Guadalcanal año 1976

Como decía en el preámbulo, en este periodo que estamos leyendo se han ido perdiendo ciento y pico de habitantes por mes, produciéndose una punta de 442 menos durante el año 1975.

Entre estos habitantes que se fueron en esta década me encuentro yo mismo, ya que a mediados de 1970 tuve que incorporarme al servicio militar, en mi caso la Armada Española. Voy a contarles –sobre todo para los jóvenes que no hicieron el servicio militar- lo que representaba en aquellos años el cumplimiento de ese deber. Si hubiera que valorar algo positivo, diría que esta incorporación nos obligaba a salir de Guadalcanal, que para muchos de nosotros lo más lejos que habíamos ido era a Sevilla para que nos viera el médico especialista.

El uno de julio nos teníamos que presentar en la Comandancia de Marina de Sevilla, así que cogiendo el tren que había a las seis de la mañana para allá nos fuimos, entre otros, Rafael Gil Guerrero “Perdigón” y Antonio Garzón “Berlanga”. En mi caso  –aunque yo no quería- me acompañó mi padre. Así que una vez que llegamos a la estación de Córdoba, como se conocía la de Plaza de Armas de Sevilla, nos zampamos un café con leche con unas tortas de Inés Rosales y nos marchamos andando para la Comandancia de Marina.

Allí nos tomaron nota de nuestros nombres y nos fueron estacionando en un salón grande que había. Poco después salimos “en el cochecito de San Fernando”, es decir, un ratito a pié y otro andando, para la otra estación de tren que tenía Sevilla, la conocida como la de Cádiz o San Bernardo. Al poco tiempo llegó un tren que ya venía casi lleno de jóvenes que llevaban el mismo destino que nosotros, San Fernando (Cádiz). Allí me despidió mi padre y cuando se puso en marcha el tren, se le saltaron sus lágrimas (a mí también).

Teniendo en cuenta que estábamos en el mes de julio y el tren lleno a tope, se pueden figurar lo que pasamos hasta llegar al cuartel de marinería de la ciudad gaditana. A estas alturas del viaje, naturalmente el tren no tenía agua, así que cuando paraba en cualquier sitio, bajaba una riada de futuros reclutas a intentar saciar la sed que traían, que aparte de la propia de la época, me supongo que como era nuestro caso, teníamos la resaca de la noche anterior.

Como digo, el tren paraba en todas las estaciones y yo creo que también lo hacía en los cortijos que nos encontrábamos. Aparte, el conductor era muy cumplido y paraba para que pudieran pasar todos los trenes que venían de Cádiz o de Madrid. No puedo calcular las horas que tardamos pero fueron muchas.

Cuando llegamos a la estación de San Fernando, nos estaban esperando los primeros militares. Allí nos formaron en filas de tres y de nuevo en el “cochecito de San Fernando” –nunca un vehículo mejor- partimos rumbo al cuartel de marinería que  todo el mundo conocía por la película que hacía poco se había hecho en él, “Cateto a babor” protagonizada por Alfredo Landa, dando vida al recluta Miguel Cañete.

Llegamos a un edificio inmenso y al entrar nos encontramos con un patio cuadrado de grandes dimensiones, donde se encontraban muchos futuros marineros. Nos fueron dividiendo de diez en diez y junto con un marinero que ya era veterano nos fuimos trasladando por diferentes oficinas o dependencias. Para no cansarles muchos, les diré que entre las dependencias que visitamos estaba naturalmente la barbería, donde nos metieron la maquinilla por la frente y nos la sacaron por detrás. A continuación pasamos por vestuarios y nos entregaron un pantalón gris de faena, una camiseta blanca de mangas cortas y un par de alpargatas también blanca. Pasamos a las duchas y salimos con el vestuario que nos habían entregado puesto. Tengo que decirles que nos costó mucho trabajo poder reconocernos para poder seguir las diligencias, ya que nadie conocía a nadie. Al final nos hicimos recordar todos como íbamos vestidos antes de entrar a la ducha y así poco a poco fuimos capaces de juntarnos los diez que habíamos empezado juntos el periplo. En uno de los últimos lugares donde estuvimos nos informaron en qué Brigada nos había tocado y hacia allí nos dirigimos.

Varios cabos de marinería eran los encargados de recibirnos e indicarnos la cama y taquilla que nos habían asignado. Sin tiempo para nada sonó una llamada por los altavoces y alguien dijo que era la hora de la cena. Sin saber para donde tirar –como verdaderos borregos- nos quedamos en la puerta del Sollado hasta que uno de los cabos nos dijo: ¡Qué hacéis ahí pasmado!, tirad por esa calle que está el comedor.

Al entrar en el local nos vino un olor a comida, que junto con el olor a las personas, nos quitaron las ganas de comer (quiero aclarar que yo era un poco delicadito para comer). Como no había otro remedio nos pusimos a la cola para recoger el rancho que tocaba ese día y buscamos sitio en una de las mesas e hicimos como que comimos el primer rancho de la mili.

Mentiría si dijera que con el cansancio de todo el día dormí perfectamente esa primera noche. Los nervios que tenía en el cuerpo desde que entré en el cuartel y el miedo a quedarme dormido no me permitieron dormir en toda la noche, así que cuando sonó el toque de diana creo que fui uno de los primeros en levantarme.

Nos formaron a todos en el patio y allí vimos por primera vez el izado de la bandera que coronaba el edificio.

A partir de ese momento, todo fue una rutina diaria: levantarse, izado de bandera, desayuno, instrucción en el patio, lecciones en las aulas, comida, deporte, arriado de bandera, cena…

A mis paisanos no los volví a ver hasta pasado unos días, que nos fuimos enterando en qué brigada estábamos cada uno. Nos contamos nuestras penas y lo único que pensamos es que ya faltaba menos para jurar bandera.

Cada tres días nos tocaba hacer guardia, pero era una guardia un poco rara, ya que hasta que no juráramos bandera no nos entregaban el Cetme, así que las guardias eran interiores y el arma que llevábamos era un machete, que tranquilamente podía ser de la época de la guerra civil.

Como en todas las familias, a los que estábamos en nuestra Brigada nos tocó un sargento amargado que varias veces nos atormentó la noche. Raro era el día que estando de guardia, por el pretexto que fuera, nos hacía salir al patio central y allí nos obligaba a hacer flexiones durante dos o tres hora y después en formación dar cien vueltas al patio. Como en todas partes hay contrapartidas buenas, había un sargento que al día siguiente cuando se enteraba lo que habíamos sufrido por la noche, nos decía: Hoy no vamos a realizar muchos ejercicios, que hace mucho calor.

Resulta que en el cuartel habíamos reclutas de muchas partes de España, entre ellos estaban los que habían venido procedentes de Canarias. Ya saben la temperatura que hace en las Islas todo el año, y me supongo que se figuran el calor que hace en San Fernando en el mes de agosto. Cuando empezamos los primeros ejercicios nos pusieron a todos juntos, ¿pero qué ocurría?, sencillamente, que estábamos todo el tiempo recogiendo del suelo a nuestros amigos canarios, porque no aguantaban los 40º que hacía en el cuartel. Al final tuvieron que ponerlos separados, para que pudiéramos realizar normalmente la instrucción.

Como otros miles de reclutas que habían pasado por un cuartel de instrucción, nosotros también fuimos capaz de acabar el periodo de formación y jurar bandera en un acto muy vistoso, con un patio engalanado y repleto de los familiares de los marineros. Se inició con el patio solamente ocupado por los familiares alrededor. Al toque de llamada general, fueron (fuimos) apareciendo por diferentes calles del reciento todas las Brigadas que componían el cuartel y todos los marineros con sus mandos a la cabeza, ocupando el lugar que nos habían asignado en el patio. Todo esto fue, visto y no visto y quizás pensábamos en ese momento, que había merecido la pena los sufrimientos que habíamos padecidos, incluidos los que nos produjo aquél apreciado sargento. Una vez formadas todas las fuerzas, aparecieron las banderas que iban a presidir el acto y en las que íbamos a pronunciar nuestro juramento, acompañadas por la banda de música de la Infantería de Marina, que estuvo tocando todo el tiempo que duró la Jura de Bandera.

Después nos dieron permiso y al finalizar nos teníamos que presentar en el nuevo destino. En mi caso fue la Escuela de Suboficiales de la Armada, que estaba en el mismo San Fernando, donde pasé otros tres meses, para sacar el título de Cabo Escribiente de Marinería. Al terminar el curso me destinaron a Tarifa a la 1ª Escuadrilla de Lanchas Torpederas, compuesta por tres lanchas, que durante el año que estuve hicieron muchos viajes, desde las costas de Huelva hasta Cartagena, pasando por Ceuta y Melilla. Incluso un día recogimos al entonces príncipe Juan Carlos y a su esposa Sofía, en el pueblo de Bonanza y los llevamos hasta el portaviones Dédalo, que estaba anclado en aguas de Cádiz…

Comienza el año 1976 con una gran noticia relacionada con la iglesia de Santa Ana. El 19 de enero aparece este artículo de nuestro añorado Andrés Mirón en el periódico ABC: La iglesia de Santa Ana, declarada monumento histórico-Artístico. Por la ruta de los olvidos administrativos y los otros se llega al ámbito desolado de esos pueblos que tienen su vivir –porque la geografía manda- en la agricultura, y que por ello ahí andan respirando por la llaga, fatídica y explicable, de la emigración. La periferia de las grandes urbes industriales acoge como a esa gente –gente de Guadalcanal, en este caso- que decidió cambiar el esparto de Casa Julio con que ataba su perro por la longaniza de Segovia con que ahora lo ata… Se va la gente, sí; pero quedan los paisajes, los trinos, las fuentes, los lirios, las campanas, el agua, la luz, el arte, la historia. Hoy se inaugura una piscina, mañana se declara en ruinas un monumento, y así vamos, de la noche a la mañana, permutando unas cosas por otras, como si aquellas que nos legaron los que fueron, sólo porque un día se las condenó al abandono, de repente dejarán de valer. Me he preguntado alguna vez que si la secular mala fortuna periodística de este pueblo pudo en algo contribuir a que impunemente aquí se hayan cometido desafueros artísticos que harían protestar a una estatua, como, por ejemplo, convertir en mercado de abastos una iglesia mudéjar, único ejemplar conocido en su estilo por sus características. Esto acaeció en 1952. Ahora, como los tiempos y las formas, al igual que las ciencias, cambian que es una barbaridad (y nunca mejor dicho lo de “barbaridad”), apenas se resiente la añosa arquitectura de algún monumento se le pone en venta, y a esperar que se caiga (verbigracia: la Concepción). La determinación, por cómoda y drástica no deja de ser censurable, y que no dimana de la esfera local es cosa que no dudaría un niño. Sépase que Guadalcanal es algo más que un coto privado de caza.

La Dirección General del Patrimonio Artístico y Cultural acaba de incoar expediente de declaración de monumento histórico-artístico, con carácter nacional, a nuestra iglesia de Santa Ana. En verdad que la noticia silencia el propósito. Y, sin embargo, se trata de una justicia tan grande como el soledoso abandono que dicho edificio sufre. ¡Con lo fácil que fue ponerla en venta…! ¿Qué hado nos trajo el nuevo año? Porque el asunto no tiene precedente aquí. La antigua parroquia de Santa Ana (hoy oratorio de las cuatro viejas del barrio, por obra y gracia del viejo de Morente, el sacristán, que les deja la llave) es mudejárica, de una nave y arcos transversales. No está uniformemente cubierta, pues mientras los tres últimos tramos son de madera de posterior ejecución, el que sigue, que también se cubre del mismo material, presenta un típico paño horizontal, que demuestra pertenecer a la primitiva cubierta del templo; se continúa el cuerpo del edificio con una bóveda de cañón semicircular, y termina con una media naranja apoyada sobre arcos torales semicirculares. Construida sobre un promontorio dentro de la población, lugar preferente para los que con anterioridad habían tenido allí la mezquita, su minarete fue aprovechado para torre de la iglesia, con la consiguiente reforma y despojo de arabescos, la que coronaron con un capitel apiramidado de pesadas proporciones. Del mismo tiempo constructivo son también la nave central, con sus soberbios pilares y arcos apuntados, de gran tosquedad y solidez; el baptisterio y la misma pila bautismal, y el porche de ingreso, formado por tres arcos, al parecer ligeramente apuntados, que descansan en pilares octogonales con alfices.

Según teoría de fray Andrés de Guadalupe (Historia de la Provincia de los Ángeles, de la observancia regular franciscana. Madrid, 1662), que los primitivos libros del movimiento parroquial confirman, a esta iglesia              –bendecida por el obispo de Coria, don Jaime Sanguineto, en el siglo XIII- se traían a bautizar a todos los niños de los pueblos comarcanos, de donde se colige que fue el primer templo que existió en este distrito santiaguista una vez reconquistado el pueblo, en 1241, por dicha gendarmería religiosa-militar, al mando del maestre don Rodrigo Iñiguez. El pueblo comienza el año con excelente pie cultural. Ojalá que esto termine de una vez con los expolios monumentales locales. Andrés Mirón.

Hasta el 25 de marzo no se celebró el primer pleno del año 1976 por parte del Consistorio. En esta sesión extraordinaria se vieron los siguientes temas: Se da cuenta de la certificación recibida de la Junta Municipal del Censo Electoral de esta Villa, de la que resulta que en la sesión celebrada el día 11 del corriente, en cumplimiento de lo dispuesto en el Decreto 264/76, había sido proclamado Alcalde de este Ayuntamiento Antonio Nogales Delgado, único solicitante. También se decide en este mismo pleno, que la feria en honor de nuestra Patrona, se celebre este año los días 2, 3, 4 y 5 de septiembre. Por último, se acuerda extinguir la plaza de Sepulturero del Cementerio de San Francisco.

El 28 de marzo de 1976 se celebró un pleno extraordinario para la toma de posesión del nuevo alcalde. El acto fue presidido por el Delegado Gubernativo, Ángel María Jiménez de Velasco. Seguidamente le fue tomado juramento al nuevo alcalde Antonio Nogales Delgado, con este texto: Juro servir a España con absoluta lealtad al Rey, estricta fidelidad a los principios básicos del Movimiento Nacional y demás leyes fundamentales del Reino, poniendo el máximo celo y voluntad en el cumplimiento de las obligaciones de Alcalde para el que he sido elegido.

El acta del Cabildo de la Hermandad de Ntro. Padre Jesús del 17 de Abril de 1976 nos informa que celebraron reunión el Sábado Santo y se hace el relevo en el cargo de Hermano Mayor, por el traslado del actual al pueblo de los Molares, ya que era médico de  profesión, José Luis Barragán Pérez, al que sustituyó Carmelo Rivero Rivero.  Se hace entrega por siete hermanos donantes de la cruz de madera para el Señor, (cruz arbórea que posteriormente sería imitada en un material plástico, para aligerar el peso que soportaba la imagen).

También la Junta Directiva de la Hermandad de Ntra. Sra. de Guaditoca celebró reunión el día 30 octubre de 1976. Los asistentes al acto agradecieron al hermano Joaquín Rivero Sanz, fallecido el día 27 de este mes, la labor desarrollada constantemente en el cuidado de la Patrona. A continuación queda elegida la nueva Junta de Gobierno: Mayordomo: José Luis Rincón Rivero. Hermano Mayor: Antonio Llano Morente. Secretario: Plácido Arcos de la Hera. Vocal 1º: Ismael Rivero Rivero y Vocal 2º: Rafael López Olcina.

Nuevo Pleno del Ayuntamiento el día 15 de mayo de 1976. En primer lugar se leyó el Decreto del alcalde por el que nombraba los nuevos Tenientes Alcaldes, que fueron: Primer Teniente Alcalde: Adriano Atalaya Palacios; Segundo Teniente Alcalde: José Arcos Cabeza y Tercer Teniente Alcalde: Plácido Arcos de la Hera. Debido a los problemas que existen de suministro de agua potable a la población, se declara de urgentísima necesidad proceder a la apertura por su parte exterior del manantial de El Coso, desde donde se suministra el agua potable a la población, con el fin de poder instalar las tuberías necesarias que garanticen el suministro de agua, toda vez que las existentes ya no llegan al manantial. También se ratifican las resoluciones de la alcaldía, en el sentido de dejar en suspenso los trabajos en diferentes pozos particulares que puedan afectar al manantial. Igualmente se da lectura a escrito del Gobierno Civil, donde comunica la subvención de 150.000 pesetas para obras de pavimentación de calles.         

Se realiza sesión extraordinaria del Consistorio el 10 de agosto, donde se trató  como punto único la aprobación de los Presupuestos Municipales para el año 1976.  Después de una amplia discusión quedó aprobado por un importe total de 8.985.468 pesetas.

El 15 de septiembre se vuelve a reunir el Consistorio y trataron los siguientes asuntos: Se lee escrito de Antonio Fontán Yanes como presidente del Grupo Sindical de Colonización nº 14150, por el que solicita que se le rebaje el precio del agua que consumen cuando sobrepasa el tope de 20 m³ de 20 pesetas que pagan a 8 pesetas. Se acuerda no acceder a lo solicitado.

Se da lectura a un escrito de trescientos veintiséis vecinos, por la que solicitan se le dedique una calle a Don Antonio Porras Ibáñez, por la labor social y humana que viene desarrollando durante más de veinte años. Se acuerda aceptar y adherirse al escrito de los vecinos de esta Villa y aprobar el nombre de Antonio Porras Ibáñez para el trozo de la calle Calvo Sotelo, comprendido desde el número uno hasta el nueve, que fue donde nació el Sr. Porras.

Se aprueba la firma del contrato con la empresa Reysón para las obras de sondeo en el manantial de El Coso, con destino al abastecimiento público. Igualmente se aprueba la amortización de la plaza de Encargado de Relojes del Ayuntamiento. También se aprobó el envío de un escrito a RENFE solicitando que el tren que pasa por esta estación de Sevilla-Gijón efectúe una parada en la misma, tanto a la ida como a la vuelta.

El Alcalde informa que ha tenido una reunión con el Gobernador Civil para exponerle que dado la gravedad que sufre Guadalcanal en el suministro de agua a sus vecinos, la subvención que tiene aprobada el Ministerio de Trabajo para paliar el paro obrero involuntario, se pueda dedicar para las obras de conducción de agua potable. También en este Pleno se informa que al haber cumplido los 65 años, se declara jubilado al cabo de la Guardia Municipal, Manuel Llanos Uceda, con efecto 18 de agosto de 1976. También se acuerda la amortización del puesto de Vigilante de Arbitrios por fallecimiento del titular, Jesús Gálvez Gálvez.

En el periódico ABC aparece  en su edición del 9 de noviembre, este artículo sobre los vinos de Guadalcanal. Las Coplas de Alonso Toro, descubiertas por Manuel Rodríguez Rodríguez, se imprimieron en 1533 (Luis Bettonica y Nestor Luján, en “Jano”, núm. 244 de 8-X-76) y son un verdadero inventario de los vinos de España y su localización en el siglo XVI. Se citan y loan los vinos riojanos, gallegos, castellanos, manchegos, navarros, etc., y nada se dice de los caldos famosos de Andalucía, de los famosos en nuestros días, pero, sin embargo, se lee:

En Guadalcanal y en Cazalla,

Alanís y Constantina,

tanto vino el pobre halla

que a las veces desatina.

¡Vino de Guadalcanal! ¡Vino de Guadalcanal, fresquitooo! anunciarían entonadas las pregoneras del siglo XVI a los cansados viajeros de la Ruta de la Plata, lo que en el siglo XX y para los sudorosos viajeros del “mixto” o del “correo” se transformó en ¡agua de Guadalcanal! ¡Agua de Guadalcanal, fresquitaaa!, y no por un bautizo al extremo, sino por la bondad intrínseca de nuestros manantiales de hoy, como las vides del XVI. Lo que sí se transformó fue el viñedo en olivar y nuestro exquisito aceite      -con el agua y el aire de la sierra que tanto añoro en este super industrializado y polucionado Baracaldo-, se podría llevar a las Coplas de Jarcha, y lo encuentren y glosen en el siglo XXV, y, como hoy me pregunto, ¿vino de Guadalcanal?, indagaran qué aceite había en la Sierra Norte por olvidado… porque hubo que arrancar las cepas años ha, y habrá que “descepar” los olivos, pues ni aquel vino fue rentable ni este aceite                -magnífico aceite de Guadalcanal y toda la Sierra Norte- costea su elevada explotación por el ridículo precio que recibe el olivarero por “su verdeo”, o su aceituna de molino. Habrá que arrancar, sí, los olivos y sembrarlo todo no de “regadío”, como las 20.000 hectáreas de Jaén, sino “sembrar perdices”, y por tercera vez cambiar la salmodia y pregonar, no al vino, o al agua, o al aceite, sino ¡perdices de Guadalcanal! ¡A la rica y brava perdiz de Guadalcanal! Perdices… perdices para foráneos.- Dr. Miguel Perelló Palop. Baracaldo (Vizcaya).

Se celebró en toda España el día 6 de diciembre el Referéndum para aprobar la Constitución Española. En Guadalcanal el resultado fue 1.951 síes.

Finaliza el año con una sesión ordinaria el día 17 de diciembre, donde se trataron los siguientes temas: Lectura escrito de la Delegación de Hacienda donde aprueban el Presupuesto Municipal por 8.985.468 pesetas y Expediente de suplemento de créditos por medio de transferencia dentro del presupuesto aprobado.

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