Guadalcanal en la guerra de la Independencia

Plaza de España. Fot. Santi

Antonio Gordón Bernabé. RG año 1988

Había llegado la noticia del levantamiento del dos de mayo unos días después a Guadalcanal, y al igual que todos los pueblos, se aprestaron a defenderse. En ese año de 1808 se estableció que cada pueblo había de proporcionar cuatro mozos solteros por cada cien almas, haciéndose en diciembre una requisa de caballos mayores de tres años que fueron entregados en la plaza pública, llevándose alrededor de cien caballos a Llerena.

El diez de febrero de 1809 se hizo un alistamiento en el que se incluían mozos solteros, clero de órdenes menores, casados y viudos sin hijos y solteros con casa abierta, desde los 16 a los 45 años, haciendo un total de 207 hombres. En otros escritos se hace alusión a que todas las personas útiles para las armas, las tomen bajo pena de traición y a los que huyan, se les quemen las casas. Que cada vecino tenga arma de fuego o blanca, con especialidad, chuzos. Que el Ayuntamiento fortifique el pueblo, proclamando la Junta Suprema de Extremadura, la Ley Marcial.

En marzo se hizo otra requisa de caballos. Era una guerra religiosa, una Cruzada, en la que los religiosos predicaban a los vecinos animándoles a la defensa y los paisanos se organizaban en guerrillas.

En enero de 1810 encontramos al ejército español del Tajo, saliendo de Extremadura por Guadalcanal, disponiéndose que los tiradores y escopeteros, auxiliasen a dicho ejército y el doce de febrero el ejército francés del general Mortier, estableció su cuartel general en Llerena, ocupando Guadalcanal. Se mandó dar provisiones para el ejército español en Guadalcanal y otros pueblos, si bien fue imposible mandarlo todo, debido a la ocupación francesa, actuando en el primer semestre muchos guerrilleros, algunos por cuenta propia.

En un escrito que se conserva en Extremadura, cuenta un comandante español de aquel tiempo: “La mañana del 10 de abril de 1810, pasamos desde Cazalla a Guadalcanal donde se hallaba el Marqués de Peñaflor con su división. Allí permanecimos hasta las tres de la tarde del día 11 sin novedad en que se  me reunió un teniente que presentó preso al alcalde de Hornachuelos, que entregué al general. También llegó a este pueblo, Henestrosa, que enterado que los franceses estaban en Constantina, se retiró por entre sierras. Como a las tres y cuarto se presentó un fraile que venía corriendo de Alanís, diciendo que los enemigos estaban en aquel lugar y, a pocos minutos cuatro dragones franceses se presentaron por las calles de Guadalcanal y de un tiro mataron a un cabo de caballería, dieron de palos a Henestrosa y se retiraron con precipitación. Se tocó a generala, formé mi batallón a la salida del lugar y por más cuchilladas que di, fue imposible evitar la dispersión de los soldados de la división, que abandonando fusiles y mochilas, corrían como galgos por aquellos montes. Juan Senén de Contreras, poniéndose delante gritó: ¡Gallegos, en vosotros tengo la confianza!.

Formadas las tropas que pudieron reunirse en las alturas inmediatas a la calle que ocupó mi batallón, se pasó la tarde en temores infundados; las avanzadas que salieron a colocarse en las avenidas del pueblo, creían muchos ser enemigos. El Marqués de Peñaflor se empeñó en persuadirnos que una cordillera de piedra de una sierra de enfrente eran franceses, por lo que convenía marcharse. Visto tal desorden tomé la voz y dije: ¡Sin duda esos enemigos formados en la sierra tienen pocas ganas de pelear, pues desde ayer que aquí llegamos, nada nos han dicho!. Se retiraron los generales al pueblo. Al amanecer tocaron diana y salió la división.

En el mes de mayo ya estaban los franceses otra vez en el pueblo y consta que el Marqués de la Romana hizo frente a los mismos, dándose la batalla en Cantalgallo (Llerena) y el 10 de agosto de 1810 fue derrotado y saqueada la población.

Ya en abril de 1811, el general Castaño atacó hacia Llerena y los franceses retrocedieron por Guadalcanal. Posteriormente, tras ser derrotados en La Albuera, el mariscal Soult llegó a Llerena huyendo y se reorganizó allí. Después en marzo de 1812, el ejército español domina la zona, pero consta la presencia del francés en mayo hasta el 31 de agosto de 1812 en que evacuaron Extremadura definitivamente.

Hubo algunos muertos de la localidad como los soldados José y Juan Spínola, y por parte francesa también hubo bajas, ya que los del pueblo mataban a los franceses y los tiraban a los pozos, pues habían cometido muchos desmanes y saqueos.

Lo suministrado a los franceses desde el 12 de mayo de 1810 hasta el 31 de agosto de 1812 y a las tropas nacionales que venían en los intermedios, es incalculable y sólo de algunos recibos de las tropas enemigas ascienden en dinero a 320.263 reales de vellón, fanegas de trigo 2.686, de cebada 5.030, carne 63.816 raciones, aceite 34.565 raciones, carbón 229 arrobas, paja 2.921 raciones, vino 6.635 raciones, carnero 669 raciones, sal 13.816 raciones y 1.000 cabezas de ganado lanar y cabrío que se llevaron la primera vez.

La primera entrada francesa compuso más de cien mil reales, otras 1.000 cabezas para Sevilla, además de ganaderías enteras que se llevaron. Exigieron los franceses y sacaron en su retirada 90.000 reales y 400 herraduras para Sevilla, a que se agrega ser este pueblo punto céntrico y de forzoso tránsito de Extremadura para Andalucía y viceversa, sin que ningún otro le haya ayudado y se deben a vecinos crecidas sumas de dinero y ganado, por lo que se hará un reparto entre los vecinos y su aldea de Malcocinado, para recaudar 30.000 reales.

Por otra parte, la Junta Suprema de Extremadura hizo una incautación de la plata de las iglesias y conventos como sigue: Guaditoca cúpula de las andas de plata de la Virgen. Santa María: cuatro cálices con patenas, una cruz, una urna del Señor del Jueves Santo. Convento de San Francisco: un cáliz con patena, dos diademas y un manojo de azucenas de San Antonio. Convento de Santa Clara: una naveta y dos vinajeras. Hermandad Sacramental: una cruz y una campana del Sagrario. San Benito: Una espada de la Virgen del Mayor Dolor y una diadema de San Isidro. Cofradía de la Soledad: una taza de pedir, la cruz y el estandarte. Santa Ana: dos cálices y patenas, unas vinajeras con su plato y la diadema de Santa Ana. Cofradía del Carmen: una imagen de la Virgen. Convento del Espíritu Santo: una naveta de plata. San Sebastián: un cáliz, una vinajera y su platillo. Cofradía de Jesús: una lámpara. Convento de la Concepción: una naveta. Se recogió en total 198 libras y 18 onzas de plata.

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