Mis relaciones con Hispanoamérica

Antonio Gordón Bernabé – RG año 2004

         Estando de médico titular en Extremadura, concretamente en Casas de Reina y Reina, iba con frecuencia a Madrid en las vacaciones, para hacer investigaciones históricas y en una de ellas, a primeros de los años ochenta, conocí a D. Alfonso de Figueroa y Melgar, duque de Tovar y Grande de España, descendiente del Gran Maestre de la Orden de Santiago, Lorenzo Suárez de Figueroa, que estaba interesado por sus ascendientes de Llerena y Guadalcanal y al cual le proporcioné muchos datos de los archivos de ambos pueblos. Nos hicimos muy amigos y me presentó en la Real Academia de la Historia para investigar.

            Posteriormente marchó a Hispanoamérica y después fijó su residencia en New York, donde se dedica a cuestiones nobiliarias y genealógicas. Por medio de él me han escrito muchos académicos e historiadores de Argentina, México, Perú, Ecuador, interesándose por familias de Guadalcanal, pues son descendientes de conquistadores que marcharon del pueblo en el siglo XVI y se enteraron que yo dominaba las genealogías de Guadalcanal y de todos los pueblos del sur de Extremadura.

            De Córdoba en Argentina tengo una carta de 1991 que dice: “Mucho agradecería de su gentileza si me orientara en la investigación relativa a mis ancestros y como según Alfonso de Figueroa es usted una autoridad en cosas de Extremadura, quedo, pues, lleno de ilusión respecto de recibir sus noticias quedando a sus gratas órdenes”

            Una de las cartas últimas, recibida en octubre de 2003 procedente de Quito (Ecuador), dice lo que sigue: “Muy señor mío: Soy como Vd. médico de profesión y me encanta la historia, dirijo la Academia Nacional de Historia de este país y me place ponerme enteramente a sus órdenes. Su nombre lo debo a nuestro común amigo Alfonso de Figueroa quien le envía muchos recuerdos.

Tengo verdadera devoción por Guadalcanal, pues e la tierra de los linajes más viejos del Ecuador actual. Sus grandes troncos en el siglo XVI y de donde descendemos la mitad del país.

Alfonso me ha ponderado que, aparte de sabio, es Vd. muy generoso con sus conocimientos, de tal manera que quedo con la inmensa ilusión de recibir sus datos y orientaciones.

Le ruego recibir mis más atentos y cordiales saludos y recibir mi agradecimiento más profundo”.

Otra carta posterior: “Muy estimado amigo: Con enorme alegría recibo su carta con noticias preciosas, tiene Vd. una erudición formidable, su obra no puede quedar inédita, aquí editamos gratuitamente dos libros inéditos de genealogía por año, con tiraje de trescientos ejemplares, pero para Vd. podríamos subsanarlo. Sería un honor publicar su obra.

Me encantaría proponer su nombre para la Academia que será aceptado con orgullo y regocijo. Alfonso me encarga muchos recuerdos.

Con todo lo dicho, quiero hacer constar el interés que demuestran los hijos de América por Guadalcanal, que siguen viéndolo como un pueblo del siglo XVI muy habitado e importante, con mucha agricultura y ganadería, con la casa de la encomienda del Palacio, con muchas iglesias y conventos, muchos clérigos, monjas y frailes, cuando en realidad todo esto ha desaparecido y ya no es ni sombra de lo que fue. Es el signo de los tiempos que lo cambia todo, aquí y en todas partes.

Muchos de ellos, importantes como Monseñor Alberto Luna, Arzobispo de Cuenca (Ecuador). Su séptimo abuelo emigró de Guadalcanal estableciéndose en Quito. Era Alonso Sánchez de Espinosa y Luna, por lo que resulta, según me comunican, que son mis parientes. He investigado el árbol genealógico. También D. Fernando Jurado Noboa, director de publicaciones de la Academia me dice: “Vd. y yo resultamos parientes”. Y es que las familias antiguas estaban muy emparentadas.

También desciende de Guadalcanal Santa Mariana de Jesús, La Azucena de Quito, muerta en 1645 con 26 años. Fue hecha santa en 1950 por Pío XII. Su abuela materna, María Delgado, era de Guadalcanal. Por encargo de la Academia, estoy realizando su genealogía.

Muchos emigrantes de Guadalcanal obtuvieron encomiendas con grandes extensiones de terrenos e indios como sucede con los Bonilla en Ecuador, cuyos descendientes tienen conciencia de su status social, el mismo que tenían en Guadalcanal, que era muy alto y hoy forman la élite aristocrática de ese país. Sin embargo los Bonilla actuales de nuestro pueblo, parece que han perdido el hilo de su antigüedad y estado.

Los descendientes de Guadalcanal en Hispanoamérica son ahora la flor y nata de sus países, que viven entre gran cantidad de nativos y descendientes de otros pueblos de España.

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