Las murallas de Guadalcanal

Calle Juan Carlos I

Antonio Gordón Bernabé – RG año 1996 (pág. 29-34)

Para hablar de las murallas de Guadalcanal, hay que situarse en el contexto histórico del Guadalcanal musul­mana. Los árabes habían invadido España en el año 711 al mando de Tarik, que se diri­ge a Toledo tras conquistar Córdoba. En el invierno del 712, Muza sube por la Ruta de la Plata. por Almadén y Monesterio, a conquistar Mérida que lo hace el 30 de junio de 713 ayudado por su hijo Abd el Azis. Tras la conquista de Mérida, dicen los historiadores árabes y en el mes siguiente se conquistó todo el territorio del sur del reino de Badajoz, man­dando Muza tropas al mando de su hijo, que luego siguió para Sevilla, que se había sublevado, y marchando él para Toledo. En el mes de Julio del 713 llegan los musulmanes a Guadalcanal, eran ára­bes y bereberes que dejarían un pequeño destacamento en el lugar, al que llamarán WAD AL QANAL. Allí encuentran un cerro fortificado, habitado por visigodos e hispanorromanos, que llaman Monforte, rodeado de Murallas; también encuentran habitantes en diversos sitios del término, y seguro que en un valle situado entre dos sierras inclinado hacia el sur y lleno de veneros y arroyos con la ruta de Híspalis a Emérita por Astigi y Regina en su lado oriental, al que atraviesa subterránea una corriente de agua de norte a sur. Está patente que lo que hay al llegar los árabes es Monforte y su territorio. En el cerro de Monforte, a 5 Kms. al suroeste del pueblo actual, hay construcciones romanas de derretido con dos murallas concéntricas. Esto, según Mª Dolores Gordón Peral en su libro Toponimia sevillana. Ribera, Sie­rra y Aljarafe, nos indica que hubo habi­tación desde muy antiguo. “A la construc­ción de época romana, debe su nombre el lugar, compuesto de un original Mons Fortis. Considerando la llamativa evolu­ción de O tónica a O romance que revela un tratamiento dialectal, se debe adscri­bir el topónimo al estrato histórico-­lingüístico mozárabe. Los mozárabes eran los cristianos que se quedaron a vivir con los árabes y estaban allí de antes. Monforte sería un ejemplo más de nombre de fortificación alusiva a restos más antiguos y de valor arqueológico. Nos inclinamos al mozarabismo del nombre, pues es segu­ro que hubo habitantes cristianos en estas tierras durante el período de dominación musulmana. El Cerro Mezquita y el arro­yo Mezquitas son alusiones que confirman 1a antigüedad de Monforte”. Otro dato que atestigua a Monforte como anterior aún a los romanos, es que está lejos de la calza­da romana que va a Regina. Las calzadas se construyeron cuando ya estaban asenta­dos los romanos. Investigaciones hechas por mí en autores antiguos me han revela­do que Mons Fortis existía en tiempos del emperador Antonino Pio, que gobernó del año 138 al 161, y también refiriéndose a Guadalcanal dicen que “el primero sitio de su fundación primera fue distante una legua de donde hoy está, en un cerro que se dice Monforte”… “fue fundada en lo selecto de la provincia antiguamente lla­mada Turdulana o Baiusturia; según el cómputo de las historias, fue casi mil y seiscientos años antes del nacimiento de Cristo.” Esto viene a confirmar que esta fortaleza romana era un oppidum cons­truido sobre restos de otros pobladores que en el caso nuestro serían turdetanos o tartésicos, pues todas las fortalezas pri­mitivas estaban en alto.

El campesinado hispano-romano­-visigodo se sometió a las tropas de Muza, conviviendo luego con la nutrida pobla­ción berebere asentada aquí y entre ellos, miembros de la tribu de los zenatas. Ya debía de existir Wad al Qanal como po­blación en el año 758, en tiempos del Ca­lifa Abderramán I, pues se cita que pasó cerca un tal Yusuf al Fihri, wali árabe que desde Mérida marchó a Fuente de Cantos y, reclutando gentes del sur extremeño, formó un ejército de veinte mil hombres bereberes contra el Califa, y fue a Almodóvar donde fue derrotado, luego se dirigió a Firris (Cerro del Hierro) entre Wad al Qanal y Qústantina, y de allí a los Pedroches, siendo asesinado en Toledo.

El territorio de Al-Andalus se dividía en circunscripciones administrativas lla­madas Coras, regidas por un gobernador o Walí. Eran como provincias con jefes militares que asistían a la autoridad civil, esto era desde los Omeyas, en 756. Guadalcanal pertenecía territorialmente al castillo de Reina, y éste era de la Cora de Al Balat, ya que se interna su territorio en Extremadura hasta el límite con Hornachos, y por tanto Guadalcanal lindaba por el Sur con la Cora de Firris, cuyo límite era el Benalixa, y, más arriba, el id Sotillo. Benalixa, hoy Benalija, es una rivera que nace en Alanís y es límite entre éste y Guadalcanal, y entre nuestro pueblo y Cazalla. Se cree que el nombre le viene de los Ibn Alisa, familia de la tribu bereber de los Hawwara cordobeses. Wakil gobernó Alisá cerca de Talavera la Vieja en tiempos de Abderramán III an Nacir, y luego cayó en desgracia. Su hijo fue Saydun Ibn Wakil al Awrabi Ben Alisá. Esto fue por los años 912-961. El río Benalixa corría por el límite de las Coras y la de Firris se internaba por lo Pedroches cordobeses.

Tribus bereberes que habitaron por nuestra comarca fueron los zenatas que eran parientes de los zuwága de Azuaga. Los zenatas entraron por el Guadalete a España y venían del Mogreb y Túnez. Eran nómadas del desierto; dicen los ára­bes que donde hay dátiles hay zenatas; criaban camellos y eran aficionados al caballo, excelentes jinetes (zeneta) montaban a la jineta (zeneta), dando la imagen de ese depredador nocturno que ha dado muchos topónimos con el nom­bre de Gineta en el sur de Extremadura. Eran buenos guerreros muy valientes y rebeldes. Los mayores contingentes pa­saron a España en tiempos de Almanzor, propiciados por él. Otra tribu era la Miknása, se instaló en el llano de las Bellotas-Fahs al ballet, que se extendía des­de el sur de Guadalcanal hasta los Pedroches, y tenían predilección por las bellotas y las minas; llegaron en los pri­meros años y se extendieron por la baja Extremadura. Los Hawwara se infiltraron también en Extremadura.

       Con la caída del Califato, nacieron los reinos de Taifas alrededor de 1031 y entonces hay una guerra entre el rey de Sevilla y el de Badajoz, de 1044 hasta 1051, en que hicieron las paces, por lo que Guadalcanal y Reina sufrirían las conse­cuencias.

El año 1082 Alfonso VI bajó a Sevi­lla y llegó a Tarifa. Por entonces casaría con la hija de Almotamid, Zaida, que fue llamada Isabel. Después se enfriaron las relaciones y Almotamid llamó a los amorávides, que vencieron a Alfonso VI en Zalaca, cerca de Badajoz, en 1086. En 1088 dicen los Anales Toledanos que el cristiano alcanzó el puerto de Guadalcanal, pero no le ofreció batalla. La entrada al puerto se hacía entonces su­biendo por el lado del túnel; luego siguió hasta Sevilla. Otra vez vinieron los almorávides en 1091, y tres años después son dueños de estas tierras. Se sabe por el Botánico Anónimo que en 1100 había castillos al norte de Qústantina; eran los de Qastalla y Al Aniz, y por el Idrisí, que pasó por Ellerina y Zuaga antes de 1152 sabe­mos que esta última tenía el muro de tierra.

En 1147 llegan los almohades a Se­villa y Badajoz con Abdelmumen. Le su­cedió Abu-Yacub-Yusuy en 1163, en cuyo tiempo comienza el famoso período de construcciones almohades: la mezquita de Sevilla, el puente de barcas, las dos alcazabas, ampliación y refuerzo de las murallas, fortaleza y murallas de Alcalá de Guadaíra, murallas de Niebla, mura­llas y alcazaba de Badajoz, Murallas de Llerena, murallas y alcazaba de Reina, murallas y alcázar de Guadalcanal, Cazalla, Alanís y muchos más, incluso las torres de mezquitas sevillanas. Ciñéndonos a Guadalcanal, podemos con­cretar la fecha de construcción de la mu­ralla y alcázar por pertenecer a los domi­nios de Abu Yahla Hafiz de Badajoz, que después de mayo de 1169 llegó con tro­pas almohades procedente de Sevilla, y traía la orden de construir y reparar mu­rallas de fortalezas y plazas fuertes de su jurisdicción, según cuenta Ibn Sáhib al Sata, y ello se realizó entre dicho año y 1175.

En 1171 llegó a Sevilla el Califa pro­cedente de África, y tras conquistar Al Balat, que se había perdido, vuelve a Sevilla y gasta todo su tiempo en grandes construcciones hasta principios de 1176, en que se marcha.

Si los al­mohades hacen una muralla en Guadalcanal del perímetro que conoce­mos, semejante al de Cáceres, es porque se han encontrado un casco urbano con sus calles que viene de antes. Existe la sos­pecha por mi parte de que hubiera otra muralla anterior, del siglo XI, ya que era una población grande, estaba en el llano y era fronteriza. Por otra parte, vemos como desde los tiempos de dominación musulmana en que la reconquista se aproximaba a la parte meridional de Extremadura, fue dotada ésta de podero­sas obras defensivas, como lo demuestran los siete castillos que había en el término, casi todos en la parte norte, sin contar Monforte y el de la población.

Las murallas de nuestro pueblo eran de derretido según señala el Catálogo Ar­queológico, o sea, de mampostería de pie­dras, pero ello se contradice con su épo­ca, y así vemos que Sevilla tiene la parte almohade de su muro, de tapial con 14 puertas, 7 portillos y 166 torres. Niebla también de tapial de tierra sin almenas con 46 torres y 4 puertas. Llerena de tapial la primitiva, con torres cuadradas, 5 puertas y 12 portillos, Azuaga y Montemolín de tapial, y lo mismo Badajoz.

Continuando con la cronología, tene­mos que sucedió como Califa Abu Yusuf Yacub Almanzur y en 1185, a causa de las incursiones de Alfonso VIII de Castilla, que le envió una carta de desa­fío. Más tarde, en 1189, Alfonso, tras con­quistar Trujillo, pasó el Guadiana en ju­nio y atacó Magacela. Los cristianos ve­nían auxiliados por musulmanes del rey de Mallorca que era almorávide. Los ana­les Toledanos cuentan que se dirigieron al sur y tras rebasar la sierra de Hornachos, el 17 de Julio, aparecen ante el formida­ble castillo de Reina al sur de Ellerena vigía de los puertos Mariánicos. Alfonso VIII tomó Reina tras enconado asalto y, según el Bayán, mató a todo el que se le opuso, cautivó al resto y saqueó todo lo que había en la fortaleza. Tras la ocupa­ción de Reina descansaría, y al día si­guiente, 18 de Julio, se presentaría e Guadalcanal que estaba y está a media jornada a caballo, camino que yo he re­corrido cientos de veces cuando era mé­dico titular de Reina. Se dice que descan­só en Guadalcanal con sus tropas, ya es­taba cercada de murallas en esa fecha y ­con su alcázar, pero no consta que la to­mara por combate; en otros autores se dice que descansó en Guadalcanal a la vuelta y luego tomó Reina, pero lo dicho antes está confirmado por árabes como el ma­rroquí Aben Idhari, que vivía por entonces. Luego, cabalgó hacia Sevilla donde infligió fuerte castigo a los musulmanes de los alfoces sevillanos enviando sus tro­pas a Córdoba, devastando las vegas del Guadalquivir y regresando inmediatamen­te a Toledo. Las noticias de esta gran ex­pedición llegaron pronto a Marraqués y Abu Yusuf se dispuso a pasar el estrecho, cosa que hizo al año siguiente, pero diri­giéndose a Portugal. El rey cristiano en 1194 lanzó contra Sevilla un poderoso ejercito que pasó el Guadalquivir causan­do terribles estragos por las campiñas, según cuenta la Crónica Latina, y al año siguiente el moro predicaba la guerra santa y derrotando a los cristianos en Alarcos el 18-7-1195 y con el botín ordenó se de­dicara a terminar la Giralda, que estaba en obras desde once años antes, destru­yendo muchos castillos en Extremadura en los dos años siguientes, perdiéndose todo lo que se había conquistado; por eso extraño lo que se dice en otros autores de que Guadalcanal y Reina quedaron en manos cristianas hasta 1231. Su hijo Mahamed al Nasir predicó otra cruzada y fue derrotado en la batalla de las Navas de Tolosa el 16-7-1212, la más grande batalla habida en España. Y así llegamos a 1241, en que el jeque de WadalQanal, que la defendía e nombre de Abul-Hasan Axataf, rey de Sevilla, la entrega sin combate, pues al perderse Badajoz pasó a Sevilla con Reina. Había sido sitiada la plaza por los santiaguistas y el jeque diose a partido, o sea se rindió y la entregó haciendo un pacto o pleitesía en que reconocía la autoridad del rey castellano, Fernando III el Santo, quedando en condición de sometido, cediendo la fortaleza y fortificaciones. Los musulmanes conser­varon sus propiedades o, como dicen las crónicas, fincaron en lo suyo.

En 1264, con la sublevación de los mudéjares, perdieron sus derechos, y mu­chos abandonaron el pueblo, quedando una minoría.

Nos encontramos entonces a un Guadalcanal con un alcázar de cuya mu­ralla sale la que rodea a la población con una capacidad suficiente para dos mil ca­sas de la que los árabes usaban, muralla seguramente de tapial, aunque tuviese la­drillos en las esquinas de las torres y en los arcos y aún piedra, como se ve en Llerena. Las puertas solían tener unos cin­co metros de alto y todas las desemboca­duras de calles solían ser portillos y puer­tas. Había una serie de torres cuadradas en el recinto cada cierto tramo de lienzo y plataformas para el camino de ronda. Las torres tenían habitación y techo de bóve­da de cañón de ladrillo y puertas con arco de medio punto.

He podido averiguar por documento de la Orden de Santiago que la muralla estaba rodeada por todas partes por un foso que llamaban cava, por la cual co­rría en la parte N. y O. un arroyo llamado de la Cava y por la parte E. otro arroyo llamado de Pedro Gómez. La cerca iba desde la iglesia de Santa Ana hasta la puer­ta de Llerena y se continuaba hasta la es­quina de calle López de Ayala girando por la Cava y bajando por el muro del pilar hasta la puerta del Jurado, desde donde se dirigía a la esquina que desemboca a la puerta de los Molinos, y rebasada ésta, subía más allá buscando la torre de Santa María y rodeando el alcázar, hoy Iglesia y Ayuntamiento, lanzaba un brazo rodean­do el paseo del Palacio coincidiendo con los bancos exteriores que hoy tiene, ro­deado todo el paseo de foso y seguía por donde está la Almona. Por el otro extre­mo bajaba desde Santa Ana por la calle Juan Pérez, dirigiéndose a las casas que ocupaba el Hospicio de San Basilio; gi­rando hacia la puerta de Sevilla, subía por Pozo Berrueco en dirección a calle Águi­la, y desde ésta enlazaba con el muro que venía por las traseras de los corrales de la calle y calleja de San Sebastián, sin po­der especificar más.

En el año 1521, por ser Guadalcanal comunero, fue mandado por Carlos I tirar los muros y, desde lue­go, se tiraron trozos del mismo aunque no entero. Se rompió la cerca por la en­trada a calle Jurado al lado del pilar ac­tual que estaba situado en la acera de en­frente; también al final de la calle de las Huertas; se tiró el muro que subía hacia la torre, y el que unía la Iglesia con el Ayuntamiento actual construyéndose un arco; se tiró el trozo de calle Águila de­lante del arroyo que iba por el foso; tam­bién el trozo de la entrada norte de la ca­lle de Juan Pérez y se respetó uno que va bordeando la Iglesia de Santa Ana. Había un portillo entre el Palacio de la Enco­mienda y la Almona que ya consta en 1494 que comunicaba con las carnicerías. Po­siblemente habría más portillos. Si no fue­se así, habrían quedado encerradas mu­chas calles como Santa Clara, Guaditoca, Concepción, Carretas, Altozano Bazán y la Plaza de Santa Ana, que tengo dudas si estaba comunicada al exterior con un por­tillo, pues desde la puerta de Llerena has­ta la de Sevilla hay grandísima distancia. Muchos lienzos de murallas se desmocharon para formar parte de casas sobre todo de fachadas, y quizás hoy se puedan ver los restos, y esto es así, y que­da comprobado, por un testigo presencial de Guadalcanal que vivía en mil seiscien­tos y pico, que dice lo siguiente: «Hasta hoy se ven algunos pequeños pedazos de muros y cerca antigua de Guadalcanal y tres puertas con edificaciones de las ca­sas quedando la villa cercada artificialmente. La de Llerena está caída». Con esto queda dicho todo.

En la puerta de Llerena había un puente para pasar de calle Santa Ana, Berrocal Grande (Espíritu Santo) y Berrocal Chico a la población enfrente de la calle Granillos, ya que pasaba el arro­yo de la Cava que mi madre conoció a primeros de siglo. También por ese tiem­po se tiró el arco del Palacio y consta que a mediados del siglo XIV se tiraron lo restos de la muralla.

Este trabajo de investigación que mi ha llevado años, es el resultado de consultar mucha bibliografía, incluidos los historiadores árabes, que son muchos, y de datos de archivos inéditos, junto con ciertos procedimientos de investigación por lo que queda prohibida su reproducción.

Dedico este trabajo a la memoria de tres personas que ya no están en este mun­do: D. Antonio Muñoz Torrado, mi querida prima Elena Bernabé Arcos y mi querido amigo Baltasar López de Ayala Cote.

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