Beturia, Monforte y los proto-abuelos túrdulos de los guadalcanalenses

Mapa “Betica Antigua, con sus montes ríos i pueblos conocidos (175-)” extraído de “España Sagrada” del P. Flórez. Madrid, 1747-1879 ; 3ª edición y cuya copia está depositada en la Biblioteca Nacional de Madrid.

Sergio Mena Muñoz

Revista Guadalcanal año 2018

Historiadores, historiografía, tradición, vestigios y crónicas diversas nos cuentan con rotundidad que Guadalcanal fue fundada por los musulmanes en sus primeros años de estancia en la península ibérica. Cuando llegaron a estas estribaciones de la sierra encontraron diversos asentamientos de pueblos visigodos concentrados, sobre todo, alrededor del Cerro de Monforte, lugar primigenio donde vivieron, antes que los romanos, los túrdulos. Poco se sabe de estos proto-guadalcanalenses y muchas incógnitas se presentan a la hora de trazar una historia completa de nuestra localidad.

Con la llegada del verano se vuelve a cumplir un aniversario que suele pasar desapercibido. En julio del año 713 las tropas árabes y bereberes de Musa ibn Nusair se asentaron en un alto cercano al arroyo San Pedro en su camino hacia la conquista de Mérida y fundaron un campamento de nombre “Wádi-al-Kanal” que hoy, 1.305 años después es la Guadalcanal que todos conocemos y que en el actual Imperio se asocia con una gesta bélica ocurrida a miles de kilómetros de aquí. Los orígenes de nuestra localidad son habitualmente mencionados en diferentes publicaciones, ya sean en esta revista como en diferentes libros que se han escrito sobre el tema y todos ellos están de acuerdo en que fue fundada por estos musulmanes. Por tanto, surge la pregunta de cuestionarse qué hubo antes de ellos, qué pueblos habitaban estas tierras no ya con la llegada de las columnas del norte de África, sino en los tiempos anteriores a los bien documentados romanos.

Es interesante vislumbrar en diferentes fuentes documentales la cautela con que esa parte de la historia es tratada por algunos autores. Tal es la falta de información que lo habitual es encontrar advertencias que alertan de que todo lo que se ha dicho o escrito hasta ahora debe ser tomado “con mucha cautela” e incluso “rechazado” hasta que “no se realicen investigaciones serias y profundas sobre dichas cuestiones”. No es intención de esta breve reflexión didáctica servir de piedra de toque de ninguna revelación milenaria, pero sí de tratar de rellenar el hueco que aún existe en las crónicas sobre los años anteriores a la llegada de los romanos a estas tierras del suroeste de la península.  Siempre, por supuesto, con esa misma cautela y adelantando que la base de estas afirmaciones no son parte de ninguna investigación científica.

“A la llegada de los musulmanes, la población estaba concentrada a cinco kilómetros de Guadalcanal, en el Cerro de Monforte”

En la obra “Historia de Guadalcanal” publicada en 2006 y firmada por Andrés Mirón se dedica un capítulo a narrar las desventuras de nuestra localidad entre los tiempos de la prehistoria y la llegada de los romanos a la península ibérica. Mirón solo ocupa tres páginas a hablar de esa época en la que menciona que, a su juicio, la fundación de la villa debió de ser fenicia y no celta. Apoya su tesis en los famosos documentos de Fray Andrés de Guadalupe, el monje franciscano del que también se ha dado buena cuenta de su perfil en las páginas de esta revista, en los que asegura que “la fundación del pueblo data del siglo XV a. de C.” Estamos hablando de hacia el año 1450 antes de Cristo y en ese momento lo que hoy es España difiere bastante de lo que actualmente tenemos en la cabeza que es nuestro país. En aquellos años, en aquella centuria, existían numerosos pueblos diseminados a lo largo y ancho de la península. Son los pueblos íberos que, reunidos en un conjunto total son fáciles de estudiar en la escuela pero presentan diferentes nombres y características mucho más complejas de lo que nos suelen indicar los libros de texto. Así, hacia la zona suroeste aparecen principalmente los famosos tartesios en el valle del Guadalquivir y, al este de éstos, los turdetanos. Solo en el sur de la posterior Hispania también moran los oretanos y los bastetanos, rellenando el mapa de la piel de toro nombres que van desde los edetanos (en la actual Valencia) hasta los pelendones (norte de Soria, La Rioja y sureste de Burgos). En el espacio que va desde el Guadiana hasta el Guadalquivir vivieron los túrdulos.

A la llegada de los musulmanes no existe, o no llegó nunca a existir, una población visigoda sobre las calles de la actual Guadalcanal, ni tampoco romana. Ni siquiera la hubo íbera, según los vestigios encontrados y las fuentes documentales que nos han llegado. Esto no significa que no hubiera mansios (una especie de posada o venta romana), domus o aldeas íberas, romanas o visigodas en donde hoy están el Palacio, el Coso o la calle Luenga sino que en su momento no constituyeron más que una dispersión de casas o nada mayor que un campamento. Es bien conocido que esta zona ha constituido un importante centro minero de la península ibérica hasta hace relativamente muy poco tiempo y que se conocen explotaciones de plata desde los tiempos de los primeros humanos. No es extrañar, por tanto, que la zona haya sido habitada desde aquellos momentos en mayor o menor medida y que la concentración de población haya podido estar ligada a los aprovechamientos mineros.

El periodista Andrés Rubio, también habitual de esta revista, nos cuenta a través de su obra ilustrada sobre la historia de Guadalcanal que “algunas crónicas cuentan que Guadalcanal fue fundada por el rey íbero Gerión” en 1690 antes de Cristo. Por lo que se ha podido investigar, se trataría de una leyenda de origen griego aunque Fray Andrés de Guadalupe lo afirma en sus escritos como si fuera un hecho real. En los mapas y descripciones geográficas de los adelantados romanos – como el famoso Plinio el Viejo, Ptolomeo o Estrabón – se marcan las principales poblaciones que surgen a lo largo de la vía que conectaba Astigi (hoy Écija, ciudad fundada junto a una población turdetana) con Emerita Augusta (Mérida) y en ellas destacan pueblos bien conocidos como Regina (Reina) o Constancia Iulia (Constantina), pero no consta que aparezca ningún asentamiento de envergadura en lo que hoy es Guadalcanal. Esto no significa que no hubiera un pueblo de dimensiones similares a las que tiene hoy día nuestro municipio, pero no estaba donde está hoy, sino cinco kilómetros más al sur en el Cerro de Monforte.

Restos de fortificación en Monforte

Monforte es una elevación de 710 metros de altitud que cuenta con una posición estratégica. Sobre lo alto del actual castillo de Alanís se puede distinguir a día de hoy perfectamente su silueta mirando al suroeste junto al recorrido del Benalija. Su orografía es muy similar a la que presenta Reina y su alcazaba y no sería descabellado pensar (como hipótesis de trabajo) que el paisaje de ambos cerros fuese muy similar en su momento. Se han encontrado muy pocos restos de Mons Fortis y de su antecedente túrdulo pero sí hay constancia de que existió un doble espacio fortificado con lienzos de la época romana y túrdula que casi con total certeza daba seguridad a una población que existiría en sus faldas.

De nuevo varios son los autores que hablan de posibles nombres a ese asentamiento en las faldas de Monforte. Que si Tereses, que si Tereja, que si Canani, que si Canaca… De nuevo las fuentes bibliográficas no son concluyentes.

Beturia Túrdula

Susana Pérez Guijo, investigadora de la Brigham Young University de Utah, en Estados Unidos, afirma que “en un principio, la escasez de noticias relativas a la Beturia y a sus poblaciones nos lleva a pensar que esta zona no despertó mucho interés, ya que se alude a ella como si de una tierra marginal se tratara” aludiendo a los autores romanos que conquistarían esta tierra tiempo después. Sin embargo, ella misma asegura también que ese poco interés primigenio cambió al ver la importancia de las minas de la zona y de su estratégica situación como zona de contención de los pueblos lusitanos, bastante batalladores contra el yugo de Roma.

“Guadalcanal se encuentra en los límites entre la Beturia Túrdula y la Beturia Céltica”

Según afirma Francisco Gallardo en su blog sobre la región de Balutia, esta antigua zona se enmarca dentro del diasistema lingüístico asturleonés, dentro del dialecto extremeño y precisamente Guadalcanal es límite entre la variedad del bajo extremeño y el sudoccidental (porque en Guadalcanal, lo que se habla es extremeño). Este hecho, junto a que nuestra población se encuentre sobre el cabalgamiento geológico de la zona de Ossa-Morena refuerza la idea de que nos encontramos en los límites de la Beturia Túrdula, que no es la misma que la Beturia Céltica. Las paradojas de la historia han hecho que Guadalcanal haya sido a lo largo de los años punto de paso en una vía de comunicación de gran importancia y que haya sido tierra de frontera.

De acuerdo con las denominaciones actuales, esta parte de la Beturia comprende lo que hoy día es una amplia zona que va desde el sur de Ciudad Real hasta una línea imaginaria vertical desde La Serena de Badajoz hasta Guadalcanal. El punto más al noreste estaría en Almadén y al norte en Capilla (Badajoz). En el sur llegaría hasta el Guadalquivir, pero más allá de Guadalcanal de diluye la presencia túrdula y hacia el oeste las crónicas dicen que Monesterio ya era zona de celtas.

Los túrdulos

La profesora Pérez Guijo nos da pistas muy interesantes sobre cómo debieron ser los habitantes de Beturia, por lo menos desde el punto de vista de su relación primera con el imperio romano.  De sus trabajos se extrae que los romanos y los túrdulos vivieron un encendido romance con los lusitanos y, en diferentes etapas, los dos primeros pueblos llegaron a acuerdos y pactos, pero en otros fueron los lusitanos los que ejercieron el control y la influencia sobre el terreno. Además, se tiene constancia de que los túrdulos se levantaron en armas contra Roma, sea en los siglos II o I antes de Cristo.

Por su parte, el investigador Jürgen Untermann ha tratado de colocar epigráficamente las diferentes relaciones entre los pueblos prerromanos de la península y, de esta forma, describe con detalle el puesto ocupado por los túrdulos en toda esta maraña de pueblos, gentes y tribus. Así, indica que la Beturia estuvo dividida en dos zonas – como ya se ha dicho – y que la más cercana a los lusitanos estaba habitada por celtas y lo que hoy es Guadalcanal estaba poblada por túrdulos. En primer lugar, los celtas de la Beturia no eran los de la actual Galicia, pero estaban emparentados entre sí. En segundo, los túrdulos no solo hollaron Sierra Morena, sino que también se han encontrado vestigios en la zona de Málaga y Ronda, a sur del Guadalquivir.

Recreación de la indumentaria de dos guerreros íberos, el de la izquierda del siglo III a. C, y del siglo VI a. C. el de la derecha dentro de la VII Jornada de puertas abiertas del recinto arqueológico de Kelin. Paraje los Villares, Caudete de las Fuentes, Valencia.

Parece que queda claro que todos estos pueblos no vivieron encerrados en sí mismos en un modelo de autarquía o aislacionismo sino todo lo contrario. Durante los años previos a la romanización y aún incluso con las legiones imperiales en suelo íbero, el intercambio comercial y cultural fue la tónica habitual y dominante. Es por esto que a los túrdulos que habitaron la proto-Guadalcanal se les ha asociado en numerosas ocasiones con los propios celtas, con los fenicios, con los tartesios y con los turdetanos. Estos últimos, aunque su nombre se asemeja mucho al suyo, habitaron zonas más al sur de Beturia.

Aunque, de nuevo, se sabe muy poco de estos pobladores, existe una teoría que indica que su lenguaje podría estar emparentado con el tartesio o que, directamente, hablaban la misma lengua que los habitantes de lo que hoy es Huelva. Su escritura, de la misma manera, presenta numerosas teorías sobre si se trataba de un sistema semisilabario redundante o un alfabeto redundante aunque otros se inclinan por pensar que se trataría de una fórmula mixta. Sea como fuere, no hay unanimidad ni siquiera en datar el origen griego, fenicio o de terceros en su tipo de escritura.

Su sociedad estaba basada en la jerarquización de un casta dominante y guerrera contra el resto de artesanos, comerciantes, agricultores y ganaderos. Los sacerdotes, normalmente mujeres, gozaban de gran reputación al igual que ocurría en otros pueblos íberos y prerromanos.

Sea como fuere, la falta de información y vestigios sobre este pueblo tan guadalcanalense como todos los posteriores que hubo en la zona abre una gran posibilidad de investigación y una oportunidad de oro para completar ese capítulo de la historia de Guadalcanal que actualmente solo ocupa tres páginas.

Balutia, la reinvindicación de una nueva region

Francisco Gallardo ha creado el neologismo Balutia para hablar en su blog sobre el territorio que actualmente ocupa la antigua Beturia Túrdula, la Soliense Romana, el reino visigodo de Ardabasto y el Fahs al-Ballut andalusí en sus conexiones culturales, fonéticas, léxicas, etnográficas y económicas. Todas ellas formaron en su momento la Beturia Túrdula y la Beturia Céltica con evidentes rasgos comunes que han perdurado hasta hoy día en que se mezclan en ella tierras y gentes de seis comarcas de tres provincias y tres comunidades autónomas distintas. Gallardo reclama que las fronteras administrativas que actualmente dividen la región sean superadas por esa proto-unión cultural dentro de algún tipo de reconocimiento. Guadalcanal está explícitamente mencionada y está incluida en ella.

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