Guadalcanal año 1948

 

La riqueza de la vida permanece en

los recuerdos que hemos olvidado.

                         (Cesare Pavese)

El primer recuerdo que me viene a la memoria debió ocurrir sobre mediados de 1951, debía tener poco más de dos años y medio, porque mi hermano Manolo era un niño pequeño de meses. Yo había nacido el 19 de septiembre de 1948, día de la Velá de El Cristo y soy el mayor de cuatro hermanos: Manuel, Esteban y Antonia. El recuerdo tiene que ver con eso que se dice que el hermano mayor siempre siente un poco de pelusilla cuando nace el siguiente hermano. Mis padres tenían la costumbre de salir todos los domingos a tomar una copa. Su bar de referencia era el de El Galgo, que estaba en la calle Mesones, junto a la tienda que hoy es de José Abel Valle González. Allí se tomaban una o dos cervezas y de vuelta para casa. Ese día o se quedaron más tiempo o con el trajín del domingo me quedé dormido sentado en la silla, así que mi padre me tuvo que coger en brazos para volver a casa. Cuando íbamos llegando al Cantillo de la Concepción, desperté y vi que mi madre llevaba a mi hermano y que yo iba en los brazos de mi padre. En ese momento debí sentir una gran alegría por ver que a mí también me seguían cogiendo en brazos. Creo que ese puede ser el motivo que después de tantos años, aun lo recuerde.

El segundo recuerdo, no tengo referencia para calcular la fecha, pero debía ser muy pequeño porque todavía estaba en la escuela de doña Paquita. En la evocación me veo correr por el pasillo del colegio a la calle, con la cartera levantada preparado para lanzarla contra otro niño en cuanto saliéramos a la calle. El recuerdo se corta cuando salgo del edificio por lo que ignoro a qué niño iba dirigida la cartera. También de ese  mismo colegio recuerdo un teatro donde aparecía la Virgen María y unos angelitos. La Virgen María era muy guapa y después me enteré que era María Parrón, que vivía en el Mesón junto al colegio.

El siguiente colegio fue el del maestro José Manuel Gómez Padín, que estaba situado en el edificio de Los Milagros. Era un colegio muy grande (o a mí tan pequeño me lo parecía) y recuerdo que había varias filas de alumnos de diferentes edades. Me acuerdo de este colegio porque en un momento determinado ocupé una de los bancos de la primera fila, donde estaban niños más mayores que yo. El otro recuerdo, fue que un día nos vinieron a avisar de que había muerto el maestro. Seguí un tiempo en este centro y nos daba clase el practicante y también maestro, Antonio Ochavo Trejo.

De allí pasé a la escuela de Alfonso González Macias, en la calle Minas, 27, al final de la actual calle Costalero. Recuerdo oír todos los días a los alumnos de Andrés Mirón que estaban junto a nuestra clase, cantando el Cara al Sol. Nuestro maestro pasaba de esos cánticos.

Hay cuatro cosas que no olvido de este colegio: la primera, la forma que aprendimos a dividir. Don Alfonso nos daba una explicación y a continuación nos poníamos varios alumnos en una pizarra y comenzábamos a resolver la cuenta que nos había puesto. Cuando terminábamos le avisábamos y venía, miraba y nos preguntaba: ¿quién ha hecho este número? A continuación le daba un palmetazo al que había cometido el error, borraba todo, y comenzábamos de nuevo. Normalmente, antes de terminar correctamente la división, nos habíamos llevado como mínimo un palmetazo cada uno. Esto fue así hasta que aprendimos la prueba del nueve.

La segunda, y seguro que esto lo ha vivido más de un lector, todas las mañanas dos niños íbamos a casa de la esposa del maestro, donde nos tenía preparada una cuba de cinc casi rebozando de leche, que había preparado con la que enviaban en polvo los americanos. Hasta que llegábamos al colegio, íbamos dejando un reguero por la calle ya que la intranquilidad de nuestra edad y la discusión de que yo llevo todo el peso, no, que lo llevo yo, raro era el día que no llegábamos con una importante merma. Cuando volvíamos por la tarde, traíamos de casa un pedazo de pan para, unido con el trozo de queso que nos daba el maestro de la misma procedencia, poder merendar.

La llegada al colegio casi siempre la hacíamos corriendo, no sólo porque era la forma habitual de trasladarnos con esa edad, es que además raro era el día que no nos metíamos con una señora que vivía a mitad de la actual calle Costalero, a la que llamábamos la Chicharra y al pasar por su puerta llamábamos con el aldabón y si nos oía, salía en nuestra persecución. Así que don Alfonso nos echaba una buena reprimenda con esa forma que tenía de reprender, es decir, con la palmeta.

Por último, otra de las cosas que recuerdo de este colegio era la colección de tebeos que tenía uno de los alumnos. Todos los días estábamos esperando la hora de salir al recreo para poder deleitarnos con la lectura de los tebeos. Allí estaban los del Capitán Trueno, El Jabato, El Guerrero del antifaz

En el verano, mi padre me mandaba a la escuela de don Juan Campos, un maestro ya jubilado en esas fechas, que siguió con la enseñanza muchos años. Las clases nos la daba en su misma casa y allí había jóvenes de varias edades, algunos de ellos ya con barba y que eran muy difícil de gobernar. A mí como era uno de los pequeños, me cogió de ayudante de los trabajos que realizaba en los descansos. Por ejemplo, yo le acompañaba a cuidar las gallinas y era el encargado de echarle la comida y el agua y recoger los huevos. También recuerdo el olor de los membrillos que traía de la ermita de Guaditoca, de la que fue Hermano Mayor muchos años. Su figura me recuerda a los personajes antiguos del siglo XIX. Por la casa dirigiendo operaciones de limpieza de las criadas, estaban su esposa, María Rivero Paz y su hija Mª de las Angustias Campos Rivero.

Cuando ya hicieron los primeros colegios en el Paseo de la Cruz, a la mayoría de nosotros nos trasladaron con los nuevos maestros que llegaron. A mi me enviaron a la escuela de Enrique Corona Gallardo, un buen maestro, con el que ya acabe mi paso por la enseñanza. No se me olvida que el Ayuntamiento concedió unas becas para estudiar Bachiller a cinco jóvenes sin posibilidad de poderlo hacer sin esta ayuda. Resultó que hicimos Ingreso y Primero y, antes de empezar Segundo, el Ayuntamiento dijo que no tenía dinero y dejó de pagarlas y yo, de estudiar. Esto ocurrió en septiembre de 1961.

Como yo vivía en la calle Concepción, mis lugares de juegos estaban en los alrededores, es decir: calle Pemán, Pozo Berrueco, Sevilla, Mieras, Morería, Moro y Concepción hasta el Cantillo que es donde estaba la iglesia. Aquí se desarrollaban los juegos normales de aquella época: piola, salto el moro, guardias y ladrones, bolis, trompo… cada uno de ellos en una época determinada que no soy capaz de recordar. Después más mayores ampliamos los juegos a otros lugares más lejanos como era el Arroyito (donde organizábamos las lurias), los hornos de ladrillos, El Coso y los interminables partidos de fútbol en el campo chico y posteriormente con los emocionantes encuentros en el campo grande, donde jugaba el Guadalcanal. Los más importantes eran los que enfrentaban los famosos equipos de Los Leones y El Rayo. Allí nos juntábamos amigos como: Ángel Yanes, Ángel Rivero, Pedro Martínez, Ramón Yanes, los hermanos Rafael y Antonio García, los también hermanos Rafael y Agustín Martínez y los hijos del secretario del Ayuntamiento, José Manuel y Gregorio Martín, este último un estupendo portero.

Mientras nosotros teníamos estos juegos, las niñas tenían los suyos. Uno que recuerdo es cogidas de la mano haciendo un corro y otras más mayores con las manos en la cintura y cruzándose unas con otras interpretaban aquella letrilla que decía: La señorita Mari qué creída está / se va a morir de pena de tanto pensar / si piensa en su novio, su novio no la quiere / por eso la Mari, de pena se muere. Después no recuerdo lo que ocurría y comenzaba de nuevo la letanía con el nombre de otra niña.

Cuando la gente empezó a poner en los zaguanes de entrada las puertas que separaban a éste del resto de la casa, no sabían el cambio que se iba a producir. Antes que todas las casas estaban abiertas, el contacto con los vecinos era diario. Si la mujer iba al mercado a comprar y sabía que la vecina de al lado estaba enferma, desde la puerta le decía: ¡Carolina!, ¿quieres que traiga algo? o ¡Josefa! voy a entrar a por agua a tu patio. Igualmente los niños siempre estábamos entrando y saliendo en las casas de nuestros amigos. Otra cosa que se ha perdido era que en el verano cuando volvíamos de El Palacio, veníamos saludando a los vecinos que habían sacado sus sillas a la calle y charlaban tranquilamente de sus cosas.

Las bodas y bautizos, casi todas se celebraban en la misma casa de los padres del recién nacido o de los novios. Eran ceremonias mucho más sencillas, pero también se juntaban muchos invitados.

En estas bodas, la invitación era muy sencilla, unas cervezas, unas manzanillas y unos refrescos para las mujeres y niños, acompañados por unas tapas de los típicos embutidos de la tierra. Para entretenernos los jóvenes, se hacían una serie de juegos o cánticos relacionados con el matrimonio y dirigidos a los solteros/as. Recuerdo uno de estos bailes donde se veía a un joven paseando entre los invitados, al que le cantaban esta canción: Qué hace usted pobre viejo que no se casá, que se va a quedar arrugaito como una pasá…y entonces el que bailaba respondía: Sí me voy a quedar arrugaito como una pasá, dame la mano niña y vamos a bailar… Cuando daban varias vueltas, la joven se quedaba sola y de nuevo empezaba la letanía, hasta que ella sacaba a otro joven a bailar. Era una forma de acercarse a la joven que te gustaba y por eso siempre se ha dicho: …de una boda, sale otra boda.

Por aquellas fechas o pocos años antes, presencié uno de los clásicos accidentes en nuestros juegos. Mi padre me había hecho una billarda y el mocho correspondiente, así que me fui a El Coso donde rápidamente se juntaron los amigos para empezar a jugar. Durante un buen rato la cosa funcionó bien, pero resulta que cuando estaba jugando Manolo el Gato, se oyó un grito de uno de los niños que era Jesús Bernabé Gallego, nieto de El Porrillo. Cuando nos acercamos pensando que le habían dado con la billarda, resulta que no había sido con ella, sino que se le había escapado el mocho y esto fue lo que impactó contra la cabeza de Jesús, donde rápidamente empezó a surgir un gran bollo, y no precisamente de los que se comen en el desayuno. Vista la situación, cogí mi billarda[1] y el mocho y desaparecí rápidamente del escenario.

También por aquellos días me ocurrió una historia que no he podido olvidar. Resulta que mi tío José era pastor y trabajaba con Carmen Yanes, en una finca que había después de la ermita de Guaditoca, en el camino de Malcocinado, llamada El Pino. Como recordarán los más mayores que me lean, en aquellos tiempos los pastores venían por el pueblo cada uno o dos meses. El motivo no sé cual fue, pero resultó que mi tío recién llegado para jorgá dos o tres días, fue avisado por el encargado de la dueña que se llamaba Manuel Cabeza Grillo, de que había que llevar o traer alguna cosa urgente del cortijo de El Pino. Se pueden figurar como le sentó a mi tío el tener que ir varias horas hasta la finca y volver. De la forma que fuera, yo me ofrecí a realizar el viaje. Mi tío me explicó que no tendría ningún problema, ya que una vez aparejada la burra sólo tenía que decir arre y  ella sola me llevaría a la finca. La verdad es que yo no tenía idea por donde había que ir, porque había ido varias veces a la Romería, pero según vi, el animal tenía otra idea para atrochar el camino. Así que cruzamos el paso a nivel del tren y la burra fue serpenteando por todos los cruces que se encontraba, cruzó algunos regajos, subió los cerros y de pronto (a las tres horas) apareció la ermita de Guaditoca, pero antes de llegar a ella, giró a la derecha y al poco tiempo estaba en la puerta del cortijo. Allí me dieron o entregué el objeto del viaje, la burra estuvo bebiendo y comiendo y de nuevo encima del animal, dije la palabra mágica de arre y para el pueblo (así que estos inventos de los coches sin conductor ya existían a principios de los años sesenta). Todo podía haber ido perfectamente, pero en la ida yo había visto que daba algunas vueltas que pensé ahorrarle. Así que cuando el animal quiso tirar por la derecha, yo lo mandé por la izquierda… y así con derecha por izquierda e izquierda por derecha, terminé por perderla y la burra se quedó parada, sin querer seguir para ningún lado. Para intentar arreglar en desaguisado, empecé a dirigirla por donde me parecía y cada vez conocía menos por donde iba. Al final me metí por campo a través y aquello ya fue mi perdición. Me acuerdo que era verano y en el viaje de vuelta a ninguna parte, llevaba ya cinco horas. Iba por los rastrojos y el pobre animal ya no podía, así que opté por bajarme y tirar de él, porque además, los tábanos se lo estaban comiendo vivo a bocaos. Que bien me hubiera venido el teléfono móvil que ahora todo el mundo tiene. Así continué dando vueltas sin saber para donde iba, hasta que al subir uno de los cerros divisé a lo lejos la Cruz de Buenavista. Ya esa referencia me valió para orientarme y al llegar a la cruz ya seguí el camino que conocía de la Romería. Cuando me presenté en casa me preguntaron qué había pasado y le dije que me había venido por el camino de la romería y no fui capaz de confesar que había sido más burro que la burra.

Como no pude seguir estudiando ya que el Ayuntamiento quitó la subvención y el sueldo de municipal de mi padre no daba para alimentarnos y para estudiar, acabé mi vida escolar a los 14 años recién cumplidos. Así que mi padre –para que hiciera algo- habló con Pepe Chaves que era Depositario en el Ayuntamiento y allí empecé a ir todos los días a aprender a escribir a máquina. Allí pasé bastantes meses y me hicieron un mecanógrafo con más de doscientas pulsaciones por minuto, que me fueron muy provechosas para los trabajos que tendría en un futuro.

Al cabo de un tiempo empecé a ir por las tardes a la Hermandad de Labradores, donde también era Secretario Pepe Chaves. Allí hacía de todo y estaba con Miguel Chaves que era el oficial que trabajaba también por la mañana.

            Para no ser repetitivo, hay otros temas que o bien se han tocado ya por otros colaboradores o van a poder leer en capítulos posteriores, sólo voy a comentar otra cosa que se ha perdido en los tiempos actuales. Un año antes de irnos al Servicio Militar, en el Ayuntamiento se realizaba la talla de los quintos, que era motivo de organizar una fiesta de todos los que nos habíamos tallado ese año. Normalmente se realizaba en el campo, como fue en mi caso, concretamente la hicimos en una casilla que había pasada la estación, creo recordar que era de Juan Romero Oliva.

            El menú era muy simple, mucha carne y mucho vino. Normalmente en aquella época se mataba un burranco y siempre había un experto en guisos que lo preparaba. Recuerdo que bebí bastante y en un momento determinado me quedé tronchado encima de unos aparejos. Al cabo de una hora desperté y todo el mundo me miraba y se reía, pero yo no sabía de qué. Cuando llegué a mi casa (o me llevaron) y me vieron mi familia, también se empezaron a reír. Al poco cuando entré en el lavabo vi el motivo de las risas, que no era otro que mientras dormía habían cogido la sartén del guiso y me habían tiznado toda la cara. Puedo decir que estuve más de una semana limpiándome restos de la tizne del caldero.

              Un año después, el 1 de julio de 1970 se iba a producir un hecho que daría paso a una nueva etapa de mi vida, el inicio del Servicio Militar, donde iba a pasar dieciocho meses en la Marina Española.

             A partir de esa fecha, como antes miles de guadalcanalenses, emigré primero a Cataluña, después a Madrid, y por último pasé treinta y dos años de mi vida trabajando en un pueblo de Cáceres… pero eso ya es otra historia.                                             

                                                                         Ignacio Gómez Galván

Aunque la guerra había terminado hacía nueve años, la actuación de la policía y la Guardia Civil, especialmente en la sierra, se hizo cada vez más brutal y expeditiva. Continuamente se tenían noticias de hombres muertos en aplicación de la ley de fugas o simplemente en disparos contra cualquiera que no atendiese un alto. En la misma Sevilla, el 11 de noviembre de 1948, vigilantes del Grupo de Investigación de Ferrocarriles de la Guardia Civil aba­tieron a tiros a José García Gálvez vecino de Guadalcanal, a plena luz del día y en el Prado de San Sebastián. Según el atestado, fue visto en el muelle junto a un vagón y el Guardia Civil José García Royo, declaró:

“… al darle el alto el individuo después de proferir palabras agresivas se dio a la fuga, siendo perseguido por el declarante quedando su compañero mencionado anteriormente a la custodia del vagón, y al llegar al Prado de San Sebastián pudo darle alcance dándole nuevamente el alto y disparando al aire para amedrentarlo y poder conseguir su detención y en lugar de detenerse le hizo frente tirándole piedras, viéndose en la necesidad de repeler la agresión con la mala fortuna de caer herido de muerte…”

Piedras contra pistolas. Su cadáver quedó tendido en el Pra­do de San Sebastián mientras unos jóvenes que jugaban a la pelota huían despavoridos. José García llevaba encima dos certificados de Liberación Condicional de la Prisión Provincial de Sevilla, uno donde se señala­ba que había salido el 19 de septiembre de 1945 con destierro (había sido condenado al terminar la guerra en el sumarísimo 775/39 a 20 años de prisión), y otro que señalaba que había estado preso también desde el 19 de noviembre de 1947 al 3 de septiembre de 1948, es decir, llevaba dos meses en libertad. Entre sus pertenencias había también una fotografía, una tarjeta de una pensión, una estampita de la Virgen de Fátima y una partida de bautismo en Guadalcanal, que nos indica que era hijo de José García Muñoz, ugetista fusilado el 17 de febrero de 1942. Los antecedentes que enviaron desde Gua­dalcanal decían que era de la UGT, que participó en destrucciones de imágenes y asesinatos y, como no, ratero profesional. A las dos y media de la tarde lo ingresaron en el Depósito Anatómico de la Macarena, pidieron al cura párroco de San Gil la licencia para “ser inhumado el mencionado cadáver en el cementerio católico” y, al día siguiente, fue enterrado en la fosa común.

En la sesión del 2 de febrero de 1948, se da cuenta del inicio de las obras del nuevo Mercado de Abastos, y se aprueba la primera certificación redactada por los arquitectos Antonio Delgado Roig y Alberto Balbantín de Hortas, por importe de 29.863 pesetas, que son abonadas al contratista Luis Rius Palacios.

También se efectuaron los siguientes acuerdos:

Comprar para la festividad del Domingo de Ramos, quince palmas por un importe de 347 pesetas.

Hacer gestiones para alquilar la casa situada en la calle Queipo de Llano, 3 en la que se podrían instalar en el piso bajo la escuela nº 5 de niños y la nº 4 de niñas y la parte superior para vivienda de los maestros.

Realizar reparaciones en las calles, Herrerías, Ramón y Cajal, General Mola, Altozano Bazán, General Franco, Calvo Sotelo y San Sebastián, a fin de facilitar el paso de las procesiones de Semana Santa, por importe de 500 pesetas.

Vista las horas laborables actualmente vigentes, se acuerda fijar el jornal de un Bracero en la localidad, a razón de 15 pesetas diarias.

En la sesión del 20 de marzo se vieron los siguientes temas: Se lee escrito de Federico Gullón Pérez solicitando la rescisión del contrato de arrendamiento urbano suscrito con el Ayuntamiento, en fecha 4 de agosto de 1930. El Alcalde explica que reconociendo la necesidad en que se encuentran los propietarios de habitar sus propias casas y tramitándose expediente para la construcción de escuelas, se aprueba por unanimidad que no se podrá atender a lo solicitado, hasta que no se construyan los colegios.

De acuerdo con la solicitud realizada por Manuel Gordón Murillo, de una ayuda por el nacimiento de dos gemelos, se acuerda conceder la cantidad de 15 pesetas mensuales.

Se decide la representación del Ayuntamiento que acompañarán las procesiones de Semana Santa. Jueves Santo por la mañana, Hermandad de la Veracruz, Francisco Martínez Saeta y Jefe de la Guardia Municipal, José Mª Bernal Álvarez. Jueves Santo tarde, Hermandad de la Veracruz, Joaquín González Chaves y Jesús Guerrero Romero. Jueves Santo noche, Hermandad de las Tres Horas, Ignacio Núñez Muñoz y Jesús Guerrero Romero. Viernes Santo de madrugada, Hermandad Ntro. Padre Jesús, Miguel Chaves Álvarez, Antonio Crespo Ramos y José Mª Rivero Yanes. Viernes Santo mañana, Hermandad de las Tres Horas, Francisco Rincón Pérez y Joaquín González Chaves. Se acuerda asistir la Corporación completa a la procesión del Santo Entierro, el Viernes Santo por la noche. Se acuerda adquirir un uniforme para el Jefe de la Guardia Municipal. 

Por el acta de la Hermandad de Ntro. Padre Jesús de 29 de marzo, tenemos noticias de que se culmina la ampliación del paso de palio y la compra del Cirineo. Consta a continuación la nómina de donantes por un total de trece mil cuarenta y cinco pesetas, por los ciento siete devotos que aportaron su donativo.

También por el acta de la Hermandad de la Veracruz, tenemos noticias que en la Semana Santa de este año, procesionará por primera vez la nueva imagen de la Virgen de la Cruz, realizada por el imaginero Castillo Lastrucci.

 Las obras del Mercado continúan, ya que en la reunión del 2 de abril, se da cuenta de la segunda certificación de los arquitectos de la obra del Mercado de Abastos, por un importe de 88.522 pesetas.

Se da lectura a escrito de Manuel Galván Muñoz, solicitando el bar que ha de instalarse en la Plaza de Abastos, dejándola en suspenso hasta que se redacten las condiciones de concesión.

El Alcalde expone que por las circunstancias actuales de orden público, aconsejan una mayor vigilancia en los servicios de noche, proponiendo el nombramiento de un Guardia Municipal temporero.

Nuevas obras las que van a discutir en el pleno del 12 de abril. Se acuerda la ejecución de las obras de las calles Concepción y Menéndez Pelayo, con la imposición de contribuciones especiales de los vecinos por el aumento de valor y por beneficio para determinadas personas. El 15 de junio se aprueba el presupuesto extraordinario para la pavimentación de las calles citadas, por importe de 73.788 pesetas

El 4 de mayo se acuerda la cesión de un solar de cinco metros de largo por cuatro de ancho, al sitio del Arroyito propiedad del Ayuntamiento, al solicitante Manuel Cote Garzón.

El inicio de las obras en la antigua iglesia de San Sebastián, da lugar a nuevos problemas que se estudian en la sesión del 20 de mayo, donde se expone a la consideración de los Gestores, el Proyecto de ampliación de la obra en la Plaza de Abastos, propuesta por los arquitectos, Antonio Delgado Roig y Alberto Balbantín de Orta, consistente en la sustitución de las cubiertas que se encuentran en muy mal estado, cuyo presupuesto asciende a 158.988 pesetas. Por falta de disponibilidad de efectivos, se acuerda la no aceptación del proyecto.

De obras se sigue hablando en la sesión del 2 de junio. Se da lectura al escrito de la Superiora de las Hermanas de la Doctrina Cristiana, por el que solicitan subvención para poder realizar unas obras en el Convento. Se pide informe a la Comisión de Hacienda, para estudiar la posibilidad de que este año se pueda acceder a lo solicitado.

Se da lectura a otra certificación presentada por el arquitecto Antonio Delgado Roig, por las obras que se están llevado a cabo en el nuevo Mercado de Abastos, por importe de 42.388 pesetas. Se aprueba su pago al contratista Luis Rius Palacios.

Se da conformidad a la concesión gratuita de un nicho para el cadáver de Ricardo Cabeza Romero, militante de Falange Española, asesinado el 22 de mayo pasado. Como dice el acta, en esa fecha se produjo su muerte, que causó consternación en Guadalcanal. Como ya explica José Mª Álvarez en sus recuerdos, era encargado de la finca Tierra Firme y fue secuestrado por un grupo de maquis, mandados por los nombrados como Durruti y Godoy. A las 5 de la tarde se lo llevaron atado y primero intentaron ahorcarle y al no poder, le asestaron 18 puñaladas.

Siguen las obras en la antigua iglesia de San Sebastián y así en la reunión de la Comisión Gestora del 13 de julio, se da cuenta de la cuarta certificación de las obras en la Plaza de Abastos, por un importe de 73.123 pesetas, que queda aprobada.

También se acuerda el nombramiento de Director de la Casa de Socorro al médico José Llinares Llinares.

Y por último, se aprueba efectuar reparaciones en la casa de la calle Cervantes, arrendada al Servicio Nacional del Trigo.

Un mes más en que el nuevo Mercado ocupa el tiempo de la Comisión Gestora. En la reunión del 3 de agosto, se acuerda admitir el escrito del contratista Luis Rius Palacios, por el que pide la suspensión de las obras del Mercado de Abastos. Después de debatida la propuesta de cambiar los seis puestos de mampostería de la nave central por 30 mesas de madera, ésta fue rechazada.

Se acuerda efectuar obras de reparación en el Matadero Municipal.

Se informa a los asistentes que el Jefe de los Guardias Municipales ha sido felicitado por la dirección de la caseta de Feria Nuevo Círculo, por su brillante actuación en el descubrimiento de los autores del robo efectuado en la expresada Sociedad.

Y de nuevo las obras acaparan la sesión del 20 de septiembre, donde se acuerda la adjudicación de pavimentación de las calles Concepción y Menéndez Pelayo, por un importe total de 56.539 pesetas al constructor, Joaquín Fernández Martínez. Las obras serán dirigidas por el perito aparejador Rafael Herrera del Campo.

Se da lectura a la circular de la Delegación Provincial de Estadística de Sevilla, dictando instrucciones en relación con las Elecciones Municipales convocadas por el Gobierno, para la actualización del Censo Electoral así como para la apertura de una oficina de información.

Reunida la Comisión el 2 de noviembre, se da cuenta del escrito de la Jefatura Provincial del Movimiento de Sevilla, ordenando el traslado del Alcalde a la capital, para recibir a su Excelencia el Jefe del Estado con motivo de los actos organizados por el VII Centenario de la creación de la Marina de Castilla.

Como se habían olvidado de la Patrona, se acuerda a propuesta del Gestor Juan Campos Navarro, de una subvención de 500 pesetas, para la Hermandad de Ntra. Sra. de Guaditoca.

La Comisión de Festejos de la Feria de septiembre, presenta la liquidación de las cuentas que importan un total de 19.578 pesetas, que fueron aprobadas por unanimidad.

Se recibe escrito de la Dirección de la Guardia Civil, del 10 de diciembre, aceptando la donación de los terrenos para el nuevo cuartel del citado cuerpo, más la donación de 100.000 pesetas para ayuda a la construcción del mismo.

En la sesión extraordinaria del 29 diciembre, la Comisión Gestora aprueba el Presupuesto del Ayuntamiento para el año 1949, por un importe total de 633.772 pesetas.

Finaliza el año con la sesión del 31 de diciembre de 1948, donde se da cuenta de haber fallecido el pasado 7 de diciembre, Antonio Guillén Chaves, Inspector Municipal Veterinario y a continuación se propone la amortización del citado puesto, por haber bajado el número de habitantes de Guadalcanal. Queda aprobada la propuesta por unanimidad.


[1] Para los que no conocen este juego, les diré que la billarda era un palo redondo de unos diez o quince centímetros de largo, al que se ha sacado punta por ambos lados. El mocho es un palo del mismo material de medio metro aproximadamente. Para empezar el juego se hace un círculo de unos dos metros y medio. Dentro de ese círculo se pone la billarda y pegando con el mocho en uno de los extremos se le hace subir y cuando está en el aire se le da un nuevo golpe para tratar de enviarla lo más lejos posible. Normalmente estaba permitido tres intentos, si erraba los tres, pasaba el turno al siguiente. En caso de acierto, seguía con el mocho e intentaba meter la billarda en el círculo, también con tres posibilidades, en caso contrario seguía el siguiente el juego. Otro sistema era que cada uno golpeaba por turnos la billarda y el que llegaba más lejos ganaba.

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