03.OCT.1961.- ABC – SEVILLA AL DÍA.

La brillante si que también triunfal llegada de la televisión al Sur de España –al que con TV o sin receptor nos honra pertenecer- originó sorprendente revuelo en la ciudad, no ya por el espléndido logro que ello significaba, sino por la relevante fecha escogida para el enlace de la nueva emisora con la central de la nación.

Como coincidencia feliz, era el propio Caudillo el que presidía el preciso y precioso servicio que se ofrecía a los sevillanos. No podría hallarse mejor espectáculo para inaugurar las pantallas televisoras de Andalucía, Extremadura y también las de Ceuta, esa plaza de soberanía española, que, como gran baluarte patriótico, mantiene con gentil prestancia y maravilloso donaire la verdad de Franco, en vela constante entre mitológicos bastiones y cara al ancho mar, que la separa y une a la Península.
Así hubo de llegar la televisión a Sevilla en la jornada memorable, conmemorativa de la exaltación del Generalísimo a la Jefatura del Estado, celebrada esplendorosamente en la misma capital burgalesa, donde hace veinticinco años se le hacía entrega de los supremos poderes de la nación, salvada del caos por imperio de su valerosa y genial intervención.

Fue, por tanto, un triunfo resonante y definitivo el registrado el domingo por la TVE, subrayado con jubiloso entusiasmo en toda la región andaluza y una amplia zona de Marruecos, como lo prueba el hecho de que en Tánger, donde se recogieron con gran nitidez los actos celebrados en Burgos, esperan captar ahora los programas de Eurovisión gracias a la Televisión Española.
En Sevilla la transmisión fue perfecta, y tras del grandioso desarrollo del homenaje al Caudillo, millares de telespectadores se mantuvieron frente a las pantallas particulares y las instaladas en numerosos establecimientos, las que, entre otros programas sobresalientes, recibieron la corrida de toros de Burgos y la intervención del ballet internacional de Antonio.

Así transcurrió la jornada dominical, de tan acusada trascendencia, porque la emisora de Guadalcanal, a pesar de no contar todavía con su potencia total, había hecho posible esta jubilosa unificación que, a través de las ondas y aureolada por la figura señera por genial del Jefe del Estado, se registraba entre las ciudades del Norte de África y la España meridional.

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