Manuel Machado y Guadalcanal

José María Álvarez Blanco


Mezcla plata, gloria,
risa, azul, y sal…
y tendrás el cielo
de Guadalcan
al

(Manuel Machado en
Ars moriendi, Pintura)

Versos para una definición luminosa del cielo de Guadalcanal. Estas hermosas palabras del Machado olvidado y ninguneado por los mandarines culturales de los medios de comunicación, aparecieron en la pantalla de mi ordenador, en una fecha que no puedo precisar, hace unos quince a veinte años. Las encontré en una página, de contenido variado. Simplemente aparecían firmadas por Manuel Machado (1874-1947) (algunos lo llaman irónicamente el Machado malo), pero no indicaban a que poemario pertenecían ni cuando fueron escritas. En su día imprimí el texto y apunté la
dirección de la página web, pero la hoja se extravió y cuando la volví a encontrar hace
unos meses la página ya no existía.
Tras el reencuentro tenía que hallar el poemario, lo que no ha sido difícil ya que los estudiosos de la poesía que ven con los dos ojos, han sabido aquilatar los valores intrínsecos de la poesía de este Machado, independientemente de la opción política que escogió. En estos tiempos de telebasura abundante e índices de lectura deficientes parece necesario, -hay que fastidiarse-, informar de la existencia de este Machado silenciado, cuando no vapuleado e injustamente oscurecido por la fama de su hermano Antonio, de cuyo valor como literato nadie que tenga dos dedos de frente debería dudar, independientemente del signo de su opción política. El escritor Dante Pombo expresaba magistralmente esta situación refiriéndose a Manuel.
<<<“Un buen poeta menor”: condescendencia bien injusta, la de cierta crítica, con Manuel Machado. Esto pensaba Borges, cuando contestó así, con exquisita vehemencia, a un crítico español en Madrid: “¿Dice usted Antonio Machado? ¡No sabía que Manuel tenía un hermano!». Mientras Antonio se exiliaba en Collioure, oteando los cielos de España desde su ventana, a Manuel Machado le reprocharon adhesiones y versos que, con el paso del tiempo, suenan como latigazos contra la legitimación literaria del “hermano”, desde “Al sable del Caudillo” hasta “¡José Antonio! ¡Maestro!”. Sin embargo, es tan absurdo juzgarle por ello como lo sería el invocar las odas a Stalin de Louis Aragón o Pablo Neruda, o las soflamas fascistas de Louis-Ferdinand Céline, a la hora de enjuiciar el talento de tan geniales autores>>>
El poema en que aparecen los versos es Ars Moriendi (Arte de morir) que data de 1921, y cuya última edición, del Profesor Pablo del Barco en Cátedra1, es de 1995. A su magnífica introducción me remito para más información.
Los versos que encabezan estas líneas referentes a Guadalcanal me sugieren las dos siguientes interrogantes. ¿Estuvo alguna vez Manuel Machado en Guadalcanal? ¿quiso decir cal en lugar de sal?.
Respondo a la primera diciendo que probablemente Manuel Machado estuvo en Guadalcanal. Para ello me baso en que su padre el conocido folclorista Antonio Machado Álvarez, “Demófilo” (1848-1893) era íntimo amigo del también folclorista, nuestro paisano, Juan Antonio Torre Salvador, “Micrófilo” (1857-1903). Por tanto no parece descabellado afirmar que Demófilo habría estado en Guadalcanal en casa de Micrófilo. Cuando muere su padre en 1893, Manuel Machado Ruiz tenía 19 años, por lo que tuvo tiempo de conocer a Micrófilo que murió diez años después que su padre, cuando Manuel cumplía 29 años. Claro está que un buen poeta no tiene que haber estado en un lugar determinado para dedicarle un gran poema. Sirva como ejemplo nuestro llorado amigo Andrés Mirón, que nunca estuvo en la maravillosa ciudad de Florencia, lo cual no fue impedimento para que escribiera un poema memorable sobre
el Arno corriendo mansamente bajo el Ponte Vecchio.
En cuanto a la palabra sal es probable que el manuscrito, posiblemente custodiado en la Fundación Machado de Sevilla, corrobore que esa es la palabra que escogió el poeta, pero no me cuadra. Reconozco que, tras leer y releer los Calicantos de Andrés Mirón, veo la cal de nuestras paredes con otros ojos, como elemento definitorio de la esencia paisajista y vital de Guadalcanal. En cambio, la sal, en mi opinión chirria en este verso porque, al contrario que la plata, ni tenemos minas de sal gema, ni somos especialmente salados, aunque tal vez haya gente que así lo crea.
Para quienes desconozcan la obra de este poeta silenciado, baste añadir que escribió junto con su hermano Antonio comedias como “La Lola se va a los puertos” (1929), que si la memoria no me falla fue llevada al cine con Juanita Reina de intérprete y que recuerdo haber visto en el antiguo cine Moderno allá por los años 50 del pasado siglo; así como “Las Adelfas”(1928) y “La Duquesa de Benamejí” (1932) entre otras.
Para concluir estas líneas recordemos su magnífica poesía sobre las ocho capitales andaluzas.


Cádiz, salada claridad; Granada
agua oculta que llora.
Romana y mora, Córdoba callada.
Málaga cantora.
Almería dorada.
Plateado Jaén. Huelva a la orilla
de las tres carabelas.
Y Sevilla.
(Canto a Andalucía)

Quimiófilo
Marzo 2008
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1.- Alma. Ars moriendi. Manuel Machado. Edición de Pablo del Barco, Cátedra. Letras Universales. 2º edición. Madrid 1995, página 167

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