
José Mª Álvarez Blanco (Quimiófilo)
Desde que en 1985 tuve conocimiento, gracias a Juan Collantes de Terán, de la existencia de nuestro paisano Juan Antonio Torre Salvador (1857 – 1903), que popularizó el seudónimo Micrófilo, vengo empeñado, con más o menos continuidad e igualmente más o menos suerte, en recuperar la mayor parte de su obra, tanto en prosa como en verso.
Las diversas fuentes señalan que fue autor de cuatro obras principales que son: Cristo en el Vaticano (1888) (traducción del francés de la obra atribuida en su tiempo a Víctor Hugo), Trinidad funesta (1890), Un capítulo del folk-lore guadalcanalense (1891), y Latas poéticas (1894). Como escritor en periódicos tuvo una amplia producción en muy diversas publicaciones de signo republicano y anticlerical, o simplemente satírico-jocosas. De estas cuatro obras la que se resiste a aparecer es Trinidad funesta pero no desespero hallarla algún día. En lo que respecta a Latas poéticas, aunque todas las reseñas biográficas la dan como título independiente, he podido a averiguar que se publicó fraccionadamente en 1894, en el Diario El Cronista, pero de este diario sevillano de la tarde editado entre 1886 y 1894, solo se conservan de dicho último año 17 ejemplares, que contienen las que parecen ser las primeras de la serie.
De las seis poesías que traigo hoy a estas páginas, las cuatro primeras fueron publicadas en el periódico sevillano Perecito (Semanario ilustrado satírico literario)1887-1888 que fue fundado y dirigido por Lorenzo Lasso de la Vega, y del cual al final de este texto, puede ver el lector la portada del Nº 34, con una caricatura del autor con un epigrama que refleja el juicio que le merecía a sus contemporáneos y las ideas sociopolíticas de Micrófilo.
GALANTERÍA (Perecito Año II, Nº 15, 12-02-1888) Hablando cierta noche con María de pseudo-astronomía, y mirando las bellas innúmeras estrellas, dije con petulancia: — Tal es la enormidad de su distancia, que en llegar hasta aquí de muchas de ellas la luz, ha de tardar siglos a miles; y la luz, no en hipótesis pueriles, que en cálculos me fundo de un sabio muy profundo dedicado a estudiar mil pequeñeces, anda cincuenta veces el radio de la tierra en un segundo. — ¡Oh, qué grande es el mundo, y qué lejos, mi bien, estará el cielo! — Dijo con desconsuelo. Mirando entonces yo su linda cara, le dije, ansioso de calmar su duelo: — De tu cintura al cielo hay media vara. MICRÓFILO. | LA LEY DEL TALIÓN (Perecito) Año II, Nº 16, 19-02-1888) La ley del Tallón regía en una antigua nación muy discreta, y ocurría que todo el mundo tenía por justa ley el Talión. Hasta que un pobre poeta, que era un loco singular, de no poder castigar a una insensible coqueta se comenzó a lamentar. Condenando, con razón, por deficiente el Talión, que castigo no previene a quien roba un corazón cuando el ladrón no le tiene. MICRÓFILO. |
UN MOMENTO (Perecito Año II, Nº 21 – 25-03-1888) -¡Uno más, uno más! – Ruego anhelante cuando de mi te alejas vida mía, y – no entiendo – dijiste el otro día – por qué das tal valor a un solo instante, – un instante, mi bien, para que amante gozara de tu dulce compañía, compendia muchos siglos de alegría, e ignoro si te digo lo bastante, en uno se termina la existencia del ser amado, y dobla de uno el peso la robusta cerviz de una conciencia; más vale para mí, – te lo confieso, porque acaso lo ignore tu inocencia, – basta uno solo para darte un beso. MICRÓFILO | REALISMO (Perecito Año II, Nº 31, 03-06-1888) Me olvidaste y te olvidé. reñimos…. ¿sabes por qué? ¿Quién tuvo razón? lo ignoro. ¿Quién perdió más? No lo sé: Ni te pesa, ni lo lloro. __ Desde entonces, bella hurí, como tú engordé, quedando los dos en paz por aquí; mas después enflaquecí y tú…. seguiste engordando. MICRÓFILO |
Las dos composiciones siguientes están tomadas del periódico “La América: crónica hispano-americana (Madrid: 1857-1886)” que fue una de las más importantes, longevas y difundidas revistas doctrinales de todo el siglo XIX español. Se considera una de las grandes aventuras intelectuales del liberalismo progresista-democrático español. Su nómina de colaboradores asombra por su número y por su calidad, pues no hubo escritor ni político de relieve en España y América que no publicara en sus páginas. Fue fundada y dirigida hasta 1870 por Eduardo Asquerino (1826-1881), sucediéndole en la dirección su hermano, Eusebio Asquerino (1822-1895), quienes previamente habían publicado el diario La Libertad (Madrid: 1846), considerado el primer órgano del fourierismo en España. Por último, la dirigió Víctor Balaguer (1826-1881)”. (Texto procedente de la página web de la Hemeroteca de la Biblioteca Nacional).
(LA AMÉRICA Año XXIV, núm. 24, página 15 28 de diciembre de 1893) ANAXARETEA[1] A fuerza de desdenes de su ninfa adorada Ifís se dio la muerte, ahorcándose a la puerta de su beldad ingrata, cruel Anaxaretea. Insensible mirólo la niña de ojos negros y de cabellos de oro; y Venus, indignada de ver tanta perfidia, unida a tanta gracia, la chiprense doncella de la raza de Teucro convirtió en dura piedra. He aquí por qué, bien mío, aunque me olvides, pérfida, a vivir me resigno. Pues gozoso muriera por ti, si no temiera que algún Dios irritado en mármol convirtiera su corazón helado. J.A. Torre Salvador [1] Anaxaretea, es un personaje de la mitología griega. Fue una doncella de Chipre, descendiente de Teucro Telamónida. Despreció el amor de Ifis, un pastor de la isla, incluso después de que éste se suicidase delante de su casa ahorcándose. Como castigo por su insensibilidad, los dioses convirtieron a Anaxaretea en estatua. | A MARÍA I Esos divinos ojos vuelve a la tierra, pródiga de flores, y cesen sus rigores; ¿quién no olvida, mi cielo, sus enojos al llegar la estación de los amores? Las luces indecisas del crepúsculo, el mar, la fuente, el prado, el viento perfumado… menos tu lindo rostro de sonrisas. – ¿Lo ves? – lleno está el mundo a nuestro lado. Cuanto en su linfa pura guarda el mar, y en sus brazos la pradera, y en su azulada esfera el cielo, ¿no te dice que Natura hizo para el amor la primavera? De las flores al beso el arroyo murmura, aunque se ufana; dobla el tallo el rosal al dulce peso del capullo de grana, y las perlas que bebe la mañana… Pero ¿qué sabe de eso mi gentil y sencilla cortesana? II Cuando pienso mi bien, en que estos brazos, que dióme el cielo para darte abrazos, no pueden abrazarte; en que otros, más felices, a otro pecho, no tan amante como el pecho mío, te unen en lazo estrecho; que a la luz de tus ojos y al dulce néctar de tus labios rojos, el más indigno empleo les dio la suerte, para darme enojos; que no admira tu dueño tus hechizos; que, esclavo sólo de brutal deseo, rompe al acariciar, su mano ruda la frágil hebra de tus blandos rizos; cuando pienso, en que… No, cese mi canto hoy, antes que acuda a mis ojos el llanto. Pues mi terrible suerte despiadada, pensando en aumentar mis aflicciones, me condena inclemente, prenda amada a borrar con mi llanto mis canciones. J. A. Torre Salvador |