Guadalcanal año 1944

A principios del pasado siglo XX, mi abuelo que vino a Guadalcanal de Guardia Civil, pidió la baja  en el Cuerpo y se instaló en el pueblo montando una carbonería en la casa que hay al lado de la iglesia de Santa María. Sólo vendía carbón para las cocinas de la época. En aquellas fechas no habían llegado todavía las cocinas de petróleo, ni butano, ni vitrocerámica, que tardarían varias décadas en aparecer.

De esa fecha tiene una anécdota que luego estuvo mucho tiempo como muletilla en el pueblo. Resulta que un empleado del Ayuntamiento fue un día a comprar carbón y a la hora de pagar, no llevaba dinero y lo que le entregó fue un vale firmado por el Secretario. Cuando mi abuelo le pidió el importe y le dio el vale, no le hizo gracia y le dijo: Si no traes dinero, carbón a la troja, y cogiendo el saco que ya estaba lleno, lo vació en el montón que tenía en la tienda.

De la casa de al lado de la iglesia, se mudó a otra de la calle Luenga que hoy tiene el número 16. Montó una tienda de ultramarinos, donde estuvo varios años y allí empezó a vender petróleo para los quinqueles, pues las cocinas vendrían treinta años más tarde. Fue de los primeros cliente de la CAMPSA, que la fundó Miguel Primo de Rivera, padre de José Antonio, en el año 1928 en plena dictadura.

En esa casa tuvieron un incendio que se quemó toda la parte trasera donde estaba almacenado el petróleo, pero los vecinos hicieron una cadena humana con cubos de agua desde el pozo de un vecino y la parte delantera de la casa no llegó a quemarse.

Mi padre que era un chaval y estaba en la iglesia de monaguillo, me contaba que entró un hombre en el templo asustado y nervioso, y le dijo: Niño, rápido tocar a fuego, que está ardiendo la casa del tío guardia (el tío guardia era su padre).

Para apagar el fuego, entró y salió mucha gente y alguien aprovechó para llevarse una docena de huevos y una silla. Años después, en una reunión de las que formaban los vecinos en verano en las puertas de las casas para tomar el fresco (no existía la televisión), como los tertulianos sacaban cada uno su silla, mi abuela que pasó por allí, conoció la silla que le habían robado y sin más, después de reñir con la que decía ser su dueña, la cogió y se la llevó a su casa. Lo que no recuperó fue la docena de huevos, que los tenía en un frutero, pero estaba contenta porque había reunidos otra vez sus seis sillas, que tenía de cuando se casó y llevaba 20 años sólo con cinco.

De esta casa, mi abuelo se mudó al número 8 de la misma calle, que le compró media casa a Eugenio Quintero, y allí trasladó la tienda y la llevó hasta que en 1940, mi padre, después de dos años de mili y tres de Guerra Civil, se hizo cargo del negocio, hasta que en 1973 se jubiló y lo cerró.

Mi abuelo que había comprado un olivar en la Sierra del Agua, se retiró al campo y allí estuvo hasta el final de sus días.

Yo nací en 1943, y me salieron los dientes en la tienda. Eran años difíciles, años de hambre, años de racionamiento, en lo que no había de nada y todo estaba intervenido.

Cuando venía el racionamiento, había mucho jaleo unos días al mes y luego tranquilidad los demás días.

Mi padre era relojero y esos días de poco jaleo, se dedicaba a arreglar relojes, casi todos despertadores y de bolsillo, pues de pulsera había muy pocos en esos años. Las averías más corrientes eran que se rompían las cuerdas y como no había repuestos, mi padre le hacía dos agujeros y con un alfiler hacía un remache y la cuerda quedaba empalmada y el reloj volvía a marchar. Era un trabajo de precisión y de mucha paciencia, pues en aquellos años, la corriente eléctrica la servía Martinete en San Nicolás del Puerto, venía muy floja y por menos de nada se cortaba. Yo le he visto empalmar las cuerdas a la luz de una vela. En los relojes de bolsillo, las cuerdas se rompían porque mucha gente se los sacaban del bolsillo y lo dejaban en la mesilla de noche, y con el cambio de temperatura en los inviernos de Guadalcanal, el frío hacía saltar el acero del resorte.

En los años cuarenta, como había escasez de todo, se impuso la venta de mercancías ilegales, casi todas traídas de contrabando y que se llamó El estraperlo.

Mi padre fue un gran estraperlista y ganó mucho dinero en aquellos años. El gerente del molino de Guaditoca le suministraba aceite, que mi padre vendía y se repartían las ganancias (el aceite estaba intervenido por el Gobierno). Se compraba por kilos y se vendía por litros, y quedaba una ganancia del 8%.

Venía mucha gente de Fuente del Arco y Malcocinado, con burros con aguaderas y cuatro garrafas o cuatro cántaras. También llegaba mucha gente en un correo que había a la una procedente de Extremadura y luego volvían en otro que pasaba a las tres, proveniente de Sevilla. En esas dos horas se vendían doscientos litros de aceite.

También nos suministraban aceite, olivareros de Guadalcanal que sacaban el aceite del molino en invierno a cambio de sus aceitunas, y los almacenaban en sus casas, que normalmente eran casas grandes con tinajas enterradas en el suelo, y luego lo vendían en verano que normalmente subía de precio.

En las tiendas se vendía a granel, cada cliente venía con su botellita o su cantarita. A mi padre le vendía aceite casi todos los olivareros de grandes fincas de Guadalcanal. Había terratenientes que lo almacenaban en los cortijos que tenían en el campo. Recuerdo de haber ido a por aceite a El Duque, Cruz Verde, Las Monjas, Urraca, La Florida… y muchos más.

Otra mercancía que se vendía de estraperlo fue el azúcar, ya que la cantidad que daban al mes con la cartilla de racionamiento duraba pocos días. Así que una familia del pueblo que se dedicaba a este negocio nos traía el azúcar de Cazalla en bestias cargadas con los sacos, procedentes de las fábricas de aguardiente, que recibían un cupo grande para la fabricación de anises, pero los fabricantes le echaban sacarina y vendían la azúcar.

Otro artículo de contrabando por excelencia fue el café torrefacto de Portugal, sobre todo, unos paquetes cilíndricos de medio kilo, que la marca más conocida era el Camelo. En España teníamos el café de la Guinea Española, pero era muy flojo y los portugueses tenían entonces colonias en Angola y Mozambique, que daban muy buen café. A mi casa quien más cantidad traían eran unos contrabandistas de Extremadura, que los transportaban en recuas de mulos desde la misma frontera. Lo traían en seras de las grandes de esparto con carbón vegetal por encima y debajo venía el café. Otros que nos suministraban café eran los ferroviarios que trabajaban en la estación. El café lo traían los maquinistas escondido debajo del carbón de la máquina, así que tanto los suministrados por los ferroviarios, como los de los mulos, se vendían todos tiznados de carbón por fuera.

El racionamiento se terminó en 1952. A partir de esa fecha, sólo quedó intervenido el trigo, los demás productos quedaban libres. A la vista de ello, ya empezaron a venir viajantes ofreciendo productos y poco después, todo estaba normalizado, aunque el café portugués siguió entrando de contrabando, de una forma o de otra.

Pero la situación económica de aquellos años, hacía que casi nadie tomara café solo, por el precio que tenía. La mayoría lo hacía con cebada tostada que era más barata, y además, no quitaba el sueño. Normalmente las personas compraban todos los días una peseta de café y un real de cebada y con cinco reales de peseta, tomaban el café del día, que lo hacían en un pucherillo, pues las cafeteras vinieron después. No sólo las familias humildes eran los que tomaban cebada, muchos vecinos pudientes de la calle Camacho se la llevaban por kilos y el café ni lo veían, así que estaban la mar de relajados y sin nervios.

También la cebada tostada estaba prohibida, así que cuando venía al pueblo la Fiscalía de Tasas, había que esconderla, lo mismo que el trigo y legumbres del pueblo. Lo que sí se podía vender era la achicoria, pero tenía poca aceptación.

En el comercio de mi padre se vendían muchos cereales, sobre todo trigo y cebada. El trigo se vendía al peso para darle de comer a las gallinas y los cerdos y la cebada, se vendía por medidas: una cuartilla, medio almud, un cuartillo, etc.… y era para darle de comer a las caballerías, que en Guadalcanal en aquellas fechas había un censo bastante grande.

El trigo los agricultores tenían que entregarlo al Servicio Nacional del Trigo, que estaba situado donde hoy está el Hogar del Pensionista, pero tardaban mucho en pagarles y el precio lo ponía el Gobierno, así que los agricultores lo vendían a los particulares y tiendas, que se los pagaba al contado. También lo traían de pueblos vecinos de Extremadura en recuas de mulos y en carros. Los carros eran de aquellos de llantas de hierro. A mí lo que más me gustaba del carro era una bolsa de esparto en la que había un búcaro de agua para cuando el carrero tenía sed. También me llamaba la atención que para engrasar el eje con el buje de la rueda, le ponían tocino añejo. Mi padre compraba el trigo y la cebada en el verano y lo almacenaba en los graneros que teníamos en casa y luego se vendía el resto del año.

De pequeño, mi hermano y yo, jugábamos en las trojes de los granos y nos enterrábamos en ello, así que nos salían unas ronchas y sarpullido en la piel que estábamos todo el verano arrascándonos, pues debíamos ser alérgicos al polvo del cereal. Don José Llinares el médico, fue quien averiguó el motivo de nuestro mal.

Yo en la tienda de pequeño ayudaba poco, mi padre decía que ya tendría tiempo, pues él había entrado con doce años y salió  cuando se jubiló y no había descansado ni un día, ya que los sábados se abría y los domingos por la mañana también. Solo cerraba por la tarde y aprovechaba para llevarnos a la Sierra del Agua a quemar ramón. Nunca cogió vacaciones y sólo cerró el día que murió mi abuelo, ni en la primera comunión mía, ni en la de mis hermanos, cerró la tienda.

Mis primeros trabajos en la tienda fue el cernir la azúcar, pues esta venía a granel en sacos de 60 kilos y no había azúcar molida, toda venía en terrón. Así que en la Semana Santa para hacer los dulces que se vendía mucha cantidad, me tiraba todo el día con un cedazo cribando la azúcar.

También se vendía mucha harina para hacer las magdalenas y la miel para los gañotes y los moldes de papel para las primeras. Las mujeres las llevaban en unas bandejas de lata muy grandes a los hornos de las panaderías. En mi barrio al de Isidro Escote. En esos días, toda la calle olía a dulces recién hechos.

También muchos pimientos morrones y muchos tomates que venían en latas de cinco kilos se vendían a granel, así que la clientela venía con un cazo, una olla u otra vasija y se llevaban la cantidad que necesitaba. El pescado que venía también en latas grandes, se vendía a granel, sardinas y filetes de caballa los más corriente y también se vendían sardinas arenques, que venían en barricas de madera.

Otro producto que venía en barrica de madera era el bicarbonato, que luego también se vendía a granel al peso, en pequeñas cantidades.

Cuando cumplí trece años, mi padre tuvo que operarse de una úlcera de duodeno, que le dio mucho ruido y tuvo que guardar cama mucho tiempo. Así que me quitó de la escuela y entré en la tienda de cabeza, de nueve de la mañana a nueve de la noche. Lo primero que tuve que aprender fue a liar los productos en un papel de estraza y los de droguería en papel de periódicos, pues entonces no había bolsas de plástico, ni venía empaquetado ningún producto, todo había que liarlo: los polvos azules, la sosa, el detergente, el bicarbonato, etc.

El jabón verde que vendíamos lo fabricaba Gago (el padre de Magín) en una fabriquita que tenía en El Coso. También se vendía la marca El Lagarto, que más que nada se usaba como pastilla para el aseo personal.

Otra cosa que se vendía en el verano eran unas tripas de papel, que se colgaban del techo y tenían un pegamento que se quedaban las moscas pegadas en él, era asqueroso el aspecto, pero efectivo.

Se vendían cosas que hoy serían pintorescas, como las cuchillas MSA, que valían a 40 cts., es decir, cuatro perras gordas. Las torcías para los candiles y mechas para los mecheros, que también se usaban para colocarlas en el eje de las ruedas de las bicicletas, que se limpiaban a medida que rodaba. Los mecheros de mecha eran sumamente prácticos para el campo, en días de viento. Se vendían pastillas para el dolor de cabeza de la marca OKAL.

Los sueldos eran pequeños y no lo tenía todo el mundo, no había PER, ni paro, así que se vivía al día y se compraba lo mínimo para pasar el día.

Personas que compraban la mitad del cuarto de arroz (125 gramos) y una peseta de bacalao, que sólo le podías dar la cola o un trozo de espinazo, más que nada para que tomara el gusto el arroz. Una peseta de galletas (entraban seis) o de chocolate (dos jícaras), eso era lo normal.

Mi padre vendía bastante, porque apuraba mucho los precios y venía gente de Santa Ana y de El Coso. La tienda era pequeñita, pero había mucha trastienda y vendíamos de todo: bacalao, higos pasas, miel, alpiste, algarrobos y muchas más cosas.

Tampoco vendíamos al fiado, aunque siempre había clientas que de vez en cuando te dejaban una roncha, que ya no volvías a ver la trampa pagada en toda la vida, y eso que mi padre no vendía ni pan, ni alpargatas, porque decía que se adaptaba mucho a lo fiado, claro es lo que comían y calzaban los pobres.

En la tienda se vendían muchos artículos de droguería, como el jabón, los polvos azules para la ropa, la sosa (todavía no había detergentes). También se vendían muchos artículos de mercería, como botones, broches, imperdibles, cinta blanca y negra, cordones para los zapatos, mecha para mecheros y torcía para los candiles.

Hablando de candiles, recuerdo más de una vez haber oído en la tienda a alguien recitar: Una vieja y un candil / la perdición de una casa / la vieja por lo que gruñe / y el candil por lo que gasta.

Como no había nada empaquetado, el vinagre venía en barriles o en garrafas de arroba. El bicarbonato en barricas de madera. El arroz y las legumbres, en sacos de 60 kilos, la harina en sacos de 100 kilos. La miel, en latas de 20 kilos y así todo.

Las clientas de aquellos años traían en sus espuertas de palma, su botella para el aceite y su botellita para el vinagre, que casi todas eran de agua de Carabaña. Para lo poco que se comía, todo el mundo se purgaba con esta agua que venía en botellas de medio litro. En las tabernas cuando se juntaban dos o tres personas, pedían un medio, que era esta botella llena de vino.

Muchos artículos que se vendían en los años cincuenta, hoy son desconocidos para la gente joven, por ejemplo: el jabón verde, el jabón El Lagarto, el asperón para fregar, la sosa, piedras y las mechas para el mechero, torcías para los candiles, algarrobas, palo-du, almidón, estropajo de esparto, soplillos, brochones, escobas y escobones, también de esparto, carburo (para alumbrar), velillas (apagones de luz y santos), tiras de pegamento para las moscas, polvos azules para la ropa, bolitas de alcanfor, sobres y cartas de luto, tinte negro (para teñir la ropa por luto).

En la Semana Santa, además de los artículos mencionados anteriormente, también se vendía mucho el bacalao. Teníamos dos clases, el de Escocia y el de Islandia. El escocés era más gordo y el de Islandia era más delgado, pero de más calidad.

Otra cosa que vendíamos y que no estaba permitido, era el tabaco. Recuerdo que eran unos cigarros amarillos que se llamaban Ideales. Valían 2,10 pesetas en el estanco y nosotros los vendíamos a 2,50. Pero pocas personas compraban un paquete, casi todos se llevaban un cigarrillo o dos, o a lo sumo, una peseta de cigarrillos.

A finales de los años cincuenta, pasaban por aquí unos pastores con ovejas, que venían de Soria y otras zonas de Castilla. Era la trashumancia, que venían por las Cañadas reales y por los Cordeles. Estos señores compraban y sacaban mercancía de casa y pagaban con queso que había que curarlo y darle aceite. Así que los domingos por la tarde, mi padre y yo le dábamos aceite y ceniza, para conservarlos y luego se vendían durante todo el año. El año 1958, teníamos los graneros llenos, pues mi padre compró más quesos que otros años y toda la casa olía a queso, toda la ropa olía a queso. Así que cuando me acercaba a alguna muchacha, no me dejaba, porque olía a queso.

En aquellos años, la Iglesia tenía un poder imponente. Los niños de las escuelas tenían que ir a misa todos los domingos, sí o sí y en el colegio, además de la Historia Sagrada, había que dar el Catecismo con el Ripalda o el Mariano. Mis amigos eran de Adoración Nocturna y de Acción Católica y cosas por el estilo. Las chavalas que tenían el coco comido por los curas, por los misioneros, los cursillistas y otros fariseos, a ellos lo aceptaban, pero a mí no me querían ver. Había una trinca de chavalas que mis amigos ligaban con ellas, pero a mí no me querían por dos cosas, porque era ateo… y porque olía a queso.

Como ya he comentado, con el fin del racionamiento en 1952, empezaron a venir los viajantes y los almacenes a ofrecer sus productos, libres y sin trabas. Cada año que pasaba se estaba mejor que el anterior y comenzaron a venir marcas de chocolate, la leche condesada y otros productos. En los años sesenta, llegaron los Gel de baño, el champú, que venía en bolsitas individuales, la mortadela, en latas cilíndricas y se vendía a granel, el salchichón Arlet, el Nori el Borreguito. Más tarde vendría el agua de Solares, la gaseosa La Casera, La Paisana, que se fabricaba en el pueblo. Después llegaron los primeros frigoríficos y congeladores, los yogures…

En Guadalcanal en los años 50 y 60, había muchas tiendas de comestibles, a continuación relaciono algunas de las que recuerdo: En la calle San Francisco, estaba la de Rafaela la Coja y Valenzuela. En la calle Sanjurjo, la de mi padre, Manuel Carbajo Marín. En los Mesones, la de la viuda de Fali, Melitón, Esteban, Mallén y Paco el Alcalde. En San Sebastián, Vicente Jiménez (Almacenes Santos) y Casto Bernabé, ya en la calle Guaditoca. En el Paseo de la Cruz, La Porra y en la calle Queipo de Llano, Victorio. En la calle Sevilla, La Lasa y El Serrano. Por último, en la parte alta del pueblo estaban, en la calle Santa Ana, Pachón, Rita y El Tuerto y bajando, en la calle Minas, El Mosco.

La tienda de Vicente Jiménez era de tejidos, pero la amplió y también empezó a vender comestible. Tenía un sobrino trabajando con él, que lo mandaba a mirar a las otras tiendas, a ver si había mucha o poca gente. Como estaba todo el día dando vueltas le decían el Sputnik, pues era en la época en que los rusos lanzaron su primer satélite al espacio. Cuando el sobrino hacía algo mal, lo castigaba haciendo que se metiera hasta las rodillas en un saco de alpiste y lo mandaba a la cama sin lavarse las piernas. El polvo de alpiste si no te lavas la zona de contactos, pica muchísimo, así que el pobre muchacho estaba toda la noche rascándose las piernas.

En la tienda de Mallén, vendían novelas de aventuras de la colección El Molino. Yo compraba las de Julio Verne y de Emilio Salgari y me transportaban a las selvas de Borneo o al fondo del mar con el Nautilus.

En la de Melitón, vendían unos puritos de brea, que a los chavales nos gustaban mucho. Este hombre que vendía cuerdas y sogas de todos los tamaños, al final terminó ahorcándose con una cadena. Tenía varios hijos, pero uno se volvió loco y estaba todo el día sentado en un sillón detrás de una ventana, pues estaba cojo de los dos pies y andaba con muletas. Los chavales le preguntábamos: “¿De qué color es el caballo blanco de Santiago?” y él contestaba, “Morao” y los niños “Blanco” y él seguía “Morao”. Cuando ya se hartaba decía: “¡Din Don!, la una en el Vaticano”. Siempre era la una y nunca decía otra hora y tampoco cambió el color del caballo. Un día vino un coche amarillo y se lo llevaron al manicomio.

Paco el Alcalde también se suicidó a mediados de los cincuenta, pegándose un tiro en la sien, con su pistola.

A mediados de los sesenta, se nos obligó a cerrar los domingos, pero había muchos vecinos y clientes que entraban por el postigo y se les atendía.

También por esos años, se empezaron a vender huevos en las tiendas, pues antes se compraban en las casas particulares que tenían gallinas.

Los suministradores principales que venían al pueblo, eran tres y los tres de Malcocinado. Uno se llamaba Víctor, otro Californio y un tercero que se llamaba Fernando. Los dos primeros empezaron a venir en motocarros y el tercero en un coche de los años veinte. Con las carreteras de tierra de la época, era toda una aventura. Luego con los años se compraron unas furgonetas y tragaban menos polvo. Fernando se cambió el coche de los años veinte por otro de los años treinta, que arrancaba con manivela. Un día aparcado en la Plaza cerca de la fuente, arrancó el coche con la primera puesta y salió el coche andando detrás de él y se estrelló contra la fachada de San Vicente. Él pudo apartarse y decía: “¡El hijo de punta, no me tiene ganas!

A mediados de los sesenta, muchas familias emigraban a Barcelona, Madrid, Bilbao y los más arrojaos a Francia o Alemania. Se nos fueron muchos clientes, que incluso vendían sus casas y sus bestias y se marchaban. Todos los años, los que venían de vacaciones, al regreso arrastraban a otras familias, el pueblo se quedaba más vacío y cada vez teníamos menos clientes. Así que mi padre en el año 1970 cerró la tienda porque se jubiló antes de tiempo, por enfermedad. Había cogido una depresión que en Sevilla se le quitó, al desconectarse de todos los problemas que le daba la tienda, sobre todo, los económicos.

Yo para esas fechas ya no estaba en el pueblo, porque unos años antes dejé la tienda y me fui a trabajar a Castellón de la Plana. Había estudiado dibujo técnico y entré como delineante en una Petroquímica que había en dicha ciudad. Luego, dentro de la misma empresa me trasladé a la Refinería de Huelva, donde me jubilé.

                                               Luis Carbajo Arcos

Interesante todo lo que nos ha contado Luis Carbajo en este inicio de capítulo, donde nos ha hecho llegar la historia de su familia, pero también las necesidades que todos los vecinos pasaron en estos años, cómo se las arreglaban para poder subsistir los primeros años del hambre y la forma en que llegaba el café o el azúcar, por medio de los estraperlistas. Gracias por esos recuerdos tan precisos, que nos ha permitido conocer datos de esa época que ignorábamos.

Lo mismo ocurría en el Ayuntamiento, ya que la situación económica en estos años se hacía sentir en las decisiones que tiene que tomar el Consistorio. Así el 1 de enero de 1944 se acuerda por unanimidad desistir, de momento, de la construcción de las 23 viviendas que tenía en proyecto este Ayuntamiento. No serían las últimas.

También se acuerda abrir el pozo existente en la calle Berrocal Chico, para que los vecinos puedan beneficiarse de su uso.

Aunque sí son posibles otros acuerdos, como el de la sesión del 17 de enero, donde se autoriza al Alcalde para la adquisición de uniformes para la Guardia Municipal, con cargo al capítulo correspondiente del Presupuesto Municipal.

El 1 de febrero, se decide la instalación de un teléfono urbano en la estación férrea de esta localidad, costeado por el municipio, quedando prohibidas las conferencias interurbanas, ni ninguna otra clase de gastos, nada más la cuota mensual de abono. Poco duró el teléfono ya que el 4 de julio debido a que RENFE no quiso  hacerse cargo de parte de los gastos del teléfono, se acordó comunicar a Telefónica que retirara dicho teléfono.

Se concierta rebajar el alquiler de la casa en López de Ayala, 5, en 200 pesetas anuales, ya que sólo se usa para escuela parte de la planta baja.

Y por último, se acuerda por unanimidad colocar una lápida conmemorativa en la fachada del edificio de esta localidad donde nació Pedro Ortega, descubridor de la isla de Guadalcanal. No sé lo que ocurriría, pero la placa, al parecer, nunca se puso.

 Más obras en el municipio, porque en la sesión del 1 de marzo, se aprueba el proyecto de adoquinado de la calle Guaditoca, desde la de la Concepción hasta Queipo de Llano.

De nuevo problemas con el Cementerio Municipal, ya que el 16 de marzo, por estar en ruina la pared del segundo patio, se acuerda su derribo y reparación.

No desiste el Ayuntamiento en su intención de escuelas para el municipio, ya que el Alcalde da cuenta en el Pleno del 31 de marzo del viaje realizado a Sevilla junto a otros miembros del Consistorio, para lograr la construcción de los Grupos Escolares con viviendas protegidas y de otros asuntos de verdadero interés para el municipio, aparte de los que se relacionan con el orden público y el no poder salir los patronos de la localidad para cultivar sus tierras y cuidar de su ganado los obreros.

Se acuerda gestionar con la Diputación de Sevilla la reparación del camino de Guadalcanal a Puebla del Maestre, ya que con ello se mitigaría el paro obrero.

De nuevo el tema de las viviendas sale en el Pleno del 30 de abril, donde se aprueba la construcción del Grupo Escolar y la de 60 casas de viviendas protegidas.

Ante la solicitud de las Cofradías de Penitencia de una subvención para ayudar a la salida de sus pasos, se acuerda por unanimidad, subvencionarlas con 500 pesetas a cada una de ellas. Están de enhorabuena las Hermandades, ya que aunque la situación económica del Ayuntamiento es pésima, el aumento ha sido importante, pues en sólo dos años han pasado de 100 a 500 pesetas.

También se acuerda contribuir al homenaje organizado por la Diputación Provincial a favor de Gonzalo Queipo de Llano, con 250 pesetas.

En vista de que el vecino de esta población Manuel Escote Sánchez, viene dando clases de solfeo desde el pasado mes de enero a varios jóvenes pobres, se acuerda gratificarlo durante el primer trimestre con 400 pesetas.

También se informa que desde primero de mes viene realizando el trabajo de Repartidor de Telegramas, el vecino Antonio Palacios Gil, con la gratificación de 50 pesetas mensuales.

En la reunión a la que se asistió en la Diputación Provincial, se consiguió una subvención para efectuar obras de reparación en los caminos de Cazalla a Guadalcanal y a Malcocinado.

También el 16 de mayo se da cuenta de que la Diputación de Sevilla autoriza las obras para el traslado del pilar de El Coso y así poder asegurar el abastecimiento de agua en esta localidad.

A primeros de junio el Ayuntamiento llega a un nuevo acuerdo con la Agrupación Musical para la celebración de conciertos los días de fiesta, desde el día del Corpus al siete de septiembre. Se aprueba el pago de 2.500 pesetas, entendiendo que es beneficioso para los vecinos.

También se acuerda la cesión a la Diputación Provincial de la travesía que enlaza el camino de Alanís a Guadalcanal, hasta su unión con la carretera de Cazalla de la Sierra.

Por último  se solicitará al Ministerio de Trabajo una subvención para obras de saneamiento y urbanización de esta localidad, con cargo a la Comisión interministerial del paro.

En el Pleno del 19 de julio, se da lectura del expediente de jubilación del Inspector Farmacéutico Municipal, Rogelio Vázquez Rivero.

El Alcalde también informa que hallándose destacado en esta localidad un Grupo Móvil de fuerzas de la Guardia Civil para perseguir a los rojos huidos, interesa que se estudie lo referente al alojamiento de estas fuerzas. El 1 de agosto, se acuerda que la citada unidad se aloje en la posada de Aquilina Calderón Morente, para lo que se habilitarán las partidas presupuestarias necesarias.

También se aprueba la construcción de un pajar en el Matadero Municipal, con destino a la caballería.

Se da cuenta de la toma de posesión, el pasado 26 de junio, del nuevo Secretario de la Corporación, Ambrosio Yarza Badiola.

La Iglesia también sigue con sus obras, así en la Hoja Parroquial del 1 de agosto podemos leer lo siguiente: El pasado lunes, día de Santa Ana, se celebró en la iglesia del mismo nombre, solemne función religiosa a la que acudieron muchos devotos. Momentos antes de empezar la santa misa, se procedió a bendecir el nuevo retablo costeado por suscripción popular.

Y de bendiciones de nuevas imágenes sigue la cosa, ya que en la Hoja Parroquial del 8 de agosto, leemos la siguiente noticia: En la iglesia parroquial de Santa María de la Asunción se procedió el pasado domingo, a la bendición de la imagen de Nuestra Señora de Fátima, donada por José Pérez de Jiménez y su señora Carmen Morales, en nombre de su hijo Manolito enfermo de nacimiento.

También en la Hoja Parroquial del 20 de agosto se informaba sobre la festividad de San Vicente Paúl, patrono de la Conferencia. Durante los cultos se comunicó que el próximo año se celebrarán ante una nueva imagen de dicho santo, que se colocará en el altar de la Virgen del Carmen, en el sagrario de la parroquia. Ha sido donado por una persona que oculta su nombre.

En la tarde del domingo día 27 de agosto se bendijo por el párroco Juan Romero, el cuadro de azulejos con la imagen de la Virgen de Guaditoca, colocado por acuerdo del Ayuntamiento en el nuevo pilar instalado en el parque de El Coso, según podemos leer en la Hoja Parroquial del 10 de septiembre.

Con efecto de 1 de septiembre, se nombra con carácter interino, Inspector Farmacéutico a Joaquín Isern Fabra, por jubilación de Rogelio Vázquez Rivero.

El 6 de septiembre en el periódico ABC, apareció la siguiente noticia: La obra previsora del régimen. Es noticia grata, que llena el ánimo de confianza y seguridad en nuestro futuro, la de la especie de ésta, que puede leerse en la Prensa: en la comarca de Cazalla y Guadalcanal se aprovechan actualmente las aguas del río Viar para alimentar un gran pantano, de nombre El Pintado, que embalsará ciento setenta y cinco millones de metros cúbicos de agua normalmente, y puede llegar a contener los doscientos millones en tiempo de grandes lluvias. Es ingente esta obra, que tendrá un costo, en redondo, de cincuenta millones de pesetas. La comarca agraria que este pantano regará es actualmente seca, pedregosa, de indudable belleza, pero de una belleza estéril. Y he aquí que en pocos años podrá trocarse en una cuidada zona de regadío, en que serán fáciles los cultivos hortenses, más reproductivos. Y de la catarata de agua volcada de ese pantano surgirá la energía eléctrica necesaria para convertir en industrial una comarca de arcaicas costumbres agrícolas; y esa energía llevará luz y fuerza a las ciudades de la Andalucía baja y podrá sustentar empresas fabriles que hoy serían imposibles. Así, con igual serena ambición, extendida a la construcción de presas y embalses de agua por todas las comarcas españolas, no se producirán, ciertamente, en un porvenir muy próximo las molestias y privaciones públicas que ahora se padecen. Y esta es una vigorosa lección. Una lección de hechos. En medio de vehementes aciertos, hubo en el pasado algunos momentos de imprevisión del mañana. Hoy, el Estado nuevo es un régimen previsor y laborante “hacia el porvenir”. Tal es su más notable carácter. La preocupación de hoy mismo es muy poderosa; pero, con un sentido trascendente de gobierno, lo es tanto o más la de mañana. Cada día se levanta la obra, que no exigen las conveniencias de hoy, sino las del porvenir. Sea un porvenir remoto, al que atiende el ideal; séalo próximo, como el resuelto y superado por construcciones como este pantano, El Pintado, de Cazalla de la Sierra.

En el Pleno del 15 de septiembre, se aprueba una subvención de 400 pesetas para la Revista de Semana Santa del año actual.

También se acepta la renuncia del Guardia Municipal Servando Carrasco Carrasco y de Daniel Zújar Rosa, por dedicarse al cultivo de sus tierras. Se nombran Guardias Municipales interinos a Ramón Criado Heredia y José Murillo Flores.

Se aprueban los gastos de Ferias del presente año, que ascendieron a 9.316 pesetas.

El 4 de octubre el Ayuntamiento fue informado de una instancia presentada por Carmen Núñez Viejo, donde da cuenta del nacimiento de dos hijas gemelas y solicitando una ayuda para su manutención.

También se vio escrito de la Diputación Provincial de Sevilla, por el que solicita una certificación catastral de que los terrenos que se van a usar para la construcción de 60 viviendas protegidas son propiedad del Ayuntamiento.

En escrito del Gobierno Civil de 18 de octubre, se comunica el cese de los gestores, Enrique Gómez-Álvarez Alejandre y José Yanes Criado. Se nombran nuevos gestores a Antonio Crespo Ramos y Pedro Rivero Rivero.

También se acuerda la adquisición de capotes para los Guardias Municipales.

En el Pleno del 27 de octubre se da lectura a la propuesta de Presupuesto para el año 1945, que asciende a 565.200 pesetas, que en principio es aprobada por la Comisión Gestora.

También se aprueba el expediente de depuración contra el funcionario del Ayuntamiento, José Antonio Cordobés Pinelo, realizado por el Juez Instructor Antonio Fontán Martínez y se acuerda su envío al abogado asesor de este Ayuntamiento para que informe sobre el mismo.

El 14 de noviembre, la prensa se hace eco de la siguiente noticia de sociedad: En Guadalcanal, en la parroquia de Santa María, el pasado día 4, se celebró la boda de la señorita Eloisa Cerrato Rivero con el farmacéutico don Manuel Otero Torres. Apadrinaron a los contrayentes el padre del novio y la hermana de la novia, siendo bendecida la unión por el ilustrísimo y reverendísimo señor obispo de Almería. Firmaron el acta don José Luque Cuenda, don Manuel Otero Vallejo, don Juan Campos Navarro, don Marcelino Acosta Muñoz y don Ramón Otero. Los concurrentes al acto fueron espléndidamente agasajados en el domicilio de los padres de la novia. El nuevo matrimonio salió de viaje para Sevilla y otras capitales de España.

El Consistorio el 16 de noviembre vio la factura presentada por Aquilina Calderón Morente, referente a la estancia de la Guardia Civil en su posada durante el mes de octubre, que importa 460 pesetas, que no siendo factible su pago, pasa a créditos reconocidos.

Visto el ofrecimiento de suministro de agua del vecino Ventura Carmona Paredes para regar el cementerio, se acuerda la redacción de un documento para que firme la cesión de dicho manantial.

Siendo necesario efectuar reparaciones en la Plaza de Abastos, con el fin de unificar la instalación de los puestos del mercado, se acuerda solicitar presupuesto técnico al arquitecto Antonio Delgado Roig para su posterior aprobación.

De nuevo a la vista de la situación económica del Ayuntamiento, la Comisión Gestora aprueba desistir de la construcción de 23 viviendas protegidas, por la imposibilidad de hacer frente a un costo de 1.200.000 pesetas.

Tratando de rebajar los gastos, se acuerda también la amortización de la tercera plaza de médico de asistencia sanitaria, por considerarse que no es necesaria en los momentos actuales.

El Consistorio retoma el asunto de la destitución de un funcionario del Ayuntamiento. Así, el 4 de diciembre se informa que recibido el informe del abogado sobre el expediente de depuración que se lleva a cabo contra el funcionario del Ayuntamiento José Antonio Cordobés Pinelo y a la vista del citado informe y previa discusión, se acuerda la destitución del citado funcionario.

También se acuerda la cesión de terrenos en el Cementerio Municipal a Magdalena Rivero Espino, para la construcción de un panteón.

 Igualmente se aprueba solicitar a la Jefatura de Obras de la provincia, la construcción de un puente en la carretera que va a unir Guadalcanal con Valverde de Llerena.

Se solicita al constructor Manuel Rius Vázquez, presupuesto para la construcción de un campo de deportes en El Coso, destinado al Frente de Juventudes.

Se aprueba el pago de la construcción de 32 nichos en el Cementerio de San Francisco, que asciende a 3.864 pesetas. También de las mamparas instaladas en las oficinas de Secretaría del Ayuntamiento, que importan 1.571 pesetas y el pago de los Derechos Reales de la inscripción de la iglesia de San Sebastián a nombre del Ayuntamiento, por importe de 1.661 pesetas.

Por último se aprueba que se reparen las viviendas que se vieron afectadas debido a las fuertes lluvia en los meses de agosto y septiembre, en la calle Sevilla, Mieras, Avda. de Portugal, Moro y Majalillo. También hubo que reparar urgentemente, la carretera que lleva a la estación de la vía férrea.

En el último Pleno celebrado el 18 de diciembre de 1944, se acuerda admitir a José Rivero Sanz, para realizar trabajos varios como temporero, con un haber mensual de 250 pesetas y se acuerda el nombramiento de Guardia Municipal a Antonio Fernández Sánchez y a Benigno Riaño Rivero, con un jornal diario de ocho pesetas.

Se aprueba definitivamente el Presupuesto Municipal para el año 1945, por un total de 649.254 pesetas.

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