Artesanía de la Orden de Santiago

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    Seria excesivo hablar de actividades secundarias en la Orden de Santiago, por lo que limitamos a «artesanía» el titulo del epígrafe. En efecto, nada existe que pueda hacer pensar en una industria desarrollada en cualquier sentido.

Las actividades de transformación limitan su irradiación a un ámbito local o, como mucho, comarcal; es patente la autosuficiencia en los estrechos parámetros de necesidad en que se mueve la vida de la Provincia. Podríamos hablar de construcción, que mantiene algunos alfareros de teja y ladrillo para el consumo de muchos pueblos, o de cerámica, las rentas de olleros, frecuentes también. Es algo habitual en cualquier ámbito porque, además, el sistema de intercambio era deficiente y caro.

    Quizás las actividades más destacables, por su propio rendimiento y por la atención que reciben de los poderes públicos, sean las referentes a trabajos textiles sobre lino y las del cuero, sea su producción directa, curtidurías, o su uso aplicado, zapateros.

    El lino aparece dezmando 19 veces en la Provincia cada año. En general se incluye dentro de los diezmos menudos lo que, además de impedir cuantificaciones exactas, indica que su cultivo estaba muy extendido y que su producción se consumía sobre el terreno sin constituir un recurso industrial de comercialización externa. Efectivamente, tan solo Guadalcanal y Reina, ambas localidades en el extremo Sur del Señorío, son susceptibles de clasificar como suministradores de tejidos a mayor nivel del puramente local. Reina, la encomienda en su conjunto diezma 43.000 maravedíes en 1501. Guadalcanal, que aparece como la villa mas industriosa del conjunto, renta 80.000 maravedíes en 1494, aunque las cifras posteriores denuncian una acusada baja del diezmo que, con el sistema de negociación empleado, no puede deberse sino a una baja de producción, posiblemente causada por la ocupación de los linares por cultivo de cereal panificable, en momentos de amplias crisis de subsistencia. A partir de 1511 parece iniciarse la recuperación del producto, pero no contamos con referencias posteriores que permitan afirmar la realidad de la tendencia.

    En general, su cultivo se da en mayor grado en la banda Sur, con rentas relativamente altas de Segura de León a Azuaga. Sus terrazgos eran apropiados para ello: «en tanto grado es dañoso a la tierra, que no lo deben sembrar si la tierra no es muy aparejada para ello»; «quiere tierras algo húmedas y no muy gruesas» como lo eran las anteriores, tierras pobres que se dedican a su cultivo a pesar de su tradición de destructor de terrazgos.

    Quizás lo mas destacado en la documentación sea el daño que su lavado, o «enriado», produce en ganados y personas que hacen uso de ese agua corriente abajo. Y dice Herrera que «es de notar que mientras el lino estuviere en el agua no beban de la tal agua que es pestífera» (cit. ant.), como bien experimentó Gonzalo de Mogarraz, que denunciaba en 1513 que perdía 100.000 maravedíes anuales porque los vecinos de Don Álvaro envenenaban el agua que sus ganados bebían al enriar el lino en el charco de Holgado, aguas arriba de la dehesa que el arrendaba. Pocos años después, sin especificar lugar, las quejas al concejo de Mérida de que se lavaban las madejas junto a las lavanderías con el daño subsiguiente. En ese momento, 1517, se fija a enriadores y tintoreros un lugar donde ejercer sus tareas, debajo de la pesquería vieja, cuya localización exacta ignoramos. De su proceso posterior de producción no tenemos datos.

    Los curtidos son una actividad de la que encontramos referencias sobre todo en Guadalcanal, aunque el zumaque se cultivaba también en otros lugares, como Los Santos de Maimona, como lo refieren sus Ordenanzas.

    Guadalcanal es un caso único de artesanía, del cuero en este caso, a la que podemos asignar una proyección industrial: «e que dello se seguía mucha onrra a la villa por concurrir como concurren a ella muchos mercaderes que compraban las dichas coranbres, las quales fazian alcaualas de que se acrescentaban las rentas de Su Alteza». El ámbito de este comercio no es conocido aunque probablemente Andalucía y, más expresamente, Sevilla, fuera el lugar donde terminara gran parte de la producción. En las breves catas efectuadas en el Archivo de Protocolos de Sevilla, no hemos encontrado datos.

    Las curtidurías de la villa se localizan junto al castillo, porque su suministro de agua estaba alli asegurado por una fuente que alimentaba tanto la cava como las necesidades de consume y riesgo del comendador, cuya huerta se encontraba próxima. Las noticias de los curtidos proceden principalmente de un pleito entablado entre comendador y curtidores porque aquél mandaba retirar las tenerías de ese lugar alegando el daño y las enfermedades que a su huerta y a su casa les causaría el agua infestada por las materias empleadas en el proceso de preparación del cuero: cal, zumaque y adobo.

    La respuesta del Concejo es la que anteriormente se anotaba, proponiendo los muchos beneficios que la villa y la Orden recibían de su producción. Cuando el tema se plantea a los visitadores, éstos actúan salomónicamente:

    1) Dividiendo el uso de agua por días, tres cada parte.

    2) Obligando a los curtidores a hacer un desvío del cauce de forma que pasara por sus tenerías y saliera no a la cava, sino a lugar donde pudiera correr sin provocar más daños.

    3) También los artesanos son apremiados a no hacer pozas en la cava y a retirar los montones de pelambre y zumaque, que habían alli acumulado, en plazo de seis días y a buscar un nuevo lugar donde depositar los desechos.

    En posteriores visitas no se menciona el asunto, por lo que parece haberse  hallado solución adecuada. La decisión de los visitadores parece la mejor,  porque salvaguardaba los derechos de ambas partes sin perjudicar la floreciente industria ni, consiguientemente, los ingresos que ésta proporcionaba al  fisco maestral y al mismo arrendador.

    También hay algunas noticias de curtidos en Mérida y Los Santos de  Maimona, pero de consumo puramente local y sin gran importancia.

    Íntimamente unida al trabajo de curtidos se encuentra una actividad artesanal que merece especial atención en cualquier ámbito de gobierno de la Provincia. Son los zapateros. En la artesanía puede incluirse todo aquél que realice una actividad de producción y también de venta porque, como es sabido,  no existe un sector de servicios delimitado con perfiles claros, sino que, generalmente, el artesano comercializa su propio producto de manera directa.

    Los zapateros son paradigma, pero de su actividad encontramos mas aporte documental desde el punto de vista de control de la producción que desde el  de su venta, por lo que lo incluimos en este punto del trabajo con la advertencia de que también puede hacerse al tratar del proceso de comercialización.

    Los zapateros son observados con prevención en todos los informes que  sobre ellos poseemos. Al igual que escribanos y molineros son sospechosos  continuos de fraudes, y no seria difícil demostrarlo si tenemos en cuenta que  en el Libro de Acuerdos del concejo de Mérida, que recoge informaci6n de  1503 a 1520, hay disposiciones de rango ordenancista constrictivo en 1503,  1512, 1513 y 1514, y que en este ultimo año se plantea la necesidad de hacer nuevas ordenanzas por la continua conculcaci6n de las vigentes.

    El primer control comienza sobre la pieza de cuero antes de ser cortada que debe ser herreteada con el sello de la ciudad. En Mérida es función del fiel ejecutor. En Los Santos de Maimona encontramos un cargo específico de «veedor», asalariado por el concejo. Lo que sigue es siempre una denuncia del mal proceder de estos artesanos, que emplean cueros quemados y mal cortados, para lo que se decreta una inspección anual o cuando fuese necesaria, «e todo lo quemado e mal cortado lo quemen en la plaza públicamente». En 1512 se precisa nombrar veedores porque no se corta la colambre de acuerdo con las Ordenanzas. En 1513 se hacen Ordenanzas que comienzan: «los zapateros de la cibdat no hazen su oficio». Habían preferido, ante las penas imponibles por irregularidades, no «labrar», solución definitiva para evitar cualquier problema y ejemplo de huelga medieval, de donde la escasez de calzado en la ciudad y la necesidad de redactar, ab initio, nuevas ordenanzas.

    Este tipo de enfrentamiento continuó porque para solucionar el aprovisionamiento se intentó averiguar el precio del cuero con un margen de ganancia para el artesano, pero hubo discordias entre ellos y los veedores por esta causa, porque los oficiales o delegados del concejo consideraron que los precios que reclamaban eran muy altos. El llamado «enojo» se resolvió retirando a los inspectores de sus cargos. La ultima noticia es un nuevo intento de concordia, llamando el concejo a un zapatero, cristiano viejo, importante calificación por lo que supone de procedencia ideológica de los artesanos, que después trataremos, para que moderara el calzado «segund dios e su conciencia e como fuera lo mas util e prouechoso al bien publico»    

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