La construcción en piedra seca Patrimonio de la Humanidad

Alberto Bernabé Salgueiro

Doctor en antropología

Publicado en la Revista de Guadalcanal año 2020 (pág. 77/80)

En los años 90 del siglo pasado dimos comienzo a nuestros trabajos sobre arquitectura vernácula en Sierra Morena, los cuales fueron plasmados en diversas publicaciones[1], aunque una gran parte de ella sigue estando inédita. Uno de esos artículos trataba sobre las construcciones en piedra seca diseminadas por todo el término de Guadalcanal: las Torrucas[2]. Estas edificaciones son de planta circular, realizados con muros de mampostería sin argamasa y cubiertos por una falsa cúpula mediante aproximación de hiladas.

Pese al interés académico que despertó dicho trabajo y aunque hoy en día sigue siendo todo un referente en relación al estudio de este tipo de arquitecturas, poco o nada se ha hecho en Guadalcanal para inventariarlas o conservarlas. Son múltiples las razones que han provocado este desinterés por parte de las autoridades y habitantes de este nuestro pueblo, aunque yo tan solo destacaría una: la escasa o nula valoración que este tipo de patrimonio tiene para los guadalcanalenses.

Efectivamente, nadie le da importancia al derrumbe o desaparición de una “torruca”, es algo considerado sin valor y por lo tanto prescindible. Nadie repara en que esas construcciones son un testigo fiel de nuestro pasado, relacionadas con la cultura del trabajo campesino, con la economía de la vid y el olivar, con la ganadería, con la arriería, con el tránsito de caminos, con la guarda y custodia de los campos, con el refugio ante la intemperie, con las formas de vida de nuestros abuelos… algo que nos identifica y que nos muestra la senda que recorrimos, algo que nos define como pueblo y que fundamenta nuestra idiosincrasia.

Quizás la culpa de todo lo tiene que nos hayan enseñado desde pequeñitos lo que se debe poner en valor y ha de conservar: los palacios, las iglesias, los conventos, las grandes haciendas, aquellas residencias del prestigio y el relumbrón, sede de reyes y ricos hombres, ejemplos de la arquitectura del poder y el dinero; menospreciando aquellas otras construcciones de carácter tradicional que son ejemplo de formas de vida sencillas, del trabajo, reflejo de las clases populares y que seguramente representan a la mayor parte de nuestra sociedad.

Sin embargo, esa desidia y abandono de la arquitectura vernácula por parte de sus propietarios y herederos tienen una componente “psicológica” que también es difícil de erradicar. En esta división arquetípica en la que está representada la desigualdad social a través del hecho arquitectónico entre nobles y campesinos, entre ricos y pobres; existe una valoración negativa de aquellos elementos que simbolizan el sufrimiento de antaño, el trabajo semi-esclavo, la pobreza del jornalero, el sudor del agricultor, el riesgo del minero, la dureza del pastor, la ausencia del arriero, el esfuerzo del paredero…

Hemos avanzado mucho como sociedad en estos últimos 40 años, alcanzado unos estándares de bienestar social impensables a principios del siglo XX, donde los trabajadores y las clases populares han adoptado formas y actitudes que antaño correspondían tan solo a las clases privilegiadas. Es natural que esa misma sociedad le de valor, o, mejor dicho, valore negativamente, aquellas construcciones que simbolizan esa etapa de pobreza y marginación a la que se vieron abocadas tantas familias.

Sin embargo, habría que explicar bien que el abandono de esas arquitecturas no cambia en nada los hechos históricos acaecidos, o lo que es más que probable, que su destrucción sí puede conducir al olvido de las circunstancias que vivieron nuestros antepasados; siendo muy importante entender que esas construcciones no tienen su origen en esa época de consideración peyorativa para los que la vivieron o sufrieron, sino que proceden de un tiempo lejano, de antiguas culturas, donde los conocimientos y las técnicas que la hicieron posible se han ido transmitiendo de generación en generación y que han pervivido hasta la actualidad; por lo que cada vez que cae un muro de piedra seca, se destruye una torruca o se rompe una era, estamos arrancando una página de nuestra propia historia difícil de recuperar.

Esta problemática no es exclusiva de nuestra tierra, sino que está bastante generalizada en toda España (y fuera de ella), y a día de hoy no podemos saber a ciencia cierta si es irreversible o aún estamos a tiempo de parar sus efectos.

Es en este contexto que varias instituciones civiles y académicas europeas decidieron iniciar el proceso de proteger este patrimonio, un trabajo largo y arduo que ha tenido su recompensa a finales del año 2018 como se ha puesto de manifiesto en el Simposio internacional de construcción en Piedra Seca (31-mayo a 1 de junio de 2019) celebrado en Jaén y promovido por una de estas asociaciones civiles[3].

En efecto, la UNESCO[4] ha declarado como patrimonio inmaterial de la humanidad “El arte de los muros de piedra seca, conocimientos y técnicas”[5], en una candidatura conjunta de 8 países[6],  entre los que se encuentra España, y que han quedado inscritos en dicha lista para la protección y salvaguarda de dicho patrimonio.

Por tanto, estamos ante un momento crucial, una oportunidad que Guadalcanal no debe perder, por lo que pueda significar a futuro la conservación, protección y difusión de este patrimonio; máxime si tenemos en cuenta la cantidad de construcciones en piedra seca que se localizan en nuestro municipio y por haber sido los primeros en dar a conocer la existencia de estas técnicas constructivas en la Sierra Morena sevillana a través de los artículos ya citados[7].

En efecto, nuestros campos están repletos de muros de piedra seca que dividen fincas, marcan lindes, separan cultivos, aterrazan las pendientes, delimitan caminos…, han servido para construir viviendas, chozas, torrucas, corrales, eras, minas, diques… y lo que es más importante, tenemos la tradición de los parederos, de aquellos que conocían las técnicas y las formas de construir en piedra seca, en la voz popular de “obra de portugueses”, aunque habrá que preguntarse si aún queda alguno de estos “constructores vernáculos” y no es demasiado tarde para recoger su conocimiento y transmitirlo a las nuevas generaciones.

No obstante, superar este hándicap no solucionaría la problemática de fondo que envuelve a nuestro patrimonio más desprotegido, porque o ponemos en valor este tipo de construcciones o no valdrá de nada ni el esfuerzo realizado ni el que las técnicas y conocimientos que lo hicieron posible hayan sido considerados patrimonio de la Humanidad.

Creo que nuestros conciudadanos deberían saber por qué la UNESCO ha considerado que el arte de construir en piedra seca debe ser protegido y qué ventajas tiene con respecto a otro tipo de materiales, para que los guadalcanalenses puedan tomar conciencia de su valor.

En este sentido dice que “el arte de los muros de piedra seca” refiere al conocimiento relacionado con la fabricación de dichos muros apilando piedras unas sobre otras, sin utilizar ningún otro material o argamasa, a excepción de la tierra seca proveniente del suelo. La estabilidad de la estructura creada va a depender de la cuidadosa selección y colocación de las piedras, por lo que es imprescindible el conocimiento y la transmisión de dichas técnicas de unas generaciones a otras.

Estas construcciones van a modelar un paisaje, van a crear unas imágenes que conforman nuestro entorno-mundo, aquello que denominamos nuestro terruño. Esa arquitectura vernácula que utiliza técnicas tradicionales de construcción, y que podemos verla tanto en edificaciones de la antigüedad como en las obras más modernas y vanguardistas tiene significativas ventajas con respecto a otros materiales y tipos de construcción.

Habría que subrayar el alto valor ecológico y medioambiental de estas construcciones, dado que los materiales que usa son del entorno natural en el que se encuentran; se integra perfectamente en el paisaje puesto que son parte de él, no son barreras infranqueables para la fauna y la flora que incluso sirven de refugio para numerosas especies; no produce residuos de ningún tipo y cuando un muro se cae o una torruca se derrumba, los materiales pueden ser reutilizados al cien por cien. No podemos decir lo mismo de un muro de hormigón o cementado, o de una cerca metálica, cuya caída o abandono genera una gran cantidad de residuos y elementos extraños al propio lugar donde se encuentran, cuestión muy importante al situarnos en pleno parque natural.

Así mismo, las edificaciones en piedra seca crean un microclima muy agradable en su interior que protegen del calor en verano y del frio en invierno.

Otra de las características esenciales de la fábrica en piedra seca radica en su eficiencia, muy por encima de otros sistemas y materiales de construcción, jugando un papel vital en la prevención de deslizamientos, inundaciones y avalanchas, y en la lucha contra la erosión y la desertificación de la tierra, mejorando la biodiversidad y creando condiciones micro-climáticas adecuadas para la agricultura y la ganadería.

Si comparamos un muro de hormigón de los que tan a menudo nos encontramos en la carretera con un bastimento de piedra seca podría parecernos que ese rectilíneo muro da más fiabilidad y confianza que esa pared serpenteante y deformada de guijarros que dibujan los aterrazamientos del terreno. Sin embargo, la utilidad de los muros de piedra seca no es solo estético o medioambiental (que también) sino que responde a una necesidad técnica, ampliamente contrastada a lo largo de la historia por todos los pueblos que la usaron.

En este sentido cuando se produce un corrimiento de tierras, una avalancha o una inundación debido a unas lluvias torrenciales, ese muro cementado y rectilíneo le es muy difícil aguantar la presión y suelen romperse. Todos hemos visto imágenes de paredes y puentes hundidos o carreteras socavadas por aguas torrenciales. Sin embargo, esos muros de piedra seca tienen movilidad, se encajan en el terreno, y si éste se mueve, el muro de piedra seca también se mueve con él; y si se parte o abre una vía en él, no arrastrará a todo el muro sino una porción ínfima que podrá ser repuesto rápidamente con solo colocar las piedras de nuevo en su lugar. Por otro lado, ante unas lluvias torrenciales, el muro de hormigón funciona como un dique rígido, mientras que nuestro maleable muro de piedra seca tiene una ventaja infinita sobre el anterior: puede evacuar el agua por todos lados ya que la piedra no está sellada sino que presenta numerosas oquedades que sirven de aliviaderos por donde puede discurrir el agua torrencial sin que se rompa el muro, manteniendo el terreno libre de erosión al dejar pasar el agua pero no la tierra que permanecerá en sus bancales.

Estas y otras muchas cuestiones hacen necesaria la conservación de este tipo de construcciones, y naturalmente sus técnicas constructivas y los conocimientos acerca de ellas, por lo que hemos creado un grupo estudio de la piedra seca en Guadalcanal para poder llevar a cabo un proyecto de inventario en el que conozcamos el estado de conservación en el que se encuentra este patrimonio e intentar ponerlo en valor.

Con los resultados obtenidos, realizaremos una publicación anual, de contenido específico, que incluya los avances sobre este estudio, para lo cual hemos contactado con diversos patrocinadores de Guadalcanal que han decidido unirse a este proyecto y que esperemos sea una realidad el próximo año 2020.

Aunque sabemos que el apoyo institucional es imprescindible para llevar a cabo este proyecto, al igual que poder contar con recursos materiales suficientes que lo hagan posible, en realidad lo fundamental es que los guadalcanalenses lleguen a valorar positivamente sus construcciones en piedra seca y quieran mantener los conocimientos y técnicas que la hicieron posible.


[1] Destacamos las siguientes publicaciones de Alberto Bernabé Salgueiro: “una arquitectura extremeño-andaluza singular: Las Torrucas”, publicada en Demófilo, Revista de cultura Tradicional de Andalucía, núm. 21; 1997; págs. 207 a 226; y vuelto a publicar en Piedra con Raíces: 1ª Monografía de estudios de A.R.T.E. (Coord. José Luis Martín Galindo), en el 2003, págs. 273 a 297.

La arquitectura vernácula diseminada en Constantina (Sevilla): Economía, prestigio social y representaciones ideológicas; ed. Producciones Culturales del Sur S.L. Sevilla. 1998.

“Procesos de desacralización  de espacios religiosos: de ermitas y conventos a cortijadas en Sierra Morena”, en Demófilo, Revista de cultura Tradicional de Andalucía, núm. 31; 1999; págs. 41 a 58

[2] Opus cit. Nota 1.

[3] Colectivo de investigadores de Sierra Mágina (CISMA): https://www.cismamagina.es/?fbclid=IwAR2jOtwTOEXP_zmsTkwlPjgENTLEJrHkfWTfLKSYgWkC2PvdYXevF5O67DM

[4] Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura

[5] “Art of dry stone walling, knowledge and techniques” https://ich.unesco.org/en/RL/art-of-dry-stone-walling-knowledge-and-techniques-01393?fbclid=IwAR05HjSAlhQ6ViKm-dZDfQHlzVgeSL2pAJIjY71cxpClAgg6kW3v6hfJIuA

[6]Croacia, Chipre, Francia, Grecia, Italia, Eslovenia, España y Suiza.

[7] Opus cit, nota 1

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