Homenaje a un gran maestro nacional: D. José del Rio

El maestro José del Río con sus alumnos

José Luis Ceballos – RG año 2003

Invitado por la Revista de Feria 2003, del Excelentísimo Ayuntamiento de Guadalcanal a escribir un articulo para dicha Revista, hoy voy a cambiar de tema y voy a rendir mi más íntimo recuerdo a todo un gran maestro de escuela: Don José del Río, que durante muchos años ejerció su profesión de maestro público en esta localidad y que desapareció de este pueblo durante la Guerra Civil 1936-1939.

No sé las razones por las que Don José, al que estimaban y querían todos sus alumnos, desapareció de Guadalcanal, quizás sus ideales republicanos. Pero no quiero hurgar en este tema pasados ya muchos años, pues me es muy desagradable herir la sensibilidad de nadie.

Solo el recuerdo merecido de este joven maestro, me ha movido a escribir estas líneas, pasados ya muchos años de la contienda civil que ensangrentó a España por aquellas fechas.

Todos los alumnos de Don José -y éramos muchos en este pueblo-, lo llevamos en el recuerdo, y los que aún tenemos la dicha de sobrevivir, cuando nos encontramos en la calle, casi siempre comentamos su sabiduría, su buen enseñar, y el respeto -que no miedo- nos imponía.

Durante los años que estuvimos en su escuela, aprendimos muchas cosas, tanto a nivel cultural como profesional.

Unos por motivos de la contienda y algunos más, como el que escribe, porque fuimos a otra escuela de secundaria como “La Sade” en la calle de López de Ayala, donde aprendimos el bachillerato elemental, o mejor dicho, aquellos que pudieron hacerlo, los demás la secundaria.

La escuela estaba situada en la hoy calle 28 de Febrero, en los altos de Pepe Pinto. Teníamos dos clases, una en el salón grande donde sentados en bancos dábamos la lectura y otras asignaturas, y otra más pequeña, dedicada a la enseñanza de la aritmética y la gramática. Después había una pequeña azotea, donde salíamos algunos minutos al recreo.

Todavía recuerdo a mis compañeros de escuela ante el mapa de España con un puntero señalando sus limites, o en la sala pequeña haciendo cuentas de sumar y multiplicar los más pequeños, y los mayores, los problemas y divisiones ante una gran pizarra. También manipulábamos las figuras geométricas y dábamos de carrerilla la geografía con los ríos y montañas más principales de España.

También salíamos al campo y nos llevábamos la merienda y disfrutábamos de lo lindo y nos hacíamos fotos. Todavía en las paredes de sus casas están colgadas muchas de ellas.

La cantidad de anécdotas que podríamos recordar, sus enseñanzas y explicaciones tan claras y objetivas, que cualquier niño podía asimilar sin alegorías, y con un lenguaje    -como digo- a la altura de todos.

Era un maestro como la copa de un pino, y no dejamos de recordarlo sus alumnos, a pesar de los años transcurridos, que son muchos.

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