Los finales de Consuelo, la obra más famosa de Ayala, que hoy yace en el olvido

José Mª Álvarez Blanco

Revista Guadalcanal año 2016

Noche de 30 de marzo de 1878 en el Teatro Español de Madrid. Los nervios típicos de un estreno se reflejan en los rostros de los actores todos de primera fila. La expectación es máxima, la popularidad del autor de la nueva pieza dramática viene potenciada tanto por sus éxitos previos, principalmente El Tanto por ciento, como por su cargo político. La función se ve honrada por la presencia del rey Alfonso XII del que dicen las crónicas que asistió sin ser acompañado por su joven esposa, que muere el 26 de junio del mismo año, cuando no se habían cumplido tres meses del estreno de esta obra, la más famosa de Adelardo López de Ayala, quien como es sabido fue el encargado de la Oración fúnebre en el Congreso.

Para los posibles lectores que desconozcan el argumento de esta obra transcribo a continuación la descripción del mismo que consta en la crónica, muy elogiosa, que el periódico El Globo publicó al día siguiente de su estreno:

Un joven ingeniero (Fernando) enamorado desde la infancia de una joven (Consuelo), cuya madre (Doña Antonia) había sido amiga de la suya, llega de Granada con ánimo de casarse, y se encuentra que su novia prefiere a otro joven (Ricardo) muy rico, y con el que por fin se casa a despecho de Fernando y de la madre.

Poco después de casados, el marido tiene una querida; la mujer se entera, y por darle celos a su vez, escribe una carta a su antiguo novio, sin ánimo de enviársela, pero que Fernando recibe por una ligereza de Fulgencio, amigo y consejero de Ricardo. Se presenta Fernando en la habitación de Consuelo a la hora señalada; ella se sorprende; él le muestra la carta en que lo citaba, y ella le confiesa que lo hizo únicamente para darle celos a Ricardo. Fernando, que había acudido llenos de esperanzas amorosas, se indigna y decide permanecer en aquella habitación hasta que llegue el esposo y se despierten realmente en él los celos que ella pretendía. Consuelo le suplica que se vaya, y él no cede, hasta que se ve precisada de llamar a su madre, que está bastante enferma, para que le ayude a convencer a Fernando. Sale la madre, le ruega que se aleje; él se resiste, y en esto se oye la voz de Ricardo. Fernando trata de salir por una puerta que está cerrada, y la madre se retira a su habitación. Entra Ricardo, manifiesta a su esposa que sale para París; ella le increpa y él se marcha. Se presenta Fernando, y al oír a Consuelo quejarse del abandono de su esposo, le dice que sufra las consecuencias de su proceder, y se marcha también. Y cuando Consuelo llena de amargura, reconoce que no le queda en el mundo más cariño que el de su madre, sale una criada dando gritos porque su señora acaba de expirar. Consuelo cae en tierra, exclamando: ¡Qué espantosa soledad! Y baja el telón.

Se sorprenderá el lector que en el título de este escrito se hable de los finales.  Un final, el del texto, es la última frase antes reproducida que el autor pone en boca de Consuelo, y el segundo, el temporal, es el momento en que D. Adelardo acaba de escribir el texto. Y a este respecto hay una anécdota curiosa que ha sido recordada hace poco en el Diario ABC1, y que fue documentada por el conocido periodista-escritor catalán, admirador de la villa de Madrid y sus gentes, que respondía al nombre de Luis Carandell (1929-2002). Como es bien sabido este periodista, tras una experiencia profesional en España y Extremo Oriente, que le llevó a ser corresponsal en Japón, recaló en Madrid los 25 últimos años de su vida, ciudad de la que se enamoró y en la que murió. Durante los primeros años del régimen democrático inaugurado en 1978, fue Cronista parlamentario lo que permitió conocer al dedillo el día a día de la vida en el Congreso de los Diputados.

En la obra del periodista, publicada por Planeta en 1988, cuya portada reprodujo, en su página 144 se lee lo siguiente:

El presidente-dramaturgo

Don Adelardo López de Ayala, presidente del Congreso de los Diputados, era un famoso dramaturgo. En una de las sesiones, mientras se debatía un proyecto de ley del gobierno, don Adelardo estaba obsesionado por terminar su obra Consuelo.

─ ¿Qué tal va esa Consuelo?─ le habían preguntado unos diputados antes de comenzar la sesión.

─ ¡Solo me falta  el final!─ respondió López de Ayala.

Durante el debate el dramaturgo prevaleció sobre el presidente de las Cortes y se puso a escribir el final de la Consuelo.

Cuando aún no había conseguido terminarlo, los grupos parlamentarios pidieron la suspensión de la sesión hasta el día siguiente.

Don Adelardo dijo entonces mientras agitaba la campanilla:

─Se suspende el debate. Orden para mañana: el final de Consuelo.

La Cámara, que conocía la preocupación del dramaturgo, le dedicó una ovación

La anécdota es curiosa porque revela, por una parte, el no infrecuente maridaje entre política y literatura y, por otra, el escaso interés que los políticos dedican a veces a la cosa pública. Si alguien cree que la frivolidad de todo un Presidente de la Cámara, de no atender al debate fue exclusiva de nuestro famoso paisano, se equivoca, pues como recogió el diario El Mundo del 28 de febrero del año pasado, la señora Celia Villalobos, diputada malagueña, a la sazón vicepresidenta de las Cortes, actuando en funciones de Presidenta, fue sorprendida jugando al candy crash en una tableta, de lo que hay constancia gráfica e incluso vídeo en YouTube2.

En alguna ocasión me he preguntado cuáles pueden ser las razones por la que existiendo un animoso grupo de teatro en Guadalcanal, me refiero a La Caja de Cartón, que tanto en comedias como en zarzuelas ha cosechado notables éxitos no solo en el pueblo sino también fuera, no se le ha ocurrido representar esta obra como parte de su repertorio. ¿Puede que sea el verso, que por necesidades de la rima, hace artificioso el texto a los oídos de hoy, y difícil seguir la trama? ¿Es el argumento, demasiado sabido por repetido ayer, hoy y mañana, aquí y en todas partes? En fin, sus motivos tendrán los animosos integrantes de la Compañía. Conozco a un paisano, cuya profesión nada tiene que ver con la literatura, que empezó a hacer una versión en prosa, pero se quedó en el primer acto, pues llegó a la conclusión de aquello de “zapatero a tus zapatos”.

 1 El artículo se titula “El político-dramaturgo que escribía sus obras en el escaño”. Su autora es Sara Medialdea, y se puede encontrar en: http://www.abc.es/espana/20150827/ abci-politico-dramaturgo-escribia-obras-201508211219.html.

2 https://youtu.be/xfcIMCYXSxQ

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