LOS ORÍGENES DEL CONVENTO DE CLARISAS DEL ESPÍRITU SANTO DE LA LOCALIDAD SEVILLANA DE GUADALCANAL

Patio del convento

Juan Aranda Doncel (dir.), páginas 225 – 235 del libro Cuatro siglos de presencia de los franciscanos en Estepa. Actas del I Simposio, Ayuntamiento de Estepa, Estepa. 2007, 992 pp.

          Francisco Manuel DELGADO ABOZA – Licenciado en Historia del Arte

1. Guadalcanal y la Orden franciscana

El propósito del presente trabajo no es otro que dar a conocer la documentación hallada en el Archivo Histórico Provincial de Sevilla, en su sección de Protocolos Notariales, que vie­ne a completar de forma notable los conocimientos sobre los inicios del proceso fundacional del Convento de clarisas del Espíritu Santo de Guadalcanal. Entre las Sierras del Agua y del Viento, al Norte de la provincia de Sevilla, limítrofe con la de Badajoz, se sitúa la histórica y artística población de Guadalcanal, que pertenece a la comarca de la Sierra Norte de Sevilla. Separada unos 114 kilómetros de la capital hispalense, presenta una población aproximada de 3.000 habitantes. Fue a raíz de la división provincial de España realizada por el ministro Javier de Burgos, en 1833, cuando esta bella localidad pasa a pertenecer a la provincia de Sevilla, ya que anteriormente dependía de Extremadura. Con esta división territorial el país se divide en cuarenta y nueve provincias, que son las mismas que las actuales, a excepción de Canarias, que no se fraccionó en dos hasta 1927.

De acuerdo con Antonio Muñoz y Torrado, Guadalcanal disfrutó de un pasado ilustre, sobre todo en lo concerniente a su religiosidad; llegando a detentar una «merecida fama por el esplendor del culto en sus iglesias, por lo numeroso de sus cofradías y hermandades y por los templos consagrados a Nuestro Señor: De todo ello algo puede decirse, así como de la funda­ción de los conventos, hospitales, obras pías, instituciones para sostén del pobre y del desvali­do…»[1] .Sin la menor duda posible, la intensa relación de la Orden franciscana con la villa de Guadalcanal ha sido uno de los puntos más llamativos de la historia de esta localidad, en donde se establecen cuatro centros conventuales franciscanos, que son los siguientes: Convento de Nuestra Señora de la Piedad (más conocido por San Francisco), Convento de San José de la Penitencia (vulgo de Santa Clara), Convento de la Purísima Concepción y Convento del Espí­ritu Santo. Del mismo modo, hay que sumar la presencia en esta población de la Orden Tercera de San Francisco, que desarrollaba sus cultos en la iglesia del cenobio de Nuestra Señora de la Piedad. Dichas celebraciones consistían en el rezo los domingos de la denominada “corona de Nuestra Señora“, que se basaba en siete de los Misterios del Rosario, y en algunas prácticas penitenciales, además de ejercitar la caridad con los pobres[2].

Tanto este último centro, que ya hemos señalado se conocía popularmente con el nom­bre de San Francisco, como el de San José, de monjas clarisas, pertenecían jurídicamente a la conocida Provincia franciscana de los Ángeles, en la que se incluían los conventos de la Sierra Norte de Sevilla y algunos otros de la Sierra de Córdoba, la vega del Guadalquivir y Extrema­dura[3]. Los otros cenobios franciscanos citados, es decir, el de la Purísima Concepción (fran­ciscanas concepcionistas) y el del Espíritu Santo (clarisas), no estuvieron bajo la jurisdicción de la mencionada Provincia de los Ángeles, ya que dependían del Ordinario o Provisor de la Provincia de León de la Orden de Santiago, a la que perteneció la villa de Guadalcanal hasta que en el siglo XIX fue incorporada al Arzobispado de Sevilla[4].

En resumen, vemos que la Orden del seráfico San Francisco de Asís en esta pequeña localidad llegó a alcanzar una gran importancia, predominio que influyó notablemente en la espiritualidad y religiosidad de los vecinos de Guadalcanal, considerando -sin miedo a pecar de excesivo- que sus conventos fueron verdaderos centros en los que se promovió la vida espiritual y cultural. Tras esta breve aproximación a la Orden franciscana en la villa de Guadalcanal, nos centramos en el origen del Convento del Espíritu Santo.

2. La fundación del Convento del Espíritu Santo

Subiendo tanto por la calle López de Ayala como por la de Granillos llegamos a la del Espíritu Santo, denominación que tiene su razón por encontrarse en ella el antiguo cenobio de clarisas del Espíritu Santo. El fundador e impulsor de este centro religioso fue Alonso González de la Pava, natural de la villa de Guadalcanal; que se enriqueció tras establecerse en el Nuevo. Mundo. El proceso migratorio hacia América protagonizado por numerosos vecinos de Gua­dalcanal se desarrolló esencialmente en el siglo XVI y en menor medida en la primera mitad de la centuria siguiente, siendo a partir de 1650 cuando disminuye el movimiento de población hasta casi su desaparición. Entre las circunstancias que influyeron en este flujo transoceánico, podemos señalar la vinculación y cercanía de Guadalcanal a la ciudad de Sevilla, único punto de salida hacia las Indias, y el propio reclamo de los vecinos que ya estaban asentados en e: nuevo continente y facilitaban la llegada de sus parientes y paisanos. La zona de Nueva España, seguida de las Antillas y Perú, fueron los territorios en los que mayor concentración de vecinos procedentes de Guadalcanal se dio, el propio González de la Pava se asentó en la ciudad de Po­tosí[5]. Esta, levantada junto al conocido cerro minero del mismo nombre, se convirtió a finales del siglo XVI en una de las principales urbes del Imperio español en América.

El ya citado con anterioridad Muñoz y Torrado piensa que una de las causas de la si­tuación de pobreza y disminución de la población de Guadalcanal en la primera mitad del siglo XVII «fue la emigración de muchos de sus hijos a América» Si bien, afirma «que no olvidaron a su pueblo natal, dejando testimonios fehacientes de su piedad y largueza».Antes de centrarnos en la figura de Alonso González de la Pava querernos citar otros indianos procedentes de Guadalcanal. Uno de ellos fue Jerónimo González de Alanís, quien en su testamento del 10 de marzo de 1582, otorgado en la ciudad de La Plata en el Perú, donde residía, disponía la canti­dad de 30.000 pesos de plata para la fundación de un convento de monjas de Santa Clara, así como una capellanía y pósito para los pobres de Guadalcanal. Todo ello se cumplió gracias a la escritura notarial fechada en Madrid el 4 de mayo de 1591. Sabemos que las primeras religio­sas clarisas entraron en el Convento de San José de la Penitencia en el mes de abril de 1593. Otro indiano natural de Guadalcanal que mediante su testamento mandó fundar un convento femenino en su pueblo natal fue Álvaro de Castilla y Ramos. Este otorgó su testamento en ciudad mexicana de Guanajuato el 17 de septiembre de 1614, por el que fundó el Convento de la Purísima Concepción, fijándose una renta de 500 ducados. Parece que las primeras monjas, pertenecientes a las franciscanas concepcionistas, llegaron a dicho cenobio en el mes de agosto de 1624, procediendo del Convento de la Concepción de Mérida[6].

Indiscutiblemente, de entre todos estos indianos naturales de Guadalcanal debemos destacar al citado Alonso González de la Pava. Hijo de Juan González de la Pava y María Yáñez Ramírez, se asentó en la villa imperial de Potosí, en la provincia peruana de la Chancas. Allí ad­quirió una importante fortuna en el negocio de la extracción de la plata en las conocidas minas de las montañas de El Cero. Su sólida posición económica le permitió, junto a la concepción espiritual del momento y su deseo de alcanzar la salvación de su alma con obras piadosas, des­tinar una importante cantidad para la fundación del Convento del Espíritu Santo[7].

Antes de iniciar el estudio y análisis de la documentación hallada en el Archivo Histórico Pro­vincial de Sevilla, debemos preguntarnos qué razones motivaron al fundador del Convento del Espíritu Santo para que dispusiera que estuviese habitado por monjas clarisas. Lamentablemen­te, en los protocolos examinados no se hace referencia a las causas que incidieron en Alonso González de la Pava para que se decidiera por la citada Orden religiosa corno la encargada de regentar el incipiente cenobio. Hay que tener en cuenta que antes de la creación del Convento del Espíritu Santo ya había en Guadalcanal otra casa conventual llevada por monjas de la mis­ma religión, nos referimos al ya nombrado Convento de San José de la Penitencia o de Santa Clara. Curiosamente, éste había sido fundado por otro indiano, el citado con anterioridad Je­rónimo González de Alanís. Es posible que esto último, junto a la fuerte presencia de la Orden franciscana en la villa de Guadalcanal, influyera en Alonso González de la Pava para determinar que fueran religiosas clarisas las que ocuparan el convento que se quería levantar. No obstante, los dos cenobios de clarisas dependían administrativamente, como ya vimos, de distintas ju­risdicciones, el de San José a la Provincia de los Ángeles y el del Espíritu Santo al Ordinario o Provisor de la Provincia de León de la Orden santiaguista. Respecto a la advocación del mismo está bastante claro que lo tomó de un antiguo hospital que existía en el lugar donde se iba a construir el nuevo convento.

Julia Mensaque Urbano en su citado artículo sobre la figura del indiano Alonso Gonzá­lez de la Pava y su mecenazgo artístico en Guadalcanal transcribe una escritura de donación y fundación del Convento del Espíritu Santo, localizada en el Archivo Parroquial de Guadalcanal, otorgada por el mencionado González de la Pava y fechada en la indicada población el 16 de ju­nio de 1615. Mediante este protocolo Alonso González de la Pava, que declara no tener ningún hijo, afirma que había «determinado, muchos días a (como veremos más adelante), de fundar en esta dicha villa de Guadalcanal, un convento de monjas de la orden de la vienabenturada Santa Clara, de la observancia sujetas al ordinario desta provincia de León». En este documento se hace referencia a otro que pasó ante el escribano público y del cabildo de la ciudad de Potosí, Juan Altamirano, el 4 de junio de 1612. Mediante éste Alonso González de la Pava hacía do-nación de 50.000 pesos de a ocho reales cada uno, cantidad que más tarde aumentó en 1.500 pesos. Finalmente, sabemos que se reservó la cantidad de 3.078 ducados para iniciar las obras del edificio conventual, mientras que el resto del capital se invirtió en rentas, que proporciona­ban unos réditos anuales de 1.334 ducados. De esta última cantidad se destinaban 700 para la subsistencia de las monjas y las obras en el cenobio, 500 para el patrono que Alonso González de la Pava fijara y 134 para el salario del capellán[8].

A continuación, pasamos a analizar la documentación encontrada en el Archivo His­tórico Provincial de Sevilla, fechada con anterioridad a la escritura fundacional anteriormente comentada, y que viene a mostramos los primeros pasos dados por Alonso González de la Pava para llevar a cabo su deseo de fundar un convento de clarisas en su villa natal de Guadalcanal. Sabemos que Alonso González de la Pava otorgó poder a Diego de Ortega Ramírez, vecino de Guadalcanal, el 17 de marzo de 1612, escritura que pasó ante el escribano de su majestad, público y número de Potosí, Lucas Ortiz Carbonel. Dicha escritura notarial aparece transcrita íntegramente en el protocolo que despachó el citado Ortega Ramírez en Sevilla el lunes de 10 de junio de 1613, ante el escribano público Fernando de Sotomayor y Cuéllar. Por medio de dicho documento, que ya hemos fijado su fecha el 17 de marzo de 1612 -data conocida más an­tigua a propósito de la fundación del Convento del Espíritu Santo-, Alonso González de la Pava alegaba que era «patron y fundador de un convento de monxas que se a de hazer y fundar en la dicha cilla de guadalcanal de la adbocasion del Espiritu Santo en el sitio parte y lugar donde esta al presente un hospital de la dicha adbocacion nombrado el berrocal grande y para ello tengo mandado en limosnas donacion a el dicho conbento treynta e cinco mili pessos corrientes de a ocho reales»[9].

Parece que el apelativo de Berrocal (pedregal o roquedal) grande por el que se conocía al Hospital de Espíritu Santo tendría relación con el nombre de la calle donde se localizaba. Así vemos que en una de las cláusulas de la escritura de fundación del Convento del Espíritu Santo, que va vimos se fecha el 16 de junio de 1615, se establece como lugar de asentamiento del cenobio de clarisas «un oratorio con su casita y corral y árboles de la advocacion del Espirito Santo, que está en esta villa de Guadalcanal entre las dos calles que llaman del Berrocal grande y Berrocal chico, que es en la entrada de esta dicha villa en la calle Real y pasaxera a la ciudad de Sevilla y a toda Andaluçia. y a la villa de Llerena y provinçia de León y Extremadura, por ser sitio muy alegre y sano y donde hay agua de pie muy buena y sutil para las monjas y ser más acomodado para poder labrar que otro alguno desta villa, por el material principal que es piedra. que está al pie de la obra. y ser varrio apartado de las yglesias parrochiales y monasterios y de jente pobre que por falta de adornos dexan de oyr misa y por la devoçion particular que yo le tengo a el dicho oratorio y no ayer daño de tercero, sino que será muy gran servicio de Dios y bien desta villa que se labre y edifique en el dicho oratorio»[10].

La cantidad aludida de 35.000 pesos se entregaba de los propios bienes y hacienda de Alonso González de la Pava, como se reflejaba en la escritura -de la que no se especifica su fecha- que se otorgó ante el escribano público del cabildo de la villa de Potosí Alonso de San­tana. Este último protocolo establece que con dicha cantidad se comenzara la obra y fábrica del convento de clarisas. Para hacer llegar el dinero a su pueblo natal Alonso González de la Pava entregaría al mercader Juan de Aróstegui, que iba a partir hacia España, doce barras de plata «ensayadas[11] y marcadas con la marca real de su majestad y contramarcadas con la del margen de los números y leyes pesos valor.». La estimación total de todas las barras del mencionado metal alcanzó la cantidad de 6.955 pesos. Estas barras de plata se debían dar a Juan de Aróste­gui para que asimismo fuesen entregadas en Sevilla al mercader Domingo Sánchez Chaparro. Como muestra del talante previsor de Alonso González de la Pava establece que en caso de fa­llecimiento de este último comerciante, se entregaría a un tal Antonio de la Cueva y por muerte de éste a Francisco López de la Torre. Hay que tener en cuenta que al valor de la plata traída del Perú había que descontar las costas de los fletes y derechos de su transporte a España, asimismo se tenía que pagar una cierta cantidad a Juan de Arostegui[12].

Siguiendo con esta escritura vemos que Alonso González de la Pava otorgaba poder a tres vecinos de Guadalcanal, que eran Luis de Bastida Bonilla, Diego de Ortega Ramírez y Francisco de Rojas Bastida. Con dicha facultad podían, en nombre del fundador y patrón del Convento del Espíritu Santo, imponer el valor de las doce barras de plata en censos y rentas sobre dehesas de hierba o propiedades de la villa de Guadalcanal. La idea era que el dinero que se ganara con estas rentas y censos se invirtiese en el cenobio de clarisas, capital que desde el día de la imposición se debía emplear en hacer y edificar el convento. Alonso González de la Pava afirma que daba y enviaba al citado convento de clarisas los mencionados 35.000 pesos, como así tenía hecha su deseada limosna y que ahora ratificaba y aprobaba de nuevo. Del mis­mo modo, González de la Pava declara que las doce barras de plata le pertenecen al convento, renunciando a este caudal y quedando, exclusivamente, por patrón y fundador del cenobio. Finalmente, manda que los réditos obtenidos en las rentas y censos, que en un principio se invertirían en la construcción del convento, una vez fundado y edificado, se empleasen en el sustento de las monjas[13].

Avanzando algo más en el tiempo llegamos al 5 de junio de 1613, fecha en la que Luis de Bastida Bonilla y Francisco de Rojas Bastida Alférez Mayor de Guadalcanal otorgaron escri­tura en la citada villa, por la que reconocían que en la flota que vino de las Indias en 1612 Alon­so González de la Pava envió a la Casa de Contratación de Sevilla 6.955 pesos cinco tomines y ocho granos de plata ensayada. El citado Juan de Aróstegui a su llegada a Sevilla se encargaría de entregar al mercader Domingo Sánchez Chaparro la valiosa mercancía, como así se hizo y nos lo confirman los otorgadores de este protocolo. Tras realizarse las oportunas diligencias por los apoderados de Alonso González de la Pava se decidió que la «parte más cómoda y saneada que se ha hallado en esta comarca» para invertir el dinero enviado desde Potosí se encontraba en la cercana, «doce leguas de esta villa» de Guadalcanal, población extremeña de Quintana de la Serena. Se aclara que en Guadalcanal no se había encontrado, por el momento, un lugar adecuado para imponer dicho tributo[14].

Por tanto, se decidió que se asentara dicho dinero en el Concejo de la villa de Quintana de la Serena, por lo que se tomó un tributo de 2.209.502 maravedíes, afirmándose que se hizo por virtud de una facultad real que se tenía para poder redimir o liberar la misma cantidad que el citado cabildo debía a un vecino de Moguer. En la escritura de imposición de este tributo se declara que el citado dinero se entregaría en la ciudad de Sevilla, donde ya se encontraba. Com­plicando aún más todo este proceso, vemos que el Concejo debía 5.000 reales de lo corrido del citado tributo, por lo que no se podía realizar la deseada redención si no era pagando primero dicha cantidad. Para solucionar este contratiempo se resolvió que del mismo dinero y plata enviado por Alonso González de la Pava se prestasen al municipio de Quintana de la Serena los 5.000 reales. La devolución del mencionado empréstito se fijó para finales de diciembre de 1613, tiempo que se calculaba suficiente para obtener dicha cantidad de los frutos de sus dehe­sas[15].

Siguiendo con el análisis del desarrollo administrativo de la fundación del Convento del Espíritu Santo, advertirnos que aunque Alonso González de la Pava otorgó poder a los citados Diego de Ortega Ramírez, Luis de Bastida Bonilla y Francisco de Rojas Bastida, parece que el mayor protagonismo lo llevó el primero de los tres. Así vemos que para cobrar el valor de la plata, imponer el tributo y realizar el préstamo se deseaba una persona de confianza, por lo que pensó en el citado Diego de Ortega Ramírez. Por tanto, éste en su nombre y en los de los anteriormente señalados podía recibir y cobrar del mercader Domingo Sánchez Chaparro la plata y dinero enviados desde tierras peruanas, que ya tenía en su poder. También, debía hacer las rentas de lo que montó las averías y dar las cartas de pago y finiquitos correspondientes. Asimismo, se le daba la facultad para que entregase al Alcalde ordinario de la villa de Quintana de la Serena. Diego de Nogales, y al Regidor de dicha localidad, Francisco García, los 2.209.502 maravedíes de tributo y los 5.000 reales de la referida ayuda[16].

El 19 de noviembre de 1620 Alonso González de la Pava dio poder a sus albaceas testamentarios para que pudieran otorgar su testamento en su nombre. Los tres fiduciarios fueron el regidor del pueblo Diego de Ortega Ramírez, el Alférez Mayor Francisco de Rojas Bastida y el presbítero Diego García de la Rubia, todos ellos vecinos de Guadalcanal. En este punto me interesa subrayar cómo Alonso González de la Pava aclara que Diego de Ortega Ramírez era su primo. lo que sin duda debió influir decisivamente para que sobre él cayera la responsabilidad de la administración del dinero que envió su citado familiar desde la ciudad de Potosí. Cuando Alonso González de la Pava otorgó esta escritura notarial en su villa natal de Guadalcanal se  encontraba «muy enfermo y a pronto de muerte», asimismo dice que dejaba «en su fuerça y vigor la fundacion del convento del Espíritu Santo, que esta haciendose con facultad de su magestad y los nonbramientos que en ella tengo fechos, y la capellania que alego fundada sigue y como se contiene en las escripturas de fundacion sobre ello fechas antes» Alonso González de la Pava murió el 24 del citado mes y año, no siendo hasta el 16 de marzo de 1621 cuando sus albaceas testamentarios confirieron su testamento ante el escribano público de Guadalcanal[17].

Centrándonos en la plata y dinero que Alonso González de la Pava encargó a Juan de Aróstegui su envió a Sevilla en la flota de 1612, conocemos que finalmente se dieron once ba­rras de plata y 222 pesos de a ocho reales cada uno. Seis de las once barras y los citados pesos se inscribieron en el registro de la nao Maestre Santos de Sabaleta, en el folio 1.075, mientras que el resto fue transportado en la nao Maestre Marcos de Santa Cruz, asentándose en el folio 494. Una vez llegadas a Sevilla se vendieron las indicadas seis barras a un tal Juan de Sabaleta y las otras cinco aun mercader de oro y plata. En total, por las once barras y el valor de los 222 pesos se alcanzó la cantidad de 2.934.463 maravedíes, de la que se descontó 294.557 maravedíes. De los cuales 59.800 eran por el derecho de señoreaje[18]de las dichas barras y los 234.757 mara­vedíes restantes por razón de avería, flete, encomienda y demás costas que tuvieron las barras. Definitivamente, quedó un neto o líquido en poder del mercader Domingo Sánchez Chaparro de 2.639.906 maravedíes[19].La travesía del Atlántico se hacía en flotas que sumaban entre 60 y 100 barcos e incluso más, número que dependía de las referencias económicas del momento, las existencias de problemas internacionales o la aparición de piratas o corsarios. En ocasiones, con idea de asegurar aún más la llegada de los cargamentos y ante la evidente inseguridad del mar, los convoyes se protegían por una escolta de la armada. Para su mantenimiento se creó un nuevo impuesto, conocido con el nombre de avería[20].

La plata se convirtió en la mercancía más importante de la que se transportaba entre América y España, dichos cargamentos del preciado metal fueron muy numerosos durante los siglos XVI, XVII y XVIII. Destacaron algunos centros mineros como las minas de Potosí y Huancavélica, ambas en Perú, y las mexicanas de Páscuaro y San Luis de Potosí. Hay que tener en cuenta que la mayor parte de la plata llegaba a nuestra ciudad en forma de barras o lingotes, con su numeración y peso impreso, como en el caso que estamos estudiando. En un porcentaje menor, también se traía plata labrada, que parece que no se enviaba con una finalidad comercial, más bien como donaciones de indianos enriquecidos[21].

De la última cantidad indicada sabemos que se dieron los ya señalados 2.209.502 ma­ravedíes, a razón de 20.000 maravedíes el millar, que fueron impuestos a tributo sobre unas dehesas, con facultad real, por los citados Luis de Bastida Bonilla y Francisco de Rojas Bastida al Concejo. Justicia yRegimiento de la villa de Quintana de la Serena. En representación del citado municipio pasaron el Alcalde ordinario Diego Nogales y el Regidor Francisco García, otorgándose la escritura de venta con sus condiciones, salarios y obligaciones en la villa de Guadalcanal, ante el escribano público y del cabildo Fernando de Paz de León, el 5 de junio de 1613. Respecto a los 5.000 reales (170.000 maravedíes) que se acordó prestar al Concejo de la villa de Quintana de la Serena, hemos hallado la carta de pago, fechada en la casa que Domingo Sánchez Chaparro tenía en Sevilla, ante el escribano público Fernando de Sotomayor y Cuéllar, el 10 de junio de 1613, por la que los susodichos Diego Nogales y Francisco García reconocían que habían recibido de Diego de Ortega Ramírez los citados 5.000 reales. Los dos representantes de la villa de Quintana de la Serena alegan tener poder otorgado en la citada población el 29 de mayo de 1613 y facultad real datada en Aranda de Duero (Burgos) el 2 de junio de 1610[22].

Por la ya mencionada escritura de fundación del Convento del Espíritu Santo del 16 de junio de 1615 conocemos que para el cenobio, patrono y capellán se destinaron 43.775 pesos de a ocho reales. De esta cifra finalmente fueron invertidos en “los propios y renta” del Consejo de Guadalcanal, como consta en la escritura del 20 de enero de 1615, la cantidad de 8.550.00 maravedíes, obteniéndose una renta anual de 308.636 maravedíes. Mediante este protocolo fundacional del convento de clarisas podemos confirmar la inversión de los mencionados 2.209.502 maravedíes en la villa de Quintana de la Serena, alcanzando en esta ocasión un rendimiento cada año de110.465 maravedíes[23].

A juzgar por Julia Mensaque Urbano, las obras del Convento del Espíritu Santo se debieron iniciar sobre el año 1615 y fueron seguidas de primera mano por el fundador Alonso González de la Pava, que ya se encontraba de nuevo en su villa natal. No obstante, sabernos que no fue hasta el 27 de junio de 1621 cuando se otorga la carta de pago al maestro de cantería Pe­dro Montes, vecino de la localidad extremeña de Zafra, por la ejecución de la planta del cenobio de clarisas. Las obras del nuevo convento fueron dirigidas por el maestro de obras de albañilería Cristóbal Fernández Cano, quien el 17 de marzo de 1626 cobró de mano de los albaceas de Alo­nso González de la Pava 130 reales de los 300 que se la daba cada año al citado `maestro mayor de hacimientos del dicho convento, demás de su salario, y aunque estos avian de ser trescientos v treinta reales de trece meses y medio, no se le pasan al dicho difunto (se refiere a Alonso Gon­zález de la Pava) y alvaceas más que los dichos ciento y treinta reales porque los trescientos restantes se sacaron de un poco de material que se vendió del dicho convento”[24].

Es lógico pensar que las obras debieron finalizar poco antes de la llegada de las primeras monjas a sus dependencias. Según las fuentes consultadas, la entrada de las religiosas clarisas ocurrió el 13 o el 14 de junio de 1627. En el citado artículo sobre el patronazgo artístico de Alo­nso González de la Pava, basándose en la noticia que aparece en un libro de fábrica del Conven­to del Espíritu Santo, localizado en el Archivo Parroquial de Guadalcanal, se menciona el 13 de junio del citado año cómo la “fecha en que se habitó por las veinte monjas de la advocación de Santa Clara, según deseo expreso de González de la Pava en su escritura de donación”. Por otra parte. Salvador Hernández González nos da la data del 14 de junio del mismo año, según aparece en un interesante informe sobre los conventos de Guadalcanal, documento que se fecha el 18 de octubre de 1646. Este estudio fue realizado por el franciscano Fray Juan Benítez, Lector de Artes en el Convento de Nuestra Señora de la Piedad de Guadalcanal. Según esta documenta­ción, en el día indicado llegaron al nuevo cenobio las siguientes religiosas fundadoras: Catalina de la Asunción (que fue la primera abadesa), María de Santa Ana y Leonor María de San José. Las dos primeras procedentes del Convento de San José de la Penitencia de Guadalcanal y la última del Convento de Santa Clara de Alanís[25].

Muy pronto el Convento del Espíritu Santo debió tornar cierto interés en el sentir devocional de los habitantes de Guadalcanal, sobre todo a raíz de su relación con la patrona de la localidad, Nuestra Señora de Guaditoca. Parece que la primera estancia de la venerada efigie mariana en el cenobio de clarisas sucedió en 1637. En efecto, en el cabildo de la villa de Gua­dalcanal del 19 de abril del citado año, encontrándose entre los asistentes Juan González de la Pava Alcalde ordinario, sobrino de Alonso González de la Pava y patrono y administrador del Convento del Espíritu Santo, se acordó, debido a la perentoria necesidad de agua, trasladar a la Virgen de Guaditoca desde su ermita a la villa, llegando primero al cenobio del Espíritu Santo y desde «allí se traiga en procesión general a la Iglesia Mayor de esta Villa a donde se le diga un novenario con mucha devoción»[26]. Es posible que en la decisión de llevar a la Virgen de Gua­ditoca al Convento del Espíritu Santo influyera el citado patrono Juan González de la Pava.

Algunas noticias sobre estas visitas nos la proporciona Antonio Muñoz y Torrado, de cuya obra entresacamos algunos detalles de interés. El 13 de noviembre de 1755 en agradeci­miento por “no haber padecido desgracia alguna en el temblor de tierra”-se refiere al conocido terremoto de Lisboa del 1 de ese mismo mes- se decidió trasladar la Virgen de Guaditoca a la villa. En la citada jornada la efigie mariana llegó al Convento del Espíritu Santo, donde perma­neció hasta el día siguiente, cuando se organizó la procesión que «bajó desde el Convento del Espíritu Santo a la Iglesia parroquial mayor de esta Villa». Sin duda alguna, una de las estancias más larga y polémica de la patrona de Guadalcanal en el cenobio de monjas clarisas ocurrió en 1790. Parece que con el deseo de implorar al venerado icono mariano agua para los sedientos campos un grupo de vecinos la llevaron a la villa, en la madrugada del 21 de marzo del mencio­nado año, sin permiso de la autoridad municipal. Estando la efigie muy cerca del pueblo, afirma dicho autor, se escucharon «diferentes escopetazos», introduciéndose a la Señora en el Conven­to del Espíritu Santo. Sin meternos en las medidas que se tornaron o dejaron de tomar ante este suceso, nos interesa señalar que la Virgen de Guaditoca estuvo en el cenobio de clarisas hasta la tarde del 18 de abril, en la que se organizó una procesión general hasta la Parroquia de Santa María de la Asunción[27]. En la actualidad la Virgen de Guaditoca pernocta dos noches al año en el antiguo Convento del Espíritu Santo. La primera en abril, cuando traen la venerada imagen al pueblo, y la otra en septiembre, cuando regresa a su ermita[28].

En cuanto a la arquitectura del Convento de Espíritu Santo destacamos la iglesia y el claustro principal. El templo se compone de una planta de cruz latina de una sola nave, que se cubre, al igual que el presbiterio, con una bóveda de medio cañón, mientras que el crucero se cierra mediante una bóveda semiesférica. La portada situada a los pies es muy sencilla, orde­nada mediante una arcada entre pilastras, con un entablamento y frontón recto y roto. En su cuerpo superior se observa una hornacina vacía y encima una ventana rematada por un pequeño frontón[29]. En el interior de la iglesia conventual destacamos únicamente su retablo mayor, obra que se contrató por el «patrono y administrador y mayordomo del convento y monjas del espíritu santo» JuanGonzález de la Pava y el maestro ensamblador Mateo Méndez, vecino de la localidad pacense de Llerena, el 5 de julio de 1632. En esta misma fecha el citado patrono encargó el dorado y pintura de este retablo al pintor Manuel Rodríguez, vecino asimismo de la indicada localidad extremeña. Se estructura mediante banco, un cuerpo principal y ático. En el banco destaca un pequeño retrato del donante de la obra, en el cuerpo central se sitúa en el medio La Venida del Espíritu Santo, titular del convento, y a sus lados los lienzos de la Impo­sición de la Casulla a San Ildefonso y Santa Clara, esta última fundadora de la Orden a la que pertenecían las religiosas de este cenobio. Finalmente, en el ático se ubican otros tres lienzos, con los siguientes temas: el Nacimiento de Cristo, la Coronación de María y el Nacimiento de la Virgen[30].

En los primeros años del siglo XX el antiguo Convento de clarisas del Espíritu Santo de Guadalcanal fue habitado por una comunidad de las Hermanas de la Doctrina Cristiana. Reli­giosas que han estado en este inmueble hasta hace poco tiempo, permaneciendo actualmente el histórico Convento del Espíritu Santo cerrado. Para terminar, comentar que la iglesia fue asaltada en los sucesos de 1936, produciéndose diversos destrozos en varios retablos y la profanación de la tumba de un Venerable enterrado en este lugar[31].


[1] MUÑOZ Y TORRADO, Antonio: El Santuario de Nuestra Señora de Guaditoca. Patrona de Guadalcanal. Sevilla, 1918, pp. 1-2.

[2] HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, Salvador: “La Orden Franciscana en Guadalcanal. Noticias sobre sus conventos, a través de un informe del año 1646” en Guadalcanal. Feria y Fiestas 1998. Guadalcanal, 1998, s.p.

[3] Ibídem. Véase también la siguiente obra: GUADALUPE, Fray Andrés de: Historia de la Santa Provincia de los Ángeles. Madrid, 1662. Los conventos franciscanos de la Sierra Norte sevi­llana pertenecientes a la Provincia de los Ángeles han sido estudiados por Salvador Hernández González en este Primer Simposio “Cuatro siglos de presencia de los franciscanos en Estepa”.

[4] MUÑOZ Y TORRADO, Antonio: El Santuario de Nuestra Señora de Guaditoca… Op. cit., pp. 3-6; HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, Salvador: “La Orden Franciscana en Guadalcanal…”. Op. cit., s.p.

[5] ORTIZ DE LA TABLA DUCASSE, Javier: “Emigración a Indias y fundación de capellanías en Guadalcanal, siglos XVI-XVII” en Primeras .Jornadas de Andalucía y América. Tomo L La Rábida, 1981, pp. 441-460; ORTIZ DE LA TABLA DUCASSE. Javier: “Rasgos socioeconó­micos de los emigrantes a Indias. Indianos de Guadalcanal: sus actividades en América y sus legados a la Metrópoli, siglo XVII” en Andalucía y América en el siglo XVII. Actas de las III Jornadas de Andalucía y América. Vol. L Sevilla, 1985, pp. 29-62.

[6] MUÑOZ Y TORRADO, Antonio: El Santuario de Nuestra Señora de Guaditoca. Op. cit., pp. 21-23; HERNANDEZ GONZALEZ, Salvador: “La Orden Franciscana en Guadalcanal…”. Op. cit., s.p.

[7] ORTIZ DE LA TABLA DUCASSE, Javier: “Rasgos socioeconómicos de los emigrantes a In­dias…”. Op. cit., pp. 29-62; MENSAQUE URBANO, Julia: “El mecenazgo artístico del indiano Alonso González de la Pava en Guadalcanal” en Andalucía y América en el siglo XVII. Actas de las III Jornadas de Andalucía yAmérica. Vol. II. Sevilla, 1985, pp. 59-79.

[8] Ibídem, pp. 67-69.

[9] Archivo Histórico Provincial de Sevilla (A.H.P.S.). Sección Protocolos Notariales. Legajo 11.704, fs. 568r.-v.

[10] MENSAQUE URBANO, Julia: “El mecenazgo artístico del indiano Alonso González de la Pava…”. Op. cit., p. 70.

[11] Se habla de peso ensayado cuando se refiere a una moneda imaginaria que servía de unidad en las casas de moneda de América para apreciar las barras de plata, y que excedía al peso fuerte en el importe de los gastos de braceaje y señoreaje.

[12] A.H.P.S. Sección Protocolos Notariales. Legajo 11.704, fs. 568v.-569r. Ibídem, fs. 569r.-572v.

[13] Esta nota que debería estar entre las páginas 233 y 234 del libro original, no aparece.

[14] Ibid., fs. 573r.-574v. El tomín es la tercera parte del adarme y octava del castellano, la cual se divide en doce granos y equivale a 596 miligramos aproximadamente. También se refiere a una moneda de plata que se usaba en algunas partes de América, equivalente a unos 30 céntimos de peseta.

[15] Ibid., fs. 574v.-57.5r.

[16] Ibid., fs. 575v.-577v.

[17] ORTIZ DE LA TABLA DUCASSE, Javier: “Rasgos socioeconómicos de los emigrantes a Indias…”. Op. cit., pp. 29-62; MENSAQUE URBANO, Julia: “El mecenazgo artístico del indiano Alonso González de la Pava…”. Op. cit., pp. 72-74.

[18] El señoreaje es el derecho que pertenecía al príncipe o soberano en las casas de moneda, por razón de la fábrica de ella.

[19] A.H.P.S. Sección Protocolos Notariales. Legajo 11.704, fs. 579v.-580r.

[20] AA.VV.: La España Moderna.Madrid, 1992, p. 158.

[21] SANZ, María Jesús: “Platería hispanoamericana en las Hermandades de Sevilla”en Signos de Evangelización. Sevilla y las Hermandades en Hispanoamérica. Sevilla, 1999, pp. 98-99.

[22] A.H.P.S. Sección Protocolos Notariales. Legajo 11.704, fs. 580r.-581r. y 589r.-590r.

[23] MENSAQUE URBANO. Julia: “El mecenazgo artístico del indiano Alonso González de la Pava…”. Op. cit.. p. 68.

[24] Ibídem, pp. 62-63 y 71-72.

[25] Ibid., pp. 62 y 71; HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, Salvador: “La Orden Franciscana en Gua­dalcanal…”. Op. cit., s.p.

[26] MUÑOZ Y TORRADO, Antonio: El Santuario de Nuestra Señora de Guaditoca… Op. cit., pp. 17-20. Sobre la Virgen de Guaditoca también se puede consultar: MUÑOZ Y TORRADO, Antonio: Novena a Nuestra Señora de Guaditoca. Sevilla, 1916.

[27] MUÑOZ Y TORRADO, Antonio: El Santuario de Nuestra Señora de Guaditoca… Op. cit., pp. 145-146 y 187-192.

[28] AA.VV.: Guía para visitar los santuarios marianos de Andalucía Occidental. Madrid, 1992, pp. 421-422.

[29] HERNÁNDEZ DÍAZ, José, SANCHO CORBACHO, Antonio, COLLANTES DE TERÁN, Francisco: Catálogo arqueológico y artístico de la provincia de Sevilla. T. IV. Sevilla, 1951, p. 22 AA.VV.: Guía artística de Sevilla y su provincia. Sevilla, 1981 (Reimpresión, 1989), p.

[30] MENSAQUE URBANO, Julia: “El mecenazgo artístico del indiano Alonso González de la   Pava…”. Op. Cit., pp. 63-66 y 74-79. Según este autor, en el friso del banco del retablo ma­yor existe la siguiente inscripción: “Este convento fundó y dotó Alonso González de la Pava, a honra y gloria de Dios y de su Bendita Madre… (roto)… de Noviembre, siendo patrono Juan González de la Pava. Año de 1639”.

[31] DÍAZ, José y SANCHO CORBACHO, Antonio: Edificios religiosos y ob­jetos de culto saqueados y destruidos por los marxistas en los pueblos de la provincia de Sevilla. Sevilla, 1937, pp. 130-131.

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