Guadalcanal, valió un potosí

Georg Braun. RG año 1972

Dicen que en 1558, San Francisco de Borja decía a la princesa gobernadora Doña Juana de Austria, hija del Emperador Carlos V: “Señora, la mina de Guadalcanal, en Sierra Morena, da cada día a vuestra alteza más de 3.000 ducados de plata.”

En agosto de 1555 se recibieron avisos de que unos vecinos de la villa de Guadalcanal llamados Martín y Gonzalo Delgado, habían descubierto en el término del Molinillo, propio de dicha villa, unas minas abundantes de plata, muy rico y aún algunas cantidades de oro, con tales ponderaciones de importancia y riqueza, que la princesa doña Juana (pues el rey Felipe II se encontraba en Flandes), oído el dictamen de sus ministros y consejeros, resolvió tomar conocimiento y poner cubro u recaudo en ellas, para ayuda en los gastos del Estado, pagando 33.500 ducados como indemnización y encargando a Agustín de Zárate la administración de las explotaciones. Tras diversos conflictos, surgidos, al parecer por las existencias de Reales Asientos anteriores sobre minas de la zona, otorgados a favor de particulares, compartieron el gobierno de las explotaciones el citado Agustín de Zárate, Juan de Xuren y Juan de Gilist.

Según los primeros avisos del administrador Agustín de Zárate, la plata que salía de los pozos, era de ley de 11 dineros y 20 gramos (6% de plata), el plomo-plata afinado correspondía entre tercio y quinto de plata fina, cosa que apenas se vio en Potosí.

En 1556 vista la gran producción y la gran cantidad de registros colindantes, se nombró inspector general de minas a Francisco de Mendoza, hijo del virrey de las Indias.

A principios de 1557 se trabaja a 40 metros de profundidad, se habían instalados molinos de caballerías y sin previo lavado el mineral se fundía, aunque enseguida se comenzó a aplicar el proceso de amalgamación. Se empleaban esclavos negros en las labores de desagüe, comprados en Zafra, donde existía el principal mercado de Extremadura, pero fueron vendidos en 1576 por encontrarse muy trabajados y cansados.

Una pragmática de 1559 establece la prohibición de explotar yacimientos en una legua alrededor de Guadalcanal, por lo que esta mina cabe el honor de haber sido la Primera Reserva Minera de España.

Durante los 22 primeros años de su explotación parece ser que se obtuvo la principal producción, unos 320.000 marcos de plata (cerca de 75 toneladas), que fueron consumidos en paliar las innumerables deudas y para el pago de las campañas militares.

Agustín de Zárate informa que en 1570 la mina no cubre los gastos que ocasiona y en 1584 se deja de trabajar por cuenta oficial.

Como repercusión en Guadalcanal, cabe destacar la acción en 1559 de Juan Pérez de Mérida, vecino de Guadalcanal y mayordomo de la iglesia parroquial, el cual otorgó obligaciones de emplear en la torre de la iglesia 75.000 maravedíes, que la princesa gobernadora había librado en el producto de las minas para el mencionado objeto.

En el año 1632 se reanudaron las labores bajo la propiedad de los banqueros alemanes Fuggers, propietarios también a la sazón de las minas de mercurio de Almadén. La explotación sólo duro dos años y dio lugar a más leyendas y mitos que a verdaderas ganancias, pues las dificultades fueron, al parecer, enormes.

En 1725 se le dio licencia por treinta años al súbdito sueco Liberto Wolters. Se formó una compañía, en la que participaron varios nobles y que fue duramente contestada por otros. Las desavenencias entre los socios, y el deseo de eliminar al fundador extranjero, retrasaron los trabajos notablemente. A la muerte de Wolters, tras numerosos pleitos, la compañía acaba disolviéndose.

En 1768, una empresa francesa tienta de nuevo la suerte, construyendo nuevos lavaderos e instalaciones. Tras muchas pérdidas se contrató en 1775 al ingeniero alemán Juan Martín Hoppensak, que investigó el yacimiento y dio solución temporal a los problemas de desagüe. Sin embargo en 1778 se volvió a cerrar la mina.

Este mismo ingeniero intenta de nueva explotarlas en 1796.

En 1911 volvió a desaguarse, único trabajo que pudo realizarse en su totalidad y el intento de ampliar instalaciones para proseguir las labores, se vio truncado por la Primera Guerra Mundial, momento en que se paralizó la explotación.

La empresa nacional Adaro de investigaciones mineras realizó en 1978 una campaña de investigación, realizando estudios mineralógicos de detalle (microscopia por transmisión y reflexión, DRX, microanálisis por microsonda electrónica y MEB), que aportaron datos al conocimiento de dichas mineralizaciones.

Recientemente ha sido objeto de investigación por la Cía. Río Tinto Patiño, realizando incluso sondeos mecánicos, pero al parecer los trabajos no han alcanzado una segunda fase por sus resultados negativos.   

Tuvo once pozos: Pozo Rico, Campanilla, Devanadera, Cuarto, Quinto, Traviesa, Mineta, Gran Compaña, Red, Contramina y San Antonio.

Según Juan Tejada, que visitó la explotación en 1556, declaró: “Es una de las más ricas y fecundas de cuantas hasta hoy se conocen en el mundo”.

Las reatas cargadas con la plata salían de Molinillo a través del Camino Real, por la Atalaya y el Postigo, e iban a dar a la Ribera de Benalija, para continuar su camino hasta Sevilla.

Entre los años 1556/1565, llegaron a trabajar hasta 300 personas. Desde el 7 de noviembre de 1555, hasta el 12 de noviembre de 1563, se sacaron 319, 23 marcos, una onza y 6 ochavos de planta. Valió la plata, a razón de 2.320 maravedíes cada marco (por ser plata muy buena y fina) 740.133.867 maravedíes, de los cuales, descontados 134.069.568, que fue lo que se gastó en las minas, el resto fue beneficios. 

¿Qué se hizo con la plata?. Se entregó a los oficiales de la Casa de la Contratación de Sevilla y después se llevó a la Casa de la Moneda.

Con ella se pagaron a los almirantes de la armada, a los generales de los ejércitos en Italia, los Países Bajos y África.

La plata de estas minas se empleó entre otras cosas, para costear la construcción de El Escorial por Felipe II, incluso se pagó el sustento del emperador Carlos V en Yuste, durante los últimos años de su vida.

En 1634 fueron incautadas por el Gobierno de Felipe IV, pero antes de que se llevara a efecto, en 1635, los descendientes de los Fúcares ordenaron inundar las galerías y abandonaron el molinillo.

¿Queda plata todavía enterrada? ¿Con los medios con que se cuenta actualmente, no se podría estudiar de nuevo su explotación?

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