13.MAY.1961.- ABC – SEVILLA AL DÍA.

Cuando entre semana llega una fiesta como la del jueves, el día que le sigue suele ser, como el de ayer, parvo en acontecimientos y desanimado hasta en los bares. Los consumidores se dejan ir a la espera del sábado y el domingo, y entonces se produce el vacío, un vacío al que contribuye el calorín reinante, que invita a llegar pronto a casa y a ponerse fresquito.

Menos mal que aún no ha llegado la televisión a Sevilla, aunque los receptores se acumulen en los escaparates y en esa infinidad de rifas ambulantes, que no acaban nunca. Cuando los artilugios de la TV coronen el monte Hamapega, en las estribaciones de Guadalcanal, el número de sevillanos que se quedarán en el hogar aumentará. Todo se sacrifica ya, hasta en las clases sociales más modestas –viene sucediendo en todas partes- en pro de la adquisición de un receptor: la cuota del fútbol, el abono de toros, y hasta la copa de tinto en el bar o el café. Entonces la familia mantiénese congregada en casa más tiempo y la calle se desanima.

Los tiempos evolucionan y los presupuestos familiares modifican su estructura o el reparto de los nunca abundantes caudales: la gente quiere vivir mejor –hace bien-, y dejando al margen o reduciendo ciertos capítulos, abre otros o modifica los demás. […].

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