El primer uso conocido del vapor. Guadalcanal 1606

Jerónimo de Ayanz y Beaumont

  Por Cayetano Yanes Durán -Profesor titular de Física-Química de la Universidad de Sevilla

Hasta ahora habíamos conocido, lo cual hay que cambiarlo actualmente, que el origen de la máquina de vapor estuvo ubicado en Inglaterra, junto a otros estudios, teóricos y experimentales, en Francia e Italia.

Se pueden citar al francés Salomón de Caus con su libro Les raisons de forces mouvantes (París, 1615), al italiano Giovanni Branca con su libro Le machine (Turín 1629), el inglés Edward Somerset con su libro A century of de names and scatlings of such inventions (Londres 1663), los estudios del francés Denis Papin en 1698, y su conocida marmita de Papin. Pero es sobre todo desde la aparición de la máquina del ingles Thomas Savery que patentó la primera máquina en 1698, y a la que se le apodó la amiga de los mineros, cuando se establece el nacimiento del uso o aplicación industrial del vapor como fuerza motriz. La descripción de la máquina de este último autor es coincidente, en muchos aspectos, a los del autor español que le precedió y que cito a continuación.

D. Jerónimo de Ayanz y Beaumont (1553-1613), de origen navarro, es el primero que registró una máquina de vapor y que se utilizó con fines productivos. Fue un importante tecnólogo del Siglo de Oro, que sirvió bajo mandato de Felipe II y su sucesor Felipe III. El estudio de su labor inventiva, de enorme importancia, ha sido objeto de un libro, publicado en 2001, por Nicolás García Tapia, Doctor en Historia, Ingeniero y Profesor de la Universidad de Valladolid, junto con otros libros y publicaciones dedicadas al estudio del empleo y nacimiento de la tecnología en España. Uno de ellos, al que haré referencia, Tecnología e Imperio (cita posterior), lo dedica a este inventor junto a Juanelo Turriano, Pedro Juan de Lastanosa y Juan de Herrera.

El mencionado Jerónimo Ayanz es calificado de tecnólogo, humanista, fue caballero de la Orden de Calatrava, militar de “fuerza descomunal”, empresario, Comendador, Regente y Administrador General de las minas del Reino, controlando, por tanto, más de 550 minas en España además de las existentes en Nueva España (Hispanoamérica).

Trabajador al estilo del italiano Leonardo da Vinci (1452-1519), fue hombre polifacético. A los cargos militares y de gestión se le añaden sus habilidades de músico, cantor, pintor, cosmógrafo, y, sobre todo, inventor. En varias ocasiones tuvieron que transcurrir dos siglos para alcanzar, en un ámbito mundial, el mismo nivel tecnológico que el alcanzado, en algunos aspectos, por el navarro.

Un documento de Felipe II de fecha 1 de septiembre de 1606 describe los “privilegios por invención” concedidos a D. Jerónimo de Ayanz, contando hasta 58 los inventos de los que hoy denominaríamos patentes.

Analicemos el que más nos interesa, aplicado en el campo de la minería: la utilización del vapor para desaguar las minas. La primera patente conocida a nivel mundial fue la de Thomas Savery en 1698. Sin embargo, Ayanz registra su máquina de vapor en 1606 y la “aplicaría con éxito” en desaguar las minas de plata de Guadalcanal (Tecnología e Imperio, Nicolás García Tapia y Jesús Carrillo Castillo, Ed. Nivola, Madrid 2002, p 144).

Minas de gran importancia para Felipe II, donde aplicó lo más moderno de la tecnología de la época. Del gran interés para el rey, son referencias obligadas dos hechos significativos:

  1. la noticia del hecho que Juanelo Turriano, según citan Nicolás García Tapia y Jesús Carrillo Castillo, p 38, del libro antes citado, más conocido como relojero del emperador Carlos V, e inventor de la obra para elevar el agua del Tajo, conocido como el “artificio de Juanelo” estuviese en las reales minas de plata de Guadalcanal por los años de 1560-70, con encargo de desaguar la referida mina. Juanelo Turriano nació en 1500 en un pueblo cercano a la ciudad de Cremona, en Lombardía, gobernada por los Sforza y con un importante desarrollo industrial y tecnológico en la época, y bajo mandato de la monarquía española desde 1525. Fue esencialmente autodidacta, aunque probablemente estaría influenciado por autores de su época y de su entorno, fue inventor y principalmente constructor de ingeniosas máquinas, la más conocidas son el “artificio de Juanelo” y los relojes que construyó para el emperador Carlos al que acompañó en su estancia en Yuste y donde disponía de un taller para sus trabajos. A la muerte de éste, pasó a convertirse en servidor de Felipe II y como tal, trabajó en los proyectos de desagüe de la mina de Guadalcanal, aunque desconocemos sus trabajos en la referida explotación.
  2. que a la muerte del obispo de Milán, S. Carlos Borromeo, Felipe II regaló la urna de plata donde reposan los restos del citado obispo en la Catedral de Milán, dicha urna es de plata, de las minas de Guadalcanal.
  3. Técnicamente, dichas minas fueron las más adelantadas de la época (junto con las de mercurio de Almadén, también de propiedad real), como veremos a continuación por la siguiente cita que hizo historia. Se hace referencia en el libro del profesor Nicolás García Tapia, al uso de la máquina de vapor de Ayanz para desaguar las minas de Guadalcanal que habían sido desahuciadas por la dificultad de desaguarla, ya que en época invernal dichas minas soportaban grandes inundaciones. Se incluye, entre sus más de 50 inventos registrados por el rey, el empleo del eyector de vapor, que es un elemento del siglo XX, se empleó para propulsar un fluido por una tubería por medio del vapor, lo que significa la aplicación del primer principio de la Termodinámica para un sistema abierto, llevando a la práctica el principio de Bernouilly; junto a la aplicación del efecto Venturi, que también aplicó para enfriar aire, por intercambio con nieve, que era dirigido posteriormente al interior de edificios, refrigerando así el ambiente, es el precursor del acondicionamiento de aire.

La máquina de desagüe de Savery, en sus croquis y esquemas, recuerda en gran medida a la de Ayanz, lo que hace pensar que la conocía, o sus planos le habrían sido referidos. Otros inventos de Ayanz, como la bomba de husillo (con engranajes salomónicos como hoy la conocemos) usada para desaguar barcos; otro invento como el eyector de vapor, en definitiva, y a diferencia de las aplicaciones inglesas, representaban una aplicación de un “sistema abierto” termodinámicamente hablando, ello implica funcionamiento en flujo continúo, a diferencia de la bomba de agua de vapor y la de posterior uso inglés, de funcionamiento alternativo (llenado y vaciado), que supusieron las máquinas de Savery (1670-1713)(“la amiga de los mineros”), y las de cilindro-pistón de Newcomen (1663-1729) y de Watt (1736-1819), esta última con el condensador incorporado. Respecto a esta última, es importante el papel que representó en su divulgación el ingeniero español Agustín de Betancourt y Molina, indicado en el artículo del citado portal PAUTA, Betancourt, Carnot, Clapeyron y la máquina de vapor, citado más adelante.

Se puede hacer el siguiente análisis del desconocimiento de la existencia de tales técnicos en España, como ocurrió posteriormente con Agustín de Betancourt en el siglo XIX, y del que tengo un escrito (portal Pauta citado) sobre su importancia Clapeyron. En general, los que se han interesado por la historia parecen ser desconocedores de la importancia de los principios que rigen los descubrimientos científicos técnicos de los citados españoles; ello está probablemente relacionado con el lento desarrollo de la ciencia en nuestro país, siendo ejemplo que la Real Academia de Ciencias de Madrid se fundase en 1847. La Real Sociedad Española de Física y Química se fundó, por Alfonso XIII, en 1903 (el año pasado se celebró el centenario); sin embargo, se habían creado anteriormente, en 1660 en Londres, la Royal Society, para impulsar la investigación de los fenómenos científicos y en 1666 en Paris La Acedemie des Sciences. Es probable que el citado desconocimiento histórico provenga de la dificultad para entender los mecanismos de las citadas máquinas y sus utilidades, o la poca dedicación que le han propiciado entendidos en las materias técnicas hasta fechas muy recientes. Otro ejemplo de ello, puede derivarse de la descripción de J.M. Cano Pavón en su libro La Ciencia Experimental y la Universidad de Sevilla, siglos XIX y XX, 1987, donde en la pág 21 cita que las enseñanzas de Física en los siglos XVII y XVIII se limitaban a lecturas y comentarios de las obras de Aristóteles, en el siglo XVIII se enseñaba la física escolástica (aristotélica) (ver otra cita: F. Aguilar Piñal La Universidad de Sevilla en el siglo XVIII, 1969), enseñanza que se había abandonado en Europa desde hacía tiempo a favor del cambio de orientación de la física debido a Galileo y, sobre todo, Newton. P. González Blasco, J. Jiménez Blanco y J.M. López Piñero en su libro Historia y sociología de la ciencia en España, Alianza Editorial 1979, no citan en época renacentista (concretamente de Felipe II) a Jerónimo Ayanz. Agustín de Betancourt, ingeniero del siglo XIX, ha sido también figura casi desconocida en dicho libro, a pesar de la importancia de su obra. Estas citas hablan por sí solas. Es más, probablemente, quede mucho por investigar y publicar a este respecto.
A título orientativo, otros autores conocidos que vivieron por la misma época, fueron: Galileo Galilei, el padre de la física moderna, vivió entre 1564 y 1642, construyo el primer termómetro en 1600 (abierto). Boyle (1627-91) y Mariotte (1630-1684) publicaron la ley de los gases que lleva su nombre en 1662. En 1641 Torricelli construyó el primer termómetro cerrado, con alcohol como fluido, en 1643 el barómetro. Isaac Newton, gran impulsor de la ciencia, vivió entre 1642 y 1727, en 1687 publicó su obra Principia mathemática, con una posterior versión de 1713, que incluye, sintetizando los principios mecánicos de Galileo junto a los de Kepler, los denunciados de las leyes del movimiento y la ley de gravitación universal, su obra Óptica fue publicada en 1704. El holandés Christian Huygens vivió entre 1629 y 1695, publicó El reloj oscilante en 1673 siendo el origen del reloj de péndulo, origen de medidas más precisas del tiempo, esencial en trabajos experimentales científicos; su obra El tratado de la luz fue publicada en 1690. Juan Evangelista Torricelli (1608-1647) fue discípulo de Galileo en Florencia, estudió la relación entre los fenómenos de los chorros de líquidos y la caída libre de los cuerpos, como hoy sabemos, diversas formas de energía, cinética y potencial, además de sus estudios sobre medidas de presión (la unidad de presión torre equivalente a 1 mm de mercurio le debe su nombre) y de temperatura.

En tiempos de Felipe II existía en España una mala relación con la ciencia exterior al imperio, aunque se mantenía relación con otros lugares del imperio, como Flandes, posesiones en Italia, etc. Había limitado la comunicación de la ciencia española y la del resto de Europa con el decreto de 1558 que prohibía que los españoles estudiaran o enseñaran en universidades europeas (lógicamente se refería a países beligerantes con el imperio), este hecho repercutió, a partir de su publicación, en un aislamiento de la ciencia en España, probablemente tal medida fue recomendada por el poder eclesiástico. Ello dio lugar a una relativa decadencia de las ciencias lo que motivó, para oponerse a ella, la creación de algunas medidas, como la de fundar en 1583, la Academia de Matemáticas de Madrid por consejo de Juan de Herrera. Por otro lado, el desarrollo de la ciencia y tecnología en España estaba ligada, en gran medida, a personal militar, lo que hacía que sus conocimientos y enseñanzas, orientados a aplicaciones militares, se considerasen como secretos de estado, estando sus enseñanzas, sobre todo técnicas, ligadas a centros y aplicaciones militares, o consideradas estratégicas, y por tanto, secretas. Algunas como la cosmografía, aplicada esencialmente a la navegación, eran de gran importancia, debido a los largos viajes por barco y la limitación de los mismos.

Como tesis más importante del escrito, insistiremos en la importancia del hecho que España fuese en dicha época el lugar donde por primera vez, a principios del siglo XVII, se utilizase el vapor para usos técnicos, sustituyendo en el caso citado la fuerza mecánica de desagüe de las minas, como se hacía tradicionalmente con fuerza mecánica, humana o animal, ayudados por dispositivos mecánicos como las norias y malacates. En las minas de Guadalcanal se empleaban gran número de esclavos negros (Pascual Madoz cita en la página 67 del volumen de su diccionario dedicado a la provincia de Sevilla, que en la fundición del Pedroso, siglo XIX, trabajaba una brigada de 60 negros), los cuales eran traídos esencialmente de Portugal, existiendo un mercado importante en ferias como la de Zafra, o la propia de Guadalcanal.

Esta última se celebraba en un valle muy bien comunicado; cerca pasaba la ruta del mercurio, procedente de Azuaga, y de la que hablaré más adelante, coincidente por ese paraje con el camino de Sevilla a Madrid (citado por Madoz y que pasaba por Cazalla de la Sierra).

Paralela circulaba una cañada real que comunica con el mismo pueblo citado de Azuaga (curiosamente su nombre es parecido al de azogue o mercurio) y continúa al norte hasta Talavera (Toledo), citado en el libro de la Montería. Al oeste y comunicando directamente con Llerena, transcurre por un valle otra cañada. De norte a sur y de este a oeste, confluían en el cruce de caminos y cañadas denominado la Cruz del Aceite (por una cruz con tinajas que existía y existe en el lugar, para auxilio de arrieros y del ermitaño); al este se dirige hacia Malcocinado y Córdoba, derivándose en la misma ermita otra denominada Cañada de Carbonero (citada en el Libro de la Montería) que gira al sur. Desde la citada cruz partía al sur el camino de Guadalcanal (con puente romano) y Cazalla, le acompañaba otra cañada paralela, con un cruce ya próximo al pueblo, con el camino carretero de Llerena a Alanís, que pasa justo al lado de la mina de Pozo Rico. Como puede observarse, hablamos de una encrucijada de caminos, todos relativamente llanos, que dotaba a la comarca de buenas comunicaciones, comunicaciones que hoy están prácticamente olvidadas, así como sus incidencias históricas, a mi juicio de gran interés.

La citada feria de ganados se celebraba en primavera, próximo al mes de abril en el que se comenzaba la temporada del transporte del mercurio, el lugar era junto a la ermita de Guaditoca, cercana a los arroyos de Guaditoca y Esteban Yanes (o Esteban Yáñez). Durante la baja Edad Media, al poco de la reconquista, esta comarca situada casi a medio camino entre Guadalcanal y Azuaga, fue por una época fronteriza entre los territorios de las órdenes de Santiago al oeste, Orden de Calatrava al norte, Obispado de Sevilla al sur y Obispado de Córdoba al oeste, estaba bien comunicada.

La feria, fue durante un tiempo la más importante del sur de España según indica Juan Agudo Torrico, en su artículo Santuarios de Frontera, donde cita que llegó a tener tres calles de soportales. Dicho autor indica que entre los ganaderos asistentes a la feria de 1792 se encuentran registrados de 87 pueblos diferentes (citados con sus respectivos nombres) y de provincias tales como Cádiz, Badajoz, Sevilla, Huelva, Córdoba, Toledo, Ciudad Real. Su importancia derivaba, además de la cercanía de la ruta del mercurio, esencialmente de cuatro circunstancias que confluían en ella.

Primera, por la existencia en los alrededores y cercanías, de grandes extensiones de tierras de propios y comunes, donde podían pastar los ganados durante largo tiempo, lo que era importante debido a la lentitud de desplazamiento del ganado por aquella época. Implicando los arriendos de las parcelas ofertadas, la posibilidad de una larga estancia. Al ser buenas tierras ganaderas con agua y pastos, quedaba asegurada la asistencia de las piaras de ganado durante largo tiempo sin merma de sus carnes.

Este hecho es esencial para que la feria fuese atractiva y asegurase la presencia de un importante número de cabezas de ganado trashumantes y que se convertían en estante por un tiempo que, en definitiva, su presencia era lo que daba importancia a la feria.

Segunda, por la existencia de amplias comunicaciones, consistentes en caminos de herraduras, de carretas y de ganado. Por ejemplo, el existente desde el lugar hasta Talavera (Toledo) (citado en El Libro de la Montería, de Alfonso XI, de 1350), y Cañadas Reales que lo comunicaban hasta el mismo lugar y el resto de Castilla; por la Cañada Real Senda de Sigales, que comunica directamente Córdoba con Portugal, que pasa por la zona sur de Guadalcanal, y comunicada con la citada feria por la Cañada de Carbonero (que en parte transcurre desde la ermita de Guaditoca a la actual estación de ferrocarril de Alanís, donde se une con la citada Senda de Sigales, y también citada en el libro de la Montería, ya citado).

De la importancia de la confluencia de caminos en la comarca de Guadalcanal, habla el hecho que la futura esposa del emperador Carlos I, Isabel de Portugal, llegase a Sevilla el 3 de marzo de 1526 para su boda, viajando desde Lisboa, por Elvas, Badajoz, Talavera la Real, Almendralejo, Llerena, Guadalcanal, Cazalla, El Pedroso, Cantillana y S. Jerónimo, según cuenta el cronista de la época Alonso de Santa Cruz. En el siglo XIX, los franceses, procedentes de Llerena; el general Gómez, carlista, que en sus expediciones de la primera guerra carlista (1833-1840), prácticamente daba la vuelta por toda España, entró por tercera vez en Andalucía el 7 de noviembre de 1836 por Guadalcanal, hacia Constantina, Palma del Río, y al no poderse dirigir hacia Córdoba o Sevilla, como era su intención, tomó camino a Écija y posteriormente hacia la serranía de Ronda, donde se encontraría más seguro.

Tercera, por la muy probable demanda de buenos animales de carga, que serían usados en la citada ruta del mercurio, tanto en las recuas de mulos, como para bueyes de carretas. Comercio intenso de ganado ovino, estantes y trashumante, para su ubicación en las relativamente cercanas zonas del valle de Alcudia, los Pedroches, la Mancha y la Serena Extremeña.

Cuarta, presencia en el término de Guadalcanal de una gran dehesa boyal, era un elemento esencial para la ruta del mercurio, ya que según los autores Ignacio González Tascón y colaboradores (véase más adelante), ello era fundamental para la reposición del ganado de carga y para los largos descansos de invierno. Esta circunstancia, posiblemente derivada de la existencia de la ruta del mercurio, coincide con la existencia en Cazalla de otra dehesa boyal próxima a la ruta y en el Pedroso donde todavía en la actualidad, debe ser un caso casi único, existe una dehesa pública destinada a pastar en ella ganado vacuno.

Como hecho definitorio he de comentar que la ruta del mercurio desapareció por la comarca a partir de la apertura del paso de Despeñaperros, finalizada en 1786, y la nueva entrada a Andalucía, que fue entrando en uso, hasta su finalización total hasta Córdoba hacia 1790. La feria celebrada en Guaditoca se trasladó al pueblo en 1792, donde comenzó su declive.

Esta historia, relacionado estrechamente con la de la comarca de la Sierra Norte de la Provincia de Sevilla, debería ser estudiada más a fondo, para que no se pierdan definitivamente los referidos caminos y acontecimientos históricos que no han sido suficientemente investigados.

Relacionado con el origen de la ruta del mercurio, hay que citar que en 1554 el sevillano Bartolomé de Medina, planteó ante el Virrey de Nueva España, Luís de Velasco, el procedimiento de emplear la amalgama para extraer la plata y el oro. A partir de esa aplicación, cobran gran importancia las minas de Almadén y es la base del nacimiento de la ruta del mercurio, desde Almadén hasta las Atarazanas de Sevilla y embarque hasta Nueva España, y que transcurría por una ruta cercana al lugar donde se desarrollaba la feria citada y de las minas de plata en Guadalcanal (Ignacio González Tascón, Dolores Romero Muñoz y Amaya Sáenz Sanz, Los Caminos del mercurio de Almadén a Nueva España, Actas del II Congreso Internacional de Caminería Hispánica, Tomo III, pp. 683-692). Entre los años de 1614 y 1630 el transporte de mercurio ascendía a un promedio anual de 4000 quintales (naturalmente castellanos, de cien libras, cuatro arrobas o 46 Kg.). A este respecto, existe una descripción de D. Agustín de Betancourt, en sus Memorias de las Reales Minas de Almadén y con dibujo de su mano, de cómo se realizaba el envasado del mercurio para el transporte, llegándose a realizar 3200 viajes de carro que tardaban hasta un mes en recorrer el trayecto, que se realizaba durante los meses de primavera y verano, esencialmente, para evitar las dificultades camineras del invierno.

La ruta del mercurio, gran desconocida, representaba una puerta de entrada de mercancías a Andalucía por Sierra Morena, que ha sido casi totalmente olvidada, no solamente de mercurio, también contaba con un importante retorno de leñas (hornos de las minas de Almaden) y productos alimenticios para Castilla y viceversa hacia el puerto de Sevilla. La ruta citada transcurría desde Almadén (Ciudad Real), Santa Eufemia (Córdoba), Azuaya (Badajoz), la Cruz del Aceite y ermita de Guaditoca en Guadalcanal-Malcocinado (Malcocinado por aquella época era pedanía de la villa de Guadalcanal hasta la mitad del siglo XIX, y ambas, provincia de Badajoz hasta dicho siglo), Cazalla (Sevilla), el Pedroso, Cantillana, y su puente de barcas, y Sevilla. Otro itinerario, era a partir de Guadalcanal-Malcocinado, Alanís (Sevilla), Constantina, Villanueva, (o a Lora del Río), Tocina y su barca, hasta Sevilla. Otra vía era, llegado al Guadalquivir (sin puentes por dicha época), marchar por el margen derecho hasta el puente de barcas de Triana.

Dicho camino tuvo preferencia, para el transporte del mercurio, sobre el conocido Camino Real, desde Toledo a Córdoba (con puente romano sobre el Guadalquivir). En el citado diccionario de Pascual Madoz, se cita que el camino de Sevilla a Madrid pasaba por Cazalla de la Sierra, coincidente lógicamente con los puntualmente citados de la comarca de Guadalcanal. Estos caminos tuvieron su utilidad, y así parece que aconteció, hasta la apertura de la desdichada ruta del camino real a Andalucía por Despeñaperros, fruto del Programa de Fomento de Ensenada presentado por el ministro a Fernando VI en 1751. El proyecto fue obra del ingeniero Carlos Lemaur, de origen francés, desarrollado en plena Ilustración, concretamente entre 1771-1785, con una longitud de 65 Km., de rutas con numerosos puentes, rompimientos y terraplenes (informe Betancourt), y llevado a cabo bajo mandato de Carlos III y su ministro Floridablanca (junto con la repoblación de Sierra Morena y la creación de La Carlota, La Carolina, -obras de Lemaur-, para la consolidación de los alrededores de Despeñaperros).

Sobre la creación de la ruta de Despeñaperros existen escritos de la época, en los que se cita que se abrió por presiones de “personajes influyentes” de la comarca de Úbeda y Baeza, para acercar dicha comarca a la Corte.

Como consecuencia de ello, y la obra de Carlos Lemaur (a quien Agustín de Betancourt, en su conocido informe sobre el estado de las comunicaciones en la España de la Ilustración, califica como “amigo de trazados de caminos, de puentes y desmontes complicados y difíciles”, y otro autor , Romeu de Armas, historiador con trabajos sobre ciencia y tecnología, califica a Carlos Lemaur de “Iluminado genial”), Andalucía sufre por la existencia y uso de un acceso difícil, al que no se le han planteado seriamente alternativas modernas (exceptuando recientemente la del tren AVE).

Lamaur, ingeniero militar de origen francés, fue también autor, entre otros proyectos, del paso de la meseta a Cantabria por el paso del Escudo; del paso del Guadarrama por el paso de los Leones, uniendo las dos Castillas; del acceso a Málaga desde Antequera por la cuesta de la Reina; del proyecto (que vio la luz) del canal del Guadarrama que pretendió unir el centro de España por un canal navegable hasta Cádiz, del que se efectuó la presa de cabeza en el río Guadarrama, que se hundió con 50-60 m de los 100 que tenía proyectados, y del que al parecer, tomó nota la Compañía del Guadalquivir que pretendió en el siglo XIX crear un canal para hacer navegable el Guadalquivir, desde Córdoba hasta Cádiz.

Comentan Nicolás García Tapia y Jesús Carrillo Castillo al final de su libro, que Ayanz, a pesar del olvido, o poco interés por temas técnicos, de Felipe III, tomó iniciativas empresariales y entre otras citan las de explotar minas: La mina de plata más importante de España era la de Guadalcanal, cerca de Sevilla, que había sido recientemente abandonada porque sus pozos se habían inundado y ninguna máquina conocida en la época era capaz de desaguarlos. Ayanz conocía las posibilidades de esa mina desde sus viajes de inspección, así que en 1611 formó una compañía para explotar los pozos, que serian desaguados con los ingenios de su invención. Todo parece indicar que allí se emplearon por primera vez en la historia las máquinas de vapor. Lo demuestra el uso de una mina de cobre adyacente para fabricar las “bolas de fuego” con ese metal, el consumo de abundante leña para los hornos, el secretismo conque Ayanz rodeó la explotación y el hecho indudable de que ninguna de las energías conocidas hubiera sido capaz de efectuar el desagüe. Ayanz y sus socios llegaron a sacar cierta cantidad de plata de sus vetas, lo que prueba que se había conseguido achicar algunos pozos. Sin embargo, las trabas burocráticas que opusieron los enemigos de Ayanz, unidas al engaño de los socios, hicieron que la explotación se frustrase en sus comienzos. La enfermedad del inventor, que le condujo a la muerte en 1613, obligó a cerrar definitivamente la explotación minera.

A continuación se exponen los 25 puntos del informe destinado a mejorar el estado de las minas del reino, y que fueron expuestos por Ayanz ante Felipe III al final del siglo XVII. Como casi siempre, se pedían los informes, pero nunca se cumplían.

1º  Se deben dar exenciones y libertades a los que registren las minas, como se hacen en otros reinos donde las minas son más pobres que las españolas.

2º Privatizar la explotación de las minas del Rey. La mina de Almadén apenas daba 500 quintales de mercurio cuando era del Rey. Desde 1579 en que se liberalizó la explotación y en los 17 años que la explotaron los Fugar produjo 30932 quintales.

3º Está comprobado que España es más rica en minas de oro, plata y otros metales que ningún otro reino de la Cristiandad, por lo que no es necesario importarlos.

4º Los mineros españoles no alcanzan la aptitud y la suficiencia que tienen en otros lugares, por lo que hay que adiestrarlos.

5º Hay que reducir los gastos de producción de la plata con nuevos procesos técnicos.

6º (falta en el original)

7º Hay muchos escoriales por beneficiar, pero pocos los hombres capaces de ello, hay que dar incentivos para que se haga.

8º En España falta la tecnología adecuada para la explotación de las minas y los salarios son demasiado altos.

9º Los impuestos de la Hacienda Real son desproporcionados.

10º A causa de los grandes derechos que hay que pagar al Rey es preciso arriesgar mucho capital, lo que retrae a los descubridores de minas a explotarlas, sobre todo si tienen poco dinero.

11º La salida de España de los expertos alemanes sin que adiestrasen a los españoles ha sido la causa de que no funcionen correctamente los ingenios de las minas, como ocurrió en Guadalcanal.

12º Se suelen dejar las minas abandonadas en invierno con lo cual, cuando se intenta volverlas a trabajar en el buen tiempo están inundadas, siendo difíciles de desaguar.

13º Los abusos de algunos jueces desanima a los mineros.

14º Es necesario el nombramiento de jueces honrados que conozcan el funcionamiento de la minería, y que las apelaciones se hagan ante el administrador general de las minas y no ante otra instancia.

15º Que a las personas que abastecen las minas de los materiales necesarios no se les cobre más impuestos que los que correspondan a los mismos artículos destinados a otros usos.

16º Que no se les obligue a pagar a los dueños de las minas diezmos sobre los salarios de los trabajadores.

17º Cuando la mina esté inundada debe intentarse hacer una contramina o túnel de desagüe, lo que es preferible a los ingenios movidos a mano o por animales que aumentan el costo de explotación.

18º Demostrado el interés de realizar contraminas de desagüe, se debe obligar a hacerlas, incluso cuando se tenga que llegar a terrenos pertenecientes a minas de otros dueños.

19º Cuando una contramina beneficie a varias minas todos los dueños deben contribuir al gasto de construirla.

20º Si lo anterior no es realizado voluntariamente, se debe dar poder al administrador general para obligarlo a hacer a los dueños de las minas.

21º Hay que moderar el rigor de las leyes y pragmáticas referentes a las minas.

22º Hay que modificar, en particular, los puntos referentes a los impuestos, que deben ser más bajos y facilitar la privatización de las minas reales.

23º Que se hagan asientos de minas sólo con personas de experiencia minera.

24º Se deben explotar con prioridad las minas de mayor riqueza en minería.

25º Solamente en el caso de que no se encuentren particulares para la explotación de las minas de interés debe hacerse cargo de ello la Hacienda Real.

Puede observarse, que en más de un punto se habla de la poca preparación técnica de las personas dedicadas a las explotaciones mineras, ello es una constante que nos acompañará en España hasta el siglo XX, y con desastrosas repercusiones en Andalucía, sobre todo, en el desarrollo minero del siglo XIX.

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(1) El interés de este escrito, junto a otros del portal Pauta:(http://www1.us.es/pauta/publica/doc_autor.jsp) en los que hago reflexiones, y algunos análisis, sobre referencias de interés histórico, es, en el fondo, comentar el inicio del uso de la máquina de vapor, y algunas indicaciones sobre la comarca donde se utilizó por primera vez. Una breve descripción del uso del vapor en Andalucía, siglo XIX, y su influencia en el inicio de la industrialización, lo titulado primera revolución industrial, se encuentra en el artículo del referido portal, La máquina de vapor y los orígenes de la industrialización en Andalucía. Ambos no tienen pretensiones de ser ni absolutos ni definitivos, son, como todos los artículos de este tipo, abiertos a ampliaciones y modificaciones, en cuanto se le aporten investigaciones colaterales.

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