El primero de ellos estaba escasamente representado en nuestra villa, donde únicamente residían algunos nobles del escalafón más bajo (hidalgos y caballeros). Por lo contrario, la representación clerical era escandalosamente elevada, tal como tendremos la oportunidad de comprobar más adelante. La mayoría del vecindario pertenecía al pueblo llano o estamento general (pecheros), bien como jornaleros, acomodados por año  en el sector primario (de San Miguel a San Miguel) y secundario, o como artesanos, arrieros y  comerciantes. Como pecheros, ocupando posiciones distanciadas en cuanto al bienestar económico se refiere, diferenciamos a la clase más acomodada (la burguesía local, es decir, propietarios de tierras, ganado o molinos, administradores de la encomienda, del hospital de las Cinco Llagas o de los conventos, profesionales liberales y comerciantes al por mayor)  y la mas desfavorecida (viudas sin medios y pobres de solemnidad, que este nombre se aplicaba a aquellos vecinos enfermos o con escasa habilidad o tendencia al trabajo).

Nuevamente encontramos en el Catastro de Ensenada (1752) la mejor referencia para analizar este aspecto, concretamente en las respuestas particulares custodiadas en nuestro Archivo Municipal. En dichos documentos se contempla a la práctica totalidad del vecindario, bien formando parte del estamento eclesiástico, como propietarios de casas, tierras o ganados, como representantes de actividades mercantiles, artesanales y otros oficios gravados fiscalmente, o como jornaleros, viudas y pobres de solemnidad. Se completan estos datos con los recogidos en las respuestas generales a dicho Catastro, con los tomados del censo de Floridablanca (1787) y con las respuestas al Interrogatorio de la Real Audiencia de Extremadura (1791). Estas fuentes, más otras valiosísimas referencias localizadas en nuestros archivos locales (municipal, de protocolos notariales y parroquial), permiten aproximarnos a la realidad económica y social de Guadalcanal durante el Antiguo Régimen, estableciendo compartimientos de grupos sociales y productivos, e incluyendo la utilidad (renta) anual o diaria de cada vecino. Con estas noticias distribuimos al vecindario en los siguientes grupos:

  • Oficiales y sirvientes de la administración municipal, oficios y cargos ocupados mayoritariamente por la nobleza y burguesía local.
  • Clérigos, religiosos y sirvientes eclesiásticos.
  • Administradores y profesionales liberales, oficios generalmente en manos de forasteros.
  • Agricultores, ganaderos y jornaleros (sector primario).
  • Artesanos y empleados en las actividades mecánicas y preindustriales (sector secundario).
  • Por último, comerciantes y arrieros (sector terciario).

II.1.- Oficiales y sirvientes de la administración municipal.

El gobierno del concejo corría a cargo del cabildo municipal, que durante la mayor parte del Antiguo Régimen estuvo constituido por un alférez mayor, dos justicias o alcaldes ordinarios, un mayordomo y hasta 24 regidores perpetuos. Aparte existían ciertos “sirvientes concejiles”, que ayudaban en la administración y gobierno de la villa. La relación completa de oficiales incluidos en la nómina del concejo en 1752, incluyendo el salario que el cargo les reportaba en reales de vellón, se presenta en la tabla que sigue:

Un alférez mayor 000                                                                       
Dos alcaldes ordinarios                                                                                         300
Hasta veinticuatro regidores perpetuos                                                                100
Un alguacil mayor                                                                                              100
Dos alguaciles ordinarios600                                                                                       
Un mayordomo del concejo150
Tres escribanos                                                                                                  1.100
Un abogado                                                                                                          1.100
Un procurador                                                                                                        550
Un fiscal                                                                                                                  150
Tres médicos                                                                                                      1.300
Sacristán de la Iglesia Mayor                                                                                 350
Organista de la Iglesia Mayor350
Regidor del reloj                                                                                                    150
Peón público (cartero)                                                                                           150

En total, unos cuarenta vecinos incluidos en la nómina del concejo. Algunos de ellos sobrevivían exclusivamente del salario y gajes que les reportaba esta actividad municipal (alguaciles ordinarios y escribanos); el resto (regidores, mayordomos, abogados, procuradores, médicos, etc.) compartían las funciones concejiles con el libre ejercicio de sus profesiones, con la administración de patrimonios o con actividades agropecuarias, industriales  y mercantiles.

Aparte, el cabildo nombraba anualmente a ciertos oficiales por el sistema de subasta pública. Eran los casos de guardas y pastores del concejo (montaraces, boyeros, yegüeros, porqueros, etc.), sobreguardas para la vigilancia de las tierras de labor, viñas y olivares, abastecedores de artículos de primera necesidad (carnes, aceite, vino, bacalao, etc.) y fieles de pesos y medidas (almotacenes).

II.2.- Clérigos seculares, religiosos regulares y sus sirvientes.

El clero secular estaba ampliamente representado. Aparte los tres párrocos (unos 3.000 reales de utilidad anual para cada uno), pululaban por la villa un centenar de clérigos seculares que sobrevivían al amparo de las numerosas capellanías, memorias y obras pías existentes, las más importantes de ellas instituidas por los numerosos vecinos que emigraron a América. Con independencia de las actividades propias de su condición clerical, unos eran propietarios de tierras o ganados, otros se implicaban en tareas liberales o administrativas y un buen número estaban involucrados en las mercaderías; incluso, como estimaba el intendente del Interrogatorio de la Real Audiencia de Extremadura (Sr. Alfranca), algunos se empleaban en oficios bajos, como el contrabando.

El clero regular estaba representado por unos 40 religiosos acogidos en el monasterio de San Francisco y unas 70 religiosas distribuidas entre los conventos del Espíritu Santo, San José y la Concepción. Los franciscanos sobrevivían con estrecheces, al contrario de las religiosas, que disponían de un extraordinario patrimonio.

            Al amparo de parroquias y conventos sobrevivían o completaban sus ingresos anuales un buen número de vecinos:

  • Siete sacristanes, con utilidades entre 150 y 700 reales.
  • Siete acólitos, cada uno con 100 reales anuales.
  • Tres organistas, con una asignación aproximada de1.000 reales al año.
  • Tres administradores de conventos, con utilidades medias de 1.000 reales anuales.
  • Tres recaderos, con propina de 150 reales al año. 

            En total, unos 220 vecinos entre sacerdotes, clérigos, religiosos y religiosas, más 23 sirvientes directos, excesiva rémora para una población de sólo 4.400 habitantes a mediados del XVIII.

II.3.- Actividades liberales y administrativas.

Incluimos en este otro sector a médicos, boticarios, barberos-sangradores y maestros de primeras letras,  cuyas utilidades o salarios quedaban en función de la mayor o menor destreza en el desarrollo de sus profesiones. También consideramos a los representantes de ciertas instituciones con intereses en la villa, como administradores, arrendadores y cogedores de los tributos pertenecientes al Hospital y a la encomienda.

Los sueldos o utilidades anuales de este otro colectivo aparecen en la tabla que sigue, también expresados en reales de vellón:

 Dos boticarios                                                                                          2.200 y 3.000
 Dos mancebos                                                                                                        450
 Dos cirujanos                                                                                                300 y 400
 Nueve barberos sangradores                                                             entre 300 y 600
 Dos maestros de primeras letras                                                                           600
 Un preceptor de Gramática                                                                                 1.100
 El administrador de la Concepción                                                                      1.100
 Su homólogo en Sta. Clara                                                                                 300
 El del Espíritu Santo                                                                                                300
 Seis administradores de obras pías                                                   entre 100 y 550
 El escribano de Rentas Reales                                                                           4.400
 El administrador de la renta del tabaco                                                               3.300
 El administrador de la encomienda                                                                     3.300
 El cogedor del diezmo de la encomienda                                                           1.450
 El cogedor de los bastimentos                                                                               200
 El fiel del estanquillo                                                                                            1.100
 El administrador del Hospital de Sevilla                                                              1.100
 El cogedor de los diezmos del Hospital                                                                  800
 El arrendador del voto de Santiago                                                                       300
 El arrendador de la veintena                                                                                  400
 El arrendador de las minucias                                                                                200
 El obrero mayor de la provincia                                                                          2.941

En total hasta 39 vecinos. Algunos de ellos ejercían el oficio señalado como única fuente de ingresos, mientras que otros lo hacían a tiempo parcial. Las actividades de arrendadores, cogedores de diezmos y otros impuestos venían reguladas por las ordenanzas municipales (caps. 28 al 32), donde se señalaban las obligaciones de cada uno de ellos.

II.4.- El sector primario: las actividades agropecuarias.

A estas tareas se dedicaban unos 563 guadalcanalenses, con un salario medio de 3 reales diarios. Trabajo a jornal y salario también quedaba sometido a lo reglado en las ordenanzas (caps. 208 al 211), fundamentalmente en el sentido restrictivo que se aplicaba a la clase más desfavorecida.

            Como jornaleros especiales también hemos de considerar a aquellos otros vecinos que se empleaban por años (gañanes, mayorales, zagales, etc.). En el Catastro aparecen sus distintas especialidades y categorías, indicando además la utilidad anual que obtenían en concepto de salario y gajes; es decir, diferenciando la parte del sueldo abonada en dinero contante de la que percibían en especie (beneficio en la senara, vino, aceite, trigo, leche, carne, queso, etc). Las utilidades globales de estos 296 vecinos “acomodados por año”, expresadas en reales de vellón, eran las que se muestran en la tabla que sigue:

 Dieciséis aperadores                                                                                      1.200
 Ciento dieciséis mozos de labor                                                                             770
 Veinticinco mayorales de ganado lanar                                                                  700
 Treinta y dos manaderos y zagales                                                                        500
 Dieciséis mayorales de ganado cabrío                                                                   700
 Veinticinco zagales de cabras                                                                                500
 Ocho mayorales de ganado de cerda                                                                     700
 Nueve zagales del ganado de cerda                                                                      500
 Cuatro mayorales de yeguas                                                                                  700
 Cuatro mayorales de ganado vacuno                                                                    700
 Quince vaquerizos                                                                                                 500
 El vaquero del Concejo                                                                                          900

Dentro del mismo contexto y con utilidades semejantes,  también se incluían en este apartado a unos 50 medianos agricultores y ganaderos, a quienes se les calculaban unas rentas equivalentes a tres reales diarios.

II.4.1.- La agricultura.

            Como ya es conocido, el término estaba distribuido en tierras de labor, dehesas de hierbas, pastos y bellotas, plantíos de viñas, olivares, árboles frutales, huertas y tierras inútiles por su propia naturaleza. Por lo tanto, se recolectaba trigo, cebada, centeno, garbanzos, habas, lino, hierbas, pastos, bellotas, leña, vino, aceite, zumaque, ciertas frutas y hortalizas, forraje, cera y miel, así como abundante caza y algo de pescado.

            La labor tenía poco significado superficial y económico por lo quebrado del terreno, por las características edáficas y, especialmente, por los privilegios acumulados por mesteños y ganaderos en general, que impedían roturar las dehesas. De ello se quejaba el vecindario en las respuestas 35 y 41 al Interrogatorio:

“… por lo que respecta al grano y a las semillas, es escaso por falta de terrenos destinados a este fin de dominio particular (…), por lo que el vecindario necesita abastecerse con granos de fuera de la villa (…). Existe actitud de fomentarse, mediante los buenos deseos de los vecinos en sus respectivas clase de posibilidad, impidiéndolo el no tener suficientes tierras proporcionadas para dicha labor, por lo que sería ventajoso para este fomento el que hallándose diferentes pedazos en los vastos terrenos baldíos proporcionados para sementera, les permitan a los labradores el cultivo de estos, desbrozando y guiando el monte pardo…”

            El Sr. Alfranca (intendente en el Interrogatorio de la Real Audiencia de Extremadura en 1791) recogía esta inquietud, constatando la existencia de numerosos terrenos incultos, pero aptos para la agricultura y plantación de encinas, olivos o zumaque. Situaba estos predios en los parajes conocidos como Calera, Hamapega, Jayona y Sierra del Viento, sacrificados a la esterilidad a pesar de su aptitud productiva. Alababa la iniciativa tomada en el Consejo de las Órdenes al determinar el reparto de algunos baldíos entre el vecindario, y felicitaba a los nuevos colonos por el desmonte y cultivo de plantíos de olivos puestos en algunas zonas de la Sierra de la Jayona. Continuaban las sugerencias del Sr. Alfranca, manifestando:

            “Nada felicitaría tanto este pueblo como el cultivo de la encina y, sin embargo, parece que un espíritu destructor le ha declarado la más exterminadora guerra. Triste prueba de esta verdad la ofrece la dehesa llanada de la Mina, formada en pocos años y en poquísimos días aniquilada”.

            Con independencia de estas observaciones, las tierras dedicadas a la labor, atendiendo a su mayor o menor productividad, se consideraban de categoría especial (huertas) y de primera, segunda o tercera calidad. Las huertas se cultivaban todos los años, así como 123 fanegas de cercado pertenecientes a propietarios particulares. El resto de las tierras de labor descansaban dos años y se sembraban al tercero; es decir, mayoritariamente existían los llamados cultivos alternos por el sistema de hojas y giros, quedando las tierras un año de rastrojera y posío, otro de barbecho y sembradas al siguiente.

            Para evaluar la calidad de la tierra se utilizaba como referencia las fanegas de trigo que producían, promediando unos años con otros. Así, las de primera dejaban 7 fanegas limpias, 5 las de segunda y 3 las de tercera. Completan estos datos indicando que donde se sembraba una fanega de trigo, que era la unidad de superficie más utilizada en la zona, tenía cabida 1,5 fanegas de cebada en sembradura, 0,75 de centeno, 0,25 de garbanzos ó 1 fanega de habas.

            Las técnicas de cultivo eran muy elementales. La tierra se roturaba por hojas con arados romanos y yuntas de bueyes, mulas o jumentos. Tras la siembra, a partir de febrero se efectuaba la escarda con rastrillos y sachos, para, finalmente, segar y sacar las mieses a las eras del ejido. Los barbechos para la siembra del año siguiente se hacían en otoño, una vez terminada la sementera; después se daba una segunda mano en primavera, tras la escarda o limpia de las hojas sembradas.

            Los plantíos podían estar en marco ordenado o desordenado, y, dependiendo de su espesura, se dedicaban de forma exclusiva al arbolado o también se utilizaban como tierras de labor. En el mejor de los casos, cada fanega de tierra admitía 36 pies de olivo, 2.000 cepas u otros tantos plantones de zumaque. Atendiendo al beneficio, también los olivares se consideraban de primera, segunda o tercera calidad, produciendo unos años con otros 15 arrobas de aceite (aproximadamente 5 reales por pie), 11 arrobas (3 reales por pie) y 6 arrobas (2 reales por árbol) respectivamente. Esta misma clasificación se aplicaba a los viñedos (calculaban 18, 15 ó 12 arrobas por fanega y año, según las calidades consideradas) y a los zumacales (con producciones de 18, 15 ó 12 arrobas por fanega y año, según las referidas calidades).

            Tierras de labor, plantíos y huertas estaban defendidos por numerosos artículos de las ordenanzas, especialmente frente a la invasión de ganados. Ya en los capítulos 25 y 26 se indicaban las características que debían reunir los apriscos, ordenando que fueran seguros. Asimismo, se mandaba que aquellos cultivos linderos con los ejidos, o en otras zonas susceptibles de ser invadidas por los ganados, debían estar cercadas adecuadamente (cap. 257). En defensa de los cultivos de cereales se incluyeron los capítulos 194 al 198, señalando en cada caso las penas correspondientes. Especial protección tenían las viñas, marcando los lugares del término donde podían cultivarse (caps. 98 y 99), las penas por robos de uva y sarmientos (caps. 254 y 256), y otras consideraciones para favorecer y defender su cultivo (caps. 278 al 294).

            El aspecto más relevante en este análisis, que da sentido a las utilidades y sueldos contemplados, lo encontramos en la respuesta 14 al Catastro, donde dan noticias sobre los precios de los alimentos básicos, principal preocupación de la vecindad. Así, la fanega de trigo (unos 41 Kgrs., dependiendo del granado anual) se pagaba a 15 reales, la de cebada (aproximadamente 36 Kgrs.) a 8 reales, la de centeno y habas a 12, la de garbanzos a 24, la arroba de vino a 3 reales y la de aceite a 15, el borrego de un año a 12 y a 10 el chivo de la misma edad. Naturalmente, estos precios fluctuaban en función de la oferta y la demanda.

            Otro dato importante, tanto para integrar los salarios como el valor de los frutos agrícolas, es el relativo a la producción global, del que no dejaron referencias en ninguna de las respuestas al Catastro. Subsanamos esta ausencia analizando los libros de contabilidad del Hospital de la Sangre entre 1729 y 1738, cuyas cifras extrapoladas se resumen en la tabla que sigue:

AñosTrigoCebadaVino
1.7296.8649.55225.920
1.7306.6728.30418.504
1.7315.6408.44812.672
1.7325.9046.76814.112
1.7335.1605.14010.260
1.7342.6401.72820.016
1.7356.7447.10412.600
1.7366.64810.00821.816
1.7371.7281.5844.248
1.7383.9363.76822.212

II.4.2.- La ganadería.

            La mayor parte del término estaba reservado para la ganadería, el principal sector productivo de la villa si nos atenemos al número de cabezas de ganado que mantenía. Según el Censo Ganadero de la Corona de Castilla en 1754, el número de cabezas de ganados, repartido entre eclesiásticos y seglares, respondía a las siguientes cifras:

EspeciesTotalesEclesiásticosSeglares
Bovino1.090102988
Caballar 883949
Mular2380238
Asnal67227645
Ovino 9.5141.3418.173
Caprino10.3801.6438.737
Porcino1.3681301.238
Colmenares897500397

            En el Interrogatorio, en su respuesta 55, encontramos otros datos: 18.000 cabezas de ganado lanar, 6.000 cabras, unas 1.000 reses vacunas, 600 cerdos y 150 yeguas.

            En la repuesta 18 al Catastro se recogen los valores y rentas de estas especies ganaderas:

  • Cada 7 ovejas finas (merina o del país) producían una arroba de lana, a 42 reales. Igualmente entre las 7 proporcionaban 3 crías al año, cuya venta reportaba 8 reales a los 6 meses ó 12 reales al año.
  • Cada 9 ovejas bastas (churras) proporcionaban una arroba de lana, a 24 reales, y 3 crías, cuya venta proporcionaba 6 reales a los 6 meses ó 10 al año.
  • Cada cabra rentaba anualmente 3 reales en leche y media cría, cuyo valor se estipulaba en 10, 15 ó 22 reales, según fuesen vendidas a los 6, 12 ó 24 meses, respectivamente.
  • Una puerca criaba 4 lechones al año, que en venta valían 15, 30, 60 ó 75 reales cada uno, dependiendo de la edad (6, 12, 24 ó 36 meses, respectivamente). Un cochino gordo (con más de 8 arrobas) rentaba por encima de 120 reales.
  • Una vaca proporcionaba una cría cada dos años, que alcanzaba el valor de 90 reales al año, 150 a los dos años y 250 a los tres.
  • Las yeguas parían también cada dos años, valiendo sus crías 100, 200 ó 300 reales, según se vendiesen al año, a los dos o a los tres.

            El ganado lanar generalmente estaba en manos de ganaderos mesteños, estimándose que sólo diez o doce vecinos disponían de una cabaña significativa. No ocurría así con cabras y  puercos, cuya propiedad estaba relativamente repartida entre el vecindario. El ganado vacuno pertenecía mayoritariamente a ganaderos y  agricultores locales, cuya granjería les permitía renovar sus yuntas de bueyes, así como vender los excedentes. También estaba en manos de estos últimos el ganado yeguar y asnal, de especial incidencia en la villa pues, aparte la utilidad en las faenas agrícolas, servían de base para sostener un sector tan importante como la arriería, actividad en la que se empleaban 66 bestias mayores y  unas 225 menores.

II.4.3.- Otras actividades complementarias.

            Junto a las anteriores, estaban presentes otras ocupaciones de menor incidencia económica, como la pesca, caza, cultivo del lino y apicultura. La pesca representaba la actividad menos productiva de las consideradas, limitándose a pequeñas capturas en los arroyos del término. El cultivo del lino, antaño tan frecuente, en el siglo XVIII ya estaba en franco retroceso.

            La caza, por las peculiaridades del terreno, era muy abundante. Pese a estar regulada por las ordenanzas municipales y por otras disposiciones de ámbito general, en Guadalcanal no se respetaban las vedas, pues el cabildo y los vecinos estimaban que alimañas y otras especies cinegéticas causaban perjuicios en cultivos y granjerías. Es más, como era costumbre en la zona, se premiaba a aquellos vecinos que demostrasen haber dado muerte a determinadas alimañas: 44 reales por un lobo macho, 88 si era hembra, 22 por cada lobezno, 10 por zorros adultos y 4 por cada una de sus crías.

            La apicultura, también venida a menos a finales del XVIII, había alcanzado un extraordinario desarrollo en tiempos anteriores. En 1752 existían 772 enjambres, pertenecientes a unos 40 propietarios distintos, siendo clérigos la mayor parte de ellos.

II. 5.- Sector secundario: la artesanía y las actividades mecánicas y preindustriales.

            Se incluye en este apartado al sector auxiliar de las tareas agropecuarias (herreros, herradores, albañiles, etc.), al de la transformación o manufacturación de productos agrícolas o ganaderos y al sector puramente artesanal. De acuerdo con la respuesta 33 al Catastro, los 144 vecinos que ejercían estas profesiones -indicando la utilidad diaria que les reportaba su actividad, expresadas en reales de vellón- estaban distribuidos así:

 Dos pintores y doradores                                                                                             6
 Un escultor                                                                                                                    6
 Cinco herreros                                                                                                              4
 Dos cerrajeros                                                                                                               4
 Un oficial de cerrajero                                                                                                   2
 Seis maestros herradores                                                                                            5
 Dos caldereros                                                                                                             5
 Veintidós maestros sastres                                                                                          4
 Treinta  y seis zapateros                                                                                              4
 Seis oficiales zapateros                                                                                                3
 Cuatro curtidores                                                                                                          5
 Treinta y un tejedores                                                                                                    4
 Un cardador                                                                                                                  3
 Once alarifes                                                                                                                 4
 Tres odreros                                                                                                                 5
 Once carpinteros                                                                                                           5

            Especial incidencia en la villa tenían los zapateros, que competían dignamente con los artesanos de Llerena por hacerse con el mercado de la zona. Dada la importancia económica de esta actividad, en las ordenanzas aparecen numerosos capítulos que regulaban la producción y calidad del calzado. Otro sector de extraordinaria importancia eran los curtidores, pues con sus artes surtían de cueros a los zapateros. Fabricaban diversas modalidades de curtidos (suelas, cordobán, baqueta y badana), surtiéndose de pieles de la propia villa y otras adquiridas en Cazalla, Alanís y pueblos de la comarca santiaguista.

La fabricación de tejidos y lienzos se llevaba a cabo en viviendas particulares, sin que existiese ninguna fábrica al respecto. Se confeccionaban lienzos lisos y labrados, tanto para mantelerías finas como para otras más burdas y resistentes. También existían telares de hilaturas del lino, ocupación a la que preferentemente se dedicaban las mujeres.

            Consideramos también en este apartado a las actividades preindustriales o de transformación primarias. Son los casos de tahonas, hornos de tejas y ladrillos, así como molinos de harina, aceite y zumaque. La propiedad de estas industrias, sobre todo las más rentables, estaban en manos de los vecinos con mayor influencia, que se valían de empleados para su desarrollo. Así, existían 15 molinos harineros, mayoritariamente situados en el Arroyo de los Molinos, aunque otros se ubicaban en el del Moro o en el del Donadío. Los vecinos, que mayoritariamente se fabricaban su propio pan, acudían a uno u otro molino cuando lo necesitaban, cobrando el molinero la maquila correspondiente, que no era más que un tanto por ciento de la harina molida.

Generalmente dentro de la villa, o en sus arrabales, se localizaban 19 molinos de zumaque, donde se extraían los taninos tan útiles en la preparación de cueros. El beneficio que proporcionaba a sus propietarios era escaso, oscilando entre 50 y 100 reales al año.

Menor entidad tenían el resto de estas actividades preindustriales, reducidas a cuatro molinos o lagares de aceite (con utilidades anuales en torno a 450 reales), otros dos de cera (200 reales), seis hornos de tejas y ladrillos (50 reales) y un horno de ollas (otros 50 reales).

II.6.- Sector terciario: el comercio y la arriería.

Aparte los abastos oficiales (carnes, aceite, vino y aguardientes, bacalao, etc), ya considerados en artículos precedentes, existían otros comerciantes que surtían al vecindario de los artículos no monopolizados. Entre ellos destacaban dos grandes mercaderes interesados en la importación masiva de productos deficitarios, así como en la exportación de los excedentes locales; sus beneficios rondaban los 6.000 reales anuales. A menor escala, pero con la misma ocupación, otros 6 más, con utilidades que oscilaban entre 800 y 1.500 reales.

El comercio interior quedaba a cargo de 12 tenderos de seda, lana, lienzos y especias, 5 merceros y 15 recatones. Los dos primeros grupos con puntos de venta fijos y estos otros también deambulando por la villa, intercambiando o vendiendo sus mercancías. Todos quedaban sometidos a la fiscalización de regidores y almotacenes, quienes debían garantizar la calidad, precio y medida ajustada de estos productos, circunstancia regulada por numerosos capítulos de las ordenanzas, especialmente orientados para controlar las trajinerías de los recatones, seguramente por su mala fama entre el vecindario (caps. 235 al 239).

Gran importancia tenía en la localidad el transporte, en cuyo desarrollo se empleaban 50 vecinos. La mayor parte, unos 45, eran autónomos, siendo sólo 5 quienes la ejercían mediante sirvientes. El desarrollo e importancia económica de la arriería en Guadalcanal es evidente; ahí están los datos del Catastro para atestiguarlo. Sin embargo, desconocemos con exactitud los productos que transportaban y la organización y redes de distribución que tenían establecidos. Hemos de suponer que trajinaban con todo lo habitual en aquellas fechas, llevando de una zona a otra los productos excedentarios o deficitarios, respectiva y recíprocamente, para ir cargados a la ida y en la vuelta. Para ello debían estar organizados en una especie de gremio que garantizara solvencia, fiabilidad y rapidez, ganándose así la confianza de sus clientes. Esta organización pasaría por el establecimiento de rutas fijas y rápidas, así como enlaces o intermediarios en origen y destino, que asegurasen la carga en ambos sentidos.

Fundamentalmente trajinaban con los productos excedentarios en la zona, como los paños de Berlanga, las pieles y zapatos de Llerena y Guadalcanal, aparte de lanas, quesos, vino, cera, miel, chacinas, etc., que distribuirían por la Mancha, Sevilla y las costas de Huelva. De vuelta venían cargados con cereales, aceite, tabaco, especias, sal, frutas, pescados, etc. para toda la comarca y pueblos de sus rutas.

            No sería oportuno abandonar este capítulo sin hacer mención a la famosa Feria de Guaditoca.  Muñoz Torrado yPorras Ibáñez ya nos han adelantado buena parte de la investigación en sus estudios sobre Ntra. Sra. de Guaditoca, a los cuales remito.

II.7. La minería.

            La importancia de las minas de Guadalcanal fue extraordinaria, si bien desde mediados del XVII su significado económico era prácticamente nulo. Prueba de ello son los numerosos memoriales que han quedado registrados en el Archivo General de Simancas, que nos dan noticias sobre las mercedes reales de concesiones mineras, sus registros y explotaciones, financiaciones, nóminas, contabilidad, producciones, suministros, correspondencia y otros datos técnicos y administrativos.

            En las conclusiones del VI Congreso Internacional de Minas aparecen 885 fichas con referencias a distintas secciones y legajos de este último Archivo, en las que se recopilan la mayor parte de los datos que sobre la minería española se localiza en el mismo. Pues bien, al menos 200 de ellas se refieren total o parcialmente a nuestras minas, constatándose la importancia que debieron tener en su tiempo. La más antigua de estas citas ya corresponde a 1498, aunque el grueso de la información se centra entre mediados del XVI (1551) y  la primera mitad del XVII.

            Los pozos se concentraban en el llamado Cerro Rico de la Mina y en el Molinillo, existiendo otras explotaciones en el Rinconcillo, Peñaflory laTorrecilla. Fundamentalmente se extraía plata de buena calidad, aunque en 1605 también se dio licencia para explotar una mina de oro y plata en el sitio del Saucejo. Aparte, se explotaba cobre (Peñaflor y Rinconcillo), estaño (La Torrecilla) y carbón (Charco de la Sal).

            Las minas de plata permanecieron abiertas hasta principios del XVIII, aunque ya en franca recesión desde la primera mitad del XVII. A partir de 1725 se le dio un nuevo impuso, pero los resultados negativos nuevamente determinaron su cierre para antes de 1750. 

            Este aspecto de nuestra historia es interesante, mereciendo más dedicación de la que aquí se le da. No obstante se estima que tuvo escasa repercusión en nuestra villa. Para ello nos basamos en dos circunstancias: la escasa mano de obra que absorbió de Guadalcanal y la jurisdicción especial que regía en las minas y su poblado. En efecto, en muchas de las 200 fichas referidas se menciona las incorporaciones de esclavos a las minas. Por otra parte, el monopolio de las explotaciones mineras correspondía a la Corona, imponiéndose en la zona de minas una jurisdicción especial, con los funcionarios reales correspondientes y con independencia de las peculiaridades que imperaban en la villa. Así se refleja en la visita de los santiaguistas en 1575, cuando, a requerimiento de los visitadores, se personó el administrador de las minas, indicándoles que allí poco tenían que visitar, pues la jurisdicción en la explotación minera, el poblado que se construyó para tal efecto y su iglesia no correspondía a la Orden de Santiago.

III.- LA CARGA FISCAL.

            Los impuestos y tributos que afectaban al vecindario eran elevados y extraordinariamente complejos por su diversificación, por el sistema recaudatorio utilizado y por las personas e instituciones interesadas en el cobro. Estas circunstancias no eran exclusivas de Guadalcanal, sino que estaban generalizadas en los pueblos del señorío santiaguista y en Reino de Castilla en general, aunque en nuestro caso se singularizaba por los particulares intereses del hospital sevillano.

Dentro de la carga fiscal consideramos las rentas y derechos señoriales, que pertenecía a la Orden (a partir de 1540, también al Hospital), y los impuestos y servicios reales, que correspondían a la Corona. A su vez, dentro de ambas modalidades impositivas se consideraban varias partidas, distribuidas en distintos conceptos y entre diversos perceptores y tesorerías.

III.1.- Derechos y rentas señoriales.

            Para ordenar y cuantificar la presión fiscal derivada del vínculo vasallístico, seguimos la opinión de Salvador Moxó, quien considera tres grupos básicos de tributos y derechos señoriales: los de carácter solariego, los jurisdiccionales y los de origen eclesiástico.

            El señorío solariego implicaba la propiedad de la tierra. Como ya se adelantó en otro trabajo, la mayor parte de la tierra pertenecía casi en exclusividad a la Orden, si bien en tiempos medievales fue cediendo el dominio útil a los concejos, reservándose sólo las dehesas de encomiendas y las asignadas a la Mesa Maestral que, por otra parte, en Guadalcanal carecían de entidad.

            Los derechos jurisdiccionales habilitaban a la institución para nombrar oficiales concejiles, administrar justicia entre sus vasallos, grabar el tránsito de mercancías y ganados, así como cobrar la martiniega, el pedido de maestre y otros tributos de escaso significado económico.

           La carga más gravosa era la de origen eclesiástico, o diezmos, que representaba la décima parte de todo lo que se producía en el ámbito del señorío. Este tributo fue asignado inicialmente al clero santiaguista pero, muy pronto y de forma progresiva, se redistribuyó para beneficiar mayoritariamente a la Mesa Maestral y encomiendas, en detrimento de sus perceptores iniciales. El concepto primitivo de diezmo se diversificó en función de la mayor o menor cuantía de las rentas que proporcionaba en cada pueblo, de la actividad económica afectada y del perceptor. Ya desde finales del medievo se consideraban:

  • Diezmos de pan (trigo, cebada y centeno).
  • Diezmos del ganado y derivados (borregos, queso, lana, lechones, chivos, pollos, miel, cera, etc.).
  • Diezmos menores o minucias (aceite, vino, zumaque, lino, barro, etc.), que así se denominaba al diezmo de aquellos artículos que por su escasa producción e incidencia en las rentas señoriales representaban poca cantidad.
  • Las primicias, que constituían otra modalidad impositiva que afectaba exclusivamente a la primera parte de la producción, concretamente a una fanega (cereales) o arroba (de vino, miel o aceite) sólo sobre las doce primeras recolectadas.

            Las primeras noticias que tenemos sobre el significado impositivo de estos tributos de vasallaje en Guadalcanal corresponden a 1536, de acuerdo con las pesquisas de Juan de Toro, comisario real para averiguar el valor de la parte de las rentas señoriales que Carlos I enajenó de la Orden para venderlas al Hospital de las Cinco Llagas. Dicho funcionario se personó en Llerena, donde requirió de los administradores de la Mesa Maestral los datos relativos a las rentas de la Mesa Maestral en Guadalcanal, las cuales, de acuerdo con el contenido de las Bulas papales que autorizaban a Carlos I a enajenar estos bienes, debían calcularse en función de la media entre 1535 y 1539. Asimismo, el comisario requirió los datos correspondientes al administrador de la encomienda de Guadalcanal, que no era otro que un sirviente de don Fadrique Enríquez, pues este primer marqués de Tarifa había sido comendador de Guadalcanal entre 1493 y 1539. Uno de los pasajes de la Carta de Venta nos da cuenta del importe de las rentas enajenadas:

            Y para lo efectuar, mandamos a Luis de Toro, nuestro corregidor en la ciudad de Antequera, de lo que repararon las dichas rentas  los cinco años pasados de mil quinientos y treinta y cinco y quinientos y treinta y seis y quinientos y treinta y siete y quinientos y treinta y ocho y quinientos y treinta y nueve; y tasase las casas y edificios que la dicha Mesa Maestral tenía en la dicha villa. La cual dichas averiguaciones se hizo y se trajo y presentó ante los de el nuestro Consejo de Hacienda; y por ella pareció  que todas las dichas rentas de escribanía pública de la dicha villa, y mitad del diezmo de pan y de vino, y la renta del jabón y el pedido del maestre, y los censos y las casas, lagares y viga de pisar uva con sus aparejos, y las casas de los bastimentos del pan y del vino con sus tinajas, rentaron y valieron los dichos cinco años pasados tres cuentos y doscientos noventa y ocho mil trescientos cincuenta y un maravedíes y medio, (3.298.351,5 mrs) de que se tomó por precio y valor de renta un año la quinta parte, que montan seiscientos cincuenta y nueve mil seiscientos setenta maravedíes (659.670), los cuales contados al dicho precio de cincuenta mil maravedíes (por) cada millar (de renta) montan treinta y dos cuentos y novecientos ochenta y tres mil quinientos maravedíes (32.983.500), los cuales los dichos priores ejecutores testamentarios del dicho marqués de Tarifa, difunto, dieron y pagaron a Alonso de Baeza, nuestro tesorero, para ayuda a cumplir los dichos gastos y necesidades de que suso se hace mención.

            Más minuciosa es la información que los visitadores de 1575 dejaron recogida en sus libros. La encomienda estaba entonces en manos de don Diego Hurtado de Mendoza, quien tenía la oportuna licencia para ausentarse de la villa sin tener que residir en la misma los cuatro meses preceptivos. En su lugar había dejado un administrador con poderes para arrendar en subasta pública los beneficios de las distintas parcelas impositivas, presentando la siguiente liquidación en maravedís:


 Portazgo y veintena                                                                                            
82.150
 Diezmo de pollos y molinos                                                                                20.910
 Diezmo de huertas                                                                                               8.000
 Diezmo de hornos (teja y ladrillos)                                                                     27.750
 Diezmo de cochinos                                                                                          41.075
 Diezmo de becerros                                                                                          42.100
 Diezmo de cabritos                                                                                            35.804
 Diezmo del queso                                                                                              12.823
 Diezmo de borregos                                                                                         149.773
 Diezmo de la lana                                                                                              72.428
 Diezmo de cera y miel                                                                                        15.420
 Derechos de martiniega                                                                                      6.000
 Renta del baldío y cercado                                                                                 10.250
Renta de la dehesa del Palacio                                                                       146.000
Juro en Fuente del Maestre                                                                               105.000
Juro en el reino de Granada                                                                               43.280
Total                                                                                                                    818.763

            También correspondía a la encomienda la mitad de los diezmos de cereales, vino y zumaque, representadas en 1574 por 1.140 fanegas de trigo, 800 de cebada, 5.500 arrobas de vino y 2.600 de zumaque.

            Tenemos otros datos más tardíos (1638 a 1642) sobre el significado económico de estos tributos. Se toman las cifras del pleito que los párrocos sostuvieron con los comendadores (el de Guadalcanal y el de los Bastimentos) y los administradores del Hospital. Según las testificaciones consensuadas por las partes, el valor y distribución de las rentas de la encomienda en 1638, expresadas en maravedís y en los distintos ramos en que solía arrendarse, dichas rentas eran las que siguen:

Veintena y portazgo                                                                                             22.780
Huertas                                                                                                               32.300
Becerros                                                                                                              42.500
Molinos y pollos                                                                                                 30.124
Molinos del Sotillo                                                                                                    400
Cochinos                                                                                                              3.638
Borregos, chivos, queso y lana                                                                        204.000
Cera y miel                                                                                                           8.500
Cal                                                                                                                         5.440
Hornos                                                                                                                  3.400
Lino                                                                                                                      28.356
Renta del baldío de la Orden                                                                             19.500
Renta de la viña de la Orden                                                                              53.448
Renta de la dehesa del Palacio                                                                         47.600
Un censo en Guadalcanal                                                                                       466
Alcabalas de Fuentes del Maestre                                                                   105.000
Juro en alcabalas de Granada                                                                           43.280
Total                                                                                                                    650.732

            A las cantidades anteriores hay que sumar lo cobrado en especie, es decir,  los diezmos de cereales, vino y zumaque, correspondiéndole sólo al comendador 264 fanegas de trigo, 211 de cebada, 400 arrobas de vino, más 12.362 mrs. producto de la venta del zumaque.

            Como se aprecia, los beneficios de la encomienda oscilaban en función de la bonanza de los años y del remate de la subasta a la que se sometían los distintos ramos arrendables, ramos que se ajustaban a lo contemplado en la tabla anterior. En el cuadro que sigue se muestran comparativamente estas cifras en los años 1575, 1638 a 1642 y 1750:

AñosMaravedísFgas. TrigoFgas. Cebada
1575918.4021.140800
1638647.332264211
1639631.364400300
1640634.038392413
1641633.658150170
1642815.142213224
1750638.350325325

            En la tabla anterior sólo se muestran algunas de las rentas de la encomienda (trigo, cebada y vino). A las citadas hay que sumar otras partidas importantes que, como las ya reflejadas, naturalmente se cargaba sobre el trabajo y hacienda de los guadalcanalenses:

  • La mitad del diezmo del vino y del zumaque, que también correspondía al comendador (1.100 arrobas de vino en 1574 y 400 en 1638).
  • Otra mitad de los diezmos de cereales, vino y zumaque, que correspondían al Hospital de las Cinco Llagas.
  • La renta del monopolio del jabón, el pedido de maestre y los derechos de escribanía, que también pertenecían a dicho Hospital.
  • La décima parte del total de los diezmos, que se repartían entre las tres parroquias de la villa.
  • Otra décima parte que correspondía al convento de San Marcos de León, sede oficial del prior de la provincia.
  • Las primicias, que pertenecían al comendador de los bastimentos de la provincia y que podría representar un incremento de un 5% sobre lo hasta ahora considerado.
  • Finalmente, el voto de Santiago, un impuesto que se pagaba al cabildo catedralicio de Santiago de Compostela, que representaba un cuarto de fanega de trigo por cada yunta que existía en la villa.

            La recaudación de cada uno de estos tributos, siempre polémica, correspondía a las instituciones beneficiadas, quienes inicialmente gestionaban su cobro directamente; más adelante delegaron estas funciones en administradores, arrendadores  y cogedores. El diezmo de cereales se cobraba a pie de era y siempre estaba candente la cuestión de si había que deducir o no los gastos de producción y si entraban o no las granzas y suelos de era. En todo caso, su recaudación estaba favorecia por la posibilidad de fraccionar las medidas, circunstancia que se complicaba extraordinariamente cuando se aplicaba a los ganados.

III.2.-Impuestos o servicios reales.

            Correspondían a la Corona, con independencia de los derechos señoriales  ya reseñados. Tomás Pérez ha analizado este aspecto en el partido de Llerena durante el XVII, organizando su compleja diversidad en cinco modalidades impositivas:

  • Impuestos derivados de la producción y de las transacciones de bienes; es decir,  alcabalas y  cientos.
  • Los estancos, o monopolios exclusivos de la Corona en la producción y comercialización (extracción, distribución o administración) de algunos productos de consumo (nieve, sal y tabaco), además de la exclusiva en las explotaciones mineras.
  • Servicios aprobados en Cortes, o asistencias financieras -obligatorias o voluntarias, según los casos- que los vasallos debían prestar a la Corona para sufragar gastos imprevistos. Desde finales del XVI se habían transformado en cantidades fijas anuales, e incluían los servicios ordinarios, extraordinarios y el de millones.
  • Otros ingresos no menos gravosos aplicados circunstancialmente, como repartimientos de juros y gastos militares, donativos a la Corona, el consumo de oficios concejiles, la compra de villazgos, etc.
  • Contribuciones eclesiásticas, o aportaciones de la Iglesia y clérigos a la Real Hacienda (bulas de cruzada, subsidio eclesiástico y el excusado).

            Los ingresos reales por alcabalas habían quedado estancados desde finales del XVI, por lo que a partir de 1626 se incrementaron en forma del primer ciento (un 1% de incremento sobre el valor de las alcabalas), alcanzando hasta el 4% en sucesivas oleadas impositivas; por ello, a este incremento se le conocía por el nombre de cientos. Su recaudación resultaba compleja y susceptible de manipulaciones y abusos: por una parte la cantidad asignada al partido de Llerena era distribuida por el gobernador de la ciudad entre los concejos de su jurisdicción fiscal. Después, en cada concejo el cabildo nombraba una comisión para redistribuirlos entre el vecindario, según distintos ramos impositivos (mercaderías y venta de tierras, ganados, cereales, productos artesanales, etc.) y en función de la hacienda y beneficios de cada vecino. En Guadalcanal, parte de esta cantidad se asumía con los excedentes de los arrendamientos de los propios concejiles y de los arbitrios (subasta del monopolio de la venta de artículos de primera necesidad: carnes, aceite, vino, etc.), repartiendo el resto entre el vecindario.

            Los servicios ordinarios y extraordinarios eran otra de las modalidades impositivas, en este caso votada puntualmente por las Cortes a requerimiento de la Corona. Tuvo su origen en la Edad Media, época en la que se aplicaba con carácter coyuntural para afrontar gastos imprevistos. Durante el reinado de Felipe II perdieron el carácter esporádico, pasando a representar una cuota anual fija dentro de cada partido fiscal en donde, a su vez, se distribuía aplicando cantidades concretas a los distintos pueblos. Esta distribución también resultaba polémica, pues generaba agravio comparativo entre los pueblos del partido de Llerena y, dentro de cada pueblo, entre el vecindario, en lo cual mucho tenía que ver los oficiales de turno y la comisión que se nombraba para el reparto de la carga fiscal (Junta de Hacimiento).

            El servicio de millones era un tributo indirecto votado en Cortes que se aplicaba al consumo de determinados artículos (vino, vinagre, aguardiente, carne, etc.) en forma de sisa o recargo de precio. En Guadalcanal, cada uno de estos suministros constituían los denominados abastos monopolizados y su distribución se arrendaba al mejor postor, empleando estas rentas para rebajar el conjunto de la carga fiscal asignada al concejo.

            La distribución tributaria entre los vecinos se prestaba a encendidas polémicas. Los impuestos directos (derivados de la posesión de bienes urbanos, rústicos o pecuarios, o del desarrollo de determinadas actividades comerciales, artesanales, mecánicas, administrativas, etc.) podían ser objeto de distribución arbitraria, al confeccionar el Libro de Amillaramiento o el Libro de Industria, pues en función de sus datos se efectuaba el reparto de tributos. Efectivamente, los datos fiscales que aparecen en estos libros de registro hay que considerarlos teniendo en cuenta que podían ser falseados, con la intención de colaborar con la menor cantidad posible en el reparto local de la carga fiscal. El fraude consistía en ocultaciones de bienes o declaraciones parciales, circunstancias que, como se dijo, generalmente favorecían a los vecinos más influyentes; similares injusticias podían presentarse en la inscripción de los beneficios comerciales, artesanales e industriales. Esta situación cambió algo a partir de 1760, tras un Real Decreto que pretendía regular la administración de los propios y otras disposiciones para la confección de los amillaramientos. Para el seguimiento de estas disposiciones, dicho Real decreto contemplaba la aparición de dos nuevos oficiales concejiles (síndicos personero y del común, elegidos democráticamente por el vecindario), con voz pero sin voto en las deliberaciones del cabildo.

            La recaudación de los tributos reales correspondía al concejo, cuyos oficiales quedaban obligados a practicar su liquidación cada cuatro meses en Llerena, ante el gobernador y su escribano, quien extendía el recibo correspondiente.

            En nuestro Archivo Municipal encontramos referencias aisladas sobre su cuantía, que además se presentan utilizando distintos criterios de agrupación, circunstancias que impiden analizar estadísticamente su evolución. Entre estas noticias se ha seleccionado la carga impositiva de 1644, que ascendió a 3.435.172 mrs (202.069 reales), según se desglosa en la tabla que sigue:

Primer 1%                                     336.000
Segundo 1%336.000
Sisas nuevas220.992
Dietas regidores comisionados13.600
Dieta del regidor del lino1.500
Comisión del receptor200.000
Comisión del escribano1.500
Alcabalas de aceite, pescado y carne35.200
Comisión del fiel de la renta del trigo8.500
Comisión del fiel de la fruta y uva54.400
Otros gastos54.080
Propina ayudantes de repartidores3.400
Encabezamiento2.170.000
Total3.435.172

            Dicha carga se afrontó con 989.419 mrs. de los impuestos que ya habían sido recaudados por el concejo (tabla que sigue), aplicando la diferencia (2.445.753) al vecindario en función de las propiedades urbanas, rústicas y pecuarias que poseían, así como de las actividades liberales, artesanales y preindustriales que desarrollaban.

Sisa del aceite y del pescado173.400
Alcabalas de la carne197.200
Alcabalas de forasteros17.000
Hierros y herrajes63.800
Paños y tiendas11.770
Censos y heredades71.433
Zapaterías13.600
Curtidurías170.000
Barro y ladrillos2.000
Estanco del vino68.000
Zumaque68.000
Hiervas133.216
Total989.419

            En definitiva, el 70% de los impuestos y servicios reales se pagaba parietariamente entre los distintos vecinos de Guadalcanal, con independencia de la hacienda personal, repartiendo únicamente el 30% de la carga fiscal en función de la renta.

            Con menos detalles se muestra otra referencia de los años 1656 al 1658:

Años Modalidad165616571658
Alcabalas158.06388.256154.723
Primer 1%32.384032.384
Segundo 1%32.38432.3840
Tercer 1%0103.1230
Servicios0031.559
Sisa125.053193.305622.162

            En 1751, para concluir con este aspecto, la asignación tributaria de Guadalcanal en favor de la Hacienda real ascendió a 1.732.572 mrs. (unos 60.000 reales, de los cuales 48.000 correspondían a alcabalas, cientos y millones, y 3.000 a los servicios ordinarios y extraordinarios). Para afrontar dicha carga, el concejo ya había recaudado 476 reales por el consumo de vino y aguardiente en las tabernas, 7.080 reales de alcabalas del viento, 2.382 reales que le correspondía pagar por alcabalas de los propios, 541 reales de alcabalas por operaciones de ventas y censos, 6.170 de sisa por consumo de aceite, 5.380 de sisa por consumo de jabón y 5.463 de sisa por el consumo de carnes; el resto por repartimiento entre el vecindario en función de las utilidades o rentas de cada unidad familiar. En definitiva, una buena parte de la carga tributaria correspondiente se cubría con impuestos indirectos (alcabalas de los propios y sisas por los consumos de vino, carne, aceite y jabón), circunstancia que penalizaba a las clases más desfavorecidas y beneficiaba a la burguesía local.

IV. LA VECINDAD: EVOLUCIÓN, CLASES SOCIALES Y OFICIOS.

Los datos socioeconómicos expuestos adquieren mayor significado conociendo el número de vecinos y su evolución. No tenemos ninguna referencia sobre el vecindario de Guadalcanal en tiempos medievales, pues las primeras noticias que disponemos sobre este particular ya corresponden a los últimos años del siglo XV. A partir de estas fechas sí se han localizado distintos censos y recuentos, aunque resulta complicado estudiarlos comparativamente, dado que eran diferentes los objetivos que perseguían. Aparte, hay que añadir otras complicaciones, como establecer el coeficiente de habitantes por vecino o averiguar si en las cifras contempladas se incluía o no a todo el vecindario, pues era frecuente establecer censos independientes para cada estamento social. En cuanto a la distribución del vecindario por actividades productivas, las dificultades no son menores, pues las fuentes consultadas establecen distintos criterios de agrupación. Con estas limitaciones, abordamos el estudio analizando distintas fuentes y su fiabilidad.

Los datos de finales del XV y todo el XVI se toman fundamentalmente de los Libros de Visitas de la Orden de Santiago, sabiendo de su escasa fiabilidad, que queda patente en el redondeo de cifras o en la repetición de las mismas de una a otra visita. No obstante, nos aferramos a esta fuente como únicas referencias disponibles, completándolas con dos recuentos del XVI: el primero, de 1571, promovido por la Corona para la distribución de los moriscos del Reino de Granada; el segundo de 1591, también a propuesta de la Corona para el reparto del servicio de millones, una modalidad impositiva ya comentada. En el cuadro que sigue se reflejan estas cifras, comparándolas con las de otros pueblos del entorno administrativo y jurisdiccional:

Pueblos/Años14941498151515711591
Guadalcanal1.3701.0001.0001.2001.079
Llerena1.1101.1001.0301.4002.066
Ahillones    101100100200315
Berlanga    200250200480257
Las Casas 12015080160185
Fuente Arco. 210250151375265
Reina         240200120150227
Trasierra    608055120174
Valverde   120150150213232

Del XVII disponemos de varios censos, también poco fiables, pues mayoritariamente se establecieron para repartir impuestos, aplicar levas de soldados (reclutarlos) o con fines eclesiásticos, circunstancias que disuadían a los concejos a la hora de comunicar sus vecindades, con independencia de que, en efecto, la población fue disminuyendo en estos años de crisis y decadencia generalizada, alcanzando en algunos pueblos cifras dramáticas. Se completan estos censos y recuentos oficiales con otras referencias tomadas de nuestro Archivo Municipal que, entiendo, son más fiables. En el cuadro siguiente, que incluye a algunos de los pueblos contemplados en la relación anterior, se da cuenta de estas cifras:

  Pueblos/año16121639164616701689
Guadalcanal1.0001.000480591638
Llerena1.5001.3401.4001.128
Ahillones300300250150
Las Casas20020015081
Fuente Arco200200120114
Reina         5080305 
Trasierra      505030
Azuaga1.0001.000500544
Usagre480400350215

De 1646 tenemos una referencia local más precisa que la expuesta. Se toma de un censo aportado como prueba en el pleito que los párrocos de Guadalcanal sostuvieron con la encomienda y el Hospital, instituciones de las que solicitaban un incremento de salarios. Dichos clérigos, con el testimonio de numerosos vecinos citados al efecto, manifestaban que la población había quedado reducida a sólo 639 vecinos -frente a los 480 contemplados en la tabla anterior-, advirtiendo, además, sobre el empobreciiento de los vecinos que quedaban.

Las cifras del XVIII son ya más fiables. En esta centuria contamos con las tres referencias usuales para estos casos: el Catastro de Ensenada (1752), el Censo de Floridablanca (1787) y las respuestas al Interrogatorio de la Real Audiencia de Extremadura (1791). Aparte disponemos de abundantes referencias tomadas en nuestro Archivo Municipal, seleccionando las correspondientes a 1707, 1709, 1719, 1724, 1791, 1792, 1793 y 1799. Los datos que siguen muestra la evolución del vecindario en Guadalcanal y en la aldea de Malcocinado:

  Años  Total concejo  Guadalcanal  Malcocinado
1707346  
1709392  
1719425  
17246566515
17521.0501.0428
1787950  
17911.03698848
17921.0731.02746
17931.120  
17991.071  

Comparando estos datos con la última de la tabla anterior -los 638 vecinos de 1689-, se acusa un considerable descenso a finales del XVII y primeras décadas del XVIII, recuperándose extraordinariamente a partir de la tercera, que prosiguió hasta estabilizarse a mediados del siglo. Durante la segunda mitad se observa un ligero crecimiento, amortiguado por el auge de Malcocinado que, se estima, fue debido a la emigración de vecinos del propio Guadalcanal, tras el reparto de ciertos baldíos próximos a la aldea.

Las cifras correspondientes a 1787 son las más fiables de las consideradas hasta ahora; se trata del Censo de Floridablanca, que este nombre lleva como referencia a su promotor. Según se indicaba en la Real Orden que lo proponía, tenía por objeto calcular la fuerza interior del estado y para conocer los aumentos que ha recibido con el fomento dado a la Agricultura, Artes y Oficios, y a los diferentes ramos del Comercio. Para que nadie pasase desapercibido, se dieron instrucciones concretas: que las Justicias por sí, o por Diputados del Ayuntamiento, acompañados del Cura, visiten todo el Pueblo, o por Parroquias y Calles Irán formando lista del número de almas. Por estas circunstancias, la información que nos ofrece es muy fiable y exhaustiva,  proporcionando el número de habitantes diferenciados por sexo, estado civil y edad (menores de 7 años, de 7 a 16, de 17 a 25, de 26 a 40, de 41 a 50 y mayores de 50 años):  

  Tramos de edad    Totales  Varones  Mujeres
Menos de 7 años552312240
De 8 a 16 614323291
De 17 a 24618313305
De 25 a 40869441428
De 41 a 50390186204
Mayores de 50538251287
Todas las edades3.5811.8261.755

Los solteros  se distribuían así:

  Tramos de edad  Totales  Varones  Mujeres
Menos de 7 años552312240
De 8 a 16606319287
De 17 a 24423233190
De 25 a 401588969
De 41 a 50713734
Mayores de 50864046
Totales1.8961.030866

Los casados ofrecían la siguiente estadística:

  Tramos de edad  Totales  Varones  Mujeres
Menos de 7 años000
De 8 a 16844
De 17 a 2418877111
De 25 a 40671338333
De 41 a 50258126132
Mayores de 50246143103
Totales1.371688683

Por último, también se consideraba a viudos y viudas:

  Tramos de edad  Totales  Varones  Mujeres
Menos de 7 años000
De 8 a 16               000
De 17 a 24              734
De 25 a 40             401426
De 41 a 50             612338
Mayores de 50      20668138
Totales314108206

En los primeros años del XIX, apoyándonos en referencias locales que en nada desmerecen al Censo de Floridablanca, tenemos las siguientes cifras: 1.129 vecinos en 1801, 1.122 en 1803, 3.496 almas en 1814, 951 vecinos en 1817 y, por concluir, 1.073 en 1820, 70 de ellos en Malcocinado. La referencia de 1814 es exhaustiva, imitando el modelo propuesto por Floridablanca:

 Solteros / asCasados / asViudos / as
EdadVarónMujerVarónMujerVarónMujer
Hasta 63093540000
7-153863520000
16-24133158808703
25-392636252268616
40-4921371851751849
50-5923171091061754
60-69141133302053
70-796621813
80-89005236
90-100011112
Totales91897266767073196

Algunos de los censos analizados incluían datos sobre los distintos estamentos sociales y oficios del vecindario. La referencia más antigua ya aparece esbozada en 1591, distribuyendo así a los 1.079 vecinos:

 Clérigos seculares                                                                                                       27
 Clérigos regulares (franciscanos)                                                                              24
 Hidalgos                                                                                                                       35
 Pecheros                                                                                                                   993

          Los 638 vecinos que aparecen censados en 1689, se distribuían así:

                         Clérigos                                                                                                                       48
 Hidalgos                                                                                                                      21
 Viudas de hidalgos                                                                                                       7
Familiares del Santo Oficio                                                                    3
 Ministriles                                                                                                                    4
Labradores y ganaderos                                                                                             32
Jornaleros y pastores                                                                                                 238
Hortelanos                                                                                                                   14
Cabreros                                                                                                                         9
Arrieros                                                                                                                        18
Molineros                                                                                                                        7
Oficiales de todos los oficios                                                                                     61
Tenderos                                                                                                                         4
 Mesoneros                                                                                                                    2
Viudas                                                                                                                         22
Viudas pobres                                                                                                              69
Pobres de solemnidad                                                                                               34
Otros                                                                                                                           45
Totales638

            Más simple era la distribución que nos ofrecen en 1709, limitándose a repartir el vecindario por estamentos sociales:

Estado General (pecheros)                                                                                       293
Pobres de solemnidad                                                                                                15
Clérigos seculares                                                                                                       35
Clérigos regulares                                                                                                         32
Hidalgos                                                                                                                       17
Totales                                                                                                                       392

            Pese a la abundancia de datos, por el solapamiento de oficios de algunos de los vecinos, más difícil resulta distribuir por ocupaciones al vecindario de 1752. Extrapolando cifras, se propone la siguiente estadística:

Clérigos seculares                                                                                                    82
Clérigos regulares y religiosas                                                                                  110
Oficios liberales y administrativos                                                                              39
Labradores y ganaderos y jornaleros                                                                      563
Oficiales de distintas artes                                                                                        144
Comerciantes                                                                                                               30
Arrieros                                                                                                                        50
Pobres de solemnidad                                                                                                 32
Totales                                                                                                                       1.050

La distribución de 1787 viene en el propio censo, y se expone con la referencia comparativa de Llerena y Valverde:

  Oficios / pueblos  Valverde  Llerena  Guadalcanal
Curas132
Beneficiados      07542
Tte. de cura  123
Sacristanes177
Acólitos 289
Clérigos a título de patrimonio093
Clérigos menores33610
Hidalgos07136
Abogados0152
Escribanos1143
Estudiantes52412
Labradores35197133
Jornaleros134554660
Comerciantes15113
Fabricantes004
Artesanos11282183
Criados011529
Funcionarios1376
Fuero militar93329
Dependientes  de la Inquisición0222
Síndico Órdenes religiosas 152
Dependientes de Cruzada010
Demandantes062
Menores y sin profesión6993.9492385
Totales   9095.0483.581

FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA

  1. Fuentes.

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2.- Archivo de la Diputación Provincial de Sevilla. Sec. Hospitales, legs. 10 al 15 y 101.

3.- Archivo General de Simancas, Dirección General de Rentas: Res­puestas Generales al Catastro de Ensenada en Guadalcanal, Llerena, Maguilla y pueblos antiguamente encuadrados en la Comunidad de Siete Villas de la encomienda de Reina.

4.- Archivo General del Arzobispado de Sevilla, Sección Justicia, Serie Ordinarios, legs. 195, 930, 941, 2302, 3680, 3700, 3704, 3705, 3706, 3711, 3712, 3717, 3718, 3719, 3720, 3721, 3722 y3782. De la Sección Gobierno, el leg. I-B, expte. 35. 

5.- Archivo Histórico Nacional, Sección Órdenes Militares: Libros de Visitas 1.234 C (1480), 1.101 C (1494), 1.102 C (1498), 1.105 C 1501), 1107 C (1507-9), 1108 C (1511), 1.109- 1110 C (1514-15), 1.111 C (1549-51), 1112 C (1574-75) y 1.113-19 C (1600-03).

6.- Archivo Histórico Provincial de Cáceres, Sección Audiencias: Respuestas al Interro­gatorio de la Real Audiencia en el partido de Llerena y otros documentos en los legs./exptes. 26/5, 26/7, 46/2, 54/5, 66/2, 370/1-14, 376-I/1-22, 376-II/23-44, 572/7-39, 631/3, 648/i-161, 662/7 y 669/1.

7.- Archivo Municipal de Guadalcanal: Legs. 1 al 6, 129 al 139, 144, 145, 334, 335, 352 al 359, 417 al 422, 559 al 575, 588 al 593, 597, 602, 668,  669, 691 al 693, 1.250, 1.380 al 1.384, 1.481 al 1.483, 1.515, 1.534, 1.644 al 1.647, 1.662 al 1.664, 1.680, 2.095 y 2.098.

8.- Archivo Municipal de Llerena: legajos / carpetas 469/5, 472, 476, 477/1, 482, 483, 486, 488, 489/1-4, 492/3, 515, 542, 565/11-15, 589/1-4.

9.- Archivo Municipal de Sevilla. Sec. 10ª-I: docs. 203, 358, 364, 381, 744, 1.389, 1.425, 1.951 y 2.315.

10.- Archivo Municipal de Valverde de Llerena: Legs. 1 al 49, 144, 150, 159 y 160.

11.- Archivos municipales de Berlanga, Casas de Reina, Fuente del Arco, Reina, Trasierra y Valencia de las Torres, todos ellos sin catalogar.

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