Pedro Vallina Martínez

                          Por Antonio García Benítez. RG año 1993

Nació en Guadalcanal el 29 de junio de 1879, de padre asturiano y de madre sevillana.

            “Mi madre –dice Vallina en sus memorias- había nacido en Cantillana, un bonito pueblo en la confluencia de los ríos Guadalquivir y Viar. Todos los años nos llevaban a pasar unos días en su pueblo. Todavía vivía mi abuela materna, varias hermanas de mi madre y numerosos primos y parientes. La gente aquella era buena, cuando llegué allí para fundar el Sanatorio Antituberculoso, el pueblo se transformó por completo y nos prestó la más desinteresada ayuda.”

De su infancia y juventud destaca la gran afición por la lectura, el entorno conservador de Guadalcanal y el espíritu de trabajo y la bondad de su padre, así como la mediocridad de los profesores del Instituto Provincial de Segunda Enseñanza de Sevilla,

En su formación política confiesa haber recibido la influencia de periódicos como “El Producto”, “Los Dominicales”, “Justicia”. De igual manera le impresionó favorablemente la conducta heroica de los mártires de Chicago, así como la vida ejemplar de Fermín Salvochea, del que tanto se hablaba en los medios andaluces.

Habiendo estudiado un curso de Aplicación de Ciencias de la carrera de Medicina en Cádiz, con las mejores notas, se dirigió a Madrid donde frecuentaría la amistad de Salvochea, Federico Urales y de Soledad Gustavo, con los que colaboraría en la revista “Blanca” y en “Tierra y Libertad”.

El 16 de octubre de 1902 salió de Madrid para París. Allí conoció a Grave, Faure, Malato, Cipriani y otros. En 1905 fue detenido junto con Malato, Harvey y Coussenel, acusados de conspirar para derrocar a la monarquía española. Después de seis meses incomunicados, se vio la causa y fueron absueltos. Fue expulsado de Francia, dirigiéndose a Inglaterra, con lo que quedaron interrumpidos por segunda vez los estudios de medicina. En Londres tuvo contacto y fraternal amistad con Malatesta, Nacht, Rocker, Schapiro, Tarrida de Mármol, Kropotkin y Ferrer i Guardia, pudiendo proseguir sus estudios de medicinas, en el Univsersity College de Londres.

Los años que pasó en el extranjero, desde 1902 a 1914, estudió medicina y se hallaba capacitado para ejercer, pero en España necesitaba convalidar el título mediante un examen.

Regresó en 1918 estableciéndose en Sevilla. Abrió una modesta clínica en la calle Bustos Tavera y pronto su fama como médico y persona de hondos sentimientos humanos se extendió por Sevilla y trascendió a la campiña. Visitaba en la calle por la mañana, tenía una consulta de pago por la noche que se prolongaba hasta entrada la mañana. A veces al amanecer los clientes le introducían una taza de café con buñuelos comprados en la plaza más cercana (San Marcos). Trabajó incansablemente para atajar la epidemia de gripe que barrió Sevilla el año 1918.

De la campiña sevillana acudían muchísimos campesinos a su consulta. Algunos, como pago le traían un pollo, huevos o cualquier otra cosa, y se daba el caso que lo que entraba por un lado, salía por otro en manos de un necesitado. A poco de establecerse en Sevilla, empezó una campaña contra las autoridades sanitarias denunciando el alto índice de tuberculosos, por el abandono en que vivía la población obrera. Con el apoyo de algunos diarios hizo una campaña para construir un sanatorio. El pueblo de Sevilla respondió generosamente donando lo que podía para ver cristalizada la construcción. El terreno lo adquirió en Cantillana, comprometiéndose a pagar su valor y los sindicatos de Sevilla ayudaron a levantar los pabellones trabajando sin remuneración alguna.

En Cantillana, la casa en que vivía Vallina era de su tía Amparo (el edificio del Ayuntamiento) y allí se encontraba también un sacerdote primo hermano suyo, Antonio Daza. De los pueblos de los alrededores acudían muchos enfermos y no le faltaba ocupación.

De sus memorias destacamos “pronto nos hicimos en el término de Cantillana de una hermosa finca que reunía las mejores condiciones para los propósitos que nos animaban. Eran unas colinas de mediana altura, cubiertas de olivos y naranjos y con agua abundante y rica”.

Al poco fue encarcelado y el sanatorio dejó de funcionar. Desde su llegada a España sufrió numerosas deportaciones a los lugares más inhóspitos de la Siberia extremeña (Fuenlabrada de los Montes, Peñalsordo y Siruela). Pueblos míseros entre cuyas gente sencillas se hizo  muy popular, remediándoles de epidemias endémicas como la triquinosis y el carbunco.

Con la dictadura de Primo de Rivera, de nuevo, carreteras, guardias civiles y cárceles. Finalmente nuevo exilio en Tánger, Casablanca y Lisboa. Otro destino en Siruela, donde fue recibido con los brazos abiertos por todo el personal de aquella región. Siguieron destierros en Estella (Navarra) y Almadén.

La proclamación de la República le permitió regresar a Sevilla, pero no gozando de seguridad ni garantías, decide establecerse en Almadén, pueblo minero donde le sorprende la Guerra Civil de 1936. Al tener lugar el levantamiento fascista incendiaron el sanatorio y destruyeron todo lo que no ardía.

Con Blas Infante y Pascual Carrión, tomó parte activa para tratar la cuestión agraria. En la guerra ingresó en el ejército regular como Médico Alférez de Sanidad, recorriendo las regiones de Castilla, Valencia, Albacete y Cataluña.

Al derrumbarse la resistencia en Cataluña se exilió en Francia y de aquí a Santo Domingo. Aquí abre una clínica prestando sus servicios a los nativos y a los refugiados españoles, en espera de ser trasladado a México.

En el país azteca prefiere establecerse en el campo para ejercer la medicina, en el pueblo de Loma Bonita, de clima tropical y palúdico, y durante más de veinte años vivió estrechamente en el citado pueblo.

El 14 de Febrero de 1979 moría Vallina a los 91 años de edad. El entierro fue modesto, diez personas le acompañaron a su última morada.

Su vida fue la de un apóstol del comunismo libertario, mezcla de anarquismo de Bakunín y del cristianismo de Francisco de Asís.

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