La Virgen de los Dolores en los pregones de Semana Santa de Guadalcanal

Virgen de los Dolores (Fot. Úrsula Gómez)

Recopilación realizada por Ignacio Gómez Galván

1er. PREGÓN DE LA SEMANA SANTA DE GUADALCANAL. AÑO 1960. JOSÉ MARÍA OSUNA

Y he aquí ahora otra Hermandad de Penitencia a la que la Semana Santa de Guadalcanal debe también dos procesiones: la COFRADÍA DE LAS TRES HORAS: la Ilustre Hermandad y Cofradía de Nazarenos del Santísimo Cristo de las Aguas, Santo Cristo de la Peña Y Nuestra Señora de los Dolores.

Y aunque en general todas las Cofradías mantienen su esplendor gracias a los esfuerzos y a los sacrificios de todos sus hermanos, la mayor parte de ellas -por una razón o por otra- disponen aquí de los medios necesarios para desenvolverse con más o menos desahogo.

Pero es esta Cofradía de las Tres Horas la que, al menos sobre el papel, dispone de más cortos recursos. Y sin embargo –un “sin embargo” que tiene toda la categoría de una afirmación rotunda- no solo sabe mantener su decoro a tono con este esplendor cofradiero de Guadalcanal sino que año tras año, sin prisas pero sin descanso como dijo el poeta, va incrementando su importancia y su rango dentro de la popular y renom­brada Semana Santa de este pueblo. Y así, resulta raro el año que esta Cofradía no ofrece alguna novedad. Hace poco tiempo fué la magnífica Cen­turia, llamada de las “Tres Horas”, integrada por esos apuestos romanos que en los desfiles van abriendo marcha delante de los Cristos y cuyo atuendo, ajustado a la más rigurosa verdad histórica, responde al modelo diseñado por el ilustre catedrático y gran cofradiero sevillano D. Luís Ortiz Muñoz. En este año, la Cofradía estrena el paso del Cristo de las Aguas, todavía sin talla ni dorado y en otras ocasiones fueron otros y otros que no nos es posible enumerar en esta hora.

¿Qué de dónde sacan para todo esto los Hermanos de las Tres Horas? Pues de su propio entusiasmo, de su amor a la Cofradía, de su activi­dad y su voluntad infatigable, que hasta ahora constituyen la única varita mágica que conocemos para. al igual que la de Moisés hacer brotar el agua de la roca que es tanto como hacer salir el dinero del bolsillo de los que lo tienen y se resisten a darlo.

Y tanto y  tanto han llegado a rivalizar en sus en­tusiasmo, en sus afanes por allegar fondos para su Hermandad estos volun­tariosos cofrades de las Tres Horas que tengo entendido circula por ahí una especie de refrán que viene a decir poco más o menos lo que sigue: “Anda que pides más que la Hermandad de los blancos”

Si, señores; porque a estos hermanos, y perdonen el aspecto gro­tesco de mi charla cuando me empeño en informarles de aquello que por to­das las razones ustedes conocen bien -y yo, muy poco- a estos hermanos, repito se les conoce popularmente con el apelativo de “blancos”, sencillamente porque así es el color de la túnica de sus nazarenos: blanco. Túnica ceñida por ancho cinturón de esparto. Blanco es también el color del antifaz y la capa. Y sobre la blancura de aquel, recortado sobre un círculo rojo que es como una gran flor de esta sangre devota de los Cofrades de las Tres Horas, la Cruz de San Juan o Cruz de Malta, distintivo de la Ilustre Hermandad del Santísimo Cristo de las Aguas, Santo Cristo de la Peña y Ntra. Sra. de los Dolores.

Poco a poco nos hemos ido adentrando en esta noche solemne del Jueves Santo. El cielo está limpio, rutilante; ni la más leve bruma altera la pureza sin mácula de los luceros. En lo alto de la bóveda celeste la luna llena, luminosa y fantástica, se nos antoja como un balón de fuego que los ángeles y los santos agitan sobre la cabeza de los hombres para recordarles que también está ya sobre ellos la Parasceve; de la muerte del Señor.

A las once en punto sale a la calle la primera procesión de la Cofradía de las Tres Horas. Dos pasos integran este primer desfile: El Santo Cristo de la de Peña, o sea Nuestro Señor en el misterio de la Coronación de Espinas, más conocido por el “Señor sentado en la Peña” y Nuestra Sra.de los Dolores.

Esta imagen del Santo Cristo de la Peña tiene ya su pequeña historia; porque es la única que logró salvarse en el año 1936 del furor inconsciente de las turbas. A alguien, tal vez movido por alguna remota in­tención piadosa, se le ocurrió arrojarlo al pozo de San Benito en vez de entregarlo como hicieron con las otras imágenes, a las voraces llamas que tanta y tanta obra de arte acumulada por siglos de piedad y de fervor, destruyeron en unas horas. De aquel pozo fué extraído más tarde afectado de serios deterioros, todos los cuales sin embargo pudieron ser perfec­tamente restaurados.

Pero al llegar aquí, permitidme de nuevo una ligera desviación en nuestro normal recorrido.

Hemos hecho alusión anteriormente a ciertos aspectos pintores­cos de la Semana Santa de este pueblo desaparecidos por buenas razones unos, y por la fuerza de las circunstancias, otros.

De entre estos, vamos a citar uno que no han conocido las más jóvenes generaciones pero que estoy seguro despertarán dulces reminis­cencias en aquellos guadalcanalenses que ya rebasaron la treintena. Hago referencia al pintoresco traslado que de las imágenes del Señor sentado en la Peña y de la Virgen Dolorosa se hacía en la tarde del Domingo de Ramos desde el antiguo templo de San Benito (donde permane­cían todo el año) hasta la Parroquia, para su estación de penitencia en la noche del Jueves Santo.

Sé que más de uno de los que me escuchan se sentirán conmo­vidos en sus más tiernos recuerdos, solo con la simple mención del acontecimiento. Pero además os voy a leer unas líneas llenas de amor por su pueblo, ingenuas, sencillas, escritas por uno de vuestros paisanos ausentes que hará todavía más aguda la evocación y la nostalgia de quienes cono­cieron y vivieron tales tiempos:

“¡Qué tardes más luminosas las de aquellos Domingos de Ramos “que recordamos con tanta nostalgia, cuando, acompañados de nuestros padres acudíamos a San Benito para presenciar la salida de las devotas Imágenes!

Íbamos por el camino cogiendo acederas e hinojos, entre la alborozada chiquillería, y reflejando en nuestros rostros la alegría que nos proporcionaba el sentir tan cercanas las fiestas de nuestra sin par “Semana Santa, de tanto arraigo y tradición en nuestra serrana villa. Todos nos sentíamos más optimistas al influjo de la primavera, y el florecer de los campos, y ante la exhuberancia del ubérrimo valle donde se levanta Guadalcanal”

Hasta aquí vuestro ilustre y buen paisano.

Apenas dadas las once de la noche, la imagen del Santo Cristo de la Peña, tan llena de vicisitud y de recuerdos, sale por la puerta de la Iglesia de la Concepción, recoleta capilla de un antiguo Convento atendida hoy por los Cofrades de las Tres Horas.

Ya está en la calle el Cristo de la Peña. Un estremecimiento de compasión y de amor pasa por entre las filas apretadas de los penitentes. Coronado de espinas, sentado sobre un peñasco, estrechamente vigilado por fieros sayones apoya su Santa Faz sobre la mano derecha. Una triple expresión de dulzura de dolor y de resignación aparece en el rostro de Cristo, paciente y humilde. La hora de la cruxifición está muy cerca. Tal vez considere que todavía el Padre puede apartar de Él aquel terrible cáliz de amarguras. Sudores de sangre y de agonía le van rodando por la divina frente abajo:

De zarzas está cercado

aquel soberano trigo;

que el espíritu de Dios

sembró en el campo virginal.

Entre las espinas verdes,

para mayor sacrificio

el cordero de Abraham

está esperando el cuchillo.

Llorad, alma, que los ojos

que han de miraros benignos,

sangriento eclipse padecen

que en el sol muestra castigo.

No seáis tan dura fiera

que entre tantos enemigos

pidáis que viva un ladrón

y que den la muerte a Cristo.

Bajo su palio de malla dorada, cariñosamente mecida al paso rítmico, premioso de los costaleros, camina la Virgen de los Dolores.

Todo es silencio, recogimiento, fervor que sube desde el corazón para deshacerse en los labios entre el bisbiseo de un rezo o la levedad de un suspiro. De vez en vez, las bandas de tambores y trompetas desgarran la quietud imponente de la noche con la estridencia y el fragor simbó­lico de sus sones.

Nos acercamos a la Virgen. Un primor doloroso, magníficamente captado por la maestría imaginera de Antonio Quílet, se hace sollozo, lágrima, duelo desbordado en el rostro de Nuestra Señora que avanza penosamente detrás del Hijo, sintiendo como en su corazón se clavan poco a poco esos siete puñales del Dolor Supremo.

Lleva la Virgen Dolorosa de Guadalcanal saya de color granate hecha de aquel traje de luces que en una tarde aciaga, ofrendara a Nuestra Señora el matador de toros Pekín Martín Vázquez. Y sobre los sagrados hombros, manto de color azul marino claro donado a la imagen de la Virgen, por aquel fervoroso que fué en vida D. Miguel Durán Rius, y a cuya memoria dedicamos en esta fecha y desde esta tribuna un sentido y emocionado recuerdo en el nombre de todos los cofrades.

Y puesto que de recuerdos hablamos, citemos también al malo­grado capitán de Aviación D. Rafael Porras Ibáñez, a cuya generosidad se debía todo el boscaje de luminarias encendido sobre el paso de la Vir­gen. Y recordemos igualmente a su señora viuda que cada año continúa haciendo a la Madre Dolorosa la misma ofrenda que en otros tiempos más felices le hiciera su infortunado esposo. Que Dios y la Virgen los bendiga a todos.

Y sigue su camino la Dolorosa. En el rotundo silencio, los pasos acompasados de los costaleros resuenan contra el suelo de la noche, como un puro latido del corazón del pueblo.

¡Virgen de los Dolores! Nacimos en el dolor y vivamos para el dolor que desde el primer instante va a ser, a lo largo de toda la vida, el compañero inseparable de nuestros pasos. ¡Ay, esos siete puñales que traspasan el corazón de la Virgen, como los hemos sentido, cómo los sentimos nosotros clavados en la propia carne!

 ¡Ay Virgen de los Dolores!

busqué flores para Ti

que es tenerlas en la mano,

porque el ángel del dolor

las hace surgir del cardo,

y de la piedra desnuda,

y de la arista del canto,

y de la pena escondida,

y del fondo del quebranto,

y de la frente cansada,

y del hundido costado,

y del pecho sin latido,

y del lamento quebrado.

Busqué flores para Ti

que es tenerlas en la mano,

porque al evocar tu nombre,

toda la luz se hace nardo,

y violeta los recuerdos,

y fina azucena el tacto

y clavel el corazón

y las espinas geranios.

Busqué flores para Ti

de mis angustias esclavo;

porque el jardín de mí luz

Señora, estaba agotado.

Y el Viernes Santo, próxima la hora del mediodía, cuando el sol restalla en la nítida blancura de las paredes y el cielo se torna de un azul agresivo y las golondrinas cursan una teoría de alas en las curvas seguras de su vuelo, la flor se hace estrella y el aire se convierte en beso, vuelve a hacer estación en las calles de Gua­dalcanal la Cofradía de las Tres Horas.

Esta vez la Virgen Dolorosa va a salir precedida del Santo Cristo de las Aguas; una expresiva obra de la imaginería sevillana debida al insigne escultor Juan Blanco Pajares.

Es Cristo en la Cruz, dolorido, agonizante; es Cristo en la Cruz que se adelanta con su centuria de soldados romanos, solemne, martirizado y glorioso; es Cristo en el acto supremo de la redención del Mundo; Cristo en el momento de la expiración cuando en sus labios todavía calientes, aparecen marcadas las huellas de esa maravillosa lección de caridad y de amor de la que tanto tenemos que aprender los hombres,  siempre olvidadizos y crueles: “Perdónalos, Padre, porque no saben lo que se hacen”. Es Cristo, Cristo que muere por amor a quien cantan los versos bellísimos del poeta amigo:

Capataz:

Lleva despacio a Jesús

que va muerto por Amor

sobre el árbol de la Cruz.

Que no le roce ni el aire

que se mece por las ramas,

porque puede dilatarse

el manantial de sus llagas.

Ni la ráfaga de luz

con su tacto de azahar,

ni el suspiro del naranjo

cuando vayas a llamar.

Ni clavel de la ventana,

ni el geranio del balcón,

ni la música siquiera

de la saeta que canta,

ni el Padrenuestro que vibra

en la sedienta garganta.

Capataz:

Que no rocen a Jesús

ni el hálito del candor,

ni el pétalo de la brisa

¡Que va muerto por Amor!

PREGÓN SEMANA SANTA GUADALCANAL AÑO 1981. PLÁCIDO DE LA HERA PÉREZ-CUESTA

De entonces acá, años de esfuerzo, de constante y paciente labor, de esperanzas soñadas, de ilusiones, de sinsabores… Y éste año de Gracia de 1,981, casi un siglo después de aquella efemérides, por fin, el año de las grandes realizaciones. Así el Santísimo Cristo de las Aguas ve concluida la talla de la canastilla de su Paso; Nuestra Señora de los Dolores, que le acompaña procesionalmente, estrena, cómo estrenan siempre alguna cosa las demás Hermandades de Guadalcanal, respiraderos, juego de varales de palio y candelería en alpaca plateada y plata; y la Hermandad alcanza un lugar propio bajo los techos de nuestra Parroquia.

Permitid a este Pregonero de la Semana Santa, y por tanto de todas las Hermandades de Penitencia de Guadalcanal, que, cómo sencillo hermano de los Blancos, se haya sentido orgulloso al relatar breve y sucintamente todos estos méritos y que felicite de corazón a Antonio Yanes, a Plácido Cate, a toda la Junta de Gobierno y a los casi doscientos cincuenta hermanos de la Cofradía.

Pero había este humilde Pregonero de no pertenecer esta Cofradía, e igualmente habría de reconocer que, en el momento en que Dios extiende sus brazos en la Cruz, se han abierto, de par en par para el hombre, las Puertas del Cielo.

Cuando en el medio día del Viernes Santo, el Cristo bendito de las Aguas, va remontando penosamente la cuesta de la Avenida de los Mártires, a la vera de los jardines del Palacio, para enfilar, ya de regreso, la Plaza de España, he pensado muchas veces en aquella frase que pronunciaron sus labios, amoratados ya por el estertor de la muerte, humedecidos por una esponja empapada en vinagre: “Padre; perdónalos, porque no saben lo que hacen.”

Es evidente que sus verdugos sabían que estaban matan­do a un inocente, pero no alcanzaron a comprender la magnitud de su crimen.

Y es terrible darse cuenta de que, cuando nosotros le crucificamos día a día, nuevamente, si que sabemos lo que estamos haciendo…

Por esto es por lo que la Imagen bendita de la Virgen que le acompaña, no podía llamarse más que como se llama: Nuestra Señora de los Dolores. ¿Puede haber Virgen más hermosa, ni más serrana, ni más bonita que esa que lleva por nombre, nada más ni nada menos, que el sevillanísimo nombre de Dolores?

Su mirada, fija en su Hijo que marcha delante de Ella procesionalmente, es una dolorosa mirada de interrogación. No puede comprender por qué se lo han matado y todas las fibras de su alma Inmaculada se rompen. Es cómo un vivir sin sentir la vida, cómo un morir sin sentir la muerte. ¿Acaso no era su Hijo el más Santo, el más bueno, el me­jor de los hombres nacidos de mujer?:

“¿Quién te ha clavado, Señor,

en ese tosco madero?

¿quién sin piedad te colgó,

divino y manso Cordero?

No llores, Madre de dolor vencida.

Dolorosa y dolorida,

¡Virgen de mis amores!

¡¡Señora de nuestros Dolores!!

Hermanos de la Hermandad de las Tres Horas y guadalca­nalenses todos, yo os digo que, si alguna vez, los enemi­gos de Dios volviesen a quitar a Cristo Crucificado de nuestros Edificios públicos, de nuestras Escuelas, de nuestras calles y nuestras plazas, e incluso de nuestros hogares, ¡Si volviesen alguna vez a incendiar nuestros Templos, a expulsar a nuestros Sacerdotes, incluso a mofarse de Dios!, yo os digo y os repito que allí donde un cristiano valiente de Guadalcanal fuese capaz de arañar con sus uñas, una pobre y tosca Cruz en una pared cualquiera en cualquier esquina, ¡¡allí estará representado nuestro Cristo bendito de las Aguas!!

PREGÓN DE SEMANA SANTA DE GUADALCANAL 1982 PRONUNCIADO POR FRANCISCO ORTIZ RODRÍGUEZ

Virgen de los Dolores, azucena del barrio de la Concepción; hoy no sales de allí, pero muy pronto tus hijos te llevarán de nuevo a ese lugar, que nunca debiste perder, porque a todos ellos les fal­ta su Reina.

Tú, Madre mía, que concebiste a Tu Hijo por obra y gracia del Espíritu Santo, sin mediar varón alguno, sé Tú la guía de todas las madres de Guadalcanal , y si Tú diste a Tu Hijo para la salvación del hombre, protege a estas madres para que de ellas nazcan  hijos para el Reino de los Cielos.

¡Que bonitas vas Madre en esa noche!, ¡todo Guadalcanal te piropea!. Tus lágrimas son el rocío que cae en todos nosotros, y yo te digo Madre que mi corazón se rompe de amor por TI y se llena de alegría por ese mar de dulzuras que vas derramando.

Y cuando llegues a tu barrio, ese barrio de hombre y mujeres singulares, que te acogen con todo su corazón, míralos Señora, porque ellos están igualmente bañados por el dolor.

¡Virgen de los Dolores!, si tantos años has acom­pañado a tu Hijo; tu otro hijo el costalero en su afán de ­acercarse cada vez más hacía a Tí, por ese amor tan grande que te tiene, y en su deseo de darte los nombres más bellos y más hermosos, ha querido darte una prueba más de su entrega hacia Tí, y por ello hoy te llama María Santísima de la Paz, nombre con el que te proclama Reina y Señora.

¡Virgen de los Dolores!, en tus ojos no quedan ya más lágrimas; tus mejillas han enrojecido de tanto llorar; cuanto sufrimiento estás pasando, que pena tan grande sientes al ver todo lo que han hecho con tu Hijo.

            Pero Tú eres la Madre de todo Guadalcanal, y he aquí que tus hijos no te olvidan, y hoy te llevan como una Reina en ese paso lleno de luz y esplendor, en ese mar de claveles blancos. Y en esta mañana del Viernes Santo, cuando el sol luce en los más alto y se refleja en tus mejillas, aún estás más bonita. Por eso, Madre quiero pedirte al contemplarte en ese momento, que ese manto rojo que con tanto amor te hemos colocado tus hijos de Guadalcanal nos cubra y proteja a todos.

            Cuanta alegría hay Madre en mi corazón al ver como tus hijos te rodean y admiran, bajo ese palio celeste, que, para mí, Señora, no es más que el reflejo del celeste cielo, desde el que contemplas y amparas a tus hijos de Guadalcanal; palio sostenido por doces varales; doce varales de plata sevillana; doce varales que el amor de tus hijos te ofrecen permanentemente en las espadañas de: San Vicente, San Sebastián, Santa María, Santa Ana, El Cristo, San Benito, Concepción, Convento del Espíritu Santo, Ermita de Guaditoca, Convento de la Piedad, Caridad y Milagros. Varal este último que muy pronto va a convertirse en ofrenda sin igual a Ti, Madre, al transformarse en lugar de tus hijos, los más ancianos, para que nuevamente juntos, lejos de la soledad que los oprimía, puedan acompañar nuevamente, llenos de alegría, a la Madre y Reina, de la que un día, llenos de pena, se vieron alejados.

Virgen de los Dolores, que cuando vuelvas a Tu templo, con esa gracia y ese encanto de los hijos que te llevan, todos estemos allí esperándote.

            Si dolor y pena causa una enfermedad, qué decir de la que nos produce la muerte de un ser querido que se nos van para siempre.

PREGÓN SEMANA SANTA GUADALCANAL AÑO 1983. LORENZO BLANCO CABRIA

Todo esto ocurrió realmente en el año 33 de nuestra era. 1950 años después y desde 1888, el pueblo cristiano de Guadalcanal, a través de la Hermandad del Santísimo Cristo de las Aguas; Santísimo Cristo de la Peña y Nuestra Señora de los Dolores, conocida por nosotros como la Cofradía de las Tres Horas o Hermandad de los Blancos, conmemora este pasaje de la Pasión, año tras año, no sin haber vencido infinidad de dificultades económicas que la han tenido al borde de la desaparición. Pero la fe de sus hermanos, su esfuerzo y su entusiasmo, han conseguido dotarle de la vitalidad necesaria, para, con dignidad, hacer estación de penitencia la mañana del Viernes Santo. Escoltan a sus imágenes, obras de D. José Blanco y D. Antonio Chalet, la centuria romana de brillante colorido y los nazarenos, con vestimenta compuesta de túnicas blancas y capillo del mismo color y cíngulo de esparto; y los de la Virgen, con túnica blanca, antifaz rojo con una cruz de Santiago, y capa roja. Es este Hermandad de los Blancos, la que nos trae cada año a la memoria, que aquel hombre terreno que conocimos, ya no se mueve, ya no habla, ya no enseña, ya no existe; pero nos debe hacer recapacitar también en nuestra propia muerte; en que el hombre es perecedero y que retorna a la tierra al cabo de su tiempo, como hoja del árbol que nace en primavera y muere en el otoño, y, que esa muerte, es un misterio, insoportable a veces, insondable siempre, al que ningún corazón humano se acostumbrará jamás. En la muerte, una realidad extraña al hombre a la que nuestro corazón, rodea de respeto y el silencio más absoluto se impone ante ella. Pero, ¿Qué se esconde tras ese misterio? He aquí, la motivación de nuestra fe y el por qué de nuestra esperanza. Para la Virgen María, la muerte de su Hijo, es la aceptación sin regateos de los planes del Padre. Pero esa aceptación, como ser humano que es, no le exime del dolor y ahí la contemplamos en esa imagen de la Virgen de los Dolores de la Hermandad de los blancos, transplantado ese dolor del Gólgota a las calles de Guadalcanal, en ese bello encuentro contemplamos. Allí entonces y aquí ahora, observamos la más fiel imagen de dolor, soportando calladamente las iniquidades cometidas con su Hijo, entonces física, hoy de desamor. Es el mismo dolor que entristece nuestro corazón y destierra de nosotros la alegría, cuando un ser querido nos deja y cuyo dolor, solo alivia nuestra esperanza.

PREGÓN SEMANA SANTA GUADALCANAL AÑO 1984. ENRIQUE GÓMEZ ÁLVAREZ-SORIANO

Costalero, tu sudor es agua balsámica y redentora del costado abierto de Cristo Muerto cuando el Viernes Santo sacas el trono austero de caoba y plata donde llevas al Cristo de las Aguas; o cuando bajo las trabajaderas del plateado paso, canastilla de flores, de gladiolos, de rosas, de claveles blancos, Guadalcanal ha plantado la Flor más pura, más her­mosa, más bella y más lozana del jardín de la Concepción, María Santísima de los Dolores.

Los recuerdos se agolpan en mi mente al iniciar la esta­ción penitencial de la Hermandad de las Tres Horas. Teme el Pregonero si sabrá escoger la frase justa, la palabra apropia­da que transmita las vivencias de su Hermandad.

Para serenar su espíritu, os ruega que perdonéis, antes que empiece su andadura la procesión narrada, y rinda en el recuerdo emocionado de su alma, el homenaje de gratitud filial a quien supo marcarle para siempre el amor intenso al Cristo de las Aguas.

Y dicho esto, como Prioste que ha pedido permiso al Her­mano Mayor, comienza el caminar itinerante de esta proce­sión hablada.

A las doce en punto de la mañana, cuando el Sol está en el cenit, la parroquia de Santa María de la Asunción abre sus puertas, una vez más, para que salgan los pasos de Jesús y María. Escoltan al Señor Crucificado y Muerto nazarenos de túnica blanca, de roja los que acompañan a la Virgen de los Dolores. Unos y otros, antes de salir, se han postrado en ora­ción sentida y fervorosa ante el Monumento donde prisionero de amor se guarda el Cuerpo, Carne y Sangre Redentora en generoso Sacramento.

Es conmovedora la salida del Misterio de la Muerte de Jesús a los sones de la Marcha Real, himno de España que hoy quieren quitar de nuestras procesiones.

El Monte árido y pedregoso del Calvario que el poeta narrara, lo ha tornado Guadalcanal en alfombra roja de cla­veles que abrazan como amorosas manos tus pies sangrientos, Señor. Y de tu pecho abierto, ¡oh Jesús!, mana abundante agua de gracia santificante que derramas generoso sobre el pueblo que te sabe hablar, rezando en el silencio con la ora­ción cantada de una cálida saeta o con la sonora plegaria de las palmas.

Y aún resuena en el ambiente la plegaria sonora de las palmas, cuando sale el paso de palio de María, la Madre Do­lorosa.

Tu paso, Madre nuestra, ya se ha dicho, canastilla de fina plata rebosante de azucenas, de rosas, de claveles blancos y de velas que lloran como Tú, las penas de tu Alma.

Tus manos, Señora, entrecruzan los dedos ante tu divino pecho en ademán del intenso dolor, como diciendo:

¡Dejadme sola con mi pena!

¡Dejadme sola con mi Hijo Muerto!

Y en tu rostro, fiel reflejo del rostro de una madre que de tanto llorar agota ya sus lágrimas, el clavel de tu bendita boca, esbozando el suspiro amargo ahogado en el dolor que traspasa tu Inmaculado Corazón.

De Ti, Madre Dolorosa, con palabras más bellas que las mías, dice nuestro Poeta:

«¡Madre de Amor, mi reina Dolorosa!

no llores que me hiere tu tristeza,

no quiero ver ajada tu belleza,

y me sea tu visión menos hermosa.

Mas no sé lo que digo. Más preciosa

eres en tu pesar, en la grandeza,

que en tu infortunio, tu delicadeza

supera la hermosura de la rosa.

Pero no llores más, ¡oh Virgen mía!

porque gime conmigo la poesía,

que hoy ofrezco a tus pies con mil amores.

¿Hay visión, más augusta y peregrina,

ni más emocionante y más divina

que tú, Virgen, llorando tus dolores?»

La procesión, que ha cubierto más de la mitad del reco­rrido, salva con habilidad conducida por sus capataces, el es­trecho paso que forman las calles de Queipo de Llano, hoy Antonio Machado, y Guaditoca.

A partir de aquí y hasta el Cantillo, la prisa por llegar se hace solemnidad. Se avanza despacio, paso a pasito, cuidando cada movimiento hasta lograr que queden los dos pasos fren­te a la puerta cerrada de la Concepción.

El silencio, expresión sentida de emoción y recuerdo que el pueblo ha guardado, se hace clamor en el momento que termina la oración candente de la saeta que una mujer dedica a su Dios Muerto. Y Jesús al oírla, parece que despierta de su mortal sueño y en sus pupilas muertas deja que se reflejen los muros de la capilla que fue su casa durante tanto tiempo.

Mientras María, con el mirar penetrante de mujer, atra­viesa con su vista nublada por las últimas lágrimas que bro­tan de su corazón la vieja puerta para buscar su trono, su altar y recordar las muchas oraciones que en su celestial me­diación condujo al de su Hijo, de la Humildad y Paciencia o de las Aguas. Y, al no encontrarlo, su llanto se hace más intenso pensando que a su Hijo Muerto, el Cristo de las Aguas, ya no recibirá más, entre las doce y las tres de cada Viernes Santo, en esta capilla de la Concepción, esa oración que no superstición, de Fe y Esperanza al mismo tiempo que le rezaba el pueblo para depositar en su Costado abierto los tres credos.

El Pregonero deja al buen criterio de la Junta de Gobierno de la Hermandad de las Tres Horas, la posibilidad de apro­vechar esta parada de la procesión para marcar una pausa de silencio a lo largo de la cual, el pueblo pueda elevar esa ora­ción a Cristo y, de inmediato, que saque del Costado de su Dios, el primer Credo, con el ruego esperanzado de que esta capilla tan bonita vuelva al culto y vuelva a ser morada digna de Jesús de las Aguas, de la Humildad y Paciencia, de María en su Concepción Purísima y en su Mayor Dolor de Madre Dolorosa.

Y para terminar la procesión hablada del Viernes Santo de Guadalcanal, nadie mejor que nuestro Poeta para decir:

«Sangre y agua manó de tu costado

que fue por mi salud herido, abierto,

dejándome visible, al descubierto

tu corazón divino Inmaculado.

¡Oh, cuánto redimirme te ha costado!

tan generoso ¡oh Dios! después de muerto

te has mostrado conmigo, que no acierto

cómo puedo vivir de Ti alejado.

Esa agua, me lave y purifique,

y esa sangre, Señor me vivifique

en tanto peregrino por la vida.

Soy un pobre mortal, soy un enfermo

y quiero descansar cuando me duermo

en tu pecho de amor, sobre la herida.»

PREGÓN SEMANA SANTA  GUADALCANAL AÑO 1985. JUAN CHAVES OMENAC

         Si sólo hace unas horas que te acompañábamos en tu caminar hacia el Calvarios, cargado con la Cruz, en estos momentos nuestro dolor se hace aún mayor, al verte clavado en ella.

         Mañana del Viernes Santo. El sol está radiante en los más alto del Cielo, impaciente, como nuestros corazones, por ver la grandiosidad de la Imagen del Cristo de las Aguas.

         El momento de la salida del Cristo de la Aguas me llena de gran pena, al ver como tu cuerpo está completamente destrozado, al ver como tus manos y pies, están rotos por los clavos, y al ver, como de tu costado mana la poca sangre que te queda, por la lanza que te han clavado. ¡Qué dolor!, y pensar que todo esto lo haces por nuestra salvación.

         ¡Oh Cristo Crucificado!, quisiera ser uno de esos lirios que tus hermanos te han colocado a tus pies, para poder recibir la sangre que cae de tu cuerpo.

             El desfile procesional sigue su andadura, entre los clamores de unos y los rezos de otros, en cada esquina el pueblo espera en silencio, solo cortado por el diálogo de una madre con su hijo:

– Mira hijo qué bonita va la procesión, mira cómo le han crucificado y le han dado muerte al Hijo de Dios.

– ¿Y por qué le han hecho eso mamá, si es el Hijo de Dios?

– Hijo, porque así estaba escrito, para la salvación del género humano.

             De pronto se rompe el diálogo, al oírse el redoblar de los tambores de los Alabarderos, mientras se oye el canto de una saeta:

Quién me presta una escalera

para subir al madero,

para quitarle los clavos

a Jesús El Nazareno.

             Como mujer humilde y sencilla, vencida por el dolor, camina la Madre de dios, y como además de ser mujer es Reina, va sobre ese maravilloso trono de plata que sus hijos le han preparado.

             Entre claveles y gladiolos va la flor perfumada, la flor que brilla con luz propia, la que nos va enseñando a su paso, a que seamos un ejemplo como Ella, de soportarlo todo. No es otra que la Virgen de los Dolores.

             Es maravilloso admirar tanta belleza, pues Tú Madre, eres la más hermosa de las mujeres, la que más admiramos, la que más queremos, la que más deseamos, porque Tú, eres la Madre del Redentor y la Madre de todo Guadalcanal.

             Cristo de las Aguas, Virgen de los Dolores, vuestro recorrido está siendo maravilloso, poco a poco os vais acercando al momento más importante, un año más, vais a estar, aunque sea por unos instantes, en la puerta de vuestra Iglesia de la Concepción.

El cantillo os está esperando

para contaros sus penas,

y deciros que vuestra Iglesia,

que ya no es iglesia siquiera,

llora de nuevo otro año,

al no poder acogeros en ella.

             A la sombra de la torre del Templo, que tanto tiempo os han acogido, la Madre mira a su Hijo, ya clavado en la Cruz y sin vida… ¿qué le estará diciendo? Tu dolor es cada vez mayor, cuantas lágrimas llevas derramadas en todo tu caminar.

             ¡Virgen de los Dolores!, quisiera ser pañuelo de la más hermosa y linda seda, para ir secando tus lindos ojos, y así siempre a tu vera.

             El desfile procesional sigue su recorrido hacia la Parroquia, mientras de los más profundo de mi corazón, me sale esta humilde letrilla:

Medio día del Viernes Santo,

olor a incienso y a flores

que es el que has dejado en tu barrio,

¡Virgen de los Dolores”

PREGÓN SEMANA SANTA GUADALCANAL. AÑO 1987. PEDRO PORRAS IBÁÑEZ

Y en el mismo Viernes Santo, bien entrada la mañana, habrá el blanco desfile cofradiero de nuestra Semana Grande con la clavada humanidad de Dios y el llanto desconsolado de “mi” Virgen, que es “mi” Madre de Dios de Guaditoca, de los Dolores, o de otra cualquier advocación.

Muchos de vosotros sabéis que fue el “todo se muda” quien llevó a “mi” Virgen de los Dolores al templo hoy caído de la Con­cepción.

Allí llegó su nueva Imagen, acabada la contienda, destruida que fue en ésta la antigua.

Y llegó allí con su paso de principio de siglo: pequeño; de palio de tela negra con menudas estrellas plateadas en el techo; de sólo tres varales en costado; y portado mediante guizques.

Le quise regalar y le regalé un paso grande.

Le quise regalar y le regalé un palio de brocatel con seis va­rales por banda.

Le quise regalar y le regalé una candelería pobre, pero… con más de cien velas, que en aquellas noches todavía oscuras de la pos­guerra sería un resplandor del cielo.

Más tarde sus cofrades rehacen paso y palio con orfebrerías, terciopelo y flores.

“Mi” Virgen de los Dolores, en su trono majestuoso, pasó calle arriba, y…

Mi Virgen iba llorando

y todo lloró con Ella;

lloró su aroma la flor,

y lloró su luz la cera;

lloró el palio su vaivén

de perfume de flor bella;

lloró la candelería

su labor de talla nueva;

y lloró triste la tarde,

y la torre muda y quieta,

y los ojos al mirarla,

y las manos que se elevan

y la lágrima que pide,

y la oración que le ruega,

¡Mi Virgen se fue llorando

y todo lloró con Ella!

PREGÓN SEMANA SANTA GUADALCANAL AÑO 1988. ADRÉS MIRÓN CALDERÓN

El sol primaveral irradia ya con todo su esplendor sobre unas cales que ni el día más triste del año hace enlutecer. Hay en el ambiente, empero, algo de derrumbe, de abatimiento: el cansancio en  los rostros, la cera derretida por las calzadas, las marchitas azucenas que ajardinaron la pena de María… Con todo, aún quedan fuerzas para apostarse en un lugar do los Cantillos para ver el paso del Cristo de las Aguas, crucificado, muerto, lanceado. Blancos penitentes lo acompañan, alabarderos desfilan junto al cadáver erguido y descoyuntado, enclavelado calvario lo sostiene…

Ya está todo consumado.

La sangre aflora de modo

que hay un mustiarse del todo

y una llaga en el costado.

Ahí pasa crucificado

aquel que al darse nos diera

una vida verdadera,

las alas para la altura…

Y el pueblo, desde su albura,

es un clamor sin frontera.

La devoción a este Cristo (no a esta imagen) se remonta al año de 1527, en que fue traído de América -de ahí la advocación de Las Aguas- por el hijo de esta villa Francisco Muñoz de la Rica. Y no es hasta el año 1867 que se funda esta Hermandad de las Tres Horas.

La Dolorosa de “las siete espadas” le sigue. Manto, saya y palio azulean rabiosamente aun en la angostura insólita de una calleja.  En cambio, no alumbran –o alumbran pero imperceptiblemente- los candelabros del paso, pues no es menester la luz de esta mañana rutilante; pero aquí van, retorciéndose, dejando resbalar sus densas lágrimas por los guardabrisas…

(La décima que aparece a continuación en este pregón, es original de Gerardo Diego y fue escrita el año 1931. Fue introducida en su pregón por Andrés Mirón, para honrar a este insigne poeta)

He aquí helados, cristalinos,

sobre el virginal regazo,

muertos ya para el abrazo

aquellos miembros divinos.

Huyeron los asesinos.

Qué soledad sin colores.

Oh, Madre mía, no llores.

Cómo lloraba María.

La llaman desde aquel día

la Virgen de los Dolores.

PREGÓN SEMANA SANTA  GUADALCANAL AÑO 1989. AGUSTÍN  EMBUENA ROMERO

            Tras una angustiosa noche de dolor y cansancio, Guadalcanal se prepara en su recogimiento más profundo de fe y reflexión, para vivir lo que será la consumación de la trágica muerte de Jesús.

            El aire se puebla de murmullos, de oración, y de un olor penetrante de incienso en esta mañana santa de Viernes de Pasión, mañana, en la que hará su estación de penitencia la Hermandad del Santo Cristo de las Aguas y Nuestra Señora de los Dolores.

            Cristo con lentitud y serenidad, ha salido del templo, para luego en la plaza de los Naranjos, mirando hacia el cielo, decir aquella última plegaria: “Padre, en Tus manos encomiendo mi alma”.

            Cristo, de pómulos teñidos de una palidez mortal, surcados por las veredas rojizas que hicieron los goterones de sangre al caer por sus mejillas, mira con ojos vidriosos trabajosamente al cielo, como si una angustia infinita enturbiara la transparencia de la luz, que se va de sus ojos en el desmayo final.

Luceros del Viernes Santo

tienen pálida su luz,

son como gotas de agua

por la muerte de Jesús.

Sangre pura de Tus venas

con los clavos te han sacado,

el cuerpo te lo envenenan

y mueres crucificado,

sin tener quien te defienda.

Cristo mío de las Aguas,

que estás clavado en la cruz,

cruz que es guía de mi vida

en ella están mis pecados,

y por ellos sufres Tú.

            Como Señora de la mañana, la Virgen de los dolores, aparece resaltante entre flores y ramos de cera.

A Ti, Virgen Santísima de los Dolores.

A Ti, Dolores Divina.

A Ti, dolor de madre, te espera Guadalcanal, para poner racimos de flores y plegarias a tus pies. Madre dolorosa, que desde tu paso, miras las azucenas bordadas de tu precioso palio, que juegan ha hacerte guiños para amortiguar tu pena y aliviar tu llanto.

A Ti, que llevas tus nazarenos con amor, y corazones que elevan sus rezos a lo más bendito del cielo.

A Ti, quisiera hoy el pregonero, que dentro de tu dolor, pudieras darle a este pueblo serrano y cofradiero de Guadalcanal, el consuelo de ser en fe los primeros, y los primeros en amor.

            Y así entre súplicas e ingenuas alabanzas, la Santísima Virgen de los Dolores prosigue su camino, con sus manos extendidas, como invitándonos a acudir a sus brazos.

            Jugando entre sus dedos, el pañuelo blanco de encaje y olvidada del puñal que le traspasa el pecho, sigue acogida a la sombra de su palio. Las fuentes de sus ojos, se han secado de tanto llorar. Sabes que cualquier calle de este bendito pueblo, acogerá con amor el último suspiro de vida de Tu Hijo. A ese hijo que tuviste que entregar a los hombres, para burlarse de él, azotarlo, y al final de tantos sufrimientos, elevarlo en la cruz. Símbolo bendito hoy, de todos los cristianos amantes de Dios. Esa cruz, que en la Semana Santa de Guadalcanal, no es teoría, sino práctica y presencia.

            Cruces, en capas y túnicas de sus nazarenos.

            Cruces, sobre los hombros de tus penitentes.

            Simbología de la cruz, que es la que mejor entiende el hombre de nuestra tierra, tan hecho a cargar con ella.

            Cruces, sobre los pechos benditos de nuestras Vírgenes llorosas.

            Y cruces, pequeñas, de oro o plata, rematando las coronas y proclamando a los cuatro vientos, la realeza de la Santísima Virgen.

            El cortejo procesional avanza en su recorrido, por las angostas calles del pueblo. Todos los guadalcanalenses, que hoy te vemos clavado en la cruz de nuestros pecados, queremos ofrecer a esa boca encarnada que es Tú boca, el consuelo del aire que buscas, convertidos en nuestras plegarias.

            Con soltura y con el buen hacer de tus costaleros, han hecho que la emoción sea insostenible, en ese marco incomparable de la plazoleta de la Concepción.

            ¡Bravo costaleros! ¡Muy bien valientes!, son suspiros a los que siguen otros muchos piropos, que la fantasía cofradiera inventa. Porque el pueblo –ya han sido muchos los que lo han dicho- es también poeta. Es el alma solariega, sencilla y noble del hombre campesino, sin complicación, ni maldad, que explota en un triunfo que brota del alma y llega hasta Ti, Señor, mezclado con el tintineo de las lágrimas de cera, que centelleantes cuelgan de tus ciriales.

            Y Tú, Señora, Madre de los Dolores, como si hubiera sufrido poco hasta ahora, por la muerte de Tu Hijo, se mezcla en tu dolor la pena, de ver tu casa ruinosa y abandonada.

            Hoy, en la Concepción, te has encontrado con Tu Hijo, crucificado por los hombres.

 Me inunda un silencio hondo y frío

no tengo palabras, he callado,

me duele el alma y el sentido

al verte en un madero crucificado.

Lirios y claveles rojos

en tus plantas sepultados,

Dolores llevan los ojos

de tanto llorar morados.

Costaleros id despacio, con el ritmo acompasado

que Jesús en su camino, se merece lo mejor,

que el peso que lleváis, no es comparado

con el peso que por nosotros, Él llevó.

Lirios y claveles rojos

en tus plantas sepultados,

dolores llevan los ojos

de tanto llorar morados.

            Ni un pintor hubiese reflejado sobre su lienzo, mejor la escena. Tu Hijo moribundo, abrazado por la fachada de su vieja iglesia.

            Y tú Señora, la mirada clavada en Él, pensando o quizás rogando, cual sería mejor sitio para morir. ¿Cuántos recuerdos y sufrimientos te habrán venido a la mente al encontrarte aquí?, te acordarás cuando cientos de buenos cristianos, acudían puntualmente a tu cita, para ofrecerte junto a tu hijo de la Humildad y Paciencia, o de las Aguas, sus ofrendas de amor, ruego y oraciones.

            Te acordarás de cuando su fachada blanca y pulida, agogía con amor, los piropos que en tu preciosa salida en procesión, te dedicaban.

            Hoy tu iglesia se ha vuelto llano, herida de tristeza, que hasta las campanas de su vieja torre, han callado, pretendiendo no romper tu afligido dolor.

            Y Tú Señor, un año más eres despedido de esta santo lugar, entre lágrimas y miradas de amor, acompañadas de dulces piropos, que fervorosamente han transformado en saetas, para intentar hacerte menos penosa tu agonía.

            Hoy el costalero, camina angustioso y apenado. Sabe que su dolor se convertirá en llanto, que en cualquier momento de su recorrido, un frío estremecedor le recorrerá el cuerpo, anunciándole que Jesús ha muerto.

 Hoy te llora el costalero

hoy te llora el capataz,

te lloran todos tus hijos

te llora Guadalcanal-

Dolorosos y afligidos

todos te vemos pasar,

vas paseando la muerte

fruto de nuestra maldad.

Perdónalos Señor, dijiste

que no sabía lo que hacía

hoy quisiera desclavarte

y dar mi vida por tu vida.

Cristo muy de las Aguas

te pido en esta ocasión,

permitas al pregonero

dedicarte mi pregón.

Y es que te lloro en silencio

y es que te quiero yo hablar,

pedirte por todos tus hijos

y por todo tu pueblo, Guadalcanal.

PREGÓN SEMANA SANTA GUADALCANAL AÑO 1992. JOSÉ FERNANDO TITOS ALFARO. “VIERNES SANTO”   

La inapelable sentencia a muerte -y muerte en la Cruz- de Cristo, dictada por Pilato en nombre del Emperador de Roma, se está ejecutando, y el Hijo de Dios pende de una Cruz en el monte que llamaban “de la Calavera”, en el Gólgota. Cruz que, por cier­to luce en su cúspide, como para que la pueda leer todo el mundo, la inscripción que sintetiza la causa por la que este reo ha sido crucificado: “INRI”,  “Iesus Nazarenus Rex Indeorum”, Jesús Nazareno Rey de los Judíos.

Y he aquí que Guadalcanal de la Sierra, lejos de vestirse de negro luto, se engalana de un esplendoroso blanco, con ese tan significativo toque de la roja llamarada de sus capillos, como el que está celebrando el más glorioso de los eventos.

Cristo agoniza en un patíbulo que, por denigrante, estaba re­servado para los malhechores de peor calaña, y he aquí que Gua­dalcanal de la Sierra elige las horas más luminosas de su siem­pre radiante cielo, para lucir a su Crucificado: El Santísimo Cristo de las Aguas.

La Madre por excelencia, por ser, por excelencia -como ya apuntara- La virgen del Dolor, “Nuestra Amantísima Madre de los Dolores, con su corazón de Madre deshecho en mil pedazos, viendo cómo su Hijo agoniza lentamente y en el más humillante de los patíbulos, y he aquí que Guadalcanal de la Sierra la pa­sea por sus calles como radiante azucena que floreciera en la plenitud del día.

¿Qué misteriosa paradoja es esta…? ¿No andarán un tanto equivocados Rafalito “El Cojo”, “Papa López” y Plácito Cote, que son los que ahora han tomado la antorcha de la inimitable Semana Santa de Guadalcanal…?

¿Equivocados…? ¡No! ¡No puede ser!, ¡Esto en Guadalcanal seria imposible!

¿Entonces…? !Ay, el ancestral e innato saber teológico de los hijos de este pueblo en esto de entender a Dios!

¿Cómo no va a pasear Guadalcanal a su Santísimo Cristo de las Aguas, cuando su cielo es un desbordado manantial de luz precisamente, si sabe que, desde que Cristo se elevó en el Gólgota sobre la Cruz, la luz comenzó a reinar sobre la Tierra, en tanto que la Cruz pasó a ser del más humillante de los patíbulos, a la más gloriosa bandera que ondear pudiera sobre la Humanidad…?

¿Cómo no va a pasear la Cruz a esa hora en que la luz se desborda, si anhela que hasta los ciegos puedan leer esa ins­cripción, que habiendo sido clavada en la Cruz con muy distin­ta intención, va clamando a los cuatro vientos que el que en ella está crucificado, es El Rey de los Cielos…?

¿Cómo no se va a vestir Guadalcanal de luminoso blanco, si va a asistir a uno de los actos más transcendentales de la Historia de la Humanidad, ya que va a recibir el más sublime regalo, que jamás pudiera soñar el hombre: La mismísima Madre de Dios como Madre Celestial de todos los hombres?

Por eso es por lo que Guadalcanal se engalana de fiesta en torno a su Santísimo Cristo de las Aguas y a su Amantísima Madre de los Dolores en Viernes Santo, precisamente, cuando el día está en su plenitud y el cielo es un manantial que de­rrama luz a raudales.

¡Cristo de las Aguas Santo,

qué santísima actitud

la tuya sobre la Cruz,

amándonos tanto y tanto,

 y con tanta excelsitud!

¡Con tus brazos en la Cruz,

abiertos de par en par,

como queriendo abrazar,

Divino Cristo Jesús,

a todo Guadalcanal!

Y en ese abrazo de Amor,

en un gesto inenarrable,

en un día tan memorable,

darnos por Madre a esa Flor,

que es, Cristo, tu propia Madre.

Por eso Guadalcanal

se engalana en Viernes Santo,

de un inmaculado blanco,

pues Tú le vas a entregar

ese Jazmín sacrosanto,

de tu Madre Virginal,

como su Madre del Cielo,

que cual radiante lucero,

para siempre brillará,

sobre este devoto pueblo.

Tú ya que eres nuestra Madre,

mi Virgen de los Dolores,

el nombre hemos de cambiarte,

diciéndote al invocarte:

¡Madre de nuestros amores!

PREGÓN SEMANA SANTA GUADALCANAL AÑO 1993. AURELIO GORDILLO  RIVERO.

CRUCIFICADO Y NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES

Después de la subida al Calvario por Granillos, casi sin descanso, nos disponemos a recibir a Jesús clavado de pies y manos, agonizante, en su muerte, en esa Cruz, símbolo de la Cristiandad, portada por El, momentos antes.

Ahora va a recorrer nuestras estrechas calles, rozando con sus purí­simas manos, casi muertas, pero llenas de vida: los balcones y encalados de nuestras casas, derramando esperanza y consuelo en nuestros tristes corazones, que se conmueven al verlo crucificado.

Cristo de las Aguas:

Tú que ofreciste tu sacrificio por nosotros.

Tú, que sufriste en tu cuerpo las calumnias y el acero.

Tú, que agonizante aguardabas el silencio.

Tú, que siendo hijo de Dios, inclinaste tu cabeza ante El,

todo poderoso, pidiéndole que nos perdonara.

Por todo ello, este pregonero te pide que nos guíes con dulzura, marcando con firmeza, las lindes de la verdad y la comprensión del hombre, en cualquier esquina o calle, bien Costalero, Machado o Santiago o al llegar a tu plaza de la Concepción, haciendo que la atracción hacia tus bellísimos ojos, arrasados de celestiales Aguas, nos iluminen hacia la Gloria de Dios.

Cristo de las Aguas

que en tu cruz clavao vas,

entre cirios y claveles

acompañao de Guadalcanal.

Que se metan los balcones

y abran paso las paredes,

que no va a caber el Cristo,

que pasar no puede;

Que da miedo que en los herrajes

sus bellas manos se enreden.

Al Cristo de las Aguas, que va muerto

por amor. Que no lo despierten.

Van pasando lentamente los blancos nazarenos y siguiéndolo, el paso de palio de la Virgen de los Dolores, que se distingue a los lejos, como un jardín, pleno de blancas flores.

Es María Dolorosa, que, con un suspiro ahogado en el dolor que traspasa su inmaculado corazón, viene acompañando a su hijo.

Sola Tú, en tu pena, llena de alabanza y oración, con tus bellas manos entrecruzadas ante tu divino pecho.

Tú eres jardín en la tarde.

Tú, que eres llanto desbordado, que los Ángeles vigilan con cariño inmaculado.

Tú, que eres la Reina del Puro amor entregado, de los caminos sin sombra y de este valle sagrado, de los eternos jardines y de los celestiales prados.

Ante Tí Virgen Dolorosa, Guadalcanal queda pensando:

¡Ay!, quién pudiera Señora ser flor de uno de Tus ramos.

PREGÓN SEMANA SANTA GUADALCANAL AÑO 1994. AMALIA RIVERO LÓPEZ

Ya está el sol en lo más alto, has descansado un po­co y ya mismo estarás otra vez en la calle, con tu pueblo, para acompañar a tu Hijo, esta vez clavado ya en su Cruz. ¿O tendría que decir en nuestra cruz?

Ahora estás muy calladita; vas con tus manos juntas, llorando, ¡qué pena llevas!, ni siquiera tu palio ro­jo da color a tu cara.

Mira cómo va tu Hijo clavado en esa cruz, lleva la cara caída hacia un lado, pero sus manos están abier­tas, dando, como, siempre dando, repartiendo su bendi­ción a tus otros hijos.

Madre, ahora vamos para tu casa, tu otra casa, en la que no puedes estar, ¡qué injusta es la vida!, tu ca­sa se te cae; pero como cada año, te pararás y la mi­rarás. Ahora sí que tu cara es la de una mujer con pena, tu Hijo en una cruz y tu casa caída, ¿Qué más te puede pasar para que tu corazón estalle en mil pe­dazos?

No llores tanto y cuéntame esas salidas de la Con­cepción, con el sol en lo más alto, y el cansancio de una noche tan larga; fuera te está esperando Guadalcanal. Primero saldrán esos nazarenos blancos, con la Cruz de Malta sobre fondo rojo en su pecho; luego los monagos. Otra vez, Madre, Guadalcanal te presta a sus niños, otra vez habrá bullicio de niños; cuántas riñas entre ellos para que López los vista este año. Algunos ya habrán crecido tanto que no podrán acompa­ñarte, la dalmática les está demasiado corta; ahora su carita se pondrá triste.

¡Pero mira, ya viene tu Hijo! Mira esa puerta, vie­ne lento hacia la calle, si estás fuera le verás la cara; pero no, tú sólo verás su silueta recortada por la penumbra de tu casa, frente a ese sol que hay fuera. ¡Ya ha salido tu Hijo!, Suena la música, su monte de lirios brilla, parece que estén llorando a sus pies. ¡Te toca a ti! Vas a ver a tu pueblo. iSal!, te están esperando, ven despacio, para que el momento en el que el sol le dé en la cara sea un poco más largo, así veremos tus lágrimas brillando, ¡Qué bonita estás!, aunque ahora más que nunca seas Dolores.

¡Dolores, Madre! Ahora eres Dolores; una espada atraviesa tu corazón, tú que has sido ya Rosario, Paz, Esperanza, Amargura, ahora Dolores. ¿Qué más te queda por pasar?

Van pasando las horas; cada vez estás más cerca del final. Ahora pasarás por la Plaza, con un sol fuerte, que hace más duro todavía el calvario que estás pasan­do; entrarás en tu Iglesia y ahora serás más Madre que nunca, ya sólo te queda velar el cuerpo de tu Hijo, ¡ha muerto en su Cruz!

Ya te faltan las fuerzas, estás agotada, descansa junto al cuerpo de tu Hijo; pero no llores, para que escuches lo que vengo pregonando, que quiero yo que lo escuche, la que no tengo a mi lado, que un día hace años voló contigo hacia el cielo para quedarse a tu lado, pero que nunca olvidé lo que a mi me ha­bía enseñado.

Lo han clavado en una cruz

lo han coronado de espinas,

pero abuela no vendrán,

volando las golondrinas,  

aquellas que me contabas

que un día y en Palestina

a Cristo le apartaron

de su frente las espinas.

Y a ti que estás en el cielo

mirándome desde lo alto,

mira abuela cómo van

las bambalinas del palio.

Seguro que allá en el cielo

en este día tan santo

estarás poniendo flores

a la Virgen en su paso.

Y cuando llegue mi hora

y ya me tenga que ir

sólo quiero que me dejen

volver a ser pregonero

pare poder ver pasar

a tu cofradía en el cielo.

PREGÓN SEMANA SANTA GUADALCANAL AÑO 1995. MILAGROS FRANCO LÓPEZ. SANTÍSIMO CRISTO DE LAS AGUAS Y NUESTRA SEÑORAS DE LOS DOLORES

            Después de la madrugá santa, casi sin darnos cuenta, Dios ilumina un Viernes Santo más. Él es luz que alumbra nuestros corazones, inquietudes y deseos de todo ser humano. El temor a ser rechazados de algún modo ha pasado. La libertad de pensamientos e ideologías religiosas afianzan y fortifican el cristianismo. Jesús Cristo no se cansa de esperar, su paciencia es infinita. Todos los días no da una nueva oportunidad, un nuevo comienzo, para que nos demos cuenta que aquí estamos destinados a demostrar y dar, lo que gratuitamente Él nos ha regalado; su amor hacia todas las personas.

            El temor al dolor físico nos resta fuerza, la debilidad nos empobrece haciéndonos más pequeños. La persona débil moralmente, se deja arrastrar hacia el pecado con más facilidad.

            Y es así como:

Jesús Cristo crucificado es un fiel amigo, fuerte física y moralmente, es Cristo, Dios y hombre bueno, así lo creo yo.

            Algunos dirán que se ha quedado antiguo. Que nunca jamás existió. En la Biblia escrita está su obra, que murió en la cruz por nosotros. Él tan solo supo comprendernos y amarnos; llegó a sufrir por nosotros para hacernos saber que él era el Hijo de Dios. Pero hay muchos que olvidaron ya su vida. Caminar ciegos sin luz, y tal vez al final, ya no podrán escuchar su voz.

            Este día tan lucido de Viernes Santo hacia el mediodía, hace honor a la procesión del Santísimo Cristo de las Aguas y Nuestra Señora de los Dolores.

            Jesús Cristo después de llevar a cuesta la cruz de todos los pecados de los hombres, camino del calvario, es crucificado junto a dos ladrones: San Dimas y Gesta. Arrepintiéndose uno de ellos ante Jesús de sus pecados, después de consumirse cada instante de los vividos, y decía: “Jesús, acuérdate de mí cuando vayas a tu reino”. Jesús le dijo: “Yo te aseguro: Hoy estarás conmigo en el Paraíso”

            De repente la oscuridad cayó sobre toda la Tierra, el velo del Templo se rasgó por medio y Jesús dando un fuerte grito, dijo: Padre, en tus manos pongo mi espíritu” Y dicho esto, expiró. Hubo una fuerte tormenta y viendo el Centurión todo lo que había ocurrido y la forma que expiró dijo: “Verdaderamente Éste era el hijo de Dios”.

            Cristo de las Aguas que muriendo en la cruz, distes ejemplo de tu amor por nosotros, ahora en Guadalcanal cada Viernes Santo te paseas a paso de costaleros por sus calles.

            Y nos dices:

Sufre, pues por ti sufrí.

y en todo lo adverso te viene,

sabes que así te conviene,

porque todo viene de Mí.

La bondad me puso aquí

la ingratitud me clavó,

nadie como yo sufrió,

y todo es por vuestro bien

Hay que beber una gota

por quién un cáliz de dolor

bebió por vosotros,

para la salvación de los pecados,

en nombre del amor

así lo quiso Dios.

            Guadalcanal una vez más presente en la procesión te sigue, te acompaña junto a tu Madre quiere compartir el dolor que entre marchas, se ha convertido en poema de oración diciéndote en tu paso:

Una flor está triste en el paso es porque Jesús está triste en la cruz

Una flor ya no canta,

pero sigue amando

es por Jesús, que está solo

y a Dios implorando

La flor está llorando,

está triste

ha muerto Jesús y con sus

lágrimas de amor,

lo está acariciando

al pié del madero

besando su cruz.

            Un puñal atraviesa tu corazón herido, el dolor de madre está reflejado en tu rostro de pasión.

            Virgen Santísima de los Dolores, ahora que ya has sido: rosario, Paz, Esperanza, Amargura, no puedes dejar de ser Dolores, porque Dolores también padeció tu Hijo, hasta morir en la cruz.

            Madre ahora tienes una sensación de frío. Es algo así como el viento en la montaña, fuerte, inalcanzable y frío. Cierra los ojos y llega hasta Ti el olor a muerte. La vista se te pierde, tu imaginación se deja llevar, ya sólo hay lágrimas y una luz. Abres los ojos y sigues estando ahí, con tu silencio. A los lejos tú estás sola, sin poder abrazar a tu Hijo, en tus brazos sientes la prisión, quisieras que Él estuviera libre, porque en sus brazos, late la libertad de los dos.

            Quieres sentirte también libre, libre para darlo sólo amor. Ella en su afán de superación pedía perdón a Dios por la debilidad de llorar en ese momento por su marcha, decía: No lloraré sino que me alegraré, va a cumplir la voluntad de Dios, glorificándole, aún a costa de su vida. Vaya en paz con la bendición de nuestro omnipotente Dios, que, al glorificarlo mucho, salve muchas almas y sea rápidamente santo su nombre.

            Jesús ¡Tómame en tus brazos!; ¡Dame paciencia!; ¡Ayúdame a soportar el dolor que son como siete puñales en mi dolorido corazón!.

            Que más tarde en este poema se convertirán en oración:

Dios te salve, Madre Dolorosa

eres el consuelo del Viernes Santo

del mediodía.

Siete puñales llevas clavado

en tu dolorido corazón,

son como siete oraciones

que ofreces al Señor.

Entre bambalinas bordadas

en rojo de pasión.

Acompañar a tu Hijo crucificado,

mientras de un balcón una lluvia

de pétalos de flores

tus hijos te ofrecen por amor.

Cada pétalo Madre es una plegaria,

una alegría que al caminar

hace más llevadero tu dolor.

Ya no va en tus manos pañuelo

que sequen tus lágrimas, sólo rezas

oraciones que ofreces al Señor.

Guadalcanal llora tu pena

desde la Plaza hasta la Concepción

y tus costaleros alivian

tu desconsuelo debajo de

las trabajaderas de promesa.

Madre y Señora los siete puñales

atravesaron tu alma desde el camino

del Calvario hasta su crucifixión.

Y es ahora que vas mecida por las

calles de tu pueblo

los siete dolores se han convertido

en siete oraciones que ofreces

al Señor.

PREGÓN SEMANA SANTA  GUADALCANAL AÑO 1996. JUAN PABLO UCEDA  CRIADO

CRISTO CRUCIFICADO

Viernes Santo.

La luz que corona el día,

resplandecen los naranjos

de azahar y de armonía;

por las calles de Guadalcanal

Jesús tiene Sed y Agonía.

La gente guarda silencio

como soledad temprana,

en un calvario de rezos

hechos de claveles granas.

Mañana de sol intenso,

una nube se abre paso

empujada por el viento.

En la claridad del cielo

se revuelven los colores­

es Guadalcanal el consuelo

al Cristo de sus dolores.

Jesús tiene Sed y Agonía:

¡Aparta de Mi este Cáliz

si es posible todavía,

más se haga Tu voluntad,

Padre, que no la mía!

Cuatro hachones encendidos

la pena que se desgrana,

por ese Cristo que expira

mientras doblan las campanas.

Viernes Santo, de mañana,

sobre el cielo se eterniza

la saeta desgarrada:

“Hasta el agua te negaron

Señor, qué poco pedías,

sólo un poco de agua fresca

para tu boca que ardía,

hasta el agua te negaron

con el agua que caía”.

Viernes Santo, de mañana

es ya casi mediodía,

hierve de amor la Plaza

viendoa Cristo en su agonía.

Por las calles de Guadalcanal,

El Señor se nos moría.

Y por el Paseo la Cruz

han dicho las golondrinas:

­”Ya viene para su Iglesia”

y en una bandada fina

sobre las nubes de tul,

aprisa van a quitarle

esa corona de espinas

a quien se llama Jesús.

¡Ay barrio de la Concepción,

donde te parió tu madre,

está llorando tu gente,

y son lamentos de altares,

que estás llegando a tu casa

y las puertas no se abren!

Ella llega junto a Ti

y en una tarde de aguas,

ríos de infinita pena

por sus mejillas le bajan

y sus manos enlazadas

mares de dolor espantan.

Y la voz del capataz

dolorida y triste llama.

¡Dejadlos así!,

implora en llanto una hermana,

en la vista hacia su iglesia,

porque es el llanto más puro,

que llore Guadalcanal entero,

junto al llanto de sus muros.

Y Jesús viendo su casa,

eleva los ojos al Padre,

¡Ya puedo morir tranquilo!

dice su voz en un hilo.

Y vuelve a Santa María

inmaculado en lo azul

de un cielo que hace más breve

el dolor de su agonía

y más: liviana su Cruz,

y el aire ya ni se mueve

y la brisa es menos fría

y es más intensa la luz.

No se mueve en la ventana

el geranio entre la reja,

mientras la tarde galana

sobre sus llagas se espeja.

Y casi sin darnos cuenta

hay un silencio que sube

por la garganta que reza.

Está pidiendo perdón

por nuestra cruel afrenta

y en almohada de nube

ha inclinado la cabeza

y con total entereza

a un angelillo querube

el espíritu ha entregado,

ha encomendado su alma

y todo se ha consumado.

Y el capataz desfallece,

está ronca ya su voz:

“Llevad despacio a Jesús

en un vaivén de candor”

y la cuadrilla le mece

sobre el árbol de la Cruz

que va muerto por amor.

   A NTRA. SRA. DE LOS DOLORES

     Aguas de bendito amor

son caudales de tu llanto

Guadalcanal es canto

para calmar tu dolor.

Dolores de Viernes Santo

por los brillos de la brisa,

junto a Ella, la oración

de sus hijos en caricias

mitigándole la pena

que lleva en el corazón.

      La luna blanca de insomnio

al ver su cara se inclina

y ante el peso de su gracia

los varales se arrodillan.

La música va ocultando

el filo de los puñales,

que el Gólgota va clavando

en su pecherín de encajes.

Qué hiel tan agria te corre

en las venas y por sangre.

¡Estás delirando Madre!

Espadas de capirotes

te pinchan desde la calle.

     ¡Qué fiebre alta te alcanza!

que hasta el palio se estremece,

la cera en la candelería

por momentos desfallece

y baila una triste danza

que en la tarde crucifica

con clavellinas rizadas

el templo de tu sonrisa.

Y Cristo desde el madero

a su madre le decía:

“Mis penas son tus dolores

en tres horas de agonía,

mis suspiros tus clamores

porque a la Muerte vencía”.

¡Guadalcanal, Viernes Santo!

la Virgen se estremecía,

llanto de cera en el aire,

la frente llena de espinas,

la plaza, cal y silencio

aguas de amor se vertían.

Palpita el cirio silente

consumiéndose en su llama

y hay un clavel que suspira

ante esa Virgen tan guapa.

Que lleva el dolor de la madre,

de la novia y de la hermana,

que es ilusión y tristeza

de un corazón desgarrado

dejando ver la belleza

que en un madero se enclava.

La brújula de las horas

en el cielo se perfila,

pone súplicas en los labios

y en el costado una herida,

sombras que anuncian muerte,

luces que sueñan vida.

      El día siembra tinieblas,

el templo se parte en dos,

se han desbordado los puertos

y hasta la tierra que tiembla

dice de aquel que ya ha muerto:

“En verdad era el Hijo de Dios”.

Dolores de Viernes Santo,

Aguas de bendito amor,

recuerdos que brotan llanto,

Madre e Hijo que saludan, ¡a su Iglesia Concepción!

PREGÓN SEMANA SANTA GUADALCANAL AÑO 1997. JUAN DANIEL BLANCO CEBALLOS.

Santísimo Cristo crucificado en esa cruz,

todavía recuerda el Cantillo

aquellos Viernes de Pasión,

cuando salía de su iglesia.

Fervor de mediodía

se miran Madre e Hijo

en la Puerta de la Concepción.

La sombra del llanto de las Tres Marías

a los pies del Cristo,

gran muro de silencio,

fachada de la Concepción,

se antepone una saeta

a la voz del capataz…

Recuerdas madre cuando pasó D. Enrique con su señora y vio a esos dos chiquillos jugando con un paso a ser capataz y costalero, éramos mi amigo Raúl y yo; te dijo: estos serán los costaleros del mañana. Nunca se me olvidarán sus palabras, al hablar de esta Hermandad; hoy me honra recordar su memoria.

Madre, dedicado para ti y para tu Virgen de los Dolores. Madre, a ti porque también eres grande y te quiero, madre, gracias…

Débil corazón humano

que fuiste de dichas nido

y hoy te lamentas herido por un destino irano;

corazón que en viejos días

viste un mundo todo amores, una tierra toda flores

y un cielo todo alegrías;

corazón que ayer cantabas con musicales dulzuras

la canción de las venturas

que feliz paladeabas,

y hoy un doliente clamor

dices que estás afligido,

que estás mortalmente herido por el puñal del dolor;

corazón de fe dormida

que gritas mirando al cielo:

¡No hay duelo como mi duelo;

ni hay herida como mi herida! Ruin corazón pecador

que miras a tí mismo,

¿has medido tú el abismo

del más inmenso dolor?

Abre el alma a los fulgores

de aquella enlutada estrella,

¿tú sabes quién es aquella?

¡La Virgen de los Dolores!

PREGÓN SEMANA SANTA  GUADALCANAL AÑO 1998. GUADITOCA  FLORES GÓMEZ (KOKI)

GUADALCANAL, todavía queda Semana Santa,

por eso a las seis de la tarde, sin que toquen las campanas,

al templo vais todos para acompañar:

a la Virgen de los Dolores y al Santo Cristo de las AGUAS.

Apenas la puerta se abre, la cruz de guía se divisa

los nazarenos con cirios encendidos forman las filas,

van alumbrado a Jesús, sobre una cruz subido,

también a esa hora de la tarde los rayos del sol

iluminan a la cruz, que despacio, despacio camina,

para cuando llegue al Calvario con las farolas encendidas.

El humo del incensario intentará ocultar

a ese Cristo que llevamos crucificado,

sobre un trono tan alto, tan alto hecho por los hombres,

no de caoba ni pino, sino por nuestros pecados.

Al Gólgota hemos llegado, también llamado Calvario,

está al final de la Vía Dolorosa, por donde a Cristo hemos acompañado,

totalmente exhausto de fuerzas y muy cansado,

por los azootes caídas y el madero pesado.

La tarde se va terminando,

el sol ocultando sus rayos,

porque no quieren ver a Cristo, desnudo y despojado.

La túnica que le habla hecho su madre,

era de una sola pieza y para no hacerla pedazos,

los soldados a suerte, a suerte la han echado.

En esa túnica vemos a Guadalcanal, unida por fuertes lazos,

lazos de amor, testamento de Cristo a nosotros dejado,

en la Cena Sacramental del Jueves Santo,

cuando reunido con los suyos, a los que amó tanto,

tanto que ahora por ellos es crucificado.

Ya está la cruz sobre la tierra tendida,

esperando que el martillo comience a clavar los clavos:

clavos en las manos, que tanto han acariciado,

clavos en los píes, píes que tanto han caminado,

una vez clavado será elevado al Padre,

Padre que al parecer de los hombres, le ha abandonado.

Guadalcanal, Cristo está por tus calles pasando, sobre una cruz elevado,

cruz que le hemos hecho los hombres,

y que ahora todos llevamos,

a veces esa cruz está sola, porque a Cristo también abandonamos,

unas veces nos estorba,

y otras porque no amamos al hermano y le crucificamos.

Que intensamente vive esta escena nuestro pueblo,

mirando y mirando a Cristo por nuestras calles pasando,

esperando una palabra de amor,

como escuchó el buen ladrón aquella tarde:

“Hoy y siempre estaréis entre mis brazos,

por eso los he extendido tanto, tanto

para que podáis estar todo Guadalcanal en mi regazo”.

El velo del Templo se rasgó a las tres de la tarde,

cuando Jesús expiró y entregó su Espíritu al Padre.

No nos dejó solos, nos dejó a su querida Madre,

Madre de los Dolores, de dolor incomparable,

porque han matado a su Hijo, para salvar a todos los hombres.     

Madre de los Dolores, aunque tu dolor sea grande,

muchas madres que me oyen podrían Dolores llamarse…

Tú llevas a tu Hijo crucificado por delante,

le miras y le susurras, pero El no te responde,

va mirando a tantos cristos como Él, crucificados por las calles.

A esos cristos madre, tu tienes que guiarles,

por Cantillos y Mesones,

pero al pasar por la CONCEPCION:

¿Por qué os paráis, Madre?

La respuesta todo el pueblo la sabe.

Os decís el uno al otro:

¡Cuantas veces en este templo nos han rezado,

nos han rezado los pequeños y los grandes,

Y en cuantas Semanas Santas hemos procesionado.

Como ahora, yo por detrás y Tu por delante!

Cristo dice a su madre, aquí no podemos quedarnos,

tengo pronto, pronto que llegar al Calvario,

y exclamar por ultima vez: ¿ABBA-PADRE porque me has abandonado?

Su madre que le oye, junto a Juan se queda a su lado,

Juan que es el discípulo amado.

Ella aguanta el dolor pero no el llanto,

ve que su hijo se muere, porque le hemos crucificado;

a Ella una espada más de dolor en el corazón la hemos clavado, produciéndola tal dolor, que Virgen de los Dolores, la llamamos.

Ya cuando va obscureciendo, se va notando el cansancio,

la música toca mas despacio, los nazarenos los cirios van apagando,

los costaleros aguantan, aguantan hasta que Cristo sea sepultado.

Antes de irse a sus casas,

mientras se quitan la faja y zapatillas de esparto,

se han quedado mirando a Cristo que con su sangre a todos ha lavado,

a pesar de ir todos, todos debajo del Paso.

También a su Madre la dicen con lágrimas con los ojos:

 ¡Cuánto has aguantado! no se puede comparar con el peso

que nosotros costaleros hemos llevado.

Virgen de los Dolores, te queremos tanto,

que como niños queremos estar en tus brazos,

como tuviste a tu Hijo envuelto en una mortaja,

para después sepultarlo.

Todo Guadalcanal se despide,

de la Virgen de los Dolores y Cristo Crucificado,

todos se marchan a sus casas, para vestirse de luto,

y acompañar al entierro de Cristo,

y sepultarlo en un sepulcro vacío

PREGÓN SEMANA SANTA GUADALCANAL AÑO 2000. ESCRITO POR ASUNCIÓN CHAVES BARBANCHO. LEÍDO POR MANUEL RINCÓN. LAS TRES HORAS

No puedo imaginarme una mañana de Viernes Santo huérfana de dolores y desgarros de cruz ni, un Sábado Santo, morir en la agonía de un erguido madero.

Pero es la realidad la que implanta su lógica y si puedo entender el porqué los hermanos de la Cofradía de “Las Tres Horas”, no sin dolor ni recelos, se vieron obligados a trastocar el orden cronológico que la pasión y la tradición imponen, dando, así, vuelta a la hoja de su propia historia, procesionando en lugar de la mañana de Viernes Santo, el Sábado por la tarde.

Y va en la vía de lo insólito, tampoco puedo imaginar un pregón -aún siendo compartido como este- huérfano de sentir y de emociones, que la mano que escribe y la voz que lo canta responden a los efluvios de una misma pasión. Y porque esto es así, no hay nada extraño ni fingido en el quiebro de una voz que se rompe bajo el leño reverdecido, o en el acelerarse el pulso al describir los clavos escarnecidos en los vértices de una cruz.           

Y en esta comunión que la pasión nos brinda, aneguemos el alma con las aguas de ese río de amor, que emanan de lo hondo de un costado.

Y es aquí, en sus orillas, donde este pregonero busca el sentido de lo injusto, reflejado en el cristal de su propia experiencia: o en los ojos sin gozos de una madre, que se deshoja en la sinrazón de una enfermedad, o en el ejemplo abnegado de un buen padre y mejor esposo, que, renunciando a su propia vida, se quedó ahí, varado en el yugo del más entregado amor. En fin, el pregonero busca en la cruz abierta de la fe el despertar de una mañana resucitada a la esperanza.

Culminada la cima del Calvario, el árbol de la cruz abrió sus brazos y la pasión bebió el último sorbo del cáliz del dolor. Insultado, injuriado por la estupidez humana, entre ladrones, le gritaban: “¡Sálvate a ti mismo!” y “para que se cumpliera la escritura, echaron en suerte su túnica y repartieron sus vestiduras”.

Una esponja abrasando en la sed,

una lanza irrumpiendo en la agonía,

un dolor en las carnes de María:

ya todo… todo, está consumado.

Y el río caudaloso de la fe

dimana de la herida de un costado.

Pero antes que un sudario recoja sus despojos, en este día Santo, serás procesionado por las calles de Guadalcanal,  entre lirios ti hachones, entre túnicas blancas y faroles, entre geranios y rosas encendidas, entre fachadas blanqueadas y aceras recién “algofifás”, entre el perfume elevado del incienso y crepitar de la cera encendida, custodiado por los cuatro evangelistas, que anunciando van por los puntos cardinales de tu paso, el misterio de tu crucifixión, que año tras año rememora el instante infinito de tu muerte.

                 No hay cabida suficiente en el dintel que dé paso a tanta altura; por eso, sales sumergido en tu paso hasta las rodillas. Tus pies inundan el espacio costalero y ellos, reverentes, los besan y ungen con el perfume de su amor redimido, igual que hiciera la Magdalena.

Un girar de manivela y la alzada es anuncio de ascenso resucitado, más todavía ha de correr la sangre por el mástil hasta florecer en un haz de clavellinas.

Una lanzada de muerte

lleva el Cristo de las Aguas

en su pecho maltratado:

un manantial es de amor,

un reguero de perdón

emanan de su costado

Miradlo, ¡qué mala muerte!

hasta el sol de mediodía

abrasó con su ardentía

las heridas de su frente

en su sedienta agonía.

¡Qué dolor!, que clama al cielo

y qué mofa de las gentes,

qué desgarro en madero

que ya va muerto el Cordero.

¡Dios mío, qué mala muerte!

Y tú, madre Dolorosa,

desde el alma conmovida,

ya casi desvanecida,

y, en tu penar, más hermosa.

Cómo se apaga la rosa

de tu mejilla encendida

al ver abierta esa herida

que ya es llama luminosa.

¿Cómo no llorar tu pena,

esa pena dolorosa

que va sembrando clamores?

¿Engendraste la virtud

del que pariste en amores

para esta muerte de cruz?

¡Del hijo de tus amores!

¡Cómo no llorar tu pena,

madre,

y cómo verte pasar

sin compartir tus dolores!

Sí. La Virgen en su dolor lleva una blanca palidez, que no quiebra ni el leve rubor de su palio, ni el tibio resplandor de su candelería, porque es un dolor atravesado por siete puñales, siete jirones en el corazón de una madre, que nos hablan de la profecía de Simeón, o de la huida Egipto, del niño perdido y hallado en el templo, del encuentro con su Hijo en el Calvario, de la crucifixión, del descenso de la cruz, y el séptimo puñal, el que desgarra el corazón de madre, trae un dolor sin precedentes, el entierro del hijo, que deja una pena larga en la inmensa soledad de María.

Y el pueblo, sabio en sus tradiciones, y cumplido como es, la acompaña en su sentimiento y, al pasar por la calle Juan Carlos I, para aliviarla, le regala una lluvia de pétalos de rosas que, a merced de la brisa, parecieran mariposas revoloteando sobre el largo manto.

Y ya en la Concepción, la nostalgia se de mide con la vara ingrata del abandono, y allí donde la piedra descarnada resiste los rigores del olvido, en la fachada sin templo, Cristo desparrama la sombra alargada de su muerte.

PREGÓN SEMANA SANTA  GUADALCANAL AÑO 2001. FRANCISCO ORTIZ RODRÍGUEZ, JUAN PABLO UCEDA. CARLOS UGÍA MILLÁN

Sabemos su respuesta con certeza porque en el aire comienzan a sonar los primeros acordes de la marcha “Dolores de la Concepción”. Y sus notas llevarán al Cielo nuestra plegaria.

Ante ese Templo, que ya no es Templo siquiera, muro de las lamentaciones de los hermanos de la Cofradía, Cristo muere y María siente que el alma se le rompe. ¿Cómo podría llevar Ella otro nombre que no fuese el sevillanísimo nombre de Dolores?

¡No llores, Madre de dolor vencida!

Virgen de nuestros amores,

Dolorosa y dolorida.

No llores… ¡Señora de nuestros dolores!

¡Señora de la Pasión!

¡No llores!… ¡Azucena de la Concepción!

PREGÓN DE LA SEMANA SANTA DE GUADALCANAL. pronunciado por ALBERTO DE LA HERA cofrade de la Hermandad del Cristo de las Aguas y Nuestra Señora de los Dolores el domingo 6 de abril de 2003.

En nuestro Guadalcanal, recorre las calles, desde el trono de dolor de la cruz, el Cristo de las Aguas, mi hermandad. Una lanza piadosa, para acelerarle la muerte y acortarle el sufrimiento, hendió en el Calvario el costado de Jesús. De la herida brotó agua. Ya no le quedaba una gota de sangre. El Cristo del Agua ha derramado toda, absolutamente toda, su sangre por nosotros. ¡Qué llamada a la entrega a los demás, a empeñarnos con alma y vida en la empresa redentora! Ahora ya sólo le queda agua. Un agua que derrama en nuestro pueblo en cada Semana Santa, regando nuestros corazones para que la cosecha de bien sea entre nosotros cada vez más abundante. En un pueblo de agricultores, la importancia del agua y el valor de la cosecha son términos que nos resultan familiares y sabidos. Por eso aprecia mejor Guadalcanal lo que supone que nuestro corazón esté a veces reseco, porque sabemos que el amor propio seca, resquebraja, no da frutos; y sabemos que la entrega a los demás es, en cambio, como el agua en el campo, fructífera y fecunda. Y por eso buscamos por las calles de la Semana Santa el torrente de gracia que nos regala, a manos llenas, el agua que brota del costado del Santísimo Cristo de las Aguas.

La escena del Calvario, que culmina la redención, es la más dramática, y la más esperanzadora a la vez, que han contemplado los ojos de la humanidad. Hay que acercarse a la cruz para escuchar las últimas palabras de Cristo. Estuvieron junto a él su Madre, y el discípulo amado, Juan. Ella le oyó decir: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”; y a Juan le dijo a su vez: “Ahí tienes a tu Madre”. Amigos míos de Guadalcanal, cofrades, costaleros: ¿no pensáis que cada uno de nosotros es San Juan, y que a cada uno nos ha dicho Jesús quién es nuestra madre, y que a María le ha dicho quiénes somos sus hijos? A todos nos ha puesto Jesús en manos de su Madre, a todos nos la ha confiado. Guadalcanal lo sabe, y la ama, y confía en ella. Le ha dado muchos nombres. En la hermandad de los blancos la llamamos de los Dolores, porque no cabe mayor dolor que el suyo al ver morir a Jesús, y al saber que muere por nuestros pecados. Pero ahora es el momento de decirle que no llore más: ¡no llores más, Señora de los Dolores, porque si tú eres nuestro dolor nosotros queremos ser tu consuelo!

Fue el consuelo y la esperanza lo que Jesús le prometió a un hombre que habían crucificado junto a Él. Junto a la cruz de Cristo los soldados crucificaron también a otros dos hombres, uno a su derecha y otro a su izquierda. Nada dicen los Evangelios de que esos hombres tuviesen una madre al pie de su cruz. Ni un amigo. Ni nadie que asistiese a su muerte. No tenían con quien hablar, salvo aquel tercer crucificado que junto a ellos estaba. Y con Él hablaron.

Uno le dijo: “Sí tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros”. Y el otro: “Acuérdate de mí cuando estuvieres en tu reino”. Al primero le llamamos todos el mal y al segundo el buen ladrón. Pero yo me he sentido siempre muy cerca del primero, quizás porque, de encontrarme en su caso, hubiese dicho lo mismo. Las palabras del mal ladrón son completamente humanas, reflejan muy bien -no sé si hemos pensado en ello alguna vez- nuestro comportamiento de cada día. Con la mano en el corazón: ¿cuántas veces oramos al cabo de la vida para pedirle a Dios acompañarle al paraíso, y cuántas para pedirle que nos baje de la cruz? Creo que rezamos mucho más para pedir lo segundo que lo primero. Pedimos salud, dinero, solución a un problema, que pase pronto una aflicción, salir de un apuro, que tenga fin un sufrimiento.

Le pedimos a Dios que nos baje de la cruz. Es lo que hizo el mal ladrón. Y no podemos reprochárselo; el mismo Cristo nos dijo que pidiéramos y hallaríamos, que llamáramos y se nos abriría. Es lo que hizo el mal ladrón había dolor, Pero en su petición no había dolor, no había arrepentimiento, no había otra cosa que visión humana y no visión sobrenatural. No pidió perdón. No aceptó que él era culpable y Jesús inocente. Con la ceguera egoísta que tantas veces inspira nuestra oración, solamente pidió salud para su cuerpo, no para su alma. Creyó que Cristo no le había oído, pero Cristo sí que le oía, Sólo que no estaba allí para corregir los dolores de la vida, sino para llenarlos de sentido divino: “Hoy mismo -le dijo al buen ladrón- estarás conmigo en el paraíso”. Al Dios que nos ofrece la gloria ¿no se la rechazamos nosotros muchas veces a cambio de una corta felicidad pasajera? No nos extrañe que la Virgen del Cristo de las Aguas se llame de los Dolores, porque Jesús nos la ha ofrecido como Madre y nosotros -más de una vez- no hemos querido recibirla. Guadalcanal, en su Semana Santa, se convierte en pañuelo para recoger el agua del costado del Señor y enjugar las lágrimas maternales de la Virgen.

PREGÓN SEMANA SANTA GUADALCANAL AÑO 2004. JUAN MANUEL  ESPINO GORDÓN. SÁBADO SANTO

Y tras de la Soledad, como último suspiro de la ya casi acabada Semana Santa, amanecerá el Sábado Santo, y en el templo nos daremos cita todos para desmontar, para guardar, para que todo vuelva a la indeseada normalidad. Sin embargo, mientras en el ambiente se saborean los últimos aromas de incienso y cera, allá en un rincón bajo el coro, nos daremos cuenta que el sueño no ha terminado, que aún no hemos despertado. La semana no podría acabar en Guadalcanal sin el símbolo máximo de la Pasión del Señor, porque aunque sabemos que ha muerto, adivinamos su muerte en la cruz, Crucificado. Ahí lo vemos, adormecido, no está muerto, Guadalcanal no quiere verlo morir.

Y de la mano del sol bajaremos a la tarde del Sábado Santo. Y surcaremos las blancas calles para ver a Cristo extendido en la Cruz, clavado por amor a todos; y veremos llegar a su Madre, bajo las bambalinas de su paso de Palio, su Madre amorosa llena de dolor, mientras que su corazón es atravesada por siete puñales.

Y es que Guadalcanal ha querido que, después de tantos años terminando la Semana Santa con la Soledad, ahora la semana acabe con el mayor símbolo Cristiano que es la Santa Cruz. Por eso el Cristo del mediodía del Viernes ha pasado a ser Señor del Sábado Santo, y saldrá a recorrer las encaladas calles, blancas como los nazarenos que lo acompañen, cuando ya en el pueblo se consume la llama de nuestra Semana Mayor.

Saldrá clavado en la Cruz, como símbolo de la máxima redención, abriéndose al mundo como queriendo abrazándolo, mientras en la herida de su costado ya no mana sangre, sino agua, el agua de la pureza de su nombre. Cuatro hachones de luz, chorreando cera quemada, pondrán luz a la noche, y no querremos que acabe nunca la última chicotá de su paso, las últimas tres horas de su eterna agonía, los últimos minutos de esta noche que pone el broche a la semana de Pasión y Muerte, antes de que en el reloj se alcance la gloria del Domingo de Resurrección.

Todo se ha consumado, Cristo ha muerto en la Cruz de nuestros pecados, esa cruz a la que amorosamente se abrazaba en la Madrugá para subir al Calvario. El Señor ha muerto, el cielo se ha cubierto de tinieblas y está solo, clavado en la Cruz en el monte de lirios que sirve de Calvario bajo sus pies.

¿Será suficiente un pequeño cáliz para recoger toda su sangre? ¿Cabrá en él, también el agua que brota en el costado de Cristo? ¿No será mejor dejar que los arroyos de gracia que surcan nuestro pueblo, agua purificadora nacida del corazón del Señor, rebasen todos los límites, lleguen a todos los confines, sirvan a todos los hombres que de buena voluntad la esperan, para lavar en ella sus miserias, sus carencias, sus pecados?

Desde su capilla, lejana bajo e, coro de la Parroquia, Las Aguas que el Señor derrama generosamente, se desbordan incontenibles cada Sábado Santo, por el pueblo, por el centro de Guadalcanal, por su viejo e histórico barrio de la Concepción, para calmar la sed de fraternidad, la sed de justicia, la sed de trabajo, la sed de solidaridad, que tanta falta está haciendo en el mundo, en ese pequeño mundo que es nuestro pueblo, para hacer presente hoy y aquí el Reino de Dios, un reino prometido de amor y perdón que el Santísimo Cristo de las Aguas nos ofrece cada Sábado Santo.

Y al mirarla a Ella observaremos la dulzura, la gracia plena, la hermosura, porque la Virgen de los Dolores es el vivo reflejo del amor de una Madre unido al dolor de la pena, un dolor que traspasa su corazón y que parece que nada pueda repararlo. Siete puñales clavados romperán el corazón de María, que bajo palio se refugiara del sol de la media tarde. Siete puñales, símbolo inequívoco de los Dolores de la Madre de Dios, de la flor hermosa de la Concepción. Dolores que intentaremos arrancar del corazón de la Virgen esta tarde, porque no la queremos ver llorar más, y le arrojaremos pétalos de flores desde los balcones, al son del tintineo de los varales, y le haremos una alfombra de flores por las calles, para calmar sus Dolores.

Las aguas de Cristo serán derramadas el sábado, aguas que, reducidas a lágrimas pequeñas, limpias y dulces, brotarán de los ojos de la Virgen María. Porque esta cofradía quiso hacer suyos , junto a las Aguas de Cristo, los Dolores de María, que no teniendo ya fuerzas para soportarlos, no encontrando apoyos posibles en la tierra, surcará con un rezo los cielos, de donde puede llegarle el último y único auxilio. De sus manos engarzadas, prende un pañuelo tan cargado de lágrimas, que no puede secar las que bañan su rostro.

Guadalcanal se sentirá necesario para consolar los Dolores de la Virgen, junto al fanal luminoso de su Palio, mecido a los aires suaves de la Primavera, y se hará hachón, para iluminar con su llama los brazos abiertos del Señor, porque

Tiene Dios crucificado

los brazos de par en par

como queriendo abrazar

al hombre que lo ha clavado:

Eso sí que es perdonar.

Tu muerte se hace perdón

y una desmedida entrega

y suprema donación

de Dios, que hasta el hombre llega.

No es consecuencia tu gesto

de esa tristeza fortuna

que es el puro manifiesto

de amor sin medida alguna.

Tu muerte es la primavera

que acude fiel a su cita

y planta en esa frontera

un jardín que resucita.

Ya no hay espina en la rosa

que desagua tu costado

sólo un pájaro quei posa

su afán bienaventurado,

Las Aguas alzan el vuelo

emancipadas de sombra

y hay un desgarro en el velo

del romano que te nombra.

Son las aguas que ya brotan

de tu costado y convierten

el signo de tu derrota

en derrota de la muerte.

Carne tuya y Sacramento

vino y primero, heredad

escrita en el testamento

de tu divina Hermandad.

Perdonas al que te hiere

y redimes con tu herida

a mi pobre corazón

y la Sangre que se muere

llena el cáliz de la vida:

¡Señor de la Concepción!

PREGÓN SEMANA SANTA GUADALCANAL AÑO 2005. Mª DEL ROSARIO MUÑOZ LÓPEZ

“De las Aguas”, no podía llamarse de otra forma que “de las Aguas” porque así lo quiso el pueblo. “De las Aguas” porque vino del cielo para quedarse en Guadalcanal de la misma manera que bajan los veneros y regajos por la sierra que lleva su nombre. Y así, quiso que fuera hace ya dos primaveras, cuando apenas había pasado una hora desde que los cuatro hachones que lo cortejan cruzasen las puertas de Santa María, empezaron a hacerse presente las primeras gotas de lluvia que el nubarrón que nos arropaba dejaba escapar. Jamás se me borrará el recuerdo de ver como en lo más alto de la calle Milagros hacían el intento de cubrir su cuerpo inerte. Dada la imposibilidad empezamos a escuchar redoblar a los tambores de la manera más rápida que saben hacerlo y vimos cómo a paso rápido y a las grandes zancadas de su cuadrilla de costaleros bajaba lo que le quedaba de calle mientras los goterones se adueñaban cada vez más deprisa de los adoquines de la calle. Fueron momentos de verdadera tensión porque no se podía hacer nada más que aligerar el paso y llegar cuanto antes a dónde ya le esperaba aquélla que en la primavera de 1982 fuera honrada y halagada con el piropo de Azucena de su barrio.

Y así lo quiso y así pasó. No era lluvia lo que aquella tarde caía en Guadalcanal, sino que era el Cristo de las Aguas mientras descendía de dónde la tarde antes subió para encontrarse con su padre, y después de haberle visto, no quiso estar mucho tiempo porque en estas fechas el cielo está en Guadalcanal, desde dónde se contempla a lo más divino y desde dónde se rinde honor a la grandiosidad del que apodaron “Maestro”.Y así, en forma de gotas de Agua, el Cristo crucificado se hizo presente para calmar el Dolor de una flor refugiada bajo palio grana.

Agua que fluye de lo más hondo de las heridas que le dejaron los clavos, agua para redimir la pena y sequía de muchos de los corazones. Agua limpiadora de pecado original y agua que apopa a las flores para que crezcan hermosas y derramen su perfume.

Y Ella no va ser menos, si puedo no me pierdo verla perderse entre las mismas ramitas de azahar que su hijo, si puedo no me pierdo ver revolver la esquina de López el palio de la que “se crió” en la Concepción, escoltada por sus candelabros de cola.

 Cigüeña del campanario de su Iglesia Concepción, la que con su manto grana pasea elegante entre las capas de un raso carmesí que a su vez se entretienen con el aire que viene a despedir la tarde.

Candelabros de cola que alumbran la pena y el dolor de una dama que une sus manos en plegaria al ver como cuatro clavos vencen al Hijo de Dios y al que ella misma encarnó siendo joven muchacha sin pensárselo dos veces. Dijo “Sí” a su concepción y en su vientre recogió al que sería, desde entonces, Jesús nuestro Salvador. Y se miran fijamente y con los ojos se dicen cuál será su último adiós, y las espinas le hieren y la sangre es su sudor, mientras su madre suspira y siente en su corazón la agonía de quien le mira sin quejarse del dolor.

Y a Ella se le parte el alma y en su corazón yacen pétalos que cayeron del cielo para aliviarle la pena que el puñal que lleva en su pecho dejó tallada por siempre. Pétalos que Dios le manda como consuelo del cielo, y le borda en su pañuelo la mejor de las estrellas, para que la Virgen sepa que en entre todas las mujeres Ella destaca por bella y aunque su puñal le hiere Ella dice entre lamentos que la condena le puede y no entiende por qué hicieron que se fuera hacia los cielos el que fuera rey de reyes.

Y entre la lluvia de pétalos de flores que caen del cielo no falta ni un solo año aquél que es fiel devoto y compañero suyo, el que fuera de pequeño también compañero mío en los primeros años de clase, desde dónde empezó nuestra amistad. Lleva en su nombre a dos de los discípulos del que lo diera todo por todos. El nombre del que consuela bajo palio a la que sale de “madrugá”, fiel seguidor y amigo inseparable como lo es Él, que nunca falta detrás de su paso vistiendo su túnica blanca e inseparable de su Virgen de los Dolores desde que sale hasta que entra el último varal de su palio. Y de segundo, el nombre del apóstol incrédulo que puso sus dedos sobre la llaga de su maestro. Fanático y seguidor de cada zancada que da un costalero, capillita y buen cofrade, que no se pierde detalle de todo lo que acontece en torno a las hermandades.

Picoteo de una cigüeña

Que hace del nido dolor

Balanceo de bambalinas

Entre los rayos de sol.

Y por si no la conocen

Lleva por nombre el Dolor,

Ésa que junta sus manos

Cuando agoniza el señor.

En el frontal de su paso

Cáliz y espigas de amor,

De un sagrario que contiene

El cuerpo en la comunión

Del hijo de esa señora

 Que cuando era novicia

Se crió en La Concepción.

PREGÓN SEMANA SANTA GUADALCANAL AÑO 2007. JOAQUÍN ISERN ANGLADA

Sobre las doce del medio día del Viernes Santo, salía de nuestra añorada iglesia de la Concepción, el Santísimo Cristo de las Aguas y Nuestra Señora de los Dolores. Como todas las cofradías de Guadalcanal, era impresionante. Con su clásico sermón de las tres horas (el cual yo ya estaba reventado y me dormía en cualquier sitio, pero allí estaba). La cara de este Cristo que tanto nos impresiona, nunca lo he visto ni muerto ni vivo, pero sí lo veo Agonizante ¡cómo para no estarlo! Es el Cristo de las siete palabras, todas ellas para reflexionarlas. Yo sólo en estos momentos me atrevo a comentar dos: “Padre en tus manos encomiendo mi espíritu”. Que forma tan digna de morir Señor, yo no más quisiera que cuando llegue el momento en que Tú me llames, yo sepa pedirte perdón por mis pecados y como el hijo pródigo, te sepa pedir con humildad, que me acojas en tu casa, como al más sencillo de tus siervos. La siguiente palabra es, cuando Cristo le dice a su Madre: “Madre, he aquí a tu Hijo. E Hijo he aquí a Tu Madre”. Cristo en ese momento nos entregas a Tu Madre, para que sea nuestro refugio, nuestro consuelo, nuestra Educadora, nuestra auxiliadora, nuestra acogedora y sobre todo nuestra transformadora, que es lo que ahora cualquier Madre de las muchísimas madres buenas que existen en el mundo, imitando a María, hacen con sus hijos, querida Madre de los Dolores, transformándonos como buenos hijos tuyos y ayúdanos para poder suavizar tus dolores.

Esta Cofradía sale actualmente el Sábado Santo, aunque no comparto este salto litúrgico, lo acepto y respeto y también agradezco el descanso que tenemos todos los que venimos a acompañar a nuestros Cristos y Vírgenes, en nuestra querida Semana Santa.

De esta Hermandad quiero agradecer a todas las familias que también con su espíritu de sacrificio y trabajo, han ido superando obstáculos, para mantener viva esta Hermandad. Familia Pinto, Rafalito, Plácido Corte, Enrique Gómez, Antonio Llano, Antonio Yanes, y otros muchos que no me acuerdo y espero me lo sepáis perdonar, y a todos los que estáis en Guadalcanal Entero, os pedimos que desde el cielo, continuéis trabajando.

PREGÓN SEMANA SANTA GUADALCANAL AÑO 2008. SALVADOR ISERN ANGLADA

Se que esta cofradía sale el sábado, pero sigo la tradición.

Señor tu Muerte es dignidad. Pero muchos no podemos vivir con dignidad, permítenos Señor morir con dignidad.

Fue caminando hacia el sitio llamado el Calvario, y en hebreo Gólgota: donde le crucificaron, y con Él a otros dos, uno a cada lado, quedando Jesús en medio. Escribió, asimismo, Pilato un letrero y púsole sobre la cruz. En él estaba escrito: JESUS NAZARENO, REY DE LOS JUDIOS.

Este rótulo lo leyeron muchos de los judíos: porque el lugar en que fue Jesús crucificado estaba contiguo a la ciudad, y el titulo estaba en hebreo, en griego y en latín. Y los pontífices de los judíos representaban a Pilato: No has de escribir: Rey de los judíos, sino que Él ha dicho: Yo soy el rey de los judíos. Respondió Pilato: Lo escrito, escrito está.

Entre tanto, los soldados habiendo crucificado a Jesús, tomaron sus vestidos (del que hicieron cuatro partes: una para cada soldado) y la túnica, la cual era sin costuras, y de un solo tejido de arriba abajo. Por lo que dijeron entre si: No la dividamos, mas echemos suertes para ver de quien será. Con lo que se cumplió la Escritura, que dice: Partieron entre si mis vestidos, y sortearon mi túnica. Y esto es lo que hicieron los soldados.

PREGÓN SEMANA SANTA  GUADALCANAL AÑO 2009. JOSÉ ÁNGEL FONTECHA VÁZQUEZ. SÁBADO SANTO

Lejos quedan ya las mañanas trasnochadas.

Aquellas en las que el cielo se vestía de blanco y de lirio los ojos cansados de tantos humildes devotos.

Lejos queda también, el hueco de aquella mañana de Viernes que tan bien supo tapar el glorioso Sábado Santo.

Lejos queda igualmente la sorpresa y el estupor de visitantes distraídos que con ignorancia preguntaban a qué era debido una crucifixión después de un entierro.
Dudas y miedos que el tiempo se encargó de disipar y, para bien, demostrar que aquellos valientes no se equivocaron, pues doce años después, da gusto comprobar que el estupor que levanta el Cristo de las Aguas, ni las propias aguas del cambio consiguieron derrumbar.

No ha cesado en ningún momento el gesto de asombro que levanta cada año cuando inerte a su salida se eleva sobre el monte de lirios y realza su grandeza ante un pueblo que lo admira.

Impresiona todavía su difícil y arriesgada levantá. A pulso eterno sobre el cielo y a la par un quejío interno. Inicia un lento caminar y la pasión se vuelve arte, solo con mirarte se hace bello tu pesar.

Y qué decir de Ella. Rostro sereno, hermosura sin par. Virgen de los Dolores, que el tiempo no pasa por ti, que sigues igual que ayer quien fuera bambalina para a tu lado atardecer.

Para seguirte y hacerte fuerte en tu dolor. Para sentir de cerca toda la fe y el amor de quien muere en su interior esperando sin sentido una triste redención.
Quiero estar cerca de ti cuando te encuentres con la mirada del niño, que ahora en Juan Carlos Primero mira hacia arriba con desvelo, esperando que las nubes descarguen sobre ti la lluvia de pétalos que te manda el cielo.

Pero también quiero ser él, y ver el baile de varales que al son de tan lindas notas te devuelven por momentos la alegría.

La alegría de ser tú. La alegría de la pasión. La alegría de un nuevo Sábado Santo que en tí nada cambió.

Y qué sentir, dios mío, cuando llegue a la Concepción.

Cuando la sombra de tus cirios te anuncien por Guaditoca. Cuando la música apresure tu llegada, cuando se desboque el corazón.

Allá donde dejaste tantos recuerdos e imágenes inmortales. Allá donde muchos te atesoran. Allá donde este año se escribirá tu nombre.

Parecerá que por momentos tu espalda arqueas y tu cabeza levantas.

Una mirada al cielo, un suspiro al viento y una muestra de agradecimiento a todos los que contigo se emocionan, a todos los que viven del recuerdo.

Y os perderéis como siempre por San Sebastian, y entonces querré ser manto para cobijarte, llamador para tocar al cielo y clavo para desclavarte.

Haré ancha la estrechez y volaré de paso en paso, de rostro en rostro, intentando retrasar el principio de las luces y en el niño la tristeza de ver como todo pasa.
Hoy, mi encomienda, sería de alguna manera clamar al viento, exponer mis sentimientos y pedir que este año no me llores CRISTO DE LAS AGUAS, VIRGEN DE LOS DOLORES.

PREGÓN SEMANA SANTA GUADALCANAL AÑO 2010. FRANCISCO FERNÁNDEZ  MORENTE

Y si el Sol, encontró Majestad en Ti, Señor, halló la belleza en tu Madre, quien con su corazón atravesado, es la expresión serena del dolor por las ingratitudes humanas contra su Bendito Hijo. No se puede expresar con más humanidad los DOLORES de una Madre.                         

¡Ante Ti, Madre mía de los DOLORES, luminaria de mi vida y de mis afanes, per­mitidme queridos cofrades que me postre ante sus plantas! Y ante tu inigualable trono, donde abajo, es un pedestal con las alpargatas de sus costaleros que, incluso, no dudan en venir desde otras tierras, para sentir en sus cuellos, el dulce peso de tu realeza. En medio; por una parte, la ofrenda de tu hermandad de donantes de flores que, desde hace más de veinticinco años, adornan tu paso, con todo el amor de sus corazones y de otra parte, la muestra de amor y devoción de tus camareras, al ofren­darte la peana plateresca de sus ilusiones y afanes y encima de tu divina cabeza, como sol que rocía con su redondo hisopo en dorado goteo de sus rayos, la corona que luces y se hará centella, bengala de ley de oro, para alumbrar la belleza de tus dolores profundos y arriba , el airoso conjunto de las azucenas que, recogidas en doce jarritas, van esparciendo en su aroma el amor de tus hermanos y devotos. Y entre ellos, se mueve el arco iris de los flecos de las bambalinas, tintineando con los varales de tu palio. Los cofrades lloran de emoción y de gozo, porque saben que en Ti, Virgen de los Dolores, no se agotará en el mundo la fuente de generosidad y entrega.

¡Tú eres la capitana gloriosa que, dentro de este mundo de tinieblas, conduces nues­tro barco al puerto luminoso de la verdad de Cristo! ¡Haz Señora que la penitencia y el sacrificio, sea el duro yunque en el que ejercitemos nuestra fe! Y en tu soledad materna de la noche del Sábado Santo, cuando ya Guadalcanal puede parecer hasta cansada de emociones o, tal vez, entristecida por la certeza de que se agotarán hasta otro año, ¡porque Guadalcanal no tiene ya lágrimas para llorar!.

En ese momento al mirar tu serena belleza a mi memoria llega este lamento de la cantaora Pastora Pavón y que dice:

¡Se enturbecieron los cielos

y hubo un eclipse extraordinario!

¡un desmayo dio a María

al pié del Monte Calvario

viendo a Cristo en su agonía!

Por eso, Tú que eres la Mediadora Universal, cuando cada Sábado Santo te encuen­tres con tu hijo frente a la Iglesia de la Concepción, intercede ante el Altísimo, para que se despejen las nubes de las incomprensiones humanas, ¡que impiden el regreso a tu casa de siempre!

PREGÓN SEMANA SANTA GUADALCANAL AÑO 2011. CLOTILDE SÁNCHEZ UCEDA

La tarde del Sábado se viste de tonos violáceos, mientras las nubes se entretienen en la torre. Los pájaros han dejado de cantar y las campanas mudas, permanecen en el campanario.

Es la sombra de la muerte divina, que tiñe en tinieblas la cálida luz vespertina, haciendo temblar a las nubes, que dejan caer alguna lágrima en forma de gota de lluvia.

Es el rojo de la sangre, mi humilde nazareno, quien da color a tu último esfuerzo bajo el capillo, llevando el destello de la blancura de tu alma purificada, como pilar del léxico, que dio con el paso de los años, nombre a tu querida hermandad.

No cabe más amor en el mundo, que el que abrazan sus brazos extendidos, apegados y fieles a las aristas de la cruz.

¿Por qué te clavamos Señor, en esa cruz tan pesada?

¿Por qué en la tarde del Viernes, mientras tu tez agonizaba

exhalando el último suspiro, se conmovió nuestra alma?

El cielo se tiñó gris, en una tiniebla amarga

¿Fuimos arrepentidos de la barbarie nefasta

O seguimos crucificándote con acciones y palabras?

Con desprecio y abandono, laceramos hoy tu espalda

y te coronamos de espinas con una mala mirada

te cargamos una cruz, si cabe, aun más pesada

donde extiendes hoy tus brazos, y acoges nuestras plegarias.

Ay Señor el sábado santo, quiero mirarte a la cara

cuando pasa el costalero, con su pisada quebrada

cuando en un monte de lirios, la muerte se posa helada

cuando el cielo gris sombrío, rasga el velo de su alma

y la luna en su martirio llora lágrimas de plata.

Ay Dios del Sábado Santo

suspiros de caoba y agua

lágrimas de terciopelo

por concepción se derraman

dejando fundidos en el suelo

destellos blancos y grana.

Ay Dios del Sábado Santo

la tarde apaga su luz

y el jardín de su quebranto

marchito por el dolor

de una muerte que en la cruz

hoy florece por amor.

A lento paso costalero y a redoble del tambor, a lo lejos, la voz del saetero suena entrecortada por la emoción. Privilegio fue que el Señor, pusiera en esa garganta la suave melodía, para cantarle a su muerte santa.

La saeta es la voz sublime que procede del alma y aflora a la garganta. La saeta es un cúmulo de sentimientos, donde sobran las palabras, solo la voz del saetero escapa del corazón, para arrancar lágrimas en aquel que siente su llamada.

¿Quién ha subido hoy al balcón

y ha pedido una escalera?

¿Quién quiso ser primavera?

¿quién al madero subió?

¿Quién quiso ser golondrina

y quitarle las espinas

al que muere por amor?

Esa saeta divina

que hiere desde un balcón

dulce canto que adivina

la muerte del Redentor

Si, la saeta

esa que es el cantar

a Cristo Crucificado

vilmente maltratado

siempre por desenclavar

esa de la tierra mía

que te corona con flores

esa que en Andalucía

quiere calmar tus dolores

y tornar en alegría

todos esos temores.

Si, la saeta

quiero cantarla y no puedo

pues no me sale la voz

quiero cantarla y no puedo

al Divino Redentor

no a ese Cristo del madero

ni a aquél que anduvo en la mar

si no a ese Dios justiciero

que va muerto por amor

que vive en Guadalcanal

y muere en la Concepción.

Y tras la voz del saetero, un palio de oro y plata asoma por la plazuela. Cuanto dolor, para la madre que aguarda paciente a los pies de la cruz. Jesús la hace madre de la humanidad, mientras aguarda su cercana muerte. Desde ese día la Virgen, mediadora universal entre Dios y los hombres, nos acoge bajo su manto. Pero, ¡cuanto dolor sigue habiendo en María la tarde del Sábado Santo! Que como madre dolorosa la advoca en el seno de su querida hermandad y la llama Dolores.

Dolores

¿por qué te llamaron Dolores

aquella tarde de Viernes

cuando helados cristalinos

resbalando por tus sienes

cayeron como asesinos

acariciando a la muerte?

Fue tu regazo divino

fue tu rostro virginal

cuan abrazo maternal

dulcemente femenino

acoge el cuerpo divino

con lágrimas de cristal.

Dolores

¿por qué te llamaron Dolores?

Fueron tan despiadados

de agregarte más dolor

que el de ver el Redentor

en la madera clavado

Dolores

¿por qué hoy te llaman Dolores

en esta tarde de sábado

bajo un palio de oro y grana

cuando tus dedos enlazados

suplicando al cielo claman?

Cuando rebosa de júbilo

el aroma de la flor

y llueve a tu paso su olor

abriéndote su pistilo

en pétalos de ilusión

Dolores, si

así a ti te bautizaron

con el agua cuaresmal

que mana Guadalcanal

y en Concepción te ubicaron

te pusieron rojo manto

te coronaron de flores

te ofrecieron mil amores

en tu hermandad de los blancos

y en tu corte celestial

florecieron de amaranto

el jardín de tus temores

y tu pureza virginal

será en Guadalcanal

el vergel de sus dolores.

PREGÓN SEMANA SANTA GUADALCANAL AÑO 2013. FERNANDO FLORES MUÑOZ

No muy lejos de donde me encuentro, puedo contemplar el altar de caoba y crujido que espera florezca de lirios en menos de una noche…Ustedes, aún no habéis salido…

Solo, dormido y con una simetría perfecta custodiada por hachones, reina mi Cristo sereno que quita la sed…Lo noto intranquilo y sabedor que son horas las que lo separan del sol…que de nuevo acariciará algunos cables por debajo y que será tu pertiguero quien los aleje en su capricho de tocarte y persignarse…que la brisa de tu sierra ayudará a sanar tu lanzada y calmará el dolor de tus manos traspasadas…Será el mimo de tus hombres de abajo, el que consuele con su nana de alpargatas, el dolor sordo que soportas…

…Como crujen tus maderos del peso de nuestras debilidades y abandono y que cariño pone esta hermandad en lo que hace…Ayúdalos a mi Señor a seguir Rociando de ejemplo, con capirotes o con guitarras, con incienso o con volantes, de blanco o de lunares romeros…

Tu madre… niña desconsolada…Dolores de agua…Dolores de parto, estrena el pañuelo que lleva en sus manos cada vez que mira tu cabeza ladeada…su pecho nervioso necesita el consuelo de tus calles, no quiere oro!, necesita sentir a los suyos cerca y verse rodeada en esa hermosa tarde que cada año le espera con un chubasco de pétalos…

Como una niña joven en tarde de Sábado, recorre distraída su pena, coqueta y sobre los pies…sabedora ella, que cuando de noche vuelva a su casa, tendrá que pasar un año, para que baile de nuevo un palio entre esquinas encaladas…no tiene prisa ninguna en recogerse, se recrea y su manto salpicado de primavera y macerado de manos que lo tocan , descansará de nuevo cerca de la Caoba…de nuevo la plata reflejará esa cálida oscuridad templada que da tu casa, de nuevo podrás ver los últimos suspiros de tu hijo valiente que se empeña cada año en demostrarnos que el amor es eterno y la mejor arma con la que defendernos de una vida cruel e injusta.

PREGÓN SEMANA SANTA GUADALCANAL AÑO 2015. RICARDO LUCAS CORTÉS

Tus Tres Horas

La última visita que hice a Guadalcanal en Semana Santa, fue en el año 2008, el Sábado Santo. Vine a traerles a mis amigos copias del pregón del Costalero que di en mi hermandad ese año. Y evidentemente, aunque pudo ser una semana después elegí ese día para encontrarme contigo. Recuerdo que te vi a tu salida, muy cerca. Muy cerquita tuya. Y me paré a mirarte. Preguntando entonces a mis amigos por tu nombre, me lo dijeron, y acto seguido, me espetaron que tu hermandad era conocida, como Las tres Horas. Aquel nombre me llamó la atención y ciertamente, días después, me dediqué a leer sobre tu hermandad, y su historia.

En tu imagen, sin embargo, me paré en ese momento. En ese momento que media en tu puerta, entre que te decides a salir, y nosotros nos preparamos para recibirte. Ahí me pare a mirarte, y tras unos momentos, acerté a verte…

En tus mejillas Señor;

no vi una fuente más clara,

ni chorro más cristalino

que tu cara atardeciendo,

mientras el sol enmudece,

contemplando tu tormento.

En tus manos fue, Señor,

abiertas las palmas,

donde vi más clara luz,

donde eres inconfundible,

donde clavado en la cruz,

nos pides que te sigamos,

porque la luz eres tú.

En tus rodillas Señor,

donde se atisba el final,

donde separa hasta el tiempo,

donde se puede observar,

como el perdón se abre paso,

entre tanto sufrimiento.

Fue en tu cintura, Señor,

donde se rompe la cuerda,

donde se enseña verdad,

donde la carne es vencida,

por tanta sinceridad.

Fue en tu espalda Señor,

no encontré mayor coraje,

que el resplandor que te deja,

cuando pasas por delante,

y paso a paso te vas,

con la batalla ganada,

a aquellos que perdonaste.

Pero creo sinceramente,

que ni en manos, ni rodillas,

ni cintura, ni en la espalda,

ni en el agua cristalina,

que sale de tus mejillas.

Es en tu tiempo Señor,

en el reloj que no avanza,

cuando se escuchan de lejos,

aquellas siete palabras.

En los segundos dormidos,

cuando pasas por tu plaza,

y conviertes la agonía,

en la razón de vivir,

en bandera de esperanza.

En los minutos callados

porque estás pasando tú,

y se calla hasta el saetero

cuando ve llegar tu cruz,

el símbolo del cristiano.

¡Yo no vi nunca madera,

con un dolor más humano!

En tus tres horas señor,

donde se pierde la noche

y alumbras oscuridad,

donde el tiempo se convierte

en símbolo de verdad.

¡En tus tres horas, por Dios!

donde el cielo se enrojece

ardiendo como una fragua.

En la puerta de la iglesia,

lección de sinceridad

de como quiere el Señor,

es el Cristo de las Aguas.

Y de nombre, Dolores…

Estaba yo en la calle Juan Carlos I, era pequeño, y allí me llevó mi madre a verla a ella. Paco, era el capataz y recuerdo como de pequeño, mi madre, que sabía de mi gusto incansable por las marchas de Semana Santa, siempre me contaba como al cuñado de Encarni, le encantaba la música procesional y que se las sabía todas. De manera que yo, cuando veía a Paco, muy de cuando en cuando y sin decirle nada, me alegraba porque veía a uno de los míos.

Yo no sabía que él era capataz de este palio, en el que además tocaba la Banda de Guaditoca, de la que no voy a decir nada que ellos no hayan dicho ya. En fin allí, cuando tu palio asomó, se reunieron todos los requisitos para hacerme volar, y poner todos mis sentidos a trabajar.

Mientras el palio se acerca,

escucho una melodía,

que es la de siempre,

no hay letra,

debe ser La Madrugá,

o el tintineo de tu palio,

o es el aire que tu dejas.

Mientras más se va acercando

rojo y oro, el techo palio,

detrás la dulce trompeta

moldea el solo de esa marcha

que se llama A ti Manue,

y el sol que alumbra tu llanto

en tus ojos va brillando.

Mientras pasas por mi lado,

la plata de los varales

se mueven al son que marca

el clarinete y la caja,

obedeciendo las notas que dicta

Virgen del Valle.

Mientras pasas a mi vera,

no pude evitar acercarme

hasta tu respiradero,

frontera de ese otro cielo,

donde se ganan la gloria,

aquellos que mejor andan,

cuando el platillo ya anuncia,

que va a sonar Costalero.

Cuando paraste a mi lado

escuché a Paco llamar,

y decirle a su cuadrilla

que estuviera muy atenta,

la flauta estaba dispuesta

para que suene Rocío,

y no haya estampa más bella,

con tu tiempo, con tu esencia.

Mientras miro la trasera,

y tu manto más se aleja,

más difícil se me hace

ver tu mirada perpleja,

cuando se escucha la tuba,

debe ser de Abel Moreno,

tiene que ser Macarena.

Y ya no pude evitarlo,

volví mi mirada a atrás,

buscando a Javier Carrasco,

y él que siempre me ha entendido,

con una simple mirada

no tuvimos que hablar más.

que suene A ti, Guaditoca,

que suenen las bambalinas,

y el candelabro de cola

suene también por igual.

No se que estaba pasando,

calle Juan Carlos I,

vi caer flores del cielo,

y vi pasar por delante,

los mismos Campanilleros.

Y ya era todo locura,

ya no cabía en mi el deseo:

Carrasco, tu que tienes ese don,

hazle una marcha a esa cara,

a esa lagrima perdida,

a ese entrecejo con voz,

a esos labios temblorosos,

a ese roto corazón.

Y ya loco en arrebato,

te lo pido por favor,

hazle una marcha a esas manos,

a esa perfecta postura,

a esos dedos anudados,

a esa pena en el pañuelo,

a esa eterna manicura.

Yo se que no hay pentagrama,

ni nota con tal dulzura,

yo se que no habrá instrumento,

que afine ante tal finura,

pero a ti te lo encomiendo,

una marcha que le ponga,

melodía para esas manos,

una marcha que le calme,

a esa postura estertores,

hazle una marcha Javier,

hazle una marcha por Dios,

y que la toque tu banda,

y el Checho con sus tambores.

A esas manos que acostumbran

a ganar comparaciones,

a esas manos que custodian

un torbellino de amores,

una marcha que engalane,

aquella lluvia de flores,

hazle una marcha Javier,

a las manos de la Virgen,

y ponle de nombre “Dolores

2 comentarios en “La Virgen de los Dolores en los pregones de Semana Santa de Guadalcanal”

  1. En el pregón de 1988 hay incluida una décima atribuida a su autor, Andrés Mirón:

    He aquí helados, cristalinos,
    sobre el virginal regazo,
    muertos ya para el abrazo
    aquellos miembros divinos.
    Huyeron los asesinos.
    Qué soledad sin colores.
    Oh, Madre mía, no llores.
    Cómo lloraba María.
    La llaman desde aquel día
    la Virgen de los Dolores.

    Este poema no es de Mirón su autor es Gerardo Diego, y son unas décimas bastante conocidas. No deberían atribuirselas al pregonero del año 88.

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