Galería de guadalcanalenses ilustres: Dr. Pedro Vallina

Rafael Espínola Rodríguez – RG año 2003

          Muchos y muy famosos paisanos en distintas facetas sociales ha dado nuestra villa para la historia, pero quizás uno de los menos conocidos, es el Dr. Pedro Vallina, anarquista, médico, humanista y escritor,  que nació en Guadalcanal (Sevilla) en el año 1879 y murió en el exilio en Veracruz (México) en el año 1970.

Debido a mi colaboración en el Diario de Teruel, al recabar datos para un artículo sobre los médicos en la política española de la I República, conozco la trayectoria política y humana del Dr. Vallina.

Cuenta en sus memorias que nació y vivió sus primeros años en Guadalcanal; Su padre era de origen Asturiano, propietario de una confitería y que amasó una pequeña fortuna, comprando varias fincas con olivares, naranjos y frutales e incluso una pequeña huerta, con el objeto principal de dar trabajo a los menos favorecidos de nuestro pueblo; Su madre era  de Cantillana, andaluza, guapa y con un carácter totalmente distinto a la sobriedad de un montañés Asturiano emprendedor, que llegó a Sevilla siendo muy joven a mediados del siglo XIX, andando desde su Asturias natal con un grupo de amigos  para buscar fortuna.

Siendo conocido el Dr. Vallina principalmente por su trayectoria política, no quisiera profundizar  sobre esta faceta, sino en la que para mí es más importante, es decir, en su carácter social y humano que después de leer su autobiografía y el prólogo de su primera obra “MIS MEMORIAS” escrita por Paulino Díez, le definen como un personaje antes que político, con un profundo sentido humano y comprometido con las tendencias sociales de su época.

Por su profesión, un buen médico colaborador en multitud de proyectos  de investigación y trabajos en hospitales de varios países, ya que sus continuos exilios le llevaron trabajar fuera de España durante periodos mas prolongados que en su propio país, pudo tener una posición acomodada, pero su carácter humanitario le hizo vivir en varias etapas de su vida al borde de la pobreza, cuenta su prologuista  “que despreocupaba su supervivencia hasta el extremo que su familia había días que no comían mas que una vez y gracias a la generosidad de sus vecinos”, pocos ingresos podían proporcionarle la clientela que tenia en aquella época en su consulta, principalmente de la campiña sevillana de donde acudían los campesinos, “algunos como pago de su visita, traían un pollo, huevos o cualquier otra cosa, que entraban por un lado y salían en manos de un necesitado por otro”.

Igualmente comenta que la escasa fortuna familiar recibida, la dedicó para contribuir a la construcción del Sanatorio Antituberculoso  de Cantillana, pueblo natal de su familia materna, con el único condicionante “que serán atendidos todos los enfermos sin tener la obligación de pagar si no tienen medios para ello”.

Esta obra, a la que dedicó el Dr. Vallina todos sus esfuerzos y dineros, fue financiada en gran parte por los sindicatos y el pueblo de Cantillana, cuyos vecinos trabajaron desinteresadamente y contribuyeron con aportaciones económicas, así mismo, cabe destacar la suscripción popular que se hizo en el periódico “El Liberal” del que era director y amigo personal, Don José Laguillo.

Este sanatorio llegó a funcionar de manera admirable y solidaria en los  primeros años,   pero luego fue abandonado y destrozado, cuando el Dr. Vallina fue encarcelado, deportado y apartado de su obra, primero por el gobierno de la República y finalmente por la dictadura de Primo de Rivera, fue saqueado, quemado y finalmente  destruyeron todo lo que no ardía.

Por aquellas fechas era muy conocido en los  círculos menos favorecidos de Sevilla  y Cádiz, atendiendo a los necesitados a cualquier hora del día o la noche, con el sólo pago de su amistad y las largas charlas sobre política y desigualdad, llevaba su forma de entender y practicar la medicina hasta sus últimas consecuencias, “llegando a acompañar a los enfermos hasta los últimos momentos, no abandonado la casa del finado hasta limpiar y desinfectar la habitación donde yacía con sus propias manos”.

Era una persona especialmente critica con la evaluación de los aconteceres de su época, descubrió entre otras, las causas de la insalubridad del agua en Sevilla, empezó una campaña contra las autoridades sanitarias, denunciando el alto índice de tuberculosos en la ciudad, por el abandono de limpieza y salubridad  que sufrían los barrios marginales, llegando a provocar una huelga de inquilinos por el abandono de las viviendas, fue censor visceral y a veces despiadado con el poder establecido y con la Iglesia, con las consiguientes consecuencias políticas de marginación pública y continuos exilios.

Otra referencia encontrada sobre la vida del Dr. Vallina, aparece publicada en el libro “De la Estepa Extremeña a La Rioja Argentina”, escrita por el profesor Téllez Manrique, nacido en Fuenlabrada de los Montes (Badajoz) en el 1910 y  exiliado en Argentina.

Este profesor en un capítulo de su libro describe: “…al camarada Vallina le conocí en mi adolescencia, allá por tierras extremeñas, pues en Fuenlabrada de los Montes y los pueblos de la comarca pasaba largas temporadas de exilios.

Se preocupó de organizar a los campesinos frente a la dictadura oligarca de los santones del pueblo, haciéndose muy popular entre las gentes sencillas, pero sobre todo, antes que político fue médico, controlando las epidemias producidas por la triquinosis y el carbunco, educando a aquella pobre gente para que enterraran los cadáveres de los animales y no sirvieran de alimento.

Recuerdo que un día trajo a pie por los caminos polvorientos desde Siruela, un pueblo que distaba más de 30 Km del mío, unas treinta ovejas y cuatro cerdos que cambio por los animales que padecían enfermedad para analizar su comportamiento frente a la misma.

Fue mi criticado por la Iglesia, pues los domingos organizaba cuadrillas de campesinos para hacer trabajos en común…”

Finalmente cabe resaltar su amistad con Blas Infante, tratando los temas agrarios, movimientos campesinos y haciendo emerger el movimiento que hoy se conoce como Cooperativas,  su apoyo a la candidatura andalucista de Blas Infante, aún no compartiendo totalmente sus tesis y planteamientos, fue comprometida y arriesgada para su prestigio entre los cenetistas, que no compartían por entonces las formas electoralistas.

Esta amistad hacia que Blas Infante le defendiese de todos sus detractores e incluso llego a pronunciar una frase en una tertulia,  “ es preciso concluir de una vez para siempre con la leyenda del “Tigre”,  como los privilegiados llamaban a Pedro Vallina”  cuando se comentaba la afinidad del doctor con los “dinamiteros”,  su amigo y discípulo Antonio Rosado dice en sus memorias que “no fue nunca amigo ni vio con buenos ojos… a los partidistas dinamiteros”, a pesar que en sus tiempos de juventud fabricaba bombas en París para los Movimientos Revolucionarios en España.

De nuestro ilustre paisano D. Adelardo López de Ayala, en una tertulia en París en la que entre otros se encontraban, Gravé, Harvey y Coussenel, al ser preguntado por éste comentó, “…Era buen escritor, pero aquel pequeño aprendiz de político de enorme cabeza, era de Guadalcanal, sólo para la historia, vivió y pensó como extremeño presentándose por la mitad de sus municipios para conseguir sus objetivos, como político fue un conspirador, que se atrevió  a medrar con liberales, progresistas, monárquicos, republicanos…, en fin un figurón…”

Leyendo sus memorias, quizás lo menos positivo para un Guadalcanalense como yo, es el capitulo de su biografía que  describe al pueblo y personajes  que conoció en su infancia y primeros años de juventud, de una forma ácida y anodina, al hablar de sus vecinos y costumbres de una forma peculiar, que no comparten otros autores de la época, y que sólo los más ancianos  del pueblo, pueden dar fe o negar éstos comentarios:

“El personal en su mayoría valía poco o no aspiraba a otra cosa que vegetar. La propiedad de la tierra estaba en manos de unos pocos, los más malos y brutos.

Los ricos holgazanes pasaban el día en el casino, hablando tonterías; Los artesanos, las noches en las tabernas, y los pobres jornaleros sin tierra ni pan, vivían miserablemente, ganando una peseta cuando encontraban trabajo.

Había un pequeño grupo de montañeses llegados de fuera, como mi padre, más civilizados, de ideas libres y dedicados al comercio.

Las mujeres de los ricos hablaban como cotorras, se visitaban entre ellas y organizaban fiestas religiosas, bailes y corridas de toros, pero las mujeres de los pobres, servían de criadas y lavanderas y en la cogida de la aceituna ganaban cincuenta céntimos, escasamente para una mala comida.

En aquel ambiente monótono las fiestas anuales eran esperadas con impaciencia. La mas “distraída” era la Semana Santa, en la que salían varios pasos, caricaturas de los de Sevilla, se hacían las cosas a lo vivo, a “Judas” se le perseguía y se le apedreaba, escapando vivo por la ligereza de sus pies. Se detenía a un viejo mendigo, se le encerraba en un calabozo y al día siguiente un cura le lavaba los píes.

Una buena moza, que gritaba fuerte, hacia de Verónica y en la plaza pública cantaba y limpiaba las lágrimas de la Virgen, pero sobre todo, el sermón de las cuatro horas era imponente, Se traía a un predicador de fama y todas las damas acudían emocionadas con sus mejores atavíos a escuchar su “santa” palabra.

Se bebía mucho aguardiente y se comían ricos dulces preparados con miel de la sierra.

No salía mejor parado el poder establecido, cuando en otros de sus párrafos comenta:

“El Ayuntamiento no era nombrado por el pueblo sino por el cacique, que escogía los mas pillos y se quedaban con todos los ingresos municipales, faltando la luz y el empedrado.

El Juzgado Municipal era una cosa por el estilo; el juez sólo atendía a los más influyentes.

Pero lo que allí estaba en su puesto era el cuartel de la guardia civil, para proteger a los ricos y atemorizar a los pobres con sus procedimientos crueles”.

De la Iglesia prefiero obviar sus comentarios, ya que en él se citan personajes que no he conocido, y al no encontrar bibliografía sobre ellos, no puedo verificar sus nombres y situaciones, simplemente como reseña, dice de un cura del pueblo que conoció en su adolescencia, “que cuando estalló la revolución popular el cura principal  que había ejercido una influencia perniciosa en el pueblo, fue fusilado dos veces. La primera se quedó mal herido y a la mañana siguiente lo encontraron con vida, sentado sobre una tumba y rezando, y fue fusilado definitivamente, éste cura había equivocado el camino de la vida y en vez de seguir la doctrina de Cristo, que le hubiera hecho un hombre feliz, siguió la del demonio que le llevó al infierno”.

El Doctor Vallina participa activamente como Alférez Medico de Sanidad en la Guerra Civil Española, en varios frentes de Castilla, Valencia y Cataluña,  pero cuando cayó la resistencia de Cataluña se exilió en Francia.

Allí a pesar de que había pasado parte de su juventud y tenia buenos amigos, su pasado de revolucionario le hizo sentirse perseguido y evacuado en el vapor La Salle camino a Santo Domingo, finalmente se estableció México, lejos de la metrópoli, pasó sus últimos veinte años en el pueblo de Puerta Bonita del Estado de Oaxaca, que debido a su clima tropical padecían su población grandes problemas con el paludismo.

La mayoría  de ésta población eran de origen indio y muy pobres, así que nuevamente pasó por problemas económicos, ejerció hasta los últimos años de su vida, finalmente enfermo y con avanzada edad accedió a ser traslado a la Ciudad de Veracruz, donde falleció el 14 de Febrero de 1970 a los 91 años de edad, rodeado de apenas una decena de amigos y añorando su patria.

Opinión.

 No es mi intención resaltar lo positivo o negativo del Dr. Vallina en éste breve articulo, quizás pueda parecer así si sólo se lee una pequeña parte de su vida, creo que para conocerlo realmente y para juzgarlo es necesario analizar  su obra autobiográfica y  el resto de publicaciones editadas por él y sobre él.

Cómo reflexión quiero terminar con un aforismo de nuestra paisana Ramona Yanes, “Un hombre bueno es el que se abstiene de hacer mal, un hombre malo es el que se abstiene de hacer bien”, y un proverbio chino dice “al final de los días de nuestra vida seremos juzgados por nuestros hechos en una balanza, si ésta se inclina hacia el mal, que mal, si se inclina hacia el bien,  que bien, ¿cuál será mi inclinación cuando me muera?”

Bibliografía

“Mis Memorias” del  Dr. Pedro Vallina, reeditado por el Centro Andaluz del Libro en el año 2000.

De la Estepa Extremeña a la Rioja Argentina” del Profesor Téllez Manrique, editado por Editores Mexicanos, México DF 1971

Prólogo de sus memorias de  Paulino Díez,  Editora Colon 1967

Archivos sobre la clase médica en  la  I y II República Española, del Centro de Estudios Turolenses.

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