19.ENE.1977.- ABC – LA IGLESIA DE SANTA ANA, DECLARADA MONUMENTO HISTÓRICO-ARTÍSTICO.

Por la ruta de los olvidos administrativos y los otros se llega al ámbito desolado de esos pueblos que tienen su vivir –porque la geografía manda- en la agricultura, y que por ello ahí andan respirando por la llaga, fatídica y explicable, de la emigración. La periferia de las grandes urbes industriales acoge como a esa gente –gente de Guadalcanal, en este caso- que decidió cambiar el esparto de Casa Julio con que ataba su perro por la longaniza de Segovia con que ahora lo ata… Se va la gente, sí; pero quedan los paisajes, los trinos, las fuentes, los lirios, las campanas, el agua, la luz, el arte, la historia.
Hoy se inaugura una piscina, mañana se declara en ruinas un monumento, y así vamos, de la noche a la mañana, permutando unas cosas por otras, como si aquellas que nos legaron los que fueron, sólo porque un día se las condenó al abandono, de repente dejarán de valer. Me he preguntado alguna vez que si la secular mala fortuna periodística de este pueblo pudo en algo contribuir a que impunemente aquí se hayan cometido desafueros artísticos que harían protestar a una estatua, como, por ejemplo, convertir en mercado de abastos una iglesia mudéjar, único ejemplar conocido en su estilo por sus características. Esto acaeció en 1952. Ahora, como los tiempos y las formas, al igual que las ciencias, cambian que es una barbaridad (y nunca mejor dicho lo de “barbaridad”), apenas se resiente la añosa arquitectura de algún monumento se le pone en venta, y a esperar que se caiga (verbigracia: la Concepción). La determinación, por cómoda y drástica no deja de ser censurable, y que no dimana de la esfera local es cosa que no dudaría un niño. Sépase que Guadalcanal es algo más que un coto privado de caza.


La Dirección General del Patrimonio Artístico y Cultural acaba de incoar expediente de declaración de monumento histórico-artístico, con carácter nacional, a nuestra iglesia de Santa Ana. En verdad que la noticia silencia el propósito. Y, sin embargo, se trata de una justicia tan grande como el soledoso abandono que dicho edificio sufre. ¡Con lo fácil que fue ponerla en venta…! ¿Qué hado nos trajo el nuevo año? Porque el asunto no tiene precedente aquí.


La antigua parroquia de Santa Ana (hoy oratorio de las cuatro viejas del barrio, por obra y gracia del viejo de Morente, el sacristán, que les deja la llave) es mudejárica, de una nave y arcos transversales. No está uniformemente cubierta, pues mientras los tres últimos tramos son de madera de posterior ejecución, el que sigue, que también se cubre del mismo material, presenta un típico paño horizontal, que demuestra pertenecer a la primitiva cubierta del templo; se continúa el cuerpo del edificio con una bóveda de cañón semicircular, y termina con una media naranja apoyada sobre arcos torales semicirculares.


Construida sobre un promontorio dentro de la población, lugar preferente para los que con anterioridad habían tenido allí la mezquita, su minarete fue aprovechado para torre de la iglesia, con la consiguiente reforma y despojo de arabescos, la que coronaron con un capitel apiramidado de pesadas proporciones.


Del mismo tiempo constructivo son también la nave central, con sus soberbios pilares y arcos apuntados, de gran tosquedad y solidez; el batisterio y la misma pila bautismal, y el porche de ingreso, formado por tres arcos, al parecer ligeramente apuntados, que descansan en pilares octogonales con alfices.


Según teoría de fray Andrés de Guadalupe (“Historia de la Provincia de los Ángeles, de la observancia regular franciscana. Madrid, 1662), que los primitivos libros del movimiento parroquial confirman a esta iglesia –bendecida por el obispo de Coria, don Jaime Sanguineto, en el siglo XIII- se traían a bautizar a todos los niños de los pueblos comarcanos, de donde se colige que fue el primer templo que existió en este distrito santiaguista una vez reconquistado el pueblo, en 1241, por dicha gendarmería religiosa-militar, al mando del maestre don Rodrigo Iñiguez.
El pueblo comienza el año con excelente pie cultural. Ojalá que esto termine de una vez con los expolios monumentales locales.– ANDRÉS MIRÓN.

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