Topónimos de Guadalcanal

María Dolores Gordón Peral.  RG año 1997

El término de Guadalcanal es rico en topónimos. Están recogidos en mi libro Toponimia de la Sierra Norte de Sevilla en un estudio lexicológico que sobre ellos hice en 1988, editado por el servicio de publicaciones de la Universidad de Sevilla. Hoy me referiré a algunos de ellos.

MALGRADO (Suerte del Magrao, Sitio del Magrao). De no haber sido por los testimonios documentales, en los que se cita siempre la forma onomástica Mal grado, hubiera sido casi imposible adjudicar un étimo acertado a la forma actual del nombre del lugar, citada tal cual -Suerte del Magrao- en el Catálogo Arqueológico (s. v. Guadalcanal, p.208) Mal grado es un compuesto de mal (lat. MALUS) y grado (del lat. tardío GRATUM; agradecimiento, y este del clás. GRATUS-A-UM, agradable, agradecido), que, según Corominas (DECH,s.v.II), tiende a quedar limitado su uso a ciertas frases: hacer algo de grado o de buen grado, mal de su grado, etc. El nombre en cuestión debió ser en su origen un apodo o sobrenombre popular, que pasaría a la toponimia por corresponder, seguramente, al dueño del lugar denominado.

SUERTE (Suerte del Donadío, suerte del Magrao, Suerte del Perro, Suerte de Santa Cruz). Del latín SORS-SORTIS. Los topónimos con esta voz aluden indudablemente al hecho de la repartición de parcelas de tierras de labor por sorteo, pues con tal sentido se documenta suerte desde el siglo XIII en castellano. Si hacemos caso al profesor Ladero, los heredamientos eran las tierras dadas en propiedad y gratuitamente a los pobladores, ya fuese mediante partición, ya por sorteo. Las suertes eran, por tanto, las tierras sorteadas, mientras que las obtenidas por partición se llamarían propiamente heredades; ambas formas de propiedad prevenían en su generalidad de las concesiones regias derivadas, directa o indirectamente, del proceso re poblador. El término corográfico suerte esta hoy restringido a la toponimia, al menos por lo que respecta a nuestra zona, donde en algún caso es simultánea con vocablos de la misma entidad, como ocurre en Suerte del Donadío. En el terreno denominado por este topónimo existen restos arqueológicos de época romana, igual que en el lugar conocido por Suerte del Magrao.

COSO: Del latín CURSUS, corrida, acción de correr; es duplicado popular de corso y curso, y corresponde al antiguo coso, curso, carrera, lugar cercado donde se corren toros, etc. El DRAE da las siguientes acepciones posibles: plaza, sitio o lugar cercado, donde se corren y lidian toros y se celebran otras fiestas públicas, calle principal en algunas poblaciones (el coso de Zaragoza) y antiguo curso, carrera, corriente que son 1ª, 2ª y 3ª acepciones. En toponimia de la Sierra, Coso se ve restringido a la localidad de Guadalcanal, donde designa un lugar situado extramuros. No se trata propiamente de un lugar cercado, sino de una especie de solar sin edificar, aprovechado como paseo y lugar de divertimiento. Corominas da la forma catalana cós, carrera, lugar cercado, solar por edificar, del mismo origen que coso. En un documento de 1783 se dice “sobre un olivar al sitio de la Morería que goza D. Cristóbal Lucas Ximénez Caballero que linda con ejido del Coso”.

HENAR (Cuatrojenales). Sufijo locativo-abundancial-ar sobre , heno, dellat. FOENUN. En el topónimo, originalmente compuesto del numeral cuatro (lat. QUATFUOR) y el plural henares, ha tenido lugar el cambio, o quizás mejor, la neutralización de las finales-r y-l, además de, y esto es mucho más interesante, la solución velarizada de F, claro índice del grado de aspiración con sonántica en esta región. R. Menéndez Pidal (Orígenes pp. 225- 227), recuerda que el Henar que cita Berceo (Santo Domingo, 734) es el nombre del río que en el Cid se nombra por Fenares; en otro lugar menciona el topónimo Henares, documentado en 1398. La forma Cuatrojenales es la que consta como nombre de lugar en las listas catastrales del municipio, lo que puede tomarse como sistema de la relativa desemantización del nombre de lugar, ayudada, obviamente, por la deformación fonética experimentada por la voz.

BURBANA, Gentilicio de Bureba, documentado ya en textos de 1195, según confirma Godoy Alcántara, que lo da como apellido frecuente en la península. En documento de 1595 aparece “el sitio de la burbana término de esta villa”.

COSTANILLA, la Costanilla. Calle de la Costanilla, Cerro de la Costanilla. Sufijación diminutiva en -illa- sobre costana, dellat. vg. COSTANAM, sinónimo de cuesta, aunque el DRAE diferencie ambas voces a partir de la distinción semántica “calle en pendiente” y “terreno en pendiente”. En el topónimo Cerro de la Costanilla aparece el término en el sentido de camino pendiente o camino que sube hasta una cumbre, por lo que incluimos la voz en este apartado. No obstante, acierta a decir de costanilla (2ª acepción), en algunas poblaciones, calle corta de mayor declive que las cercanas, pues en el topónimo calle de la Costanilla significa trazado vial urbano. El cerro de la Costanilla es el próximo a la calle San Francisco y la calle Costanilla, todos saben cual es, por cierto, era su nombre antiquísimo.

PALACIO (Dehesa del Palacio, Molino del Palacio, El Palacio). Del latín PALATIUM, Monte Palatino, palacio de los Césares sobre este monte; la conservación de la i, y la grafía antigua con c sorda en documentos literarios son pruebas claras de una introducción culta o semiculta (DECH). Los topónimos con esta voz se refieren siempre al mismo edificio, antiguo palacio de los comendadores de la Orden de Santiago en Guadalcanal. La población quedó bajo jurisdicción de dicha Orden hasta el siglo pasado. Según consta en documentos del Archivo Histórico Nacional, sec. Encomiendas, en 1736, cuando falleció el Duque de Alburquerque, Comendador de Guadalcanal, fue visitada la antigua casa-palacio por D. Cristóbal Gordón, de la Orden de Santiago, Vicario de la Villa y, en la descripción que se hace, se dice; “casas fuertes vulgarmente llamadas El Palacio que en su entrada principal la tiene en la plazuela de la puerta del sol de la Iglesia Mayor y hace su fachada de corredores altos a la plaza pública y su solar está sembrado de forraje”. Con el tiempo, esta edificación se fue arruinando y, siendo dificultoso su reparo, se demolió todo el interior, vendiéndose los materiales para comprar otras casas principales en 1709, situadas en la calle de la Encomienda. En la actualidad, El Palacio es, pues, topónimo propio del paseo principal de la villa, que se hizo a fines del siglo pasado en la zona en la que estaba situado el castillo, habiéndose sembrado los árboles que hoy tiene en los primeros años del siglo actual, según testigos que lo vieron.

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