Casas tercias o de bastimento de la Orden de Santiago en Andalucía: La Almona de Guadalcanal (Sevilla)

María del Valle Gómez de Terreros Guardiola, de la Universidad de Huelva

 y María Gracia Gómez de Terreros Guardiola, de la Universidad de Sevilla.

Artículo publicado por la REAL ACADEMIA DE BELLAS ARTES DE SANTA ISABEL DE HUNGRÍA, con el apoyo de la REAL MAESTRANZA DE CABALLERÍA DE SEVILLA, editado a finales del año 2010, en su revista de Temas de Estética y Arte XXIV (460 páginas), y dentro del apartado de Arquitectura (pág. 113-142)

RESUMEN

Escaos son los edificios civiles, como casas tercias o casas de encomiendas, que han llegado desde la Baja Edad Media hasta la actualidad en Andalucía. Entre ellos destaca, por su singularidad, el edificio denominado La Almona, sito en Guadalcanal (Sevilla), que perteneció originalmente a la orden de Santiago. Hoy está en manos privadas y presenta un alto riesgo de ruina y desaparición.

El presente trabajo recoge y analiza toda la información documental localizada, la obtenida de la propia edificación, y añade nuevos datos que van arrojando luz sobre esta construcción y su historia. Finalmente, tratando de generar alguna inquietud sobre su mantenimiento, se describe el actual estado de conservación del edificio y los distintos usos que se desarrollan hoy en el mismo.

La orden de Santiago participó activamente en la reconquista de Andalucía, por lo que obtuvo, en el siglo XIII, importantes posesiones territoriales en la región. Con ellas se fueron articulando diversas encomiendas, la mayoría ubicadas en las provincias de Sevilla y Jaén, algunas de las cuales se mantuvieron vigentes hasta entrado el siglo XIX. Dicho amplio marco cronológico ha permitido que, en las poblaciones que las conformaron, se conserven en ocasiones no sólo castillos (en peor o mejor estado) o templos parroquiales, sino también, aunque más extrañamente, algunos edificios civiles, como casas tercias o casas de encomiendas, y otros con carácter religioso y/o asistencial, como ermitas u hospitales, que eran supervisados por los santiaguistas. Es evidente que, desde la Baja Edad Media hasta la actualidad, dichas construcciones han sufrido reparaciones continuas y numerosas transformaciones y reformas, cuando no auténticas reconstrucciones. Sin embargo, quedan algunos ejemplos que, de alguna manera, parecen conservar ciertos elementos y aún el aroma de aquella época. Este es el caso del edificio que queremos analizar en este trabajo:

La Almona, sito en Guadalcanal (Sevilla), (lám.1). El estado de ruina en el que se encuentra parte del mismo nos parece un motivo más que suficiente para intentar llamar la atención sobre esta obra arquitectónica de un valor singular[1].

La Almona parece que fue, a tenor de la documentación consultada, una casa de bastimento perteneciente a la orden de Santiago y, en concreto, a su mesa maestral[2]. Si, como creemos, la cronología planteada por Hernández Díaz, Sancho Corbacho y Collantes de Terán, la primera mitad del siglo XIV[3], es cierta, puede ser una de las construcciones destinadas a almacenaje (del tipo cillas, tercias y pósitos) más antiguas de Andalucía, al menos si consideramos las que se catalogaron hace algunos años en una interesante publicación patrocinada por la Consejería de Obras Públicas y Transportes de la Junta de Andalucía[4]. Quizás por ello el profesor Rafael Cómez Ramos la ha calificado como un edificio “único en su género dentro de la arquitectura civil andaluza de época medieval”[5]. Hay que tener presente, como afirma Antonio Miguel Bernal, que las referencias documentales más antiguas existentes sobre almacenes de granos en Andalucía, “nos sitúan a mediados del siglo XV, aunque probablemente existiesen desde época anterior”. El mismo autor también apunta que apenas se localizan edificaciones de este tipo anteriores al siglo XVII, pues dichos graneros solían ocupar dependencias anejas de edificios municipales, por lo que no proliferaron, en cuanto construcciones autónomas, hasta el siglo XVIII[6].                        

Esta casa de bastimento compartiría el mérito de su antigüedad, en territorio cristiano, con otros dos edificios ya catalogados en el aludido estudio: la casa tercia de Siles y la torre tercia de Génave, ambas sitas en la Sierra de Segura, en la provincia de Jaén, y debidas igualmente a los santiaguistas[7].

También podríamos quizás considerar algún otro caso, como la torre (magnífica) de Torres de Albanchez, utilizada en el siglo XVI para el mismo fin. En definitiva: la aportación de esta orden militar al patrimonio andaluz es más relevante de lo que en principio se podía pensar, siendo este escrito una pequeña muestra de ello.

Algunas tercias significativas de la orden de Santiago en Andalucía           

Las tercias o bastimentos son un tipo de edificación de carácter civil que entraría, junto con las casas de las encomiendas, en el grupo de construcciones generadas para la correcta administración y gestión económica de los territorios de la orden militar de Santiago. Se trata de edificaciones que no son del todo distinguibles, ni uniformes. Los castillos constituyeron, lógicamente, los primeros centros organizativos y residenciales de la orden (además de defensivos y representativos), por lo que fueron también lugares donde se incluían dependencias para almacenaje. Después, muchos de ellos se abandonaron y se construyeron casas de encomiendas, a veces realmente señoriales, que podían contener dentro habitaciones domésticas y para el depósito de diezmos y demás, es decir, patios, bodegas, caballerizas, cocinas, hornos, graneros… generando un tipo bien estudiado en Extremadura por Aurora Ruiz Mateos[8]. Pero los bastimentos o tercias también podían erigirse aislados, como en Guadalcanal (si aceptamos la hipótesis planteada), o contener simplemente una vivienda para el tercero o el administrador, sobre todo en los lugares que no eran cabeceras                                                                                                       

de las encomiendas. A su vez, otros tipos de construcciones fortificadas podían destinarse, una vez perdida su función original, a tercia o lugar de almacenaje. En cualquier caso, solían en su origen estar en el centro de las poblaciones, junto a la iglesia o cerca del castillo del lugar. También hay que decir que estas construcciones recibían diversos nombres: casa tercia, casa de bastimento (en Extremadura), casa del diezmo, casa o palacio de la encomienda o bastimento del vino[9].

En algunas de las localidades que en su día pertenecieron a la orden de Santiago se conserva el recuerdo de las casas tercias o de las de encomiendas, denominándose así el lugar en donde estuvieron, aunque las construcciones que hoy lo ocupan no tengan nada (o tengan muy poco) que ver con las originales. En otras se señala alguna casa como de la encomienda o tercia, sin que tengamos absoluta certeza documental que, de momento, confirme la información.              

Quizás la construcción más unánimemente reconocida como casa tercia sea la que se encuentra junto al torreón denominado “El Cubo”, en Siles, Jaén (lám. 2). Se localiza junto a los restos del castillo de la localidad y muy próxima a la parroquia. Según las Relaciones de Felipe II, estaba “junto a la fortaleza en la qual vibió muncho tienpo don Rodrigo Manrrique, maestre de Santiago, en la qual murió. Y en la dicha casa se allegan los diezmos de pan e vino…”[10].

En 1725 la tercia tenía sus cámaras altas “muy buenas para enzerrar los granos y por abajo abitación para el terzero”. Entonces la orden disponía además de una casa tercia “del vino” que estaba “entre las murallas así de la villa como de la Encomienda y está al pié del castillo”[11]. El Cubo, las murallas a él adosadas y la que lo separa de la tercia, así como los localizados restos de un aljibe, se podrían datar a finales del siglo XIV. En el XV se fechan la tercia y los muros restantes del edificio anexo al Cubo[12]. La tercia que hoy se conserva en buen estado es la del grano. Se trata de un edificio de dos plantas, bastante sencillo, que recuerda la arquitectura popular de la zona, con planta rectangular y pocos vanos, muros de mampostería, reforzados con sillares en las esquinas, y tejado a dos aguas. Actualmente está distribuida y se utiliza como vivienda [13].

La tercia de Génave (láms. 3 y 4), ubicada también en el centro de la población, era originalmente una torre defensiva, rodeada de un recinto menor (aunque con andén, pretil y almenas) o “cortijo” (como se denomina en la documentación), sin llegar a ser, creemos, un auténtico castillo[14]. Era un tipo de complejo defensivo común en poblaciones menores de la zona de la Sierra de Segura y que existió, por ejemplo, también en Torres de Albanchez, Villarrodrigo, Orcera o Benatae (desaparecidos en estas dos últimas poblaciones), todas localidades de la zona santiaguista giennense[15]. La de Génave, en concreto, es una torre cuadrada, de 10,50 m de lado, maciza hasta la altura de la puerta y cuenta con dos bóvedas apuntadas superpuestas perpendicularmente, más la azotea. Las diversas plantas se comunican por escaleras embutidas en el muro.                                   

En la actualidad sigue estando totalmente rodeada de construcciones adosadas. Ha sido fechada por J. Eslava Galán a finales del siglo XIII[16]. Como ha sido referido, al perder su función primitiva, se utilizó como tercia, denominación que ha conservado hasta la actualidad. Dicha utilización se señala en 1725, en una descripción de la encomienda de Segura de la Sierra en la que se lee que era “una Torre con casa adjunta a ella que todo por alto sirbe para enzerrar los granos del diezmo (…) Y por abajo tiene bodegas para el vino”[17]). Hoy en día se sigue accediendo a ella por una escalera existente en el interior de un edificio adosado a la misma pues, como era común en las fortificaciones, la puerta estaba en alto. Allí, donde posiblemente estuvo una casa de la encomienda, tuvo su sede, hasta aproximadamente 1991, el Ayuntamiento, cuyo edificio se derribó para construir una nueva edificación, que hoy alberga un centro de educación de adultos[18].                  

Algunas otras torres de la misma zona pudieron cumplir la misma misión, al menos durante un tiempo, caso de la ya mencionada de Torres de Albanchez (láms. 5 y 6). Peinado Santaella apunta que en los textos de la visita efectuada por la orden en 1507 se afirma que “en ella se pone el pan del bastimento del dicho logar”, dado que no había ningún otro edificio para ello. Al parecer, el comendador almacenaba “el pan” en las bóvedas bajas, que no estaban en dicho año en muy buen estado, por lo que se mandaron reparar[19]. En 1554 aún una de sus bóvedas servía “de granero”[20].

La torre sigue teniendo hoy tres plantas, con dos bóvedas en cada una, y su escalera en el interior del muro este. Para Eslava es una obra cristiana de la primera mitad del siglo XIV, aunque en su lado oeste tiene un muro adosado (hasta algo menos de media altura), rematado con volúmenes cónicos en las esquinas, que podría ser de la siguiente centuria[21]. Otros autores han apuntado que, por la lectura de sus paramentos, parece que la construcción se hizo en una única fase, que se podría fechar en algún momento del siglo XIV[22]. Está ubicada en la plaza central del pueblo, junto a la parroquia y al Ayuntamiento. No está exenta del todo: sigue teniendo edificaciones adosadas en sus lados norte y oeste.

Tampoco sabemos cuánto tiempo se usó como tercia, aunque seguramente no fue mucho. De hecho, en la misma localidad, en la calle Cervantes, hay una casa de nueva construcción que se llama, precisamente, “La Tercia”, junto a la que quedan restos de una edificación más antigua[23]. Y, en efecto, en las Relaciones de 1575 consta que entonces la orden tenía en Torres del Albanchez una casa de la encomienda pequeña, donde se recogía el pan y el vino[24]. En 1725 seguía existiendo una casa tercia, en la que se guardaban arriba los granos y abajo el vino, y que tenía un pequeño lagar. Lindaba con la calle Real y con el campo[25]. Es decir, que quizás el uso de la torre como granero tuvo que ser provisional.

Es evidente que estas torres no son edificios que respondan a un tipo constructivo destinado primordialmente a almacenaje, como sí sería el caso de La Almona.

La Almona de Guadalcanal

La población de Guadalcanal, perteneciente desde el siglo XIX a la provincia de Sevilla y antes vinculada a Extremadura, fue entregada a la orden de Santiago en la década de 1240 y permaneció bajo su jurisdicción hasta el siglo XIX[26]. Son interesantes las parroquias, iglesias, ermitas y restos de hospitales con que cuenta la localidad. Pero dicha orden militar también tuvo en esta población importantes casas y bastimentos, entre los que destacaba el que en el mencionado estudio de Aurora Ruiz Mateos aparece denominado como “palacio”, “cortijo” o “castillo” (aunque se desconoce su entidad real en cuanto a su condición de fortaleza), del que ha heredado el nombre el paseo (del Palacio) que, con el Ayuntamiento, ocupa hoy el lugar en el que se encontraba dicho edificio. Se arruinó, posiblemente en el siglo XVII, y la orden compró otra casa en la calle Granillos, que es la que creemos que actualmente se conserva. El citado “palacio” (o casa de encomienda desaparecida) estaba situado en la que es hoy plaza principal de la localidad, exactamente entre el edificio que creemos bastimento del pan y del vino de la mesa maestral (La Almona) y la iglesia parroquial de Santa María de la Asunción[27]. El poder civil, el religioso y, por supuesto, el militar, quedaban unificados bajo el mando de los santiaguistas en los territorios que obtuvieron en época medieval, lo que ha condicionado, sin duda, el urbanismo y la herencia artística de las poblaciones que poseyeron.

En cuanto a La Almona (láms. 7 a 11), como ya hemos referido, José Hernández Díaz, Antonio Sancho Corbacho y Francisco Collantes de Terán la describieron en su famoso catálogo sevillano e incluso publicaron sus plantas, secciones y un alzado parcial del edificio que muestra su parte central con las portadas superpuestas. Ello, sin duda, indica el interés que esta construcción despertó en estos reconocidos investigadores, en un momento en el que este tipo de arquitectura no “monumental” no se valoraba tanto como en la actualidad.

Así que, por respeto a dichos autores, transcribimos su texto, tras el que aportaremos otras noticias:

“En la calle inmediata a la parroquia. Es una construcción de planta ligeramente trapezoidal de sillería. Consta de dos plantas, formadas cada una de ellas por una nave con cubiertas de entramado de madera, sostenida la de la baja por arcos apuntados que arrancan del pavimento formando a modo de contrafuertes interiores. La cubierta de la parte superior es a dos aguas, hallándose sostenida por pilares alineados en el eje central de la nave. El frente de la construcción avanza en su parte derecha sobre la línea de fachada para servir de asiento a la rampa que exteriormente sirve de acceso a la planta superior. Las puertas de acceso a ambas plantas se superponen en el centro de la fachada; la de la planta baja es un arco apuntado de escasa altura, que apea en impostas constituidas por un toro y una gola. La puerta de la nave de arriba, precedida de un porche sostenido por pilares de ladrillos, es también de arco apuntado, más peraltado que el inferior, sobre sencilla moldura de cuarto de bocel. El edificio recibe la luz por estrechas saeteras, algunas de las cuales han sido ensanchadas con posterioridad a la primitiva edificación, que por sus características, especialmente por la proporción de los arcos, cabría colocar en fecha bastante remota, quizás en la primera mitad del siglo XIV”[28].

Poco tenemos que añadir a esta descripción, excepto que el edificio, tal como hoy se puede ver, perdidos parte de sus revestimientos, no es exactamente de sillería y su cubierta es realmente a cuatro aguas. En los muros exteriores parece predominar la mampostería, abundante en la planta baja, y combinada con ladrillo en la alta, limitándose el uso de sillares regulares a la construcción de amplios paños en las esquinas, las portadas y algunos otros elementos puntuales, como algún vano. En ladrillo también se construyeron, además de parte del muro de la rampa adosada a la edificación y los pilares del porche que soporta, los enmarques de algunos huecos y los arcos transversales inferiores. Parece que el edificio debió asentar y moverse de forma un tanto irregular, lo que pudo estar motivado bien por el tipo de terreno sobre el que se apoya, bien por la inadecuada cimentación que pueda poseer, bien por el peso y empujes que debió de soportar o/y, por qué no también plantearlo, por la extraña ubicación de los pilares superiores, que no son precisamente menudos, sobre la clave de los arcos. Analizando estructuralmente la construcción, la suposición de                                          excesivas cargas contrasta con la importancia dimensional de los arcos, dispuestos muy próximos, con luces libres entre ellos que rondan escasamente los dos metros. Aún así, como solución parece que se tomó la contundente medida de duplicar dichos arcos trasversales por su intradós, a modo de apeo interior, con lo que su resistencia y estabilidad quedaban más asegurada. El edificio mide alrededor de unos 29 m en línea de fachada por algo más de 11 m de fondo (sin contar la rampa) y cuenta hoy con construcciones adosadas en tres de sus frentes[29].

También es interesante apuntar que arcos diafragma o transversales de ladrillo se utilizaron en ocasiones para cubrir caballerizas y bastimentos en otras casas de la orden en Extremadura, por lo que estamos ante un tipo de construcción en absoluto excepcional para los santiaguistas[30]. También recurrieron al mismo sistema en algunas de sus iglesias, precisamente las más antiguas que de dicha institución se conservan en Andalucía. Sin embargo, en las edificaciones construidas con este tipo de arcos, la formación de la pendiente de la cubierta queda generalmente resuelta sobre los mismos, de tal forma que la tablazón que apoya sobre ellos constituye la estructura de la terminación superior de las construcciones, sin que suelan disponer de plantas superiores.

Pasemos a ver cómo se ha reconocido el edificio. La Almona parece que se puede identificar como el bastimento del pan y del vino de la mesa maestral por las descripciones localizadas en las transcripciones del profesor Rafael Gerardo Peinado Santaella de los libros de visitas de la orden de Santiago, conservados en el Archivo Histórico Nacional. En concreto, hemos podido consultar los informes de las inspecciones realizadas en octubre de 1494, en diciembre de 1508 y en febrero de 1515.

En 1494 visitaron la “casa del bastimento del maestre en Guadalcanal” con un albañil que debía tasar las obras de reparación precisas en el edificio.

Consta que éste tenía una “escalera” por donde subían las bestias “el pan” a la sala alta y que era preciso hacer en él numerosas obras. Por ejemplo, en la “escalera”, que precisaba “mas allanarla” y un pretil “de ladrillo e medio e una tapia de alto porque ha conteçido caer algunos asnos desde arriba subiendo”.

También había que repasar diversas partes de la construcción, reponer unas puertas, que estaban podridas, y recorrer el tejado[31].

En 1508 se menciona el edificio como “bastymento del pan e vino de la mesa maestral”, confirmándose que estaba en la plaza de la dicha villa y que “es alto y baxo vn cuerpo de casa bueno”. El bastimento del vino no disponía de las tinajas “que eran menester”, a lo que se ordenó poner remedio[32].

Por último, en 1515 se repite “que esta en la plaça de la dicha villa” y que “es alto e baxo todo vn cuerpo de casa”. En esta ocasión, estando allí los visitadores apareció también Andrés de León, “veedor de las obras de Vuestra Alteza en esta provinçia de León” porque, según declaró, el bastimento necesitaba ciertos reparos “en la casa y escalera del pan”. Por ello, ordenó que informasen al respecto los pertinentes maestros y que le remitieran el resultado para enviárselo a Su Alteza y al Consejo de Órdenes que, a su vista, mandarían hacer lo que consideraran procedente. Dichos maestros fueron Lorenzo Gutiérrez y Alonso Sánchez Barrero, vecinos de la villa, “albanyres e ofiçiales”, quienes, entre otros aspectos (maderas, cabrios, ladrillos, ripios, cal, clavos, mano de obra… necesarios, que costarían 3.935 maravedís), apuntaron también los reparos que necesitaba “la escalera que sube a la dicha camara del pan”:

“Primeramente se ha de començar el escalera para que de buelta porque no sea trabajosa como otras para el subir de las bestias. Con el se ha de començar desde el esquina del adarve de la casa de la encomyenda hasta el esquyna cabeça de la dicha escalera, y esta buelta a de ser de alto al cabo de çinco palmos, y ansy ha de yr subiendo y a de llevar de ancho ocho pies, de manera que se ha de hazer que este lo demas para subir de las bestias que ser puedan, y de ally ha de yr sacado por horden hasta la puerta de arriba. Ase de solar toda esta escalera y henchilla de tierra apisonada secada, y despues tornalla a solar de ladrillo de esquyna y con sus troços que vaya de tres en tres pies.

Hanse de deshazer los pretiles que estan fechos y mal rreparados y tornallos a hazer de su manpuesto y de piedra, cal y ladrillo, de manera que queden muy bien fechos, y lo alto dello que quede rredondo.

A de yr el pretil de vn cabo e de otro toda la escalera. Han de llevar estos pretiles tres palmos de alto y ladrillo y medyo de ancho”[33].

Para ello eran menester piedra, cal, tierra, arena, “troncos”, cuatro mil ladrillos y mano de obra. Todo saldría por 12.280 maravedís más. Los mismos albañiles informantes estaban dispuestos a hacer las referidas obras.

En definitiva, los documentos aludidos nos hablan de una casa de dos plantas, independiente del llamado palacio de la encomienda, que estaba en la plaza y a cuya planta alta se subía por una rampa. El edificio, además, necesitaba constantes reparos, lo que viene a indicar que debía de estar hecho desde un tiempo atrás.                                

Pasemos a plantear cuándo se pudo construir, dado que hay cierta confusión al respecto. De hecho, algunas fuentes datan La Almona en 1307, al parecer por una inscripción que se conserva en el edificio[34]. Otras publicaciones la relacionan directamente con Lorenzo Suárez de Figueroa[35], personaje incompatible con dicha cronología, pues su maestrazgo tuvo lugar entre 1387 y 1409[36].

A la derecha del arco apuntado que da acceso a la planta alta, bajo el porche, se encuentra, en efecto, una pequeña lápida con una inscripción de difícil lectura (láms. 12 y 13), que hemos transcrito gracias a la inestimable ayuda de nuestra compañera de Universidad la Dra. Elena E. Rodríguez Díaz.

Allí se lee lo que sigue:

[…]RA : D[…] : MIL […]

CC : LXX : E : Q[…]

TRO : ANNOS : FUE […]

CABADA : ESTA : C[…]

SA : E : MANDOLA : F[…]

ZER : EL : ME : DON : UO : RZ

[…]FONSO : MN : MO [37] : ME : FEZ[…]

Hemos completado los vacíos de la siguiente manera:

[E]RA : D[E] : MIL [: C]

CC : LXX : E : Q[UA]

TRO : ANNOS : FUE [A]

CABADA : ESTA : C[A]

SA : E : MANDOLA : F[A]

ZER : EL : M(aestr)E : DON : U(asc)O : R(odrígue)Z

[AL]FONSO : M(ele)N(dez) : M(aestr)O : ME FEZ(it)

Cabe añadir que la última línea igualmente podría completarse como sigue:

[AL]FONSO : M(ele)N(dez) : M(and)O : ME FEZ(it) [38]

En definitiva, la inscripción, si es correcta nuestra transcripción, nos informa de que “esta casa” fue acabada en 1336 (restados los correspondientes 38 años a la fecha escrita, pues responde a la era hispánica) y mandada hacer por don Vasco Rodríguez Coronado, maestre de la orden entre 1327 y 1338.

Un tal Alfonso, cuyo apellido desconocemos (podría ser, por ejemplo, Meléndez), pudo quizás ser el autor de la interesante inscripción o, más bien, quien la mandó hacer, dado que entre 1338 y 1342 consta como maestre de los 38 santiaguistas don Alfonso Meléndez de Guzmán. Creemos que es poco probable que en una inscripción de este tipo aparezca el maestro que efectuó el edificio[39].

Así que, si la inscripción está en su lugar original y no procede de otro sitio (no lo parece porque está ligeramente rehundida y cogida con cal), este bastimento no lo mandó construir Lorenzo Suárez de Figueroa, como apuntan algunos textos, sino un maestre anterior, Vasco Rodríguez. Esta cronología encajaría perfectamente con la dada por Hernández Díaz, Collantes de Terán y Sancho Corbacho.

A pesar de ello, tampoco descartamos que el relevante maestre Lorenzo Suárez de Figueroa, que gestó el señorío de Feria, dejase su huella en este bastimento de Guadalcanal. De hecho, cuando visitamos el edificio pudimos ver en las impostas del arco de la misma puerta superior unas formas esculpidas en la piedra, muy desgastadas y parcialmente ocultas por antiguos encalados, que quizás podrían ser hojas de higuera (lám. 14), seña heráldica que el referido maestre fue colocando por otras de las edificaciones que impulsó, caso de la magnífica torre del castillo de Estepa o de la iglesia del monasterio de Santiago de la Espada de Sevilla, concebida como su propia capilla funeraria.

A dichas supuestas hojas de higuera, hay que unir otras noticias alusivas a la relación de Suárez de Figueroa con Guadalcanal. La primera procede de un texto del siglo XV, escrito por los comendadores Pedro de Orozco y Juan de la Parra, quienes al tratar sobre dicho maestre destacaron muchísimo su muy relevante actividad constructiva, citando numerosas obras y, entre ellas, las hechas en Guadalcanal:

De su condiçion natural fue muy grand edificador, que nunca en quanto bivió, çeso de labrar, i edificar muy grandes, i magnificas obras, de grandes edifiçios, i muy provechosos, en que fizo grandes gastos, i costas. Espeçialmente labró mucho en la fortaleza de Montiel, i en la torre prinçipal della, e en la de Montizon, e fizo la torre de Ocaña, i las casas prinçipales de aposentamiento de la dicha villa, i fizo de nuevo la casa de Aranjuez, i la fortaleza de Alhanbra, i reparó muchas fortalezas de la frontera del Reyno de Murcia, i acrecentó mucho en la fortaleza, i convento de Uclés, i en las torres, i adarves della, i fizo el monasterio de Santiago del Espada en Sevilla, donde se mando sepultar, e la casa, i almazen que la dicha orden tiene en dicha cibdat, junto al dicho monasterio, que compro para ella. I labró, i fizo de nuevo la torre de Estepa, i las casas, i bastimentos de Llerena, i de Guadalcanal, i de la Fuente del Maestre, i las de la dicha villa de Ocaña, i del Corral de Almaguer, i de Villarrubia, i de Santa Cruz, e otras casas, i bastimentos de otros muchos lugares que oy dia paresçen, i otras estan caydas, i perdidas del tienpo que la dicha orden estovo en las administraçiones, i guerras pasadas, de los señores ynfante don Enrrique, i maestre don Alvaro de Luna, asy mesmo mandó facer grand parte de las çercas, i torres, i adarves de Xerez çerca de Badajoz, i de la Fuente del Maestre, de cal, i piedra, que falló caydas, i maltratadas; i apenas quedo lugar prinçipal en la orden en que no labrase poco, o mucho, e en todas estas obras e edifiçios que el fizo, o en las mas dellas, paresçen oy dia los escudos de sus armas, en memoria de las él aver mandado fazer, i reparar, fueron puestas por las dichas torres, i adarves, i edifiçios. E mando reparar i rehedificar en la dicha orden, muchas Yglesias, i las capillas dellas, en las quales dió, i puso muchos buenos orrnamentos con que se servian, e en algunas dellas, fueron puestas por su mandado, algunas ymagenes de alabastro, que oy dia paresçen. Tanto fué el estudio, i cuydado que en esto tovo, que en sus tienpos, desde buen maestre, reçebio la orden mas benefiçio, i acresçentamiento en sus Yglesias, i fortalezas, i villas, i edifiçios, i casas, que en todos los otros pasados, desde su fundaçion. Que es çierto él solo aver mas labrado, i reparado en ella, que todos los anteçesores suyos, y los que despues dél subçedieron en la dignidat maestral, fasta el tienpo presente[40].

Con dicho currículum arquitectónico reiteramos que no es fácilmente descartable su intervención en el bastimento de Guadalcanal, localidad citada expresamente en el texto.

Además, hay una segunda noticia, proporcionada en este caso por Aurora Ruiz Mateos: en 1406 Gonzalo Domínguez vende a Lorenzo Suárez de Figueroa “unas casas con su corral que tiene por linderos los palaçios dela Orden et de las dos partes las calles Públicas”[41]. Esta noticia también la recoge en su historia de Guadalcanal Andrés Mirón, añadiendo que dichas casas sirvieron para ampliar el palacio de los comendadores[42]. Quizás fuera ésta la obra a la que se refiere el texto antes citado porque, según la referida autora, el palacio disponía de zonas de servicios (“bodegas, bastimentos, caballerizas, etc.”). Pero también nos inclinamos a pensar que pudo reparar e incluso mejorar el bastimento de la mesa maestral y que quizás a él se deba la aludida portada de piedra que, además, sobresale ligeramente sobre el muro de fachada y cuenta con la referida inscripción que, como ya ha sido indicado, está un poco rehundida. Cabe añadir que en el interior de dicha entrada se vislumbran marcas que parecen de canteros. Aunque somos conscientes de que a pocas conclusiones se ha llegado hasta ahora analizando dichos motivos, éstas de Guadalcanal, de ser auténticas, tienen formas similares a las que aparecen en otras obras del maestre, como en el ya citado monasterio Santiago de la Espada[43]. Signos semejantes también pueden apreciarse en el paño de sillería vista que forma la esquina noroeste de la fachada principal.

Pero continuemos un poco más con la historia del edificio. Como hemos referido, la encomienda se mantuvo hasta el siglo XIX. No obstante, conviene apuntar una peculiaridad de la misma que ha sido destacada por M. Maldonado Fernández y que afecta al edificio que estudiamos. En 1540 Carlos V vendió la mitad de los derechos de la encomienda y todas las rentas que la mesa maestral poseía en Guadalcanal al Hospital de las Cinco Llagas de Sevilla, aunque sin llegar a separar a aquélla de la orden[44]. Pues bien, en dicha venta, como consta en diversos documentos generados por la misma (tasación, toma de posesión o testimonio notarial impreso en 1612 sobre los títulos de propiedad del hospital en Guadalcanal), el hospital se quedó con la mitad de los diezmos, la escribanía pública, la renta del jabón, “la mitad de la casa, y lagares, y vigas de pisar uva”, que estaban en la calle de San Bartolomé, y con “el bastimento de pan, y vino con sus tinajas”, del que se vuelve a especificar que estaba en la plaza pública[45]. El edificio pasó así a manos del hospital, en las que seguía en 1715.

Del 30 de enero de dicho año data un edicto por el que sus administradores sacaron a subasta el arrendamiento de las rentas de Guadalcanal, en el que consta la propiedad “de las casas donde se solía encerrar el vino perteneciente a la mesa maestral, y la casa donde se solía encerrar el diezmo del pan, que es sobre la dicha casa en la plaza pública”[46]. Así que fue el hospital el encargado de su mantenimiento y gestión, posiblemente hasta la desamortización. En las cuentas de 1745, por ejemplo, consta el pago de unas obras hechas en la “Armona”. Fue el albañil Juan Álvarez el encargado de “componer los tejados y graneros” del Hospital de la Sangre, cuyo recibo de 24 reales aparece fechado el 3 de agosto de 1736[47].

Almona, según la Real Academia Española, puede significar “casa, fábrica o almacén público” y también, en Andalucía, jabonería. Tampoco descartamos que quizás el edificio, o parte de él, se pudo utilizar como tal jabonería en algún momento, máxime teniendo en cuenta lo ya dicho sobre las rentas con las que se quedó el Hospital de las Cinco Llagas tras la compra de parte de los beneficios de la encomienda.

Para el presente trabajo hemos realizado un levantamiento aproximado del estado actual del edificio, basado en la planimetría realizada por José Esteve (publicada por José Hernández Díaz, Antonio Sancho Corbacho y Francisco Collantes de Terán en su ya citado catálogo) y en algunas cotas que se pudieron tomar in situ (lám.15). En él se plasman las divisiones interiores con que hoy cuenta la construcción y los huecos que se han podido confirmar en la mitad derecha del edificio. En la representación de la mitad izquierda de la planta alta (hoy inaccesible), los vanos se han dibujado igual que en los aludidos dibujos, aunque añadiendo alguno que se divisa desde el exterior.

Hoy en día La Almona pertenece a diversos propietarios. La mitad izquierda del edificio, mirando su puerta de frente, está en un penoso estado de ruina. De ella pudimos visitar (y con cierto riesgo) la planta baja, pero no la alta, dado que la cubierta superior y el piso intermedio presentan derrumbes muy importantes, por lo que su acceso está tapiado (lám. 16). La parte de la derecha de la fábrica alberga, en planta baja, un bar-restaurante bien acondicionado, mientras que el piso superior sirve de almacén y hasta hace poco guardaba, según nos informaron, materiales de construcción (láms. 17 y 11). En definitiva, el edificio está dividido aproximadamente por la mitad, “compartiendo” los propietarios un zaguán de entrada a la planta superior, habilitado tras la entrada gótica y que ocupa tan sólo la primera crujía. La rampa ha sido parcialmente modificada, en su parte inferior, en la que cuenta hoy con un grupo de escalones que parece de reciente factura. El acondicionamiento de parte del inmueble para un negocio de restauración ha sido una buena opción[48], pues al menos permite contemplar casi completa esa media nave baja, de sugerente estética. Ahora bien, la visión y lectura de La Almona como un elemento unitario hoy no es posible.


[1] Este trabajo ha sido realizado en el marco del proyecto I+D+i “Conservación y restauración de la arquitectura de las órdenes militares en Andalucía” (HUM2007-62269), financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación y Fondos FEDER.

[2] Esta posibilidad la plantea Antonio GORDÓN BERNABÉ en su artículo “La Almona”, editado en la Revista de Guadalcanal, en agosto de 1991. Nos ha facilitado dicho artículo don Ignacio Gómez Galván.

[3] José HERNÁNDEZ DÍAZ, Antonio SANCHO CORBACHO y Francisco COLLANTES DE TERÁN, Catálogo arqueológico y artístico de la provincia de Sevilla, Patronato de Cultura de la Excma. Diputación Provincial de Sevilla, t. IV, 1955, pp. 230-232.

[4] Pósitos, cillas y tercias de Andalucía. Catálogo de antiguas edificaciones para almacenamiento de granos, Dirección General de Arquitectura y Vivienda, Consejería de Obras Públicas y Transportes de la Junta de Andalucía, Sevilla, 1991. El trabajo fue coordinado por María Dolores Gil Pérez, Magdalena Torres Hidalgo y Nicolás Ramírez Moreno, siendo sus redactores Francisco Javier MONTERO FERNÁNDEZ, Fernando OLMEDO GRANADOS, María José OPORTO NAVAJAS y María Isabel REGIDOR JIMÉNEZ. Cuenta con estudios introductorios de Vicente Lleó Cañal, Carlos Sambricio y Antonio Miguel Bernal. Véanse pp. 95-100, donde se plantean también las características generales de estos edificios: almacenaje del grano en planta alta o cámaras separadas del suelo, grosor de los muros, huecos pequeños…

[5] Rafael CÓMEZ RAMOS, “Sevilla Gótica”, en José FERNÁNDEZ LÓPEZ (coord.), Andalucía, col. “La España Gótica” (dir. Joan Sureda Pons), Ediciones Encuentro, Madrid, vol. 11, 1992, pp. 273-274.

[6] Antonio Miguel BERNAL, “Pósitos, cillas, tercias y economía agraria en Andalucía”, en F. J. MONTERO FERNÁNDEZ y otros, Pósitos… ob. cit., pp. 51-52.

[7] F. J. MONTERO FERNÁNDEZ y otros, Pósitos… ob. cit., pp. 95 y 109.

[8] Aurora RUIZ MATEOS, Arquitectura civil de la Orden de Santiago en Extremadura. La casa de encomienda. Su proyección en Hispanoamérica, Consejería de Educación y Cultura de la Junta de Extremadura y Diputación de Badajoz, 1985.

[9] Vid. Juan de A. GIJÓN GRANADOS, La Casa de Borbón y las órdenes militares durante el siglo XVIII (1700-1809), tesis doctoral de la UCM, Madrid, 2009, p. 387.

[10] Luis Rafael VILLEGAS DÍAZ y Rafael GARCÍA SERRANO, “Relación de los pueblos de Jaén ordenada por Felipe II”, Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, núms. 88-89 (1976), p. 238.

[11] Joaquín MERCADO EGEA, “La encomienda de Segura de la Sierra en 1725”, Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, núm. 146 (1992), pp. 281-282.

[12] Vid. José Luis CASTILLO ARMENTEROS y María del Carmen PÉREZ MARTÍNEZ, “Informe de excavación arqueológica en la tercia y torreón del Cubo de Siles (Jaén), Anuario Arqueológico de Andalucía / 1992, vol. III, actividades de urgencia, pp. 421-429. Véase también, José Luis CASTILLO ARMENTEROS, “Las fortificaciones de las sierras orientales del Alto Guadalquivir según las Relaciones Histórico-Geográficas de Felipe II (1575-1578)”, en Vicente SALVATIERRA CUENCA y Pedro GALERA ANDREU, De la Edad Media al siglo XVI. Jornadas Históricas del Alto Guadalquivir, Universidad de Jaén, 2000, pp. 218-220 y 226-227.

[13] F. J. MONTERO FERNÁNDEZ y otros, Pósitos… ob. cit., pp. 359-360.

[14] Vid. Pedro Andrés PORRAS ARBOLEDAS, La Orden de Santiago en el siglo XV. La provincia de Castilla, Dykinson, Caja de Ahorros de Jaén y Comité Español de Ciencias Históricas, Madrid, 1997, p. 259.

[15] Sobre las torres con cortijos trata: Miguel RODRÍGUEZ LLOPIS, Señoríos y feudalismo en el reino de Murcia. Los dominios de la Orden de Santiago entre 1440 y 1515, Universidad de Murcia, 1986, pp. 41

[16] Juan ESLAVA GALÁN, Los castillos de Jaén, ediciones Osuna, Armilla (Granada), 1999, pp. 359-361

[17] J. MERCADO EGEA, “La encomienda de Segura…”, ob. cit., p. 288.

[18] Véase F. J. MONTERO FERNÁNDEZ y otros, Pósitos… ob. cit., p. 333.

[19] Rafael Gerardo PEINADO SANTAELLA, La Orden de Santiago en Andalucía (1478-1516), tesis doctoral inédita, dirigida por el Dr. Cristóbal Torres Delgado, Universidad de Granada, 1979, t. I, p. 316; y apéndice documental, t. II, pp. 527-529. Le agradecemos al citado profesor que nos permitiera su consulta.

[20] Vicente SALVATIERRA CUENCA y Eva Mª ALCÁZAR HERNÁNDEZ, “La organización del poblamiento castellano en la Sierra de Segura. El caso de la aldea de Torres de Albanchez”, Kalathos, 24- 25 (2005-2006), pp. 373-396. En p. 393-394 transcribe el informe de la visita efectuada a la torre en 1554.

[21] J. ESLAVA GALÁN, Los castillos… ob. cit., pp. 358-359.

[22] Vicente SALVATIERRA CUENCA y Eva Mª ALCÁZAR HERNÁNDEZ, “La organización…”, ob. cit, p. 386.

[23] Valeriano ROMERO ALARCÓN, Torres de Albanchez. Miscelánea histórica y arqueológica, Editorial El Olivo, Úbeda (Jaén), 2007, pp. 113-114.

[24] L. R. VILLEGAS DÍAZ y R. GARCÍA SERRANO, “Relación…”, ob. cit., p. 258.

[25] J. MERCADO EGEA, “La encomienda de Segura…”, ob. cit., p. 284; y J. de A. GIJÓN GRANADOS, La Casa de Borbón y las órdenes militares… ob. cit., p. 821.

[26] Véase Manuel MALDONADO FERNÁNDEZ, “La encomienda santiaguista de Guadalcanal”, Archivo Hispalense, núm. 258 (2002), pp. 39-62.

[27] Vid. Aurora RUIZ MATEOS, Arquitectura civil de la Orden de Santiago… ob. cit., pp. 91-99.

[28] J. HERNÁNDEZ DÍAZ, A. SANCHO CORBACHO y F. COLLANTES DE TERÁN, Catálogo arqueológico y artístico… ob. cit., pp. 230-232. Los planos del edificio fueron realizados por José Esteve.

[29] Queremos expresar nuestra gratitud al concejal don Eduardo Cordobés Chaves, a don Ignacio Gómez Galván y a don Ezequiel Rius Sanz, quienes nos acompañaron en nuestra visita a La Almona y a otras tantas obras santiaguistas existentes en Guadalcanal. Su ayuda ha sido fundamental para la realización de este trabajo. También quisiéramos agradecer a la familia Rius que nos permitiera acceder al edificio, hoy de su propiedad.

[30] Vid. A. RUIZ MATEOS, Arquitectura civil… ob. cit., pp. 282 y 285.

[31] R. G. PEINADO SANTAELLA, La Orden de Santiago… ob. cit., apéndice documental, t. III, pp. 857-859. Véase también Andrés MIRÓN, Historia de Guadalcanal, Guadalcanal, 2006, p. 78.

[32] Ibíd., apéndice documental, t. III, pp. 978-979. Véase también A. MIRÓN, Historia de Guadalcanal, ob. cit., pp. 107-108.

[33] R. G. PEINADO SANTAELLA, La Orden de Santiago en Andalucía… ob. cit., apéndice documental, vol. IV, pp. 1321-1325.

[34] Véase Antonio GORDÓN BERNABÉ, “La Almona…”, ob. cit.

[35] Véase, por ejemplo, Rafael RODRÍGUEZ MÁRQUEZ, Guadalcanal, un pueblo en la memoria, Diputación de Sevilla, 2006, p. 135.

[36] Sobre Lorenzo Suárez de Figueroa tratan: Esteban RODRÍGUEZ AMAYA, “Don Lorenzo Suárez de Figueroa. Maestre de Santiago”, Revista de Estudios Extremeños, núms. 1-2 (1950), pp. 241-302; y Fernando MAZO ROMERO, El Condado de Feria (1394-1505). Contribución al estudio del proceso señorializador en Extremadura durante la Baja Edad Media, Institución Cultural Pedro de Valencia, Badajoz, 1980, p. 62 y ss.

[37] El estado de conservación de la inscripción impide ver con claridad si la letra volada que se utiliza como abreviatura encima de la M es una “e” o una “o”. Cualquiera de estas dos lecturas sería posible, aunque comparándola con la “e” volada del sexto renglón, más parece una “o”.

[38] La Dra. Rodríguez Díaz ha realizado la siguiente descripción paleográfica: la inscripción está efectuada en una escritura mayúscula gótica de formas redondeadas, esmerada, elegante y con rasgos ornamentales. Así se aprecia en los remates de letras como la C y la E de la segunda línea, en la B, la A y la E del cuarto renglón y en el propio diseño de la z. Como es habitual en el alfabeto mayúsculo gótico, la escritura combina letras minúsculas (t, n) y mayúsculas bajo las tipificaciones características de la capital y la uncial romanas. Se abrevian los nombres propios, mediante los sistemas de contracción y las letras sobrepuestas. El epígrafe fue realizado en un taller cualificado.

[39] Las fechas de los maestres proceden de Carlos de AYALA MARTÍNEZ, Las órdenes militares hispánicas en la Edad Media (siglos XII-XV), Marcial Pons y Latorre Literaria, Madrid, 2003, p. 850. La profesora Rodríguez Díaz ha contrastado nuestra inscripción con otras similares que figuran en Francisco DIEGO SANTOS, Inscripciones medievales de Asturias, ed. Principado de Asturias, Oviedo, 1993. Aprecia que son pocas las que hacen mención a los autores materiales de las lápidas o las obras, siendo más comunes las que se refieren a sus promotores.

[40] Pedro de OROZCO y Juan de la PARRA, Primera historia de la Orden de Santiago, Institución “Diego de Valencia” de la Excma. Diputación Provincial, Badajoz, 1978, pp. 383-385. Se trata de un manuscrito del siglo XV, de la Real Academia de la Historia, publicado con introducción, transcripción, notas y apéndice del Marqués de Siete Iglesias y prólogo de Diego Angulo. La letra negrita es nuestra.

[41] A. RUIZ MATEOS, Arquitectura civil… ob. cit., p. 91.

[42] A. MIRÓN, Historia de Guadalcanal, ob. cit., p. 68.

[43] Sobre las marcas de este edificio véase María del Valle GÓMEZ DE TERREROS GUARDIOLA, “Arquitectura y órdenes militares en Sevilla: intervenciones en los conventos de San Benito de Calatrava y Santiago de la Espada”, Temas de Estética y Arte, núm. XIX (2005), pp. 123-167.

[44] M. MALDONADO FERNÁNDEZ, “La encomienda santiaguista de Guadalcanal”, ob. cit.

[45] Dichos documentos los hemos podido consultar en el Archivo de la Diputación de Sevilla (ADPSE, en adelante), Hospital de las Cinco Llagas, legs. 10 y 12.

[46] ADPSE, Hospital de las Cinco Llagas, leg. 10.

[47] ADPSE, Hospital de las Cinco Llagas, leg. 101. En este archivo se ha hecho simplemente rápida consulta, por lo que es posible que en posteriores investigaciones puedan ampliarse los datos sobre obras de mantenimiento de La Almona. Lo más probable es que el edificio siguiera en manos del hospital, como hemos referido, hasta la desamortización y que después, bien se enajenase, bien pasara a la Junta Provincial de Beneficencia, junto con aquél.

[48] Hemos de señalar que en los arcos de esta zona se pueden apreciar reparaciones de carácter estructural efectuadas no hace muchos años, dado que se percibe la utilización de mortero de cemento en los mismos.

Deja un comentario