San Juan de los Caballeros, de Juan de Oñate

LA VANGUARDIA, 26 de abril de 1998. XAVIER MAS DE XAXÁS.- Santa Fe.

Nuevo México: el imperio que no fue.


Una cruz de cemento en lo alto de una colina y a su lado, sobre un pedestal de ladrillos, una placa que dice que allí, en 1598, el conquistador español Juan de Oñate fundó la primera colonia española en el oeste norteamericano y la llamó San Juan de los Caballeros. El terreno está pelado, sucio, lleno de botellas vacías de tequila y cerveza, matojos quemados y polvo.

Hace 400 años que los españoles trajeron su cultura —arte, religión, costumbres y organización político-militar– a lo que hoy es Estados Unidos. Fueron los primeros europeos que lo hicieron, una delegación político-cultural que rememora la gesta en varios actos: entrega ayer de la bandera española a la ciudad de El Paso y cena con el gobernador de Texas, encuentro hoy con los pueblos indios y mañana entrega de la bandera española a Santa Fe y homenaje a la figura de don Juan de Oñate. Este es un año de aniversarios para los Estados Unidos hispanos: 400 años del viaje de Oñate, 150 años del tratado de Guadalupe-Hidalgo y 100 años de la guerra de Cuba. Tres aniversarios de los que, sin embargo, muy poca gente se ha enterado fuera de los círculos intelectuales. “Es muy normal después de tantos años arrodillándonos ante el altar de la América inglesa”, opina Patricia Limerick, de la Universidad de Colorado.
La ignorancia no es sólo norteamericana. En España también es amplia. La figura de Oñate, un aristócrata español nacido en México y casado con una nieta de Hernán Cortés y bisnieta de Moctezuma, no está al mismo nivel que los otros conquistadores españoles. La bestialidad que empleó, no sólo con los indios, sino también con su tropa, los colonos y los misioneros franciscanos, le supuso que un tribunal español le desterrara de Nuevo México y de Ciudad de México. Aunque posteriormente el Consejo de Indias le perdonó casi todos los delitos cometidos, nunca fue autorizado a regresar a las tierras que había colonizado.


Oñate murió en Guadalcanal (España) en 1626, pero nadie sabe dónde está enterrado. “Oñate no sólo está olvidado en España –afirma el historiador Enrique Lamadrid, de la Universidad de Nuevo México–, sino también en México. Era un hombre que castigaba a su propia gente. A los desertores les cortaba la cabeza, mientras que a los 24 indios Ácomas que hizo prisioneros ‘sólo’ les cortó un pie.” Marc Simmons, historiador de la Universidad de Oklahoma y autor de una obra sobre Oñate, considera que el olvido es injusto, porque “en lo que hoy es el oeste de Estados Unidos fundó la industria ganadera, la minería y abrió la primera carretera, el Camino Real. Trajo a esta parte del mundo el cristianismo y la cultura occidental”.


Frontera del imperio. –


El Camino Real de Tierra Adentro, como lo llamó Oñate, era en realidad una ruta que utilizaban los indios aztecas para comerciar con sal y turquesas desde el siglo XIV. Nace cerca de Ciudad de México y muere en Santa Fe. Dos mil setecientos kilómetros de viaje peligroso. “Los astronautas del Apolo XI estuvieron más cerca de su civilización que los aventureros españoles del Camino Real”, opina el historiador Robert Hughes. El medio millar de pioneros españoles –incluidos 129 soldados, cinco padres franciscanos, dos hermanos legos y 7.000 cabezas de ganado– no podían estar más aislados en esta frontera del imperio que Felipe II dirigía desde El Escorial.
Dos motivaciones movían a los pioneros, según Thomas Chávez, director del Museo de Nuevo México. Una era la evangelización de las nuevas tierras. La segunda era el descubrimiento de un paso al Pacífico.


Los franciscanos nunca se cuestionaron que los indígenas no tuvieran alma, como sí hicieron los protestantes anglosajones, cómplices del genocidio de las tribus de Norteamérica. Esta concepción salvó a los indios pueblo de Nuevo México, que aún hoy viven en sus lugares ancestrales y conservan su soberanía. Este aspecto clave de la colonización, sin embargo, no ha servido para que se borre la leyenda negra española. “La culpa –asegura Chávez– es que la historia la escribieron los protestantes en tiempos de la reforma, cuando lo que les interesaba era atacar a la España católica.” William DeBuys, intelectual nuevo mexicano, considera que “la leyenda negra es injusta en muchos aspectos” y que “hay que reescribir la historia para que todo el mundo sepa, por ejemplo, que la literatura norteamericana empieza con el relato de los naufragios de Cabeza de Vaca”. En enero, unos “amigos del pueblo Acoca” le cortaron el pie a una estatua ecuestre de Oñate en alcalde, un pueblo al norte de la española. La mutilación fue reparada, mientras los agresores enviaban a la prensa una Polaroid del pie serrado. DeBuys cree que hubiera sido mejor no ponerle un nuevo pie al conquistador: “Podemos respetar a nuestros padres espirituales, pero no venerarlos”.

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