Arqueología en Guadalcanal

Los terrenos del término de Guadalcanal están constituidos por formaciones primarias pertenecientes al cámbrico superior que se extienden a los términos limítrofes, continuándose por las provincias de Córdoba y Badajoz, predominando en Guadalcanal el elemento calizo, generalmente de color oscuro. En las sierras que dominan la población hay lechos de precioso mármol, que son explotables, aunque de ordinario tienen poco espesor. Diabasitas de color negro aparecen en la parte oriental del término, entre Guadalcanal y Malcocinado (Badajoz), y en los límites con esta provincia asoma en algunas partes el granito, bastante descompuesto. Pequeñas manchas de terreno carbonífero encajadas en el cámbrico, se hallan en las vertientes orientales de la sierra de Guadalcanal. Al oriente de la población existen yacimientos de galena argentífera que fueron descubiertos en 1555 y explotados por la Real Hacienda en los años subsiguientes, siendo al fin abandonados por haberse agotado los filones. Su riqueza en plata era extraordinaria, llegando a superar en pureza del metal a las más famosas de México, la principal de estas minas fue Pozo Rico, a unos cuatro kilómetros al este de Guadalcanal. La Sierra del Agua tiene en el centro un macizo de hierro micáceo, conocido en el país con el nombre de Quiebraojos.

Encuadrado al sur y este por la ribera de Benalija y al norte por el río Sotillo, el término de Guadalcanal hállase accidentado por estribaciones de la vertiente norte de Sierra Morena que caen sobre la extensa llanura extremeña, siendo las más importantes las Sierras del Viento y del Agua, situadas respectivamente, al noroeste y sureste de la villa, en las que hay alturas superiores a los 900 metros. En estas sierras y en otros cerros del término se abren en el terreno calizo cavernas y oquedades que han conservado algunos vestigios prehistóricos. Tales son las Cuevas de Santiago y San Francisco en la Sierra del Agua y sus estribaciones. De la primera proceden dos lascas atípicas de sílex tallado de siete centímetros de longitud, que se conservan en el Museo de Historia Natural de la Facultad de Ciencia de Sevilla, junto con un cuchillo de diorita de sección triangular de siete centímetros de longitud. En la Cueva de San Francisco, media legua al oriente de Guadalcanal, parece haberse hallado un cuchillo de sílex, trozos de vasijas y restos humanos y de animales. En el Cerro del Castillo de la hacienda de la Plata, situado al noroeste del término, entre el camino de Azuaga y el llamado Camino de la Trocha, se han recogido trozos de cerámicas de tipo análogo, uno de ellos de barro rojo, pulimentado, perteneciente al borde de un cuenco de gran diámetro y paredes delgadas. Algún fragmento pudiera llevarse a la primera Edad del Hierro, estando su superficie ornamentada con bandas horizontales alternativamente cóncavas y convexas, dibujando, por tanto, un perfil ondulado.

La existencia de tales vestigios en el término, debe ponerse en relación con los primitivos explotadores de las riquezas mineras de la región; precisamente el hallazgo de la Cueva de San Francisco se debió a las exploraciones emprendidas como consecuencia de los indicios de mineral de cobre que existía en ella.

Varios son los yacimientos romanos del término. Dentro de la villa el único resto que se conoce es un hermoso capitel compuesto, de mármol blanco, bastante mutilado, ahuecado por la parte superior, para servir de pila de agua bendita en la Parroquia de Santa María, a donde fue trasladado desde la desaparecida iglesia de San Sebastián, donde desempeñaba igual misión. El empleo discreto del trépano lo sitúa cronológicamente entre los siglos II y III.

Al norte del camino de Pozo Rico, en la Suerte de Magrao, junto a la llamada Piedra Corcobada, mal supuesto vestigio de un trilito y al lado de un nacimiento de agua que allí existe, hay resto de un pequeño despoblado romano, consistentes en tegulae, ímbrices, ladrillos y fragmentos de vasijas.

En el Cortijo de Santa Marina, a unos ocho kilómetros al norte de Guadalcanal, sobre la Cañada de Esteban Yanes, y sirviendo de abrevadero al ganado junto al pozo de la finca, hay un sarcófago de piedra de 210 x 70 x 54 cm., teniendo 35 cm. de profundidad por el interior y la paredes laterales 11 cm. De grueso; repellado con cemento, su forma es rectangular con los extremos en semicírculo. Según noticias recogidas sobre el terreno, procede de un cerro situado a poco más de medio kilómetro al oeste del caserío, donde en varias ocasiones se han encontrado sepulturas cubiertas por losas.

En tierras del Cortijo de la Torrecilla, a ocho kilómetros al noroeste de Guadalcanal, en un pequeño altozano situado en la Era de los Comuneros, de la Suerte del Donadío, por cuyo pie pasa el regajo de este nombre, y al sureste de la carretera particular de la finca, hay restos romanos de tegulae, ladrillos, vasijas, terra sigillata y un gran trozo de firme de opus signinum, probablemente fondo de un depósito de agua.

En el Cortijo de Monforte, situado a unos cinco kilómetros al sur y a poniente de la carretera de Cazalla de la Sierra, se encuentra un elevado cerro, en cuya cumbre hay un depósito de agua orientado por los ángulos a los puntos cardinales, de 4,80 x 3,10 y una profundidad hoy de 2,65 metros, pues el fondo está lleno de piedras; por el exterior los muros conservan una altura de 1,25 metros y su espesor es de 1,10, estando formados por un paramento exterior de mampostería de piedras y otro interior de ladrillos, siendo el núcleo de derretido. Los ángulos interiores del depósito tienen el bocel característico de las construcciones hidráulicas romanas. A unos 50 metros por debajo del depósito y en la ladera del cerro que mira al caserío del cortijo, hay resto de un muro de mampostería de piedras careadas de unos seis metros de largo por uno de altura. En otro cabezo del cerro, situado al este del que ocupa el depósito descrito, existen restos de otra muralla de análogas características, con paramentos de mampostería y núcleo de derretido, que parece formar un recinto cuadrangular del que sólo resta un ángulo y parte de los lados, y a nivel inferior otros restos de muro que, acaso rodearía el recinto superior.

En las Tobas, a seis kilómetros al sureste, sobre el camino Real que desde la Sierra de Hamapega lleva al Hornillo, se han hallado sepulturas romanas de inhumación cubiertas por losas.

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