31.ENE.1965.- ABC – LAS ANOMALÍAS DE LAS ÚLTIMAS TRANSMISIONES.

Con ruego de publicación, recibimos la siguiente nota: “La Delegación Regional de Televisión Española pone en conocimiento del público que las anomalías registradas en la transmisión de los programas de televisión de los dos últimos días han tenido su origen en la especial crudeza de los temporales de agua y vientos huracanados que han derribado postes de la red de la compañía que suministra a las instalaciones técnicas de Televisión Española en Guadalcanal.

Se ha procedido con la máxima rapidez a la reparación de los desperfectos causados por los fenómenos atmosféricos. Si bien las irregularidades a que se alude no son en modo imputables a Televisión Española, la Delegación Regional lamenta profundamente los contratiempos padecidos por los señores telespectadores de la región”.


PROCESIÓN DE LA VIRGEN DE GUADITOCA

Después de un almuerzo ofrecido por el Ayuntamiento a las autoridades, el gobernador civil continuó viaje a Madrid. Igualmente emprendieron regreso a Sevilla algunas de las personalidades asistentes. Poco antes de las siete de la tarde, la Hermandad de Nuestra Señora de Guaditoca, Patrona de la villa, ofreció al almirante Cervera un pergamino en el que consta el acuerdo de nombrarle Hermano Mayor honorario. A las siete de la tarde, se echaron al vuelo las campanas de la parroquia de Santa María para anunciar la salida procesional de la Virgen de Guaditoca. Ante el templo parroquial estaba formada la compañía de Infantería de Marina española. Precedida por la cruz parroquial alzada, una devota comitiva daba escolta al paso de la Patrona, magnífica obra que se estrenaba en esta ocasión. Una vez en la calle el paso de la Virgen, las fuerzas de Marina entonaron la Salve Marinera. Fue un momento emocionante. En el aire de la sierra contrastaban aquellas estrofas marineras: “Dios te salve, Estrella de los Mares”. Las voces recias de los marinos proclaman Reina de los Mares a la Virgen, en la advocación de Guaditoca; una Virgen que es Reina de los mares de olivo, que rodean a su ermita, por donde los montes de la serranía sevillana se van haciendo irrenunciablemente extremeños.
La procesión iba presidida por el almirante Cervera, por el comandante de Marina de Sevilla señor Cervera y Cervera; por el teniente de alcalde del Ayuntamiento hispalense, don Antonio Romero, y por el alcalde de Guadalcanal, señor Oliva. Después de hacer su tradicional recorrido hasta el Real de la Feria, regresó al templo hacia las nueve de la noche, entre el fervor popular.
Por la noche, Guadalcanal vibró en el penúltimo día de su feria. En la “Caseta de Recreo” hubo una cena de gala en honor de las autoridades de Marina. Actuaron los Coros y Danzas de la Sección Femenina. Repleta de un inmenso gentío venido desde todos los pueblos de la comarca, la feria lucía y relucía. Hasta bien entrada la noche hubo animación en las casetas. Mantillas españolas llevadas por bellas muchachas, señorío serrano y ambiente grande. Esta fue la culminación de la conmemoración marinera con la que vibró Guadalcanal.


DESPEGAN LOS HELICÓPTEROS

A las diez de la mañana de ayer y tras la despedida oficial en el Ayuntamiento, las autoridades de Marina regresaron a Cádiz y San Fernando en los helicópteros que las habían traído. En la tarde del domingo, antes de la procesión, había despegado el Sikorsky de autoridades de Marina norteamericanas. En la mañana de ayer, otra vez atronaron el Coso el ruido de los motores. Terminaba así una fiesta que se había venido celosamente preparando por un alcalde al que se ha propuesto para la Orden de Isabel la Católica como premio a estos desvelos. Finalizaba así una empresa marinera en las que las autoridades de Marina habían puesto todo su empeño, que la Corporación municipal guadalcanalense agradecerá con una próxima visita a San Fernando. En el pueblo volvía a renacer la calma en que ha estado sumido durante siglos. Las campanas de Santa María han vuelto a sonar su quieto toque de Angelus. Por los aires –sobre el poste repetidor de televisión- se alejaban los helicópteros de los marinos. Las gentes sencillas que trabajan la tierra –que vive de ella y que en ella muere- los han visto partir. Ha pasado la fiesta. Quedan engalanadas las calles del pueblo, con banderas españolas y estadounidenses, y queda a la entrada de la carretera de Alanís ese arco triunfal de “Honor a la Marina”. Pero no todo ha pasado. Ha quedado proclamada a los cuatro vientos de la fama la figura de este guadalcanalense insigne, que al descubrir en 1567 una isla del Archipiélago de las Salomón la llamó Guadalcanal “por ser de allí natural”.- ANTONIO BURGOS.

Seguidamente pasó a hablar el señor Utrera Molina. Comenzó resaltando la extraordinaria significación del acto y expresó después su gratitud al almirante Cervera, a las personalidades asistentes, al alcalde de la villa y al pueblo entero de Guadalcanal. “Hay un lenguaje inconmensurable –dijo- y es el alma silente y pensativa de un pueblo viejo”. “El almirante –continuó- ha comprendido ese sentimiento, y por eso se lo agradezco”. Hizo extensiva su gratitud el señor Utrera a las fuerzas de los Estados Unidos. “Nuestras dos banderas unidas –afirmó-, ondeando al viento serrano, son para nosotros un orgullo singular, un símbolo de dignidad y de honor”. Al referirse al pueblo de Guadalcanal, afirmó que conserva viva una rica potencialidad histórica, y que con su presencia vital en el homenaje no sólo ha hecho un acto oficial, sino una ceremonia cordial. “En Guadalcanal –dijo- hay un mensaje de verdad y de autenticidad que levanta la gloria de nuestro pasado y lucha por nuestro presente y nuestro futuro”. Señaló que en la historia española se ha dado siempre la constante de tres sentimientos, que siempre hemos defendido, y que son: el culto a la justicia, a la libertad y a la paz. “Bajo estos tres lemas –terminó diciendo el señor Utrera- abrazamos con emoción al noble pueblo norteamericano”. Su bello discurso fue subrayado por los unánimes aplausos de todos los asistentes.

PALABRAS DEL ALMIRANTE CERVERA

Por último habló el almirante Cervera. Comenzó declinando los elogios que se habían tributado a la Marina. “No se trata –dijo- de la Marina Española ni de su ministro, a quien represento. En este homenaje que tributamos a Ortega Valencia no hay más que una cosa: España y los españoles. Unos españoles del mar que venimos a honrar a otro español que honró a la Patria por la mar”. Continuó exponiendo cómo –según un escritor extranjero- España es el país en donde siempre se han planteado las grandes luchas de la civilización. Tras glosar los ocho siglos de luchas contra la dominación árabe, que significaba el peligro oriental para la cultura de Occidente, afirmó que España fue la que salvó a esta cultura. “De aquella empresa –dijo- salieron unos hombres que tenían espíritu de lucha, a los que les pareció chica España; así nació el descubrimiento de América y la civilización hispanoamericana, bajo el signo de la Cruz y de la civilización europea y Occidental”. “Así también –continuó el señor Cervera- nació Pedro Ortega Valencia, que a la isla que descubre da el nombre de su villa natal y a un río de esta isla el suyo propio. Tras comentar los valores espirituales del pueblo de Guadalcanal, que originó la devoción americana de la Virgen de Chiquinquirá y la figura insigne de un López de Ayala. Pasando el tiempo –prosiguió- en España se planteó otra crisis: el comunismo. Y de nuevo, nuestro país salvó a la cultura de Occidente. Y más tarde, cuando internacionalmente éramos incomprendidos, viene el nombre de Guadalcanal a servir de símbolo y de unión, y tiene hoy entre nosotros –en esta conmemoración de los XXV Años de Paz- este valor de confraternidad”. “Este homenaje –terminó el almirante- yo lo recojo y se lo presento a España. Es la continuación de su historia, el símbolo de este gran país donde se resuelven las grandes crisis espirituales de la civilización”.
Con vivas a España y al Generalísimo terminó el almirante Cervera su intervención, que fue acogida con grandes aplausos.


Posteriormente, las fuerzas que habían rendido honores desfilaron ante las autoridades. Al pasar ante la tribuna presidencial las banderas española y norteamericana, hubo vibración y entusiasmo en el ambiente con vítores a estas representaciones de la Marina.

Terminada la misa, a la compañía de Infantería de Marina española se le unió una sección de “marines” norteamericanos, que había llegado con anterioridad a Guadalcanal. Con las banderas española y norteamericana, las tropas de los dos países formaron en la plaza de España, delante de la fachada principal del Ayuntamiento. La plaza principal de la villa ofrecía un bello colorido. Gentes en balcones y azoteas. Una multitud apiñada a pleno sol –sol pegajoso de la sierra, refrescado por los aires ya otoñales de septiembre-, expectante y silente.


APERTURA DE UNA EXPOSICIÓN

El almirante Cervera y el gobernador civil pasaron revista a estas fuerzas que rendían honores, y –en unión de las demás autoridades- entraron al Ayuntamiento, para inaugurar una exposición de motivos históricos en torno al descubridor, instalada en la planta baja del edificio municipal. Junto con un gran mural alusivo a la gesta de Ortega, figuran en ella un mapa en relieve de la derrota seguida –desde El Callao a las Salomón y regreso a Colima (Méjico)- en el viaje de descubrimiento de la isla de Guadalcanal, a la que nominó con el mismo nombre de esta villa serrana “por ser de allí natural”. Figuran también en esta exposición –que quedará abierta permanentemente como museo- diversas maquetas de barcos a vela, documentos del Archivo de Indias, cartas de Juan de la Cosa, manuscritos de Magallanes y Elcano. Sables de abordaje de finales del siglo dieciocho, trabucos de borda del diecinueve, murales alusivos al desembarco norteamericano en Guadalcanal, durante la segunda guerra mundial.


EXALTACIÓN DEL DESCUBRIDOR


Finalizada la visita a la exposición, las autoridades pasaron a ocupar una tribuna instalada ante a la fachada principal del Ayuntamiento. Entre los aplausos del vecindario y a los acordes del himno nacional, se procedió al descubrimiento de una lápida conmemorativa, en la que figura la siguiente leyenda: “El maese de campo Pedro Ortega Valencia, hijo predilecto de esta villa, descubrió la isla de Guadalcanal y otras en Océano Pacífico. En los XXV Años de Paz, la Marina española y norteamericana rememoran su imperecedera gesta. 1567-1964”. Corrida por el almirante Cervera la bandera española que cubría la lápida de mármol, grabada en letras doradas, pasó a ocupar la tribuna don José María Osuna, conocido escritor de la sierra. Comenzó sus palabras haciendo una alusión a la coyuntura histórica en que empezó a sonar el nombre de Guadalcanal; esto es, durante la segunda guerra mundial. Más tarde hace referencia al cine de aventuras bélicas, que actuó como caja de resonancia para la divulgación del nombre de la isla y del pueblo serrano. Pero no se supo establecer la adecuada relación entre ambos nombres: entre la isla descubierta por Ortega Valencia y este pueblo, “avanzadilla” de Andalucía sobre Extremadura. La etimología de la palabra “Guadalcanal” fue bellamente glosada por don José María Osuna. “Río de creación es su significado –afirmó y, en efecto, es como un río que alarga su curso para desembocar en otro mundo”. Del carácter generoso de estos descubridores extremeños, del sacrificio y heroísmo que encierra la gesta de Ortega, de todo esto habló el señor Osuna, que concluye su poética disertación con una referencia a la confraternidad hispano-norteamericana; dos pueblos que lucharon en dos ocasiones distintas por la civilización de Occidente.


Hubo aplausos para las palabras del señor Osuna. Acto seguido, subió a la tribuna el teniente coronel Moore, quien hizo entrega al alcalde de Guadalcanal de un obsequio de la Marina norteamericana, consistente en un álbum con la historia de la llamada “Operación Cactus”, batalla que se libró en la isla descubierta por Ortega y que –tras una encarnizada lucha durante los meses de julio de 1942 a febrero de 1943- determinó que el Ejército norteamericano abandonara su posición defensiva y pasara a la ofensiva en su guerra contra los japoneses. También entregó el señor Moore un sable de un general japonés, hecho prisionero durante esta batalla. Seguidamente dio lectura a un mensaje, en el que se abren horizontes de esperanza para una confraternización y una colaboración que se continúen en un futuro.


Más tarde, subieron a la tribuna el capitán de navío Barthes y el sargento mayor Kabase, héroes de la batalla de Guadalcanal, a quienes los asistentes dedicaron un cordial aplauso.
Pasó a hablar después el alcalde de la villa, don Francisco Oliva Calderón, quien comentó la gesta descubridora que perpetuó el nombre de Guadalcanal. Tras agradecer la presencia y la colaboración del almirante Cervera y del gobernador civil, y la participación en el homenaje de las fuerzas de Marina española y norteamericana, pide al pueblo que aplauda al insigne almirante. Hecho el silencio, glosa los XXV Años de Paz, y hace extensivo este homenaje como expresión de adhesión al Jefe del Estado.
Por carretera llegaron inmediatamente el general segundo jefe del Gobierno Militar de Sevilla, señor Durbán Crespo, quien ostentaba la representación del capitán general de la II Región; general jefe del Estado Mayor de la Región Aérea del Estrecho, señor Salvador; cónsul general de los Estados Unidos en Sevilla, Mr. Paul Guest; director de la Casa Americana de Sevilla, Mr. Dorsay; vicepresidente de la Diputación Provincial, don Pedro Gutiérrez Calderón; diputado provincial y alcalde de Alanís, don Luis Narbona; secretario provincial de Sindicatos, señor Álvarez de Toledo; delegado gubernativo para Guadalcanal, don Haraldo Dhalander, y otras autoridades y representaciones.
Poco antes de las diez llegó en automóvil el gobernador civil y jefe provincial del Movimiento, don José Utrera Molina, que fue recibido por el alcalde de la villa, don Francisco Oliva Calderón, y cumplimentado por todas las autoridades y personalidades presentes. Al señor Utrera Molina acompañaba el consejero provincial señor Lucena y diversas jerarquías.


INAUGURACIÓN DE UN GRUPO ESCOLAR


En el campo del Coso, donde se había congregado casi toda la población de Guadalcanal, hubo aplausos de bienvenida para el señor Utrera, quien en compañía del almirante Cervera y demás autoridades se dirigió a pie hacia el centro de la población, siguiendo un recorrido por las calles Menéndez Pelayo, Paseo de la Cruz, Santa Clara, Juan Campos y plaza de España. Después de permanecer breves instantes en el Ayuntamiento, se dirigieron en automóvil nuevamente al Paseo de la Cruz, para proceder a la inauguración de un grupo escolar que lleva el nombre de Pedro Ortega Valencia. El almirante Cervera descubrió una lápida de azulejos con el nombre de Ortega, y seguidamente, el director del grupo escolar, don Francisco Ortiz Maltrana, pronunció unas breves palabras. Fueron frases de satisfacción y de promesas. Satisfacción porque un grupo escolar llevase el nombre de un hijo ilustre de la villa; promesa de que, en adelante, en aquel grupo escolar se ejemplarizaría la figura de Pedro Ortega Valencia, hito en “esa cosa tan sencilla y tan difícil que es la historia”.
Tras las palabras del director del grupo escolar, las autoridades visitaron detenidamente las seis aulas de que consta, dedicada a la enseñanza de niñas. Más tarde, iniciaron un recorrido en automóvil por la carretera de Fuente del Arco, llegando hasta el cruce con la de Valverde de Llerena. De regreso al pueblo, las autoridades se detuvieron en el sitio conocido por “El Puerto” desde donde admiraron el bello paisaje serrano que rodea a Guadalcanal. Después se dirigieron por la carretera de Alanís hasta el sitio denominado “San Benito”, junto a la línea de ferrocarril Sevilla-Mérida, desde donde emprendieron regreso al pueblo.


MISA DE CAMPAÑA


Quizá uno de los actos más emotivos del homenaje de Guadalcanal a Pedro Ortega Valencia fuera la misa de campaña, en el Paseo del Palacio, donde había sido levantado un altar, en el que fue colocada una imagen de la Virgen del Carmen. Guindolas, gallardetes, remos, maromas y banderas le daban al ambiente, un grato sabor marinero, que contrastaba curiosamente con el viento de la sierra, un aire con olores a jara, a orégano y a tomillo que llegaba desde los montes que rodean el pueblo.
Ante el altar estaba formada una compañía del Tercio Sur de Infantería de Marina, con escuadra, bandera y música, al mando del capitán Julio Yáñez. Llegadas las autoridades, poco después de las doce –a los acordes del himno nacional- fue llevada la bandera al presbiterio. La misa fue oficiada por el padre Piedrola, actuando como presbítero asistente el párroco de Santa María de la Asunción, don Francisco Barrena Cobano. Durante el santo sacrificio, la banda de Marina interpretó diversas composiciones. Había emoción y devoción en el Paseo del Palacio, abarrotado de guadalcanalenses, de gentes de todos los contornos de la comarca serrana, que en gran número habían llegado hasta Guadalcanal para asistir a estos emotivos actos de homenaje. En el lado del Evangelio ocupaban sitiales las autoridades militares, presididas por el almirante Cervera, y en el de la Epístola lo hacían las civiles, presididas por el seño Utrera Molina.

Deja un comentario