Torre de la Iglesia de Santa María de la Asunción Un legado del esplendor de las minas de plata del siglo XVI

Torre campanario iglesia Santa María

Rafael Espínola Rodríguez

Revista de Guadalcanal año 2018

Recuerdo cuando aún era niño aquel viejecito con su gorra y su bastón que todos llamábamos Bastián, sentado en un banco de la plaza contando historias y chascarrillos de nuestro pueblo, en una de sus citas más o menos comentaba: “nuestros antepasados echaron hace muchos años a los moros de Guadalcanal, salieron corriendo y no les dio tiempo ni a terminar la torre de la Iglesia, después de tantos años así se quedó, como la veis”.

Esta frase que no sé si será totalmente exacta a la que él dijo, era una sentencia y no tenía razón nuestro recordado Bastián, la torre es quizás el único legado que nos quedó de la floreciente Guadalcanal en el esplendor y posterior decadencia de sus minas en el siglo XVI, ya que en el año 1556 Agustín de Zárate, el recién nombrado administrador General de las minas de plata de Guadalcanal por la Princesa Regente Gobernadora, recibe un nuevo destino de la administración fiscal y se establece en Guadalcanal para asegurar el orden en el beneficio del mineral y la recaudación de los derechos estatales de las importantes minas de plata que se han descubierto en esta villa”.

El Sr. Zárate se reúne a principio de dicho año con el Concejo de la Villa y sus alcaldes, estos le proclaman los pocos beneficios que la localidad obtiene de la explotación de la dicha rica mina, denunciando el progresivo estado de pobreza de la vecindad, por las grandes mermas de ganado (que se utiliza sin control y a bajo precio en la mina para alimentar a propios y esclavos), la esquilma de los montes que quedan “limpios” de leña y pastos, material para hacer carbón y maderos para la mina, todo esto hace que los montes queden mermados y con falta de manutención para el ganado, unido al poco trabajo que se les ofrece a los guadalcanalenses en la mina, que por su escasa profesionalidad, se limita al acarreo y penosos trabajos de pocos maravedíes de salario.

En este mismo sentido, el Concejo envía una libranza a la corte:

“conbiene al seruiçio de V.M. que en esta fábrica no se lleue alcabala del carbón, leña, plomo y almártaga, pues estas son cosas que nunca se bendieron arrendaron en el dicho término de Guadalcanal, sino después que en la fábrica se funde y así ni al concejo ni arrendadores no se les haze agrabio. Reçobelo (agravio) la fábrica que de las demás cosas que en ella se benden lleuen más alcabala de lo que se lleua en la misma villa de Guadalcanal y así suplico a V. M. lo mande y con los mesmos días de franqueza que ay en la dicha villa”.

La respuesta real es favorable a la pretensión de la administración:

Así pues, de hecho, la mina resulta ser un vecino incómodo para la villa; goza de los derechos de los demás vecinos —cortar leña y aprovecharse de los pastos propios y comunes— pero no se sujeta por la mayoría de los deberes. ¿Cómo afecta esto a la mayoría de los vecinos?, menos en los derechos, éstos sí que se ven claramente perjudicados: la rica dehesa de la villa, antes a disposición de los avecindados, queda reservada para el exclusivo de las minas durante 10 meses del año y sólo los dos meses de verano para el libre acceso de los vecinos.

El mismo Zárate es consciente de que la villa merece una cierta compensación a los perjuicios que recibe en función de la presencia de la explotación real:

“Conbendría que la alcauala de lo que se vende en las minas no se diese encabeçamiento a la villa de Guadalcanal, porque valen las cosas a esta causa eçesivamente caras, porque molestan a los que bienen a vender y les lleuan demasiada alcauala y a causa dello el carbón, almártaga y otras cosas nesçesarias se encaresçen y no se traen á vender a las dichas minas lo nesçesario. Por eso convendría que se repartiese y diese por vía de encabeçamiento de las dichasminas a la fábrica dellas por un predio moderado y a los de Guadalcanal, Su Magestad los gratifique los daños que a causa de las minas resçiuen así en los mantenimientos como en el pasto del ganado y bestiamen de las minas en su dehesa y en sacar çepas y no es equivalençia el prouecho que tienen de los que trauaxan en las minas de la villa, la qual meresçe qualquier gratificación por el amor y voluntad con que siruen a Su Magesta”.

El 25 de Abril, después de repetidas reuniones de D. Agustín de Zárate con el Concejo de la Villa, envía varios escritos a Valladolid para la princesa gobernadora, y, en uno de ellos comenta:

“Con la mucha hanbre que en esta tierra hay, acude a estas minas mucha jente que no nos podemos valer porque el principal intento que traen es el de hurtar (…)”.

Igualmente reconoce el administrador que:

“labrándose aquí minas, forçoso se han de encaresçer los jornales y resçibir grande daño toda la tierra, porque les será grande costa labrar sus heredades”

En otro escrito comenta que los roces entre vecinos de la villa y la población minera son frecuentes y se inscriben los tradicionales choques entre comunidades configuradas y asentadas de antiguo y poblaciones halógenas.

En este informe daba noticia de que:

“los vezinos de la dicha villa de Guadalcanal hazen muchas molestias y malos tratamientos a los maestros, ofiçiales y operarios y otras personas que entienden en (…) las minas que an paresçido en término de la dicha villa y que no les quieren dar posadas ni rropa en que duermen ni mantenimientos por sus dineros”.

El 22 de Octubre de 1556 la princesa gobernadora dirige un escrito a D. Diego López administrador tesorero de la mina de Guadalcanal y otorga la obligación de liberar de los beneficios de dicha mina la cantidad de 590 ducados (221.250 maravedíes), equivalente al 0,017% del beneficio total de la extracción de plata hasta la fecha, así mismo otorga las siguientes libranzas, para un paño de la Iglesia de Guadalcanal 75.000 maravedíes, al monasterio de los descalzos de Guadalcanal, 4 cálices de plata de las minas, con un valor de hechura de 37.500 maravedíes, para limosnas a diversas instituciones religiosa de la villa 17.500 maravedíes y una cantidad no determinada para la adquisición de una campana para la torre de Santa Ana.

Al año siguiente, según cédula de 12 de Mayo, se otorga otra asignación de 200 ducados (75.000 maravedíes) para seguir con la construcción de la torre de Santa María de la Asunción y finalmente, en el año 1559, se otorga una última obligación de liberar la cantidad de 65.000 maravedíes para terminar la dicha torre, así dispone la princesa regente gobernadora y envía copia de otorgamiento a Juan Pérez de Mérida mayordomo de la iglesia parroquial

De estos otorgamientos es sabedor ejecutor D. Hernán López del Campo, instructor del Consejo de Hacienda y Contador Mayor de la Casa de Contratación de Sevilla.

No hay constancia documentada de más asignaciones para la construcción de la torre y tampoco si en el año 1559 tenía su estado actual o si los sucesivos Concejos decidieron invertir más en su construcción.

La Torre de la iglesia de Santa María de la Asunción de Guadalcanal se levantó sobre la parte de la antigua muralla defensiva almohade de la población, se sitúa a los pies de la nave izquierda, actualmente está en proceso de limpieza y restauración.

Fuentes. – Noticia histórica documentada de las célebres minas de Guadalcanal, De Minería, Metalúrgica y Comercio de Metales (Julio Sánchez Gómez-Salamanca 1989), Consejo y Juntas de Hacienda, Contadurías Generales, Sobre emigración a América de los habitantes de Guadalcanal y Hemerotecas.

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